Usted tiene ojos de mujer fatal


Como siempre que me he visto en igual trance, no dejé de considerar en tal ocasión la ligereza con que luego la mayoría de la crítica juzga y falla, tras una única audición no demasiado atenta, aquello que el autor ha pensado, calculado, consultado y trabajado minuciosamente.
 
Enrique Jardiel Poncela
Usted tiene ojos de mujer fatal, página 5
 
 
Estábamos unidos por las circunstancias, pero no congeniábamos.
 
Enrique Jardiel Poncela
Usted tiene ojos de mujer fatal, página 6
 
 
Me escuchaba atentamente, mirándome a los ojos, y, al acabar, exclamó:
—Bueno, pero todo eso será capelayando el angudibrio, claro.
—Sí, claro; el angudibrio y el parfulio, pero en remogosas.
—¡No me digas!
Y ya no hubo más que bromas.
 
Enrique Jardiel Poncela
Usted tiene ojos de mujer fatal, página 7
 
 
ELENA:
Tiene usted razón. Mirándole con curiosidad. Y lo ha dicho usted muy bien; con una frase muy intencionada…
OSHIDORI:
Rectificando modestamente. La frase no es mía.
ELENA:
Pues ¿de quién es?
OSHIDORI:
Del señor.
ELENA:
Eso hará Sergio; ¡frases!
OSHIDORI:
Y no es poco, señora. La Humanidad entera no ha hecho otra cosa hasta el presente. Y el mundo se creó con la frase «hágase la luz»; se pobló con la de «creced y multiplicaos», y se civilizó con la de «vacaciones sin kodak son vacaciones perdidas».
ELENA:
Sonriendo. Eso me ha hecho gracia…
OSHIDORI:
Pues también es del señor.
 
Enrique Jardiel Poncela
Usted tiene ojos de mujer fatal, página 25
 
 
OSHIDORI: La frase Usted tiene ojos de mujer fatal es la que utiliza siempre el señor para rendir a las señoras.
ELENA: ¡Pero es indignante que conmigo utilizara el recurso que utilizó con las demás!
OSHIDORI: Eso mismo me dijeron las demás.
 
Enrique Jardiel Poncela
Usted tiene ojos de mujer fatal, página 32
 
 
Lo cierto es siempre absurdo, señora, y amar quiere decir esclavitud.
 
Enrique Jardiel Poncela
Usted tiene ojos de mujer fatal, página 35
 
 
A mi juicio, el éxito del señor con las mujeres obedece a que no les hace ningún caso.
 
Enrique Jardiel Poncela
Usted tiene ojos de mujer fatal, página 35
 
 
La triste verdad es que entre todas las mujeres que han pasado por mi vida, Oshidori, ha habido una a la que no he podido olvidar y de la que no he vuelto a saber nunca nada. Era rubia y tenía ese «no sé qué» que se nos mete en el corazón no se sabe cuándo, que se nos agarra no se sabe cómo, que nos incita no se sabe a qué y que nos arrastra no se sabe adónde.
 
Enrique Jardiel Poncela
Usted tiene ojos de mujer fatal, página 64
 
 
SERGIO:
¿Que si acepto? ¡Aceptar!… Con esa palabra no se puede dar idea… Hay que inventar otra. ¡La voy a inventar! No acepto, barón: «¡esgorcio!».
PANTECOSTI:
Estupefacto. «¿Esgorcia?».
SERGIO:
«¡Esgorcio!».
PANTECOSTI:
Bueno, oiga usted, en serio… ¿De verdad, de verdad que «esgorcia»? ¡¡Gracias, señor Hernán!! Se abrazan otra vez. Por el foro entra Oshidori.
 
Enrique Jardiel Poncela
Usted tiene ojos de mujer fatal, página 94
 
 
SERGIO:
Almorzaremos juntos… ¡Digo! Almorzaremos juntos si acepta usted el convite, barón…
PANTECOSTI:
¡Pues no, señor; no lo acepto! ¡¡Lo «esgorcio»!!
SERGIO:
¡Ole! ¡Lo «esgorcia»! ¡Viva España! Se van del brazo, derrochando optimismo, por la derecha.
 
Enrique Jardiel Poncela
Usted tiene ojos de mujer fatal, página 95
 
 
OSHIDORI: Buenas tardes, señora condesa… ¡Qué sorpresa tan inesperada! ADELAIDA: Todas las sorpresas son inesperadas, porque si no fueran inesperadas no serían sorpresas.
 
Enrique Jardiel Poncela
Usted tiene ojos de mujer fatal, página 148
 
 
Porque morirse da siempre pereza, señor.
 
Enrique Jardiel Poncela
Usted tiene ojos de mujer fatal, página 159
 
 
Los hombres os avergonzáis siempre de lo que debía enorgulleceros y os enorgullecéis de lo que debía avergonzaros.
 
Enrique Jardiel Poncela
Usted tiene ojos de mujer fatal, página 180








 

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