Manuel Mindán Manero

"El hombre es el único animal capaz de conocer. Ese conocimiento es valioso cuando se dirige a la verdad y la logra. El conocimiento verdaderamente bueno es el que alcanza ésta, haciendo al hombre libre. La libertad, que es el segundo gran tesoro del hombre, se realiza plenamente en la búsqueda y hallazgo de la verdad. Conocimiento, verdad y libertad convergen en un mismo anhelo: hacer del hombre el ser humano."

Manuel Mindán Manero
Conocimiento, verdad y libertad



"Juego muy corriente entonces era el de la galdrufa, la peonza y el peón. La galdrufa era un cono de madera dura, de base plana más ancha que la altura del cono, un poco cóncavo por los lados y con un clavo, de los de bellota, clavado perfectamente nivelado en el vértice. Se arrollaba, partiendo desde el clavo un cordel fuerte, y se tiraba con fuerza de un extremo del mismo que quedaba en poder del tirador. La galdrufa se quedaba bailando o reinando en el suelo. El juego podía consistir simplemente en proclamar vencedora la galdrufa que más rato estaba reinando; pero a veces se colocaban monedas en una raya, se cogía reinando en la palma de la mano y se la tiraba contra una moneda para hacerla avanzar hacia la meta. Había algunos tan hábiles que podían coger la galdrufa tres o cuatro veces sin que se parase.
La peonza o trompo tenía forma ovoide, llevaba también clavo y se tiraba con cordel, pero no se prestaba a jugar con monedas como la galdrufa. El peón o pirulo era un cono de madera de boj de una longitud dos veces y media mayor que el diámetro de la base. No llevaba clavo ni se tiraba con cordón, sino que se hacía rodar con los dedos y se le mantenía rodando, dándole con un látigo de mango corto y compuesto de unas trenzas o cintas de trapo."

Manuel Mindán Manero
Recuerdos de mi niñez



"La enseñanza es un arte más que una ciencia; precisamente el arte de comunicar y transmitir la ciencia.”

Manuel Mindán Manero



“Nuestra finalidad era desarrollar las facultades intelectuales y proveer de los conocimientos necesarios para la carrera que eligiesen, fuese la que fuese. […] Considerábamos que nuestro deber no era preparar técnicos, sino al hombre integral en sus capacidades fundamentales […] procurando sacar hombres sanos y fuertes…, personas de buen gusto…, individuos buenos y honrados por la educación moral. […] También formaba parte de nuestro ideal educativo la formación religiosa, sin beaterías, sin odios religiosos, sin banderas ni proselitismos. […] Nuestro empeño era conseguir hombres cabales y perfectos en lo posible, sanos y fuertes en el cuerpo, con la inteligencia armónicamente desarrollada, con el gusto estético orientado y perfeccionado, y que supieran hacer recto uso de su libertad.”

Manuel Mindán Manero



“Tenía dos horas de clase diarias, que solían darse en las dos primeras horas de la mañana. Comenzaba la clase escribiendo en la pizarra una frase, sentencia o aforismo, que tenía alguna relación con la filosofía. Se las hacía copiar [a los alumnos] y les pedía que me explicasen su sentido y significación; me servía para darme cuenta de la inteligencia y cultura de los alumnos. Brevemente les explicaba yo el verdadero sentido. A esto dedicábamos cinco o seis minutos.

A continuación dedicaba unos quince minutos a que me expusiesen las dudas que tenían sobre lo que les había explicado en la clase anterior o sobre el texto del libro o cualquier pregunta que se les ocurriese pertinente con la materia. Dedicaba seguidamente cinco minutos a tantear con preguntas sueltas y exploratorias a varios de la clase para comprobar si habían estudiado. Si contestaban mal o no contestaban, no les ponía nota, pero les advertía y servía para formarme idea del muchacho. Por último, el resto de la clase, una media hora, la dedicaba a explicar la lección del día siguiente.

Cada quince días les hacía pruebas orales y cada mes, las pruebas escritas reglamentarias.”

Manuel Mindán Manero








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