Dieciséis de septiembre
Renueva, oh musa, el victorioso aliento,
con que fiel de la patria al amor santo,
el fin glorioso de su acerbo llanto
audaz predije en inspirado acento:
cuando más orgulloso
y con mentidos triunfos más ufano,
el ibero sañoso
tanto ¡ay! en la opresión cargó la mano,
que al Anáhuac vencido
contó por siempre a su coyunda uncido.
“Al miserable esclavo (cruel decía)
que independencia ciega apellidando,
de rebelión el pabellón nefando
alzó una vez en algazara impía,
de nuevo en las cadenas,
con más rigor a su cerviz atadas,
aumentemos las penas,
que a su última progenie prolongadas,
en digno cautiverio
por siglos aseguren nuestro imperio.
Andrés Quintana Roo
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