R. H. Moreno-Durán

"Creo que mi país es el más femenino del mundo, pues siempre está patas arriba y con todas sus vergüenzas al aire.

R. H. Moreno-Durán 



"En el fondo todo escritor, como todo jugador de ajedrez, esconde un asesino. Un escritor es un ajedrecista, está moviendo figuras, personajes y poderes en un tablero, que es la realidad. Tarde o temprano todo ello termina en el triunfo de algo sobre algo o de alguien sobre alguien, y el jaque mate final es la muerte de alguien para que otro triunfe. Por eso, escribir con buenos sentimientos sólo produce mala literatura. La gran literatura, toda, está hecha con lo peor de la condición humana."

R. H. Moreno-Durán 



"En mi país la verdad es incompatible con la historia."

R. H. Moreno-Durán 



"Es que yo creo que estar satisfecho es la forma más cómoda de decir que uno está muerto, por la satisfacción dejaría uno de escribir, de diseñar, de hacer cine. Cuando yo publico una novela, la novela está terminada, lo que ocurre es que en las reediciones o en las traducciones hay algunos elementos que uno cambia un poco. Todo artista es perfeccionista, aunque por otra parte el perfeccionismo es el brazo armado del masoquismo."

R. H. Moreno-Durán 



"La ironía es el humor de la inteligencia."

R. H. Moreno-Durán 



"Pero una ciudad es un mundo de muchas páginas. Su palpable exterioridad de concreto y acero, sus monumentos y avenidas, su fauna díscola o amable, sus tugurios y catedrales, sus transeúntes nativos o foráneos, ocultan una verdad más profunda: su interioridad, es decir, la subjetividad de la convivencia urbana. Al pasar de un sector al otro, del frontis del rascacielos a la penuria del inquilinato, el transeúnte -esto es, el novelista- deja de ser un mero peatón y deviene fläneur, un atento lector y a la vez amanuense de lo que le dicta su entorno. La ciudad es entonces ese libro cuyos distritos se hojean como capítulos, sus calles se agotan como párrafos y sus monumentos se glosan como inmejorables notas a pie de página: un asterisco para profundizar un ápice en su historia o en su drama.
(…)
De ahí la sugerente necesidad de convertir al transeúnte en lector y al habitante de la casa en autor de una escritura que no es otra que la de la cotidianidad libre y desnuda. Porque al formar parte de un recinto que es un texto y de una ciudad -todo un país- que esconde una lectura, los involucrados se ven impulsados a mudar su identidad en lenguaje. Seres de lenguaje serían esos habitantes y el ámbito de sus pasiones el libro. Un libro extraño e ininteligible para quienes sólo conocen una lengua excluyente y violenta, inmediata y agraria, multicolor y telúrica. No es buen lector quien sólo ve lo que tiene delante de su ventana, sea una calle huérfana de drama o un establo, nunca lo que define el ámbito que habita: sus pasiones, sus miserias, sus fastos y que, por desdén o miopía, ignora el párrafo más importante de su vida diaria, esa página que se multiplica hasta conformar el capítulo más intenso y complejo de la vida colectiva: el libro de la urbe."

R. H. Moreno-Durán o Rafael Humberto Moreno-Durán
De la barbarie a la imaginación











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