Flann O'Brien

"A lo largo de los muelles del Liffey se extendían las viejas casas de colores, que, irregulares en tamaño, parecían asomarse como si quisieran estudiarse a sí mismas en el agua. Pero esta vez los ojos de Mick no se recreaban ni se concentraban en ellas mientras paseaba por allí entretenido. Estaba pensando, pero no melancólicamente. Se le ocurrió una idea que parecía brillante, magistral, incluso intrépida. Sinceramente, no disiparía el fantasma submarino de Agustín ni sofocaría los arrebatos neurosicóticos de De Selby, pero él mismo se convenció de que le permitiría hacer algo para evitar, quizá permanentemente, o sin duda por el momento, que se llevara a cabo cualquier plan puntual que arrastrara a la raza humana al sufrimiento de un desastre. Estaba encantado. Decidió ir a un sitio tranquilo donde tuviesen bebidas alcohólicas, para después, Dios mediante, no tomar ninguna, sino más bien probar algo sano, refrescante e inocuo. La situación exigía las ideas claras, y una planificación.
¿Y el padre Cobble? Sí, Mick mantendría su pacto y le traería a casa de De Selby. La visita podría perfectamente ser útil y, además, estaba contento de que Hackett hubiese renunciado. Tuvo la sensación de que la presencia de Hackett podría haber sido una complicación, incluso un obstáculo. Y esto también sería aplicable para cuando, más adelante, tuviera que dar los pasos necesarios para llevar a la práctica esa idea novedosa.
Sus pasos se dirigieron al Metropole, situado en la calle principal de Dublín. No era un cine, tampoco un restaurante o un local de baile, ni un antro de alcoholismo, aunque tenía un poco de todos esos entretenimientos. La bebida se ofrecía en un salón tranquilo, iluminado con unas luces suaves, que se ubicaba en la planta de abajo, donde las mesas estaban aisladas por unas pantallas altas y delgadas de madera oscura. Era uno de los lugares favoritos de los curas y, a pesar de que las que servían eran camareras, no se admitían clientas.
Se sentó y pidió una botella pequeña de agua de Vichy. En una ocasión que sirvieron otro pedido en el compartimiento de al lado, se asombró muchísimo porque el cliente dio las gracias y estas, que fueron inconfundibles por su contenido además de por su tono, pasaron inadvertidas."

Flann O'Brien
Crónica de Dalkey



"Aunque no mostró la menor intención de liberar su bicicleta de su solitario confinamiento en la celda, se puso las horquillas cuidadosamente en los camales y se dirigió pesadamente hacia fuera, hacia el corazón de la mañana. Caminamos juntos por la carretera. Ninguno de los dos hablábamos ni tampoco escuchábamos lo que el otro tuviera que decir.
Al salir, parecía que el viento quisiera liberarme de la oscuridad de la duda, el miedo y la extrañeza que se habían anclado en mi mente como una nube lluviosa sobre una colina. Todos mis sentidos, aliviados de la agonía que suponía soportar la existencia del Sargento, se tornaron supernaturalmente alerta en la tarea de interpretar el nuevo y maravilloso día en beneficio propio. El mundo sonaba en mi oído como un gran taller. Se hacían evidentes por todos lados sublimes hazañas mecánicas y químicas. La tierra vibraba expectante ante su industria invisible. Los árboles rezumaban actividad allá donde se erguían, y mostraban tímida pero abiertamente su fortaleza. La hierba crecía por todas partes, prestándole su distinción al universo. Se conjugaban formas y diseños muy difíciles de imaginar en todos los elementos que la vista era capaz de abarcar, fundiéndose en suprema armonía su variedad sin excepción. Hombres reconocibles por la blancura de sus camisas trabajaban diminutamente en los tremedales cercanos, bregando con la turba y el brezo. Había pacientes caballos esperando cerca de ellos, enganchados a sus carretas y, esparcidas entre los pedregales de una colina más lejana, algunas minúsculas ovejas pastaban. Se oía cantar a los pájaros en la intimidad de los árboles más frondosos, posándose en distintas ramas y conversando sin alboroto. En un campo junto al camino, un pollino permanecía inmóvil, y parecía que estuviera examinando la mañana, poco a poco, sin ninguna prisa. No se movía, mantenía la cabeza erguida y rumiaba sin nada en la boca. Daba la impresión de comprender por completo estas inexplicables alegrías del mundo.
Miré a mi alrededor, insatisfecho. Quería verlo todo con la suficiente plenitud antes de girar a la izquierda hacia la eternidad junto al Sargento, y mis pensamientos seguían enmarañados en lo que mis ojos observaban."

