Jesús Callejo He visto cosas que no creerías



No hay aldea, villa o pueblo en España (sea grande, mediano, pequeño o despoblado) que no tenga una iglesia, a veces dos y una ermita en lo alto del monte o en la ribera de un río. Ignorar ese hecho y no visitarlos porque uno se considere ateo hasta la médula, es prescindir —de manera alegre e irresponsable— de una gran parte de nuestro bagaje cultural, tradicional y trascendental. François de La Rochefoucauld nos advirtió de que hay tres clases de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe y saber lo que no debiera saberse. Y para algunos todo aquello que se ignora, se desprecia (dixit Antonio Machado). Aviso para navegantes, creyentes y descreídos, un templo está cimentado no solo sobre columnas y mampostería, sino también sobre leyendas, obras de arte, tumbas, ritos, mitos… ah, y también mucha historia de la religión. Recuerden que España posee varias de las mejores catedrales de toda Europa. Y dentro de ellas hay mucho más que ornamentos litúrgicos. Hay misterios…
 
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He visto cosas que no creerías, página 2
 
 
¿De qué sirve estar en un lugar maravilloso si no nos damos cuenta de que es maravilloso?
 
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He visto cosas que no creerías, página 2
 
 
Saber algo sobre el origen de estas creencias, rituales, devociones, tradiciones, supersticiones y simbología nos ayudará a comprender un poco mejor a nuestros antepasados y a situarnos en una realidad que es común a todas las épocas, países, religiones e ideologías. Es decir, estudiar las causas de las cosas asombrosas que suceden a nuestro alrededor y que a veces se escapan de nuestra comprensión racional. Eso es lo que designo «etiología sobrenatural».
 
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He visto cosas que no creerías, página 12
 
 
El ser humano necesita referentes históricos al igual que necesita lo simbólico, lo mítico y lo legendario.
 
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He visto cosas que no creerías, página 13
 
 
En el mes de mayo, los días 9, 11 y 13 (los números pares traían mala suerte, lo que faltaba) los difuntos salían de sus tumbas y bajo el nombre de Lémures (larvas) invadían el mundo de los vivos y volvían a sus antiguos hogares. Era entonces cuando el pater familias tenía que apaciguar a estas almas silenciosas a través de un curioso ritual que conocemos por Ovidio y su obra Fastos. Se levantaba en mitad de la noche, descalzo, y con un gesto de su mano disuadía a los espíritus de que se le acercasen. Este gesto consistía en hacer la figa (colocar el pulgar entre el índice y el dedo corazón). Acto seguido, procedía a lavarse con agua corriente y tomaba un puñado de habas negras que iba masticando y escupiendo tras de sí, sin mirar, mientras pronunciaba la fórmula ritual: «Lanzo estas habas y con ellas me salvo a mí y a los míos». Lo decía nueve veces seguidas sin mirar nunca hacia atrás, porque se supone que los espíritus que le seguían iban recogiendo las habas. Tras la novena vez, se volvía a purificar con agua y hacía sonar un objeto de bronce repitiendo otras nueve veces: «¡Salid de aquí, espíritus de mis antepasados!». Con el tiempo y la llegada del cristianismo, ya se podrán imaginar que esta fecha se convirtió en el Día de Difuntos, aunque sin tanta parafernalia, cambiándola al 2 de noviembre.
 
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He visto cosas que no creerías, página 15
 
 
Entre lo mucho que hemos heredado respecto a fiestas y ritos, no podían faltar los amuletos. En la antigua Roma los más habituales tenían forma de falo. ¿Por qué? Porque atraía la mirada de las personas maléficas, llamados aojadores, evitando que se posaran sobre el portador del amuleto. El pretor Varrón dejó por escrito la conveniencia de utilizar amuletos para hacer frente a los peligros del fascinum (mal de ojo): «Puede deberse incluso al hecho de que a los niños se les cuelga en el cuello una cierta cosa algo fea (se refiere al falo), para que nada les dañe, denominada scaevola por razón de su buen augurio (scaeva)». Esa es la idea básica en todas las épocas y culturas, sobre todo buscando la protección de los más indefensos que son los infantes: colocar algo en el cuello o la cabeza que distraiga a los aojadores por su forma, su sonido, sus colores o sus brillos. De ahí que a los niños recién nacidos se les pusieran en el cuello sonajeros, cascabeles, garras de tejón, ramas de coral rojo y un sinfín de objetos profilácticos. Expresiones actuales como «era un pájaro de mal agüero» o eso tan repetido de «en martes ni te cases ni te embarques» proceden de esa lejana época, porque esos días de la semana estaban considerados nefastos al estar dedicados a Marte, dios de la guerra. Otros ejemplos son entrar en una habitación siempre con el pie derecho (ya mencionado por Petronio) o exclamar «¡salud!» cuando alguien estornuda en nuestra presencia (algo que exigía el emperador Tiberio) o bien llevar encima una pata de liebre o de conejo para aliviarse de ciertas enfermedades o ahuyentar la mala suerte.
 
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He visto cosas que no creerías, página 16
 
 
En España tenemos 22.678 parroquias, cada una con su nombre propio (algunas llevan varios, según datos de la Conferencia Episcopal Española). En lo que debemos fijarnos no es en el número, sino en el nombre de cada una de ellas. Y sabrán por qué. Haciendo un recorrido estadístico sobre sus respectivas advocaciones, comprobamos que las dedicadas a Cristo apenas llegan al 6 por ciento, mientras las dedicadas a la Virgen son un 30 por ciento, y el resto se reparten entre santos (32 por ciento), santas (9 por ciento, aquí se nota una discriminación de género), apóstoles (18 por ciento) y ángeles (con solo un 5 por ciento). Ya vemos que Cristo y los ángeles están en la retaguardia a la hora de «bautizar» una iglesia con un nombre sagrado. De esos datos podemos extraer algunas conclusiones, cuanto menos curiosas. Por ejemplo, que en la parte norte de la península se reza más a seres masculinos y en la mitad sur a los femeninos. En otras palabras, que en el norte hay devoción por santos varones, apóstoles y arcángeles y en el sur la devoción se inclina más por la Virgen (la de Guadalupe, la del Rocío o La Candelaria por poner tres destacados centros de peregrinación).
 
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He visto cosas que no creerías, página 26
 
 
En algunos casos se recurre a santuarios para curarse de enfermedades muy concretas, la mayoría de las cuales, hoy en día, podrían ser clasificadas como psico-somáticas o relacionadas con la fertilidad. Antiguamente se iba a algunas ermitas para quitarse los hechizos, embrujamientos, demonios o meigallos de encima. En numerosos casos se recurría a alguna fuente o manantial vinculado al santuario a cuyas aguas se atribuían propiedades curativas.
 
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He visto cosas que no creerías, página 27
 
 
Cada ermita, por humilde u ostentosa que sea, tiene su doble potencial energético: el espiritual y el sanador, da igual que lo atribuyamos a la sugestión, a la fe o al efecto placebo, siempre que el resultado sea positivo.
 
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He visto cosas que no creerías, página 29
 
 
El objetivo principal del peregrinaje desde hace siglos es ganar esas indulgencias en Jerusalén (se llamaban palmeros), en Roma (los romeros) y en Santiago de Compostela (los peregrinos). Solo existen cinco lugares en todo el mundo que tienen el privilegio del jubileo. Todos ellos ofrecen a sus visitantes la liberación total de culpas y penas asociadas a cualquier pecado. Un chollo. Un auténtico borrón y cuenta nueva, un reseteo espiritual sin letra pequeña. Tres ya están citados (Roma, Jerusalén y Santiago de Compostela). Los otros dos santuarios que faltan serían Santo Toribio de Liébana y Caravaca de la Cruz. Los cinco celebran su año santo siempre que la festividad de su santo patrón o advocación caiga en domingo (Santiago, San Pedro, Santa Cruz de Jerusalén, Santo Toribio y Cruz de Caravaca). Así tenemos los años santos Compostelano, Romano, Jerosimilitano, Lebaniego y Caravaqueño. Será por nombres y por indulgencias.
 
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He visto cosas que no creerías, página 43
 
 
Pese al cambio de estilos arquitectónico, un lugar sagrado debe reunir cuatro premisas básicas para ser considerado como tal. Estos preceptos, seguidos rigurosamente desde el siglo viii hasta el xvii, son los siguientes:
 
• Una ubicación y orientación precisa: la nave debe orientarse en sentido este-oeste, con el ábside dirigido al oriente y los pies al ocaso.
• Unas proporciones concretas: normalmente, son de 3 a 1, aunque existen numerosos ejemplos en los que se aplicó para su diseño y construcción el número Phi (1,618).
• Unos materiales adecuados: la piedra y la madera. La piedra es perenne, igual que el reinado de Dios sobre la Tierra, y la propia estructura del templo, con ella construido, ha de reflejar la creación.
• Un culto exclusivo: una iglesia solo puede ser dedicada a menesteres espirituales, aunque no siempre ha sido así.
 
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He visto cosas que no creerías, página 52
 
 
Cuentan que hace mucho tiempo, en un lejano templo donde se preparaban las mentes más brillantes, un grupo de discípulos le preguntó a su maestro zen: «¿De dónde viene el lado negativo de nuestra mente?». El maestro, en silencio y sin mediar palabra, se retiró un momento y enseguida regresó con un gran pergamino enrollado y poco a poco fue abriéndolo hasta que se pudo ver un gran lienzo en blanco. En medio había un pequeño punto negro. «¿Qué veis en este lienzo?», preguntó el maestro a sus discípulos. Todos los discípulos respondieron: «Un pequeño punto negro, maestro». Y el maestro dijo entonces: «Ese es el origen de la mente negativa. Ninguno de vosotros ha visto el enorme espacio blanco que lo rodea». Como posible moraleja se podría decir que debemos ampliar nuestros horizontes, cambiar nuestro punto de vista, de percepción, de perspectiva y de encaje. El problema no es tanto que demos más importancia al punto negro, sino que a veces nos distrae del inmenso lienzo blanco que es el 99 por ciento de las cosas que ocurren a nuestro alrededor y de las que apenas nos percatamos. Eso pasa en catedrales donde solo nos fijamos en el altar, y en muchos lugares que visitamos.
 
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He visto cosas que no creerías, página 54
 
 
Toda construcción sagrada, la llamemos como la llamemos (temenos para los griegos, templum para los romanos, tirthas para los hindúes, rewe para los mapuches o wak'a para los incas) representa un universo entero en pequeño, un microcosmos. Y como tal necesita tener un «centro», el punto de intersección de todos los niveles cósmicos. Eliade explica que el lugar sagrado no es «elegido» sino que el hombre solo se limita a «descubrirlo». Ese punto es el ombligo, el axis mundi, el epicentro del cual emana la energía divina.
 
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He visto cosas que no creerías, página 55
 
 
El nombre de la ciudad de Cuzco, en quechua es QosQo, significa «ombligo». Así llamaron los incas a esta ciudad, capital de su imperio y geográficamente se ubicaba en el centro. La Isla de Pascua (Rapa Nui) era llamada por sus habitantes nativos Te-Pito-O-Te-Henúa, que ya se imaginarán lo que significa. Las Colinas Negras eran el centro del mundo para los sioux y para los antiguos japoneses lo era el monte Fuji. Los principales lugares sagrados de todas las culturas son denominados así: ombligos. Lo mismo que ocurre con el lugar donde está la Piedra Negra de la Kaaba en La Meca, o la ciudad de Jerusalén, al igual que Atenas, París, Washington o, si nos remontamos doce mil años atrás, Göbekli Tepe o Monte Ombligo, el lugar de culto religioso más antiguo del mundo descubierto hasta ahora.
 
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He visto cosas que no creerías, página 56
 
 
Existen otros templos donde se puede apreciar ese juego de la luz. A modo de breve muestrario, les cito algunos de los muchísimos que tengo catalogados, aparte de los que se irán descubriendo en el futuro:
 
1.     Monasterio de Yuso (en San Millán de la Cogolla, La Rioja): en el equinoccio el sol proyecta un rayo de forma elíptica sobre el centro simbólico de la iglesia, el punto donde se cruzan la nave central y el transepto hasta dibujar un círculo perfecto en la vertical de la rejería.
 
2.     Catedral de Palma de Mallorca. Durante veinte días, a lo largo del solsticio de invierno, puede contemplarse la salida del sol a través de los dos rosetones principales de la catedral, creando una especie de calidoscopio conocido como el «milagro de la luz».
 
 
3.     Iglesia de Bordón (Teruel): capilla de San Miguel. Sobre la figura del ave fénix, el sol incide perpendicularmente en las primeras horas del solsticio de verano.
 
4.     Jaca (Huesca). Catedral de San Pedro: el «fenómeno de asoleación» sobre la talla de alabastro de la Inmaculada, de la capilla de San Joaquín, días antes del equinoccio de primavera.
 
5.     Laguna de Duero (Valladolid). En la ermita Nuestra Señora del Villar un rayo de luz entra por el óculo situado en la fachada principal y durante unos minutos alumbra el retablo de la Virgen y finalmente su rostro. Este fenómeno tiene lugar dieciocho días antes del equinoccio de marzo y dieciocho después del equinoccio de septiembre.
 
6.     Fompedraza (Valladolid), durante los equinoccios, al ocaso del día, por el óculo de poniente de la iglesia de San Bartolomé penetra un haz luminoso que traza un recorrido por el retablo mayor, mural y gótico, del templo hasta iluminar por unos instantes la hornacina principal donde está la Virgen de las Candelas.
 
7.     Benavente (Zamora). Iglesia de Santa María del Azogue: un rayo de luz incide sobre el vientre de María, que está embarazada. Durante los equinoccios.
 
8.     Iglesia de Sepúlveda. Entre las 19.45 y las 20.00 horas, un haz de luz enfoca directamente a la Virgen de la Peña y la amplia gama cromática de la vidriera se refleja en el rostro de la imagen. El suceso tiene lugar precisamente el 15 de agosto, fiesta de la Asunción.
 
9.     Iglesia de Santa Marina (Sevilla) los últimos rayos de sol atraviesan la iglesia, exactamente desde la dirección oeste del 21 de septiembre.
 
10. Ermita de Santa María, La Antigua, de Zumárraga (Guipúzcoa). Durante los solsticios. El sol del atardecer entra por la ventana del coro y baña la imagen de la Virgen desde la base hasta la cabeza.
 
11. Monasterio navarro de La Oliva. En los equinoccios, los rayos solares inciden en el centro de la nave del templo.
 
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He visto cosas que no creerías, página 61
 
 
Y me surge una pregunta apropiada para alguien como yo, que soy un curioso irredento de estas alineaciones. ¿La gran mayoría de esos templos están alineados hacia un mismo punto? Y en este aspecto recuerdo la interesante teoría del Site 145 que propone Francisco Javier Ropero, ingeniero electrónico, especialista en neurocomputación y profesor en la Universidade Federal do ABC (UFABC). Afirma que cientos de monumentos megalíticos y construcciones sagradas a lo largo del tiempo y de la geografía mundial apuntan hacia un montículo sumergido, denominado «Site 145», que destaca en el fondo llano del mar Caribe. Este montículo funciona como un axis mundi. En una entrevista en el programa La Escóbula de la Brújula añadió que, para orientar las mezquitas hacia La Meca, los musulmanes utilizan el método de las loxodromas, también llamado de los círculos máximos. En el caso del Site 145 los alineamientos ocurren según loxodromas que son grandes espirales encima de la esfera terrestre, aunque en un mapa plano convencional sean líneas perfectamente rectas. Ciertamente, muchos enclaves activos a nivel espiritual se suelen prolongar durante siglos (que se lo digan a los templos de Artemisa en Éfeso y Apolo en Delfos), y están marcados por un monumento que posee un eje de simetría, sea este el acceso principal, una avenida, un monolito, obelisco o altar. La prolongación de este eje lleva directamente, según la hipótesis de Ropero, a las coordenadas de Site 145 con una precisión muy ajustada. Y pone varios ejemplos. Si nos fijamos en Angkor Wat, en Camboya (un complejo de templos construido por el Imperio jemer en el siglo XII), el templo principal tiene una avenida de acceso. Si trazamos una loxodroma desde aquí hasta el Site 145 (usando, por ejemplo, la función «polígono» del Google Earth) la línea dibujada discurre precisamente por el medio de esta avenida. Lo mismo ocurre con Stonehenge, la pirámide de Cuicuilco, Tiahuanaco, Carnac, el templo de Göbekli Tepe y muchos más, todos ellos relacionados con representaciones de nagas o serpientes. Curiosamente, ningún monumento egipcio está orientado así.
 
Ropero nos sigue diciendo que estas líneas que unen el Site 145, si se prolongaran hacia el lado opuesto siguiendo la curvatura terrestre, coincidirían con la posición del Polo Norte magnético en el momento en que se construyó dicho monumento, lo cual es aún más extraño, porque revela que estos alineamientos tienen que ver con las líneas de campo magnético de la Tierra. El nombre del Site 145 viene de los trabajos oceanográficos del barco Glomar Challenger que, haciendo un sondeo del fondo marino en el Caribe, descubrió una anomalía magnética a unos 4.390 metros de profundidad, una zona con alta magnetización que llegó a estropear sus cuatro estabilizadores. El punto donde se encontró tan elevado magnetismo fue llamado en el informe oficial Site 145 y comprobaron que aquí solo se detectaba el magnetismo proveniente del lugar, que está invertido en referencia a los polos magnéticos de la Tierra. Aparte de esto, se detectó que, en ese lugar y bajo el lecho marino, había una enorme montaña con una forma muy peculiar —similar a un lingam— compuesta de un material muy duro llamado dolerita. Los lingam son una representación fálica del dios Shiva y, como tal objeto sagrado, se encuentran en muchos de los templos hindúes.
 
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He visto cosas que no creerías, página 86-87
 
 
Escribir es avivar y airear los misterios, no desvelarlos, como algunos creen. Y mucho tiene que ver también con lo simbólico puesto que el símbolo oculta casi siempre un mensaje que hay que saber guardar e interpretar.
 
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He visto cosas que no creerías, página 92
 
 
En la mayoría de las culturas hablan de una serie de metáforas de la transformación humana para que sepamos por dónde van los tiros, solo para quien tenga ojos para ver y oídos para oír. Metáforas que nos hablan de los engaños de la percepción y la lucha entre las fuerzas del bien y del mal con sus variantes, matices y nomenclaturas. Según la Tradición Universal y Sapiencial, unas fuerzas nos quieren unir a nuestras raíces, a la más pura esencia e identidad, y otras nos quieren separar de la misma. ¿Sabían que lo simbólico y lo diabólico, de lo que tanto hablamos, son términos opuestos? La palabra símbolo viene del griego syn-ballein, aquello que nos une o asocia, que es lo contrario de la voz griega dia-ballein que significa literalmente el que lanza algo a través de otros, el que separa o divide. El símbolo envuelve la idea de que entre dos o más cosas se establece alguna conexión. Se podría decir que enciende la imaginación y nos lleva al reino del pensamiento abstracto, no verbal. Vivimos en un mundo de símbolos y la mayoría no son comprendidos.
 
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He visto cosas que no creerías, página 92
 
 
Bien comprendidos, los símbolos y las metáforas nos ayudan para desvelar y entender algunos secretos que se esconden en lugares sagrados de todas las religiones. Y una parte de esos códigos se encuentran en la arquitectura, otros en la geometría y los más en las leyendas.
 
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He visto cosas que no creerías, página 94
 
 
Una de las sentencias de El libro de los veinticuatro filósofos, del siglo XII, de autor anónimo, dice: «Dios es una esfera infinita cuyo centro se halla en todas partes y su circunferencia en ninguna».
 
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He visto cosas que no creerías, página 95
 
 
Y prosiguió la explicación señalando ahora con el puntero un óvalo que enmarcaba al pantocrátor. —Eso sería la mandorla, una palabra italiana que significa almendra por su forma y que circunda a Cristo en majestad. El fondo que vemos es la bóveda celeste y a ambos lados están el alfa y la omega que simbolizan que Cristo es el inicio y el fin de todo. Y lo que hay fuera de la mandorla es el Tetramorfos. Veis que rodean a Cristo los cuatro evangelistas como si fueran guardianes que están a las afueras de la casa celestial, para que nadie pueda profanar ese templo. Y veréis que los cuatro aparecen representados con una figura de animal menos uno. ¿Quién? —¡San Mateo! —exclamó la mujer del moño. —Exacto. Aunque a veces se le representa como un ángel. Ahora vayamos viendo los otros tres. ¿El que tiene forma de aguilucho? —¡San Juan! —volvió a exclamar la del moño. —Exacto, pero ojo que hay varios sanjuanes. El del Tetramorfos siempre es San Juan Evangelista, el mismo que dicen que escribió el Apocalipsis. ¿Y el toro? —¿No es un buey? —También puede ser un buey, valen los dos animales para el mismo evangelista. Es el toro de San Lucas. Y, por último, nos falta el león. —Ese es fácil. El león de San Marcos, lo vi en Venecia —contestó el del móvil. —Pues eso es el Tetramorfos, que además tiene otros significados más astrológicos o astronómicos, porque representa a constelaciones. El águila a Escorpio, el toro a Tauro, el león a Leo y el hombre a Acuario, con todas las interpretaciones que de ello se deriva y que no vamos a entrar en estos momentos. Son los cuatro animales simbólicos de la visión que tuvo el profeta Ezequiel y se corresponden con los cuatro signos fijos del zodiaco.
 
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He visto cosas que no creerías, página 109
 
 
No olvidemos que una de las principales misiones que tiene la escultura del románico es la de transmitir y comunicar, mediante unos programas iconográficos muy detallados, una serie de ideas descriptivas de numerosos episodios de la Biblia. Estos programas iban dirigidos a un público analfabeto, que se servía de imágenes para poder diferenciar las conductas aceptables de otras reprobables. En el momento en que Dios adquiere forma humana, las bestias y los animales fantásticos representan a los pecadores, dentro de un lenguaje metafórico, evocando especialmente los vicios humanos. La representación del Mal bajo forma animal en el arte románico responde a una transposición literal del Apocalipsis, pues el maligno es descrito como la bestia de siete cabezas compuesta por elementos de leopardo, de león y de oso.
 
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He visto cosas que no creerías, página 113
 
 
En el siglo XVI el teólogo alemán Peter Binsfeld asoció a su libre albedrío cada pecado con un demonio que tentaba a la gente por medio de estos siete pecados capitales. Su clasificación es la siguiente:
 
• Lujuria: Asmodeo (que sirvió de inspiración para El diablo cojuelo).
• Gula: Belcebú (conocido como el «Señor de los Voladores» o el «Señor de las Moscas»).
• Avaricia: Mammon (palabra aramea que significa esomismo: dios de la avaricia).
• Pereza: Belfegor (que a veces se asocia al dios cananeo Baal).
• Ira: Amon (nada que ver con el dios egipcio).
• Envidia: Leviatán (la que se describe en el Apocalipsis).
• Soberbia: Lucifer (el portador de la luz).
 
Como contraparte, están las virtudes, que serían:
 
• Castidad: cigüeña, elefante, tórtola.
• Mansedumbre (obediencia): elefante, asno.
• Prudencia: grulla.
• Humildad: elefante.
• Fidelidad: perro.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 115
 
 
Ciertamente, la simbología es un mundo complejo al no haber un acuerdo unánime entre todos los autores respecto a lo que significa cada animal o monstruo de manera inequívoca. De ahí que un perro o un asno puedan significar algo bueno o malo a la vez, dependiendo del contexto.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 116
 
 
Es importante destacar que cada personaje y acción tiene su mensaje simbólico en el mundo occidental:
 
• El dragón, monstruo o bestia: simboliza el desafío de las fuerzas oscuras. Es el mal, el caos, nuestro ego, la bestia identificada con los cuatro elementos que hay que dominar. Además, es un guardián que protege un tesoro o un lugar sagrado.
 
• El santo, héroe o caballero: es una divinidad solar, luego cristianizada, pero con un origen pagano que se debe enfrentar a una prueba iniciática.
 
• La princesa, la dama o doncella: la pureza de corazón que ofrece su sacrificio de sangre para apaciguar la ira del dios oscuro y vengativo. Pero también es nuestra alma dominada por el ego, o también, como símbolo, la parte femenina esclavizada por la virilidad envilecida.
• El sorteo: es el destino, el devenir.
 
• La recompensa: el héroe es agraciado con la mano de la doncella o con un tesoro que representa el conocimiento perfecto de uno mismo que debe procurarles el poder y la felicidad.
 
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He visto cosas que no creerías, página 128
 
 
Colocar escenas del más desenfadado y desenfrenado erotismo era la mejor forma de aleccionar a los fieles sobre los peligros de caer en el sexto mandamiento, mostrando claramente el pecado que se pretende evitar. ¿Lo evitaban así? Según Julio Caro Baroja: «Tales artistas nos han dejado una serie de imágenes que más producen curiosidad por el vicio que respeto por la virtud». Es un hecho que la distribución masiva de estas escenas es común en la zona norte de la Península Ibérica (Cantabria, Palencia, Burgos, Navarra, Asturias, Soria). Este arte sexual no desaparece con el románico, sino que vuelve a surgir en épocas más tardías y ya no en ermitas, sino en el interior de las catedrales, en lugares no tan visibles para el público, como es en las sillerías del coro y más concretamente en las «misericordias». ¿Qué finalidad tenían? Hay teorías para todos los gustos. Para un antropólogo, estas escenas son una muestra de las fantasías sexuales de la época, que se proyectaban de esta manera, para un teólogo representarían los vicios y los pecados que la Iglesia castiga; para un sociólogo serían la visible manifestación de la sensualidad de un pueblo oprimido y reprimido; un especialista en simbología nos diría que la sexualidad tiene un componente sagrado y, por lo tanto, serían escenas que nos ponen en contacto con la energía sexual, la kundalini, símbolo generador de fecundidad y fertilidad.
 
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He visto cosas que no creerías, página 139
 
 
En La erótica sagrada del románico, obra extraordinaria del escritor e investigador medievalista Rafael Alarcón Herrera (con ilustraciones de Patricia Rodríguez Muñoz) aparecen 875 dibujos de canecillos eróticos, capiteles e incluso pilas bautismales que retratan en imágenes las representaciones escultóricas presentes en los templos y lugares del románico europeo. Alarcón parte de la premisa de que para comprender el románico erótico hay que asumir la mirada correcta del medievo, no la de hoy en día, donde el cuerpo desnudo e incluso la práctica del sexo no solo no estaban mal vistos como ahora, sino que eran un referente simbólico para transmitir ideas espirituales y consejos morales. En muchas de esas imágenes se ve a juglares que representaban lo lúdico y a artistas circenses que representan lo lúbrico, ya que los artistas en general estaban mal valorados por el clero del medievo, que los acusaba de llevar una vida disipada y muy viciosa. Y por ello tenían prohibido entrar en los templos, actuar a sus puertas o ser enterrados en sagrado. Y entonces Alarcón se pregunta: «¿Qué decir de esa troupe de músicos, bailarinas, cantatrices y contorsionistas que actúan en las arquivoltas de San Pedro, en Miñón de Santibáñez (Burgos) o en Santa María, en Uncastillo (Zaragoza)?». Nos recuerda que había juglaresas y «soldaderas», entre ellas algunas que alcanzaron elevada posición social, como la gallega María Pérez, alias «La Balteira». Pone el dedo en la llaga sobre esas incongruencias que tienen algunos templos católicos en los que se pide y exige decoro en el vestir y luego en el interior te encuentras figuras de lo más descocadas.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 140
 
 
Para muchos el mejor afrodisíaco reside en la masa gris de nuestro cerebro. No en vano tiene la doble función, la de pensar y la de pecar. Siempre es mejor, más saludable al menos, lo que se hacía en Francia con las imágenes de San Foutin, el primer obispo de Lyon, a las que habían practicado un orificio a la altura de los genitales por el que se introducía una estaca labrada con la forma del miembro viril. Las mujeres, para reanimar sexualmente a sus maridos, sacaban virutas del falo y luego se lo hacían tragar con vino o en infusión. Aseguraban que «resucitaba» la virilidad perdida. El colmo ocurría en el santuario de Varages (Provenza), donde la devoción a San Foutin era tanta que los peticionarios colgaban cipotes de cera en su capilla, a modo de exvotos. Sin comentarios. La imagen de este santo se perdió durante la Revolución Francesa y no hubo mucha intención de reponerla por las risitas mal disimuladas que se producían entre los acólitos.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 143
 
 
 
En los cruceros situados en las encrucijadas, los caminantes o peregrinos solían detenerse para depositar un guijarro e implorar la protección del numen y mantener los vínculos con el mundo del más allá. En Galicia se siguen depositando sobre la base de algunas cruces y cruceros. Aún se lanzan piedras con fines oraculares o de fertilidad. En ciertos lugares, lanzas una piedra, rezas un padrenuestro y consigues redimir un alma del Purgatorio. Así de fácil. La función principal es acortar su funesto peregrinaje y, a cambio, obtener protección de esas almas sobre posibles peligros, tanto terrenales como sobrenaturales. Una variante más de la litolatría. Eso ocurría hasta hace poco con la Peña de las Ánimas, ubicada en Carbellino de Sayago (Zamora). Se creía que si el guijarro que lanzabas quedaba en la cima, como en el Canto de los Responsos de Villaviciosa, cerca de Ulaca (Ávila), se cumpliría el deseo solicitado, rito claramente de origen celta en el que no se precisa el número de veces que tienen que lanzar la piedra los que tienen mala puntería.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 147
 
 
El rito de la «fijación del alma» fue una práctica secular, consistente en colocar una piedra al borde del camino en el lugar donde se sabía, o se creía, que había muerto alguien de forma violenta. En general, tiende a creerse que el alma de una persona fallecida de manera abrupta (suicidio, asesinato o accidente) se encuentra desorientada, inquieta y angustiada, y tiene tendencia a permanecer junto al lugar donde murió. Así, las piedras depositadas en el lugar sirven como ofrenda al ánima y, sobre todo, la fijan al lugar, evitando que deambule alrededor de lo que antes fue su hogar.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 147
 
 
De acuerdo a la clasificación que hace el gran especialista William Christian Jr., pueden darse tres formas de manifestaciones celestiales: apariciones, signos y hallazgos. En las apariciones los personajes celestes se muestran en carne y hueso, hablan, caminan y se relacionan con el vidente dejándole una imagen tangible y sólida como prueba de la aparición etérea. En los signos, la revelación se realiza por medio de señales que suceden sobre el cuerpo de la imagen de madera o de piedra (llanto, sudoración, efusión de sangre o reconstitución milagrosa). En los hallazgos, gracias a un sueño o visión, la imagen (tan antigua que en ocasiones la hacen remontarse a los tiempos apostólicos, con San Lucas como principal orfebre) es objeto de un descubrimiento digamos sorprendente.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 157
 
 
Cuando el pueblo por fin cree en la certeza de la aparición, marcha en procesión al sitio donde ocurrió la visión o hierofanía y entonces se «sella el lugar» edificando y consagrando el santuario. De esta manera, se establece un pacto en forma de rito, romería o culto popular, y todo a cambio de la protección del santo —o numen loci— a perpetuidad. Ese es, por ejemplo, el origen de la estatua del castillo de Sant’Angelo en Roma o de los «triunfos» de San Rafael, en Córdoba.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 159
 
 
Tenemos cuevas en España para aburrir. Rectifico. Tenemos cuevas para generaciones enteras de espeleólogos, geólogos, arqueólogos, biólogos y antropólogos. No hay dos iguales, a cuál más fascinante y enigmática. Sabiendo que la cueva, desde un punto de vista simbólico, alude a lo femenino, al vientre materno en el que se engendra la vida, al útero de la venerada y ancestral Madre Tierra, no es de extrañar que en su interior se realizaran ritos de iniciación. La cueva es el primer santuario o templo del ser humano, es el habitáculo de fauna y flora conocida y de criaturas fantásticas y mágicas como hadas, lamias, genios loci, duendes, dragones, gigantes, brujas, espíritus, fantasmas y demonios. Y, cómo no, muchas de ellas están consideradas entradas a otros mundos y el escondite perfecto de tesoros, algunos de ellos encantados y revestidos de maldiciones.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 162
 
 
A los humanos nos gusta poner nombre a todo (recuerden que «solo existe aquello que tiene nombre») e inventamos historias sobre las formas que tienen esas piedras. Una es la del Venerable de Loscos, ubicada en esta localidad turolense que recuerda las andanzas de fray Domingo Anadón, dominico nacido en el siglo XVI. Se dice que utilizaba un pedrusco de unos 250 kilos que cada mañana sacaba a la puerta de su casa para apoyar el pie mientras se calzaba. En una ocasión, para probar su fama de santo y de clarividente, unos vecinos ocultaron un papel bajo la piedra y cuando fray Domingo apoyó su pie a la mañana siguiente, pronunció una solemne frase: «O la tierra se ha elevado / o el cielo se ha bajado / pero la piedra no está / como yo la he dejado». Qué sensibilidad debía tener y qué tino. Como se podrán imaginar, esa piedra es hoy objeto de culto.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 167
 
 
Mircea Eliade nos dijo que todas las religiones, desde las más primitivas hasta las más elaboradas y sofisticadas, están constituidas por una o varias manifestaciones de lo sagrado (que él llamaba hierofanías) en sus múltiples formas. Para el hombre religioso o más bien espiritual, ni el espacio ni el tiempo eran homogéneos. El espacio presenta roturas, escisiones que dan lugar a los lugares mágicos y privilegiados donde esa hierofanía se produce con mayor frecuencia. Y un enclave donde se suele producir esa toma de consciencia no es precisamente un templo sino una cumbre.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 173
 
 
Hay personas que mueren a la primera de cambio, sin previo aviso (de un accidente o de un infarto), y otras se resisten al deceso con todas sus fuerzas, a pesar de las decenas de ocasiones que ponen en riesgo su propia vida. Tal vez por eso dicen que «algunos nacen con estrella y otros estrellados». Lo cierto es que algunos parecen tener «baraka», término que para un musulmán significa una especie de bendición, carisma o gracia divina que le protege y le da suerte a lo largo de su existencia. ¿Es simple suerte o hay algo más?
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 173
 
 
Según las crónicas y las leyendas, se podría decir que hay dos tipos de entidades protectoras:
 
Las que están vinculadas a lugares, sean montañas, cuevas o localidades concretas. Serían los genius loci de los que hemos hablado anteriormente.
 
Las que se aparecen a personas, sean niños que se extravían o gente en situaciones límites o de gran estrés.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 174
 
 
En términos generales, las montañas e incluso los volcanes más altos y peligrosos, al elevarse hasta los cielos, favorecen la comunicación de los humanos con los dioses. Los incas por medio de rituales, ofrendas y sacrificios a veces sangrientos (de ahí las momias andinas congeladas) lograban agradar a los apus (palabra quechua que significa «señores» o «protectores»), espíritus de las montañas que protegen a los pueblos andinos desde épocas anteriores a los incas. Los invocan para obtener a cambio protección para sus tierras, ganados y cultivos en los momentos de angustias y tribulaciones. En el año 1995 se encontró un cuerpo momificado que sus descubridores bautizaron como «la Momia Juanita», conocida también como «Doncella Inca de Hielo» o «Dama de Ampato», protagonista de un sacrifico humano ofrecido a los antiguos apus de la montaña entre los años 1450 y 1480.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 176
 
 
Existen unas tres clases de manifestaciones en el fenómeno:
 
• Presencias que ofrecen simplemente compañía.
• Presencias que adoptan un papel activo (llegando incluso a dar órdenes).
• Presencias que son como un duplicado de uno mismo.
 
(…)
 
En definitiva, la «presencia» se percibe como una fuerza real y potente que no causa temor y que impulsa a superar peligros aparentemente insalvables. Al experimentar ese contacto, es unánime la opinión de los protagonistas de que han hallado esperanza, paz interior y una determinación para seguir adelante y sobrevivir. Los neurólogos tienen varias teorías para explicarlo, pero cuando se habla tan reiteradamente de estos guardianes invisibles habría que verlo desde una perspectiva global.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 179-183
 
 
Y, analizando numerosas leyendas hispanas, detecto un patrón común en todas ellas, una serie de pautas en cuanto a la presencia de estos extraños orfebres que surgen de la nada y elaboran objetos sagrados. A modo de decálogo, serían estas:
 
1. Los artistas aparecen de repente sin que nadie los conozca ni les reconozca. Suelen ser uno, dos o tres hombres vestidos con ropas de mendigos, peregrinos o romeros.
 
2. Se dejan ver principalmente entre los siglos xv y xvii, con algunas excepciones. Con un radio de actuación muy concreto, según las épocas y según el objeto que realicen.
 
3. Aparecen en el pueblo cuando está pasando por una crisis, bien sea una epidemia, una hambruna o cuando hay necesidad de construir una imagen religiosa.
 
4. No piden nada a cambio de su trabajo, salvo un trozo de madera o de alabastro o, como mucho, alojamiento y comida (no agua). No prueban las viandas que se les ofrecen.
 
5. Están encerrados en una habitación a solas realizando la imagen en un solo día, en dos o en tres a lo sumo (hay una excepción en Cuba, donde tardaron treinta días).
 
6. No hacen ningún ruido.
 
7. En el plazo fijado, desaparecen súbitamente del lugar donde se encuentren sin que nadie los haya visto partir ni despedirse.
 
8. En la estancia suelen dejar una luminosidad sobrenatural y dentro una imagen religiosa de exquisita factura artística.
 
9. No hay constancia de la fecha exacta en la que ocurre el suceso (salvo excepciones como en el caso de Zamora o Calatorao) ni del nombre del tallista.
 
10. El pueblo, visto el prodigio, lo identifica como ángel.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 188
 
 
La investigadora extremeña Israel Espino denomina a esta clase de entidades «Cortejos Sobrenaturales» y los divide en tres grandes grupos:
 
1. Los Ejércitos Furiosos, encabezados por dioses nórdicos (Odín o Wotan), formados por guerreros muertos de carácter violento, que surcan los cielos. Estas Huestes Antiguas, con el tiempo, se subdividirían en la Estantigua (más ruidosa y que pasa por el aire) y las Procesiones de Muertos, más tranquilas, serenas, silenciosas y cuyo paso transcurre a ras del suelo.
 
2. Las Cacerías Salvajes, encabezadas por personajes míticos cuyos componentes son almas malditas, perdidas o castigadas, acompañadas de caballos y perros en una desenfrenada persecución a través de los cielos. Se pueden subdividir en el arquetipo del Cazador Negro o Mal Cazador y del Caballero Sobrenatural, que suele ser un sacerdote o abad que dejó a medio celebrar la misa del gallo de Nochebuena por ir a cazar una liebre.
 
3. Los Cortejos de las Buenas Damas, que están encabezados por diosas antiguas (Diana o Hécate) o deidades relacionadas con la fertilidad y la muerte. Aportan prosperidad a las casas en las que se les honran ofreciéndoles comida y bebida. Terminarán relacionadas con las hadas, las brujas y sus aquelarres.
 
Todos estos fenómenos están claramente unidos entre sí, aunque se entremezclan unos con otros a lo largo del tiempo y del espacio. Sin embargo, podemos afirmar que existe una serie de rasgos que los identifican claramente, como su grupalidad, sobrenaturalidad, nocturnidad, la propensión al ruido (cornetas, relinchos o cadenas), que suelen ser augures de la muerte próxima de alguien, su temporalidad (en los meses de invierno) y su relación con los fenómenos atmosféricos tormentosos.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 216
 
 
Para que la memoria colectiva no flaquee ni falle se crearon los actos votivos, las procesiones y las fiestas. A veces todo a la vez. Porque hay costumbres que se convierten en tradición.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 223
 
 
Y digo yo, ¿qué tiene que ver este mártir con las epidemias? Según la mitología clásica, las plagas eran propagadas por el dios Apolo disparando sus flechas contra los humanos cuando se enfadaba con ellos. La religión católica se apropió de la idea, pero en este caso es el mismo Dios quien lanza las flechas (y así se le representa en algunas pinturas, ayudado por unos «simpáticos» angelitos que también están a punto de lanzar las suyas). Sabemos que San Sebastián había logrado sobrevivir a las flechas que le dispararon los soldados romanos en su primer martirio. El resto es «pura lógica», aplicando la magia simpática: si las flechas propagaban epidemias y San Sebastián había sobrevivido a las flechas, lo más adecuado era rezar a este santo para neutralizarlas.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 226
 
 
 
La mosca nunca se ha caracterizado por ser protagonista de casi nada. Más bien de una cierta leyenda negra que la hace ser bastante molesta, igual que sus parientes dípticos, los tábanos, los moscardones y los mosquitos. Ella va a lo suyo, es decir, a zumbar. La peor de todas, dicen, es la «mosca cojonera», nombre muy descriptivo tal como la llamaba Camilo José Cela, porque no tiene miedo al acercamiento humano, al hostigamiento más descarado en busca de olores propicios. Incluso tenemos una «mosca española», con denominación de origen, que ni es una mosca ni es española. Se refiere a la cantárida. Machacada y convertida en polvo, se obtiene de ella un potente afrodisiaco, tan potente que le costó la vida, entre otros, al rey Fernando el Católico en 1516 por querer atender a los requerimientos sexuales de su fogosa esposa Germana de Foix. Era el viagra de la época, pero se pasó un poco con la dosis y la palmó a sus sesenta y cuatro años. Hubo cortesanos que se mosquearon por este fallecimiento tan sospechoso.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 231
 
 
— La mayoría son personas de carne y hueso, tanto femeninas como masculinas, que el pueblo identifica como santos o ángeles y se dejan ver, sobre todo, en tierras castellanas y catalanas.
 
— Se aparecen a carboneros, pastores y gente sencilla (los elegidos) y les dan un mensaje para que lo comuniquen a las autoridades civiles y religiosas del pueblo. Anuncian que llegará una pestilencia o proporcionan remedios contra la peste si les construyen una ermita como talismán protector.
 
— Al elegido no le creen en primera instancia y se mofan de él o de ella. Entonces la entidad les proporciona una señal física para ser creídos (suele ser una contractura antinatural en las manos o en los pies).
 
— Los vecinos les creen entonces y, como premio, se construye un santuario o se levanta una cruz, termina la peste de golpe o surge una fuente con aguas milagrosas que cura a los enfermos.
 
— Se celebra una fiesta o procesión solemne para conmemorar el suceso. Y a veces se crean votos perpetuos para recordar este acontecimiento cada año.
 
— En otras ocasiones, la ayuda proviene de imágenes religiosas que ejercen un efecto milagroso y son sacadas en procesión.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 240
 
 
Un dicho popular asegura que «en el cielo tan solo hay tres santos y un santito». La frase, en forma de acertijo, tiene su correspondiente explicación. «San» es el apócope de «santo» y se usa antes del nombre propio de todos los santos, con tan solo cuatro excepciones: Santo Toribio, Santo Tomás de Aquino, Santo Tomé y Santo Domingo. Y además hay… un San Tito.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 244
 
 
«Allá arriba, no sé dónde, había no sé qué santo, que rezándole no sé qué, se ganaba no sé cuánto», dicen unos versos populares y hacen referencia a que a comienzos de la Edad Media muchos ermitaños fueron transformados en santos locales, convirtiéndose en centros de devoción sus reliquias y los lugares en que moraron, con menos incidencia al sur del río Tajo, pues la Reconquista tuvo lugar más tarde y ya había menos eremitas. Y entonces pasó lo que pasó. Algunos de santos tenían más bien poco, otros eran casi inventados y la mayoría no fueron reconocidos por la Iglesia y se quedaron en ese terreno intermedio de la devoción popular, que no la oficial. Por citar un solo caso, al pobre San Isidro Labrador, nacido en el siglo XI, no le declararon santo hasta 1622 y eso por presiones de la monarquía, porque la Santa Sede no las tenía todas consigo. Al final se le nombró patrón de la Villa y Corte de Madrid. Y claro, su mujer, María de la Cabeza, también fue elevada a los altares. ¿Y el hijo de ambos, Illán? Pues a pesar del fervor popular, nunca obtuvo la misma categoría que sus padres. Y esto sí que es curioso, porque una calle de Madrid posee el nombre precisamente de «San Illán», cerca de la ermita de San Isidro, y también se le venera como tal en su santuario de Villalba de Bolobrás (Toledo), al igual que en el municipio de Cebolla (Toledo). Es verdad que no hay noticias de su existencia y devoción anteriores al siglo XVII, ni se encuentra su nombre en las primeras biografías de San Isidro.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 247
 
 
Ante la miríada de santos que pululan por el santoral católico hay que distinguir aquellos con culto universal de otros a los que hay que cogerlos con pinzas o con una venda en los ojos para admitirlos en el martirologio, como se ha hecho al proceder de épocas lejanas, sin apenas datos biográficos para contrastar. El Concilio Vaticano II, al que ya le olía a chamusquina tanto despropósito, decidió cortar por lo sano y por lo santo. Ahora bien, el problema era, ¿a quién dejar con vida en el nuevo calendario litúrgico del Novus Ordo y a quién suprimir? ¿Qué criterios habría que adoptar para saber qué santos deben considerarse de importancia verdaderamente universal y quiénes no? En 1969 se retiró del santoral a 33 de ellos y las razones esgrimidas fueron sustentadas en la poca veracidad de su hagiografía. En esa purga, las «víctimas» fueron San Cristóbal (un gigantón venido a menos), Santa Catalina de Alejandría (cuya rueda ha dejado de girar), Santa Apolonia (a la que le debió de entrar un buen dolor de muelas), Santa Úrsula (y sus once mil vírgenes, que al final fueron solo once), Santa Bárbara (que estaría tronando cuando se enteró de la decisión), Santa Verónica (que ya no tiene a quien mostrar su paño), San Valentín (que dejó de enviar corazoncitos), San Jorge (que cabalgó a su dragón hacia otras tierras), San Guillermo de Norwich, San Simón de Trento, San Crispín... En definitiva, 33 santos cayeron de su pedestal y sus reliquias fueron puestas en duda, aunque permitiéndose el derecho a su culto local. Aun así, hubo (y hay) muchos fieles creyentes católicos y apostólicos que todavía no se han enterado (o no quieren enterarse) de esta reforma.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 250
 
 
¿Y qué decir de Santa Verónica, la que supuestamente enjuaga el rostro de Jesús con un paño en su camino agónico al Gólgota? Su nombre no aparece por ninguna parte en los Evangelios canónicos, aunque sí lo hace en el Evangelio apócrifo de Nicodemo (o Actas de Pilato). O sea, que su figura y su nombre surge en el siglo VIII en un evangelio muy imaginativo al dar datos que hasta entonces no se conocían, como el nombre del soldado que atravesó con su lanza a Jesús estando ya en la cruz (Longinos) y el de los dos malhechores crucificados a su lado (Dimas y Gestas). A partir del siglo XV Verónica llegó a ser tan popular que los fieles comenzaron a sentir por ella una verdadera devoción, hasta el punto de incorporarla en el relato de la Pasión y convertirse de manera natural en una figura tradicional del Viacrucis y los pasos de Semana Santa. Verónica significa en griego «verdadero icono» (vera icona) y empezaron a surgir santos rostros muy populares en Europa, aunque ninguno de ellos se parecía al otro. Se podría decir que era el hombre de las mil caras y su reliquia textil, aunque se viera a las claras que era un icono bizantino cuyos artífices tuvieron mucha cara en pasarla por milagrosa, eso no desanimó a los compradores o adoradores.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 252
 
 
Sectas y herejías harto curiosas
 
Y si de santos raros hablamos, más lo son los grupos sectarios que surgieron en los primeros años del cristianismo, sobre todo a partir del siglo v. Los falsos Mesías y las herejías empezaron a pulular porque todo hijo de vecino tenía su particular interpretación de las Sagradas Escrituras, «como Dios le daba a entender», que casi siempre se daba de tortas con lo que decían el Papa y sus obispos. Como no había libertad de pensamiento, los que mantenían posturas heterodoxas, es decir, heréticas, eran perseguidos, calumniados y algunos ejecutados para mayor gloria de una Doctrina Única del cristianismo que no contentaba a todos por más esfuerzos que hacían.
 
Así, había clérigos y religiosos que eran más papistas que el propio Papa y se complicaban la vida intentando explicar lo inexplicable y razonar lo irrazonable. En ocasiones se sometían a duras disciplinas corporales y eremíticas como Simeón el Estilita, que se propuso subir (y lo hizo) a una columna de diecisiete metros, a cielo raso, y allí pasó sus últimos treinta y siete años, y desde allí contemplaba el vuelo de los pájaros, rezaba, comía, dormía y defecaba (fuera de la columna). El caso de Simeón, al que hicieron santo, es exponente de aquella forma de entender la santidad que nos describen las historias del ascetismo y monaquismo, modos de vivir que hoy se nos antojan exagerados y un tanto estrambóticos. Y los hubo, claro está, que prefirieron ir por la vía de la interpretación libre de los textos y la senda de la comodidad, sin complicarse mucho la vida en cuanto a contravenir el más elemental sentido común, aunque, al final, se la acabaron complicando otros.
 
Por ejemplo, los miembros de la secta anabaptista de los «regocijados» (vaya nombre) se pasaban la vida riendo. Su leitmotiv era una buena carcajada que, además de proporcionales una buena salud, les abría las puertas del cielo. No eran los únicos que así pensaban, algunos santos varones llegaron a eso mismo precisamente por su mansedumbre y por reírse de cualquier cosa, como fue el caso de San Alejo, que vivió diecisiete años bajo el hueco de una escalera, acogido como un mendigo, y sonría cuando le tiraban cáscaras de plátano. Un caso digno de estudio por parte de un psiquiatra.
 
Seguimos con nombres raros. Los «abecedarianos» no tenían nada que ver con un culto desmesurado al diccionario. Todo lo contrario. Se trataba de otra rama de los anabaptistas del siglo xvi, que sostenían que los niños que no aprenden absolutamente nada en la escuela tienen la salvación garantizada. Llegaron a considerar el conocimiento humano (incluso el abecedario) como intrascendente. Solo aceptaban las Sagradas Escrituras y la inspiración del Espíritu Santo. Sin grandes alardes, se podría decir que su lema era: al cielo a través de la ignorancia más supina, que algunos lo suscribirían hoy en día.
 
Los «fareinistas», secta jansenista del siglo xviii, eran unos precursores de los okupas porque disponían libremente de la propiedad ajena, argumentando que Adán murió sin hacer testamento y que todo era de todos. La verdad es que Adán fue un referente para muchos de estos grupos que acabaron convirtiéndose en unos auténticos adanes, en el sentido más etimológico de la palabra. Por su parte, los «antiasitas» consideraban que el trabajo era casi un crimen y en consecuencia se pasaban todo el día holgazaneando y dormidos como benditos. Su lema podría ser: «Si el trabajo es salud, viva la enfermedad». Algo que apoyarían los dudeistas del Gran Lebowski.
 
Los «danzantes», secta creada en 1373 en Aquisgrán, se daban la mano y recorrían los pueblos bailando, cantando y saltando al tuntún entregados a su particular éxtasis místico que solo ellos entendían. Si bien el término danzantes se ha utilizado para identificar a varios movimientos (bien aplicada la palabra) que practicaban la danza como parte de su culto. Grupos afines eran los jumpers (saltarines), los convulsionistas, los tembladores y los Holly Rollers del siglo xix, personas que caían al suelo en sus trances religiosos y literalmente rodaban de una manera incontrolada, imbuidos por el Espíritu Santo. Por no hablar de esas sectas genuinas españolas como fueron los adopcionistas, los quietistas o los alumbrados, que tanto trabajo dieron a los inquisidores.
 
De los «adamitas» se puede decir que fueron los primeros nudistas convencidos de la historia: rezaban siempre desnudos mientras esperaban el Fin del Mundo. Decían que la virtud era más real si estabas sujeto a las tentaciones y, claro, muchas de sus reuniones terminaban en orgías. No admitían ninguna propiedad privada, pero lo malo es que tampoco respetaban la de los demás. Algunos autores, como Fraenger, han considerado que El Bosco pudo pintar El jardín de las delicias inspirado en los contenidos de esta secta hereje. La escena representaría el paraíso sensual de los adamitas, libre de prejuicios y frustraciones y en íntimo contacto con la divinidad a través del amor espiritual y físico. Los hermanos del espíritu libre, también así llamados en el siglo xiii, basaban su doctrina en la creencia de que tanto el bien como el mal dependían de manera exclusiva de la voluntad divina y de que, por tanto, el hombre no puede merecer la vida eterna por sus propios méritos. Para los adamitas, la represión del pecado era peor que el mismo pecado y el acto sexual era un placer paradisíaco.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 255
 
 
Poniéndonos un poco más serios, es importante resaltar, una vez más, que las creencias religiosas han influido y afectado a nuestra conducta, comportamiento, sentimiento y a nuestra forma de ver la vida. Por lo tanto, es esencial entender cómo surgen, funcionan, se desarrollan y en qué elementos simbólicos y ritualísticos se apoyan, para avanzar algo más en nuestro conocimiento de lo que somos, de lo que hacemos y de lo que creeremos en un futuro próximo. No hay mejor profeta del futuro que el pasado, por tanto, creer en algo es consustancial —y necesario— al ser humano y lo único que hace, en el transcurso de épocas y culturas, es sustituir a unos dioses por otros, unas creencias por otras, por muy chorras que sean.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 258
 
 
En el mundo de la empresa se utiliza el ejemplo del «banco pintado» para hablar de mejoras en los procesos y la optimización de recursos. Muy brevemente, dice lo siguiente. En un cuartel del ejército llega un nuevo comandante y se encuentra con que cada noche un soldado hace guardia junto a un banco de madera. Pregunta la razón y nadie sabe explicársela. Sencillamente, se viene haciendo así desde hace años. Intrigado, el comandante empieza a tirar del hilo y se encuentra que diez años atrás y debido a su deterioro, hubo que pintar aquel banco. Y para evitar que nadie se sentara y se manchara, el comandante de turno dispuso que un soldado hiciera guardia junto a él y se olvidó de puntualizar que solo hasta que estuviera seco. El comandante fue destituido y su sucesor lo siguió haciendo, año tras año, sin reparar en su origen o su fundamento. Este cuento es aplicable, por supuesto, a las empresas y también al folclore y a ciertos ritos religiosos. Cantidad de cosas que se hacen porque sí. Sin más, sin importar su ineficacia. Otras, en cambio, hunden sus raíces en hechos que no se deben olvidar ni desdeñar.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 282
 
 
Una parte integrante de nuestro folclore está compuesto por fiestas y tradiciones populares (todo un patrimonio inmaterial), y algunas tienen unos orígenes claramente paganos y otros cristianos articulados alrededor de una divinidad. La mayor parte han sabido unir misticismo, herejía, ritual y devoción en forma de festejo populoso y vigoroso, «como Dios manda», acompañado de música, comida, bebida, jaleo, compañerismo y, por supuesto, muchas ganas de divertirse y convertir ese día en algo entrañable y hasta salutífero. Los epicentros hispanos más famosos de estos jolgorios masivos serían las Fallas, los Sanfermines, la Feria de Abril, los Carnavales, las fiestas de moros y cristianos o todo lo que se realiza alrededor de la noche y la mañana de San Juan.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 282
 
 
 
Una forma de acercarse y congraciarse con lo sagrado (tanto si es un lugar como un objeto) era y sigue siendo a través de rituales ordenados y dirigidos por chamanes, brujos, magos, hierofantes o taumaturgos. Y aquí entran en juego los amuletos, a los que se atribuye un poder mágico capaz de dar salud o suerte o de beneficiar a la persona que lo lleva encima. Plinio el Viejo es el primero que emplea la palabra amuleto (que deriva del latín amuletum) y nos describe los más utilizados por los romanos, muy supersticiosos ellos en lo concerniente al mundo de ultratumba. Además del hierro y la piedra, el ámbar y el coral eran útiles para preservar de enfermedades y pesadillas, sobre todo a los niños.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 311
 
 
Lo primero que hay que saber diferenciar es que un talismán no es un amuleto. Generalmente se piensa que son la misma cosa, es decir, un objeto que posee unas propiedades mágicas para atraer la suerte o repeler malas energías y protegernos del mal. La realidad es que existen diferencias importantes entre ellos. El amuleto es de procedencia natural: una piedra, un diente, un trozo de madera, una flor, una herradura, una prenda de ropa, una ristra de ajos o una pata de un animal al que atribuimos (o atribuyen ciertos magos o brujos) unas propiedades energéticas o mágicas concretas establecidas por la naturaleza. Con ello lo que se busca es atraer la suerte. En cambio, el talismán es un elemento que sirve esencialmente para alejar las malas energías (antes se decía que era para ahuyentar a los demonios). Puede estar formado por símbolos y elementos naturales combinados. Además, necesita una carga energética adecuada por parte de quien lo elabora o fabrica (un ritual a base de oraciones y confluencias astrológicas) si se desea que cumpla con el cometido para el cual fue realizado. La medalla de San Benito sería un talismán al igual que algunos colgantes o anillos. El omamori, de origen japonés, o el escapulario católico serían talismanes contra el mal. Suelen estar hechos de tela y en su interior se meten papeles con frases o piezas de madera con deseos escritos y santificados. Para que «funcione» un amuleto o un talismán hace falta algo muy importante: creer. Recuerden que creer es crear. Un amuleto no funciona de manera automática, de oficio, como si desplegara un escudo o campana protectora a nuestro alrededor. Falta el interruptor, que es nuestra mente. Lo único necesario es instalarle la energía que se quiere proyectar, «cargarlo» correctamente y tener mucha fe en la buena suerte que ese elemento nos brindará.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 311
 
 
En Francia es donde realmente surge esta práctica en Europa gracias al rey Clodoveo I y a un sueño que tuvo en el año 496. Su paje enfermó un día de escrófula. Los médicos no sabían curarle, hasta que el rey tuvo un sueño en el que se le apareció un ángel que le dijo estas palabras: «Para curar a tu paje favorito, todo lo que tienes que hacer es tocarle el cuello con tus santas y reales manos mientras dices “yo te curo y Dios te cura”». Así lo hizo y funcionó. Y, tras él, todos los reyes de Francia siguieron con esa costumbre, eso sí, con más fallos que aciertos. Guillermo III fue posiblemente el rey menos crédulo de todos, porque durante su reinado solo llevó a cabo la ceremonia una vez y en contra de sus deseos; se dice que cuando imponía las manos sobre el enfermo decía: «Que Dios os dé mejor salud y más sentido común».
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 316
 
 
La mano, como elemento protector, es deudora de la Mano de Fátima o manifestación del poder de Alá, tan frecuente entre los musulmanes que la denominan Hamsa, un amuleto que significa «cinco», como los cinco dedos o como los cinco pilares del islam (predicación de la fe, oración, peregrinación, ayuno y caridad).
 
Es un símbolo universal que en otras latitudes se conoce como la Mano de Miriam. Y, por supuesto, en el mundo católico tenemos la Mano de Dios o dextera domini, pintada o grabada en templos románicos, como la Basílica de San Isidoro en León o en el ábside de la iglesia de Vallejo de Mena (Burgos), en uno de sus canecillos. Son manos que bendicen y protegen. En las manos se concentra un poder energético y de eso se valen los curanderos en su «imposición de manos» para curar determinadas dolencias. Para rezar solemos juntar las manos y clavar la vista en la imagen religiosa que tengamos en frente mientras elevamos una oración mental o verbal. La unión de las dos manos es la manera simbólica de recrear la unidad. Cada mano tiene una polaridad. No es lo mismo recibir que expandir. Observen y analicen las figuras de Buda y verán que está en postura sedente (en la posición del loto) con sus manos haciendo respectivos mudras. En total son 24 sellos (es lo que significa mudra en sánscrito) que transforman la energía y se activan con posiciones corporales. El más conocido o popular para un budista es el «mudra de la oración» que acompaña a la palabra namasté. En él las manos permanecen unidas a la altura del chakra del corazón. En el cristianismo se siguen utilizando los mudras, aunque no se les llame así. En el caso de la Basílica de San Isidoro de León, su pantocrátor realiza el «mudra de la bendición», con el dedo pulgar, el índice y corazón extendidos, es decir, utiliza tres dedos (símbolo de la Trinidad). A simple vista, estos gestos dactilares de las imágenes sagradas no nos dicen gran cosa, pero para un devoto el efecto producido es elevar la frecuencia vibratoria de la persona que lo ve o lo recibe.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 318-319
 
 
Una variante fascinante son los exvotos pictóricos. En ellos se refleja un acontecimiento extraordinario representado con ingenuidad y falta de proporciones. Recuerda la pintura naif con un profundo sentido y sentimiento religioso, cultural, popular y patrimonial que ha determinado que antropólogos y, en menor medida, historiadores del arte le presten alguna atención periódicamente. Los exvotos más antiguos, pintados al fresco son del siglo XVI. Muchos han desaparecido y otros se guardaban como reliquias familiares.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 329
 
 
Las temáticas de los exvotos pictóricos, tienen su propia clasificación: — Enfermedad. La recuperación de la salud es lo que más frecuentemente se agradece. — Accidentes. Principalmente los automovilísticos, en los que se agradece el milagro de haber salido ileso o recuperar la salud tras los traumatismos sufridos. También las caídas de escaleras, los salvados de ahogamientos o los relacionados con animales, ya sea sufridos por ellos mismos, como la vaca que se accidenta, o por el efecto de ellos, como la picadura de alacrán. — Violencia, envenenamientos y desastres naturales. La tragedia es un ingrediente casi inseparable del exvoto. Se clasifica la violencia como individual o grupal, incluyendo en algunos casos la violencia de género. — Extravío. San Antonio de Padua es el santo favorito al que más se agradece haber recuperado un animal o el objeto extraviado. — Más raros son aquellos que hacen mención a la prevención de fantasmas, espectros, demonios o abducciones ufológicas. Este tipo de exvotos se suelen encontrar en el Museo de la Basílica de Guadalupe (Ciudad de México), que está a un costado de la Antigua Basílica y en su acervo tiene objetos que abarcan del siglo XVI hasta el XXI. A esta basílica acuden miles de peregrinos anuales y van dejando sus exvotos: cruces, medallas, llaves, escapularios, balas, muñecas y figuras de personajes literarios como Peter Pan o Superman. Cada uno tiene su historia personal, algunas rallando lo esperpéntico.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 330
 
 
El Autorretrato de Goya con su médico Arrieta refleja la grave enfermedad que tuvo, quizá el tifus (conocido en esa época como «tabardillo»), en la que fue atendido por Eugenio García Arrieta. En ese cuadro aparece Goya enfermo y agonizante, sostenido por detrás por el galeno, que le da a beber alguna medicina reparadora. Es una obra de arte además de un exvoto. En un fondo oscuro, se ven unos rostros de mujer que los expertos han identificado con las Parcas. Goya, en este acercamiento voluntario a un género popular, no se olvidó de incluir el texto en la parte baja del cuadro, explicando la escena y ciñéndose a la tradición: «Goya agradecido, á su amigo Arrieta: por el acierto y esmero con que le salvó la vida en su aguda y/ peligrosa enfermedad, padecida á fines del año 1819, a los setenta y tres años de su edad. Lo pintó en 1820». Posiblemente sea el exvoto más caro de la historia, actualmente expuesto en el Instituto de Arte de Mineápolis.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página332
 
 
Creamos o no en su eficacia, el valor documental, artístico, histórico y etnográfico del exvoto obliga a estudiarlos y protegerlos. Son auténticos museos kitsch de la devoción popular.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 332
 
 
 
Un heroon era un lugar de culto o conmemoración de un héroe, erigido frecuentemente sobre su supuesta tumba o cenotafio.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 335
 
 
La relevancia del santuario de Melkart en el viejo Gadir, según el historiador latino Pomponio Mela, radicaba en que allí estaban depositados los huesos del mismísimo Hércules. Otra cosa es que fueran lo que decían ser. Pero daba igual. Algo parecido pasa con huesos de santos y los lignum crucis de la cristiandad y por eso no decae la fe. Tocar uno de esos huesos u objetos era entrar en contacto con lo supremo, con lo sagrado, motivo más que suficiente para ir en peregrinación a alguno de esos templos, fueran sumerios, egipcios, cartagineses, griegos, romanos o vikingos y rezar ante ellos. Heródoto cuenta que los espartanos asaltaron el heroon de la ciudad de Tegea con el único propósito de robar los huesos de Orestes, el hijo de Agamenón.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 335
 
 
Así como Hitler estuvo obsesionado con la lanza de Longinos, Franco lo hizo con la espada de San Pablo o cuchillo de Nerón. Dos objetos de poder místico, dos reliquias cargadas de misterio y con una leyenda asociada al destino de ambos gobernantes.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 341
 
 
Empecemos diciendo, sin anestesia, que la espada de San Pablo no es espada ni perteneció a San Pablo (tampoco la lanza de Longinos era una lanza ni perteneció al centurión romano). Se trata de un falchión, un arma más conocida en España como bracamante, de un solo filo y curvada, que no se empezó a emplear hasta el siglo XI. Llegó a Toledo a mediados del siglo XIV como un regalo del papa Urbano V al entonces cardenal de Toledo, Gil de Albornoz. La tradición le atribuía la decapitación del Apóstol San Pablo ordenada por Nerón entre el año 67 y el 68. Fue venerada durante casi cinco siglos y tuvo incluso una romería en el desaparecido Convento de la Sisla. Tras su cierre durante la Desamortización (allá por el año 1820) terminó guardándose en el Convento de las Jerónimas de San Pablo, en el casco histórico de Toledo. En 1936, año infausto para la historia de España, se produjo su desaparición con la entrada de las tropas milicianas en los conventos de la ciudad. Presuntamente fue arrojada por una monja a uno de los pozos del convento para protegerla del saqueo. Franco quiso hacerse con esa reliquia como fuera o fuese y organizó dos expediciones, una en 1950 y otra en 1967, para encontrar ese alfanje. No tuvo éxito en ninguna de las dos búsquedas, a pesar de que los bomberos achicaron el agua y retiraron los escombros de los tres pozos existentes en el convento. En 1967 se optó por realizar una réplica en la Fábrica de Armas de Toledo, basándose en un detallado pergamino del siglo XVIII que se encontró en ese mismo año en los archivos del Museo de Santa Cruz. Fue un regalo al general Franco, como no podía ser menos. Dicen que otra copia fue a parar a manos del cardenal Tarancón, responsable de la archidiócesis en aquellos años, y que no aceptó. Actualmente, el Museo del Ejército (que está en el Alcázar de Toledo) conserva una copia de la espada procedente de los fondos de la Fábrica de Armas y otra está en el convento toledano desde 2017.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 341
 
 
El Generalísimo tenía tres reliquias en gran estima y cada una con un fin determinado: la mano incorrupta de Santa Teresa para los viajes, el manto de la Virgen del Pilar para aliviar alguna enfermedad y la espada de San Pablo para que le ayudara en el gobierno