Flann O'Brien
El tercer policía



"Cuál no sería mi asombro cuando, en vez de aceptar mi ofrecimiento con un estruendoso y prolongado aplauso, los malditos intelectuales se dividieron en atemorizados grupos y comenzaron a susurrar unos y otros en medio de una gran agitación. Desde donde me hallaba sentado con talante de homérico desapego podía oír claramente fragmentos de conversación como «jamás sobrio», «gamberro literario», «no paga a nadie», «va a Stubbs todas las semanas», «saliendo con la mujer de un diputado», «pirarse con los bienes de la Asociación», «el hombre idóneo para largarse a París», «vender a su madre por dos cuartos», «barriga llena de brandy y los miserables hijos sin un harapo que ponerse», «citado a declarar por romper la luna de un escaparate en Santry», «lástima de esposa desgraciada», «la mitad la ha fusilado a otros», «se ríe de nosotros a nuestras espaldas», «usar el nombre de la Asociación», «qué va a pensar la gente», «sólo atrae la atención de los guardias», «quién le ha dicho que venga», «creo que nació en Manchester», «seguramente un espabilado», «caradura frío y calculador», y así por el estilo, siento decir.
A continuación un hombre que llevaba gafas se levantó y masculló algo acerca del mayor agradecimiento de todos los involucrados, una propuesta algo prematura, la sociedad no totalmente formada, volver a plantear la propuesta más adelante, seguro de que la elección sería popular, con permiso de los asistentes pasar al siguiente asunto, penosas tarifas pagadas por emisora de radio… Pensé que esto era suficiente, pero consideren mis sentimientos unos días más tarde al oír que el señor Sean O’Faoláin había sido elevado a dicha presidencia."

Flann O'Brien
La gente corriente de Irlanda



"Cuando alguien habla alemán, esperar por verbo al final de la frase es horrible."

Flann O'Brien



"El infierno da vueltas y más vueltas. Su forma es circular y su naturaleza interminable, repetitiva y muy próxima a lo insoportable."

Flann O'Brien


"En ese momento todo aquello me pareció vago y poco satisfactorio. Jamás llegué a conocer a mi padre pero a su debido tiempo pude ver y estudiar una descolorida fotografía color sepia: una severa figura enhiesta con gran mostacho y vestida de uniforme y con gorra de visera larga.
Nunca logré descubrir la razón de aquel uniforme. Podría haber sido un mariscal de campo o un almirante, o simplemente un oficial de turno del cuerpo de bomberos; en realidad, podría haber sido un cartero.
Mis recuerdos son un poco confusos acerca de lo que exactamente sucedió después de la partida de la mamá, salvo por una muchacha descuidada de largo y lacio cabello rubio que vino a cuidarnos a mi hermano y a mí. No hablaba mucho y parecía estar continuamente de mal humor. La conocimos como la señorita Annie.
Por lo menos así es como nos ordenó que la llamásemos. Se pasaba la mayor parte del día lavando y cocinando, especializándose en pastel de patatas y guisos a base de patatas y verduras, o preparando eternamente albóndigas cubiertas con una salsa grasienta. Llegué a odiar aquellas cosas.
—Si alguna vez vamos a parar a la cárcel—dijo mi hermano una noche en la cama—, estaremos muy acostumbrados a ella antes de haberla conocido. ¿Alguna vez has visto una cena semejante a las que nos prepara? Yo diría que esta Annie está un poco chiflada.
—Si te refieres a las albóndigas —dije—, a mí me parece que son pasables... si no viésemos tantas y tan seguido.
—Estoy seguro de que son pésimas para nosotros.
—Bueno, esa especie de salsa es demasiado espesa.
—Qué gusto cuando mamá se despreocupaba una vez a la semana y sólo hacía jamón hervido con col. ¿Te acuerdas de eso?"

Flann O'Brien
La vida dura



"Estuve hablando con un amigo tuyo anoche, dije secamente. Me refiero al señor Trellis. Ha comprado una resma de papel rayado y está empezando su relato. Está obligando a todos sus personajes a vivir con él en el Hotel El Cisne Rojo para poder tenerlos vigilados e impedir que se den a la bebida. (...) No conseguimos en nuestro paseo nada que fuese de interés para el propósito antedicho, pero llenamos nuestras almas con la música de nuestras dos voces, siendo las carreras de galgos, las apuestas y la ofensas contra la castidad los diversos temas de nuestro debate. Caminamos juntos varios kilómetros otras noches en misiones similares, siguiendo matronas, abordando irrespetuosamente a desconocidas, fingiendo con mujeres casadas que éramos sus amigos y molestando injustificadamente a miembros del público. Una noche nos siguió a nosotros un miembro de las fuerzas policiales que vestía de paisano. A propuesta de Nelly, nos ocultamos en el interior de una iglesia hasta que se fue. Descubrí que el pasear era beneficioso para mi salud."

Flann O'Brien
En nadar-dos-pájaros



“¡Gaélicos! —dijo—, mi corazón gaélico se llena de alegría al estar hoy aquí dirigiéndome a vosotros en gaélico en esta fiesta gaélica en el centro del territorio gaélico. Dejadme decir que soy gaélico. Soy gaélico de pies a cabeza, gaélico por los cuatro costados. Asimismo, todos vosotros sois verdaderos gaélicos. Todos nosotros somos gaélicos de puro linaje gaélico. Quien es gaélico, siempre será gaélico. Yo nunca he pronunciado (ni vosotros tampoco) una sola palabra que no sea gaélica desde el día en que nací, y lo que es más: todo lo que he dicho ha versado sobre el tema de la lengua gaélica. Si somos verdaderos gaélicos, es necesario que nos ocupemos siempre de la cuestión del gaélico y de la gaelicidad. De nada sirve saber gaélico si lo empleamos para conversar sobre cosas que no son gaélicas. Quienes hablan gaélico pero no se ocupan de la cuestión de la lengua, no son verdaderamente gaélicos en el fondo; personas así no benefician nada al gaelicismo, pues lo único que hacen es burlarse del gaélico e insultar a la gente gaélica. No hay nada en el mundo tan hermoso y tan gaélico como los verdaderos gaélicos verdaderamente gaélicos que hablan en verdadero gaélico gaélico sobre la gaélica lengua gaélica. ¡Por tanto proclamo gaélicamente inaugurada esta fiesta! ¡Arriba los gaélicos! ¡Larga vida a nuestra lengua gaélica!

Cuando este noble gaélico se sentó sobre su gaélico trasero, hubo gran algarabía y todos los asistentes estallaron en aplausos.”

Flann O'Brien
La boca pobre


"Sí, siempre recordaremos aquella fiesta en Corca Dorcha, y la diversión que tuvimos mientras duró. La noche anterior al gran día, una cuadrilla estuvo trabajando diligentemente bajo la lluvia para levantar un estrado junto al alero de nuestra casa, mientras el Viejo permanecía sin mojarse, resguardado en el umbral y dirigiendo el trabajo con instrucciones y buenos consejos. Ninguno de aquellos hombres volvió a tener nunca buena salud después del chaparrón y la tormenta de aquella noche, y uno que no sobrevivió fue enterrado antes de que se desmontara el estrado sobre el que había dado su propia vida por la causa de la lengua gaélica. ¡Ojalá que hoy esté sano y salvo en el estrado del Cielo!
Por aquel entonces yo tenía aproximadamente quince años, y era un muchacho triste y enfermizo, con algún diente partido, que crecía tan deprisa que siempre estaba débil y sin salud. Creo que no puedo recordar tantos extranjeros y señores distinguidos reunidos en un mismo punto de Irlanda antes o después de aquella ocasión. Vino un sinnúmero de ellos de Dublín y de la ciudad de Galway, y todos vestían ropas respetables de buena confección; también había unos pocos individuos que no llevaban pantalones, sino enaguas de mujer. Se dijo que lo que llevaban era el atuendo gaélico, y de ser eso cierto, hay que ver lo que se cambia de aspecto como consecuencia de unas palabras gaélicas metidas en la cabeza. Había hombres ataviados con sencillos vestidos sin ornamentos: creo que estos sabían poco gaélico; otros lucían tanta nobleza, finura y elegancia en sus ropas de mujer que era evidente que hablaban con fluidez el gaélico. Me dio mucha vergüenza que no hubiera ni un solo gaélico verdadero entre nosotros, los habitantes de Corca Dorcha. Aún tenían otra cualidad de la que nosotros carecíamos desde que perdimos la verdadera gaelicidad: no usaban nombres y apellidos, sino títulos honoríficos que cada cual se había autoconcedido inspirándose en el cielo y el aire, la granja y la tempestad, el campo y las gallinas. Había un tipo gordo, torpe de movimientos, y con la cara gris y fofa, que parecía encontrarse entre las defunciones de dos enfermedades mortales, y él mismo se había dado el título de «La Margarita Gaélica». Otro pobre hombre que tenía el tamaño y las fuerzas de un ratón se hacía llamar «El Toro Fornido». Además de los ya mencionados, recuerdo que estaban presentes todos estos caballeros."

Flann O'Brien
La boca pobre



















No hay comentarios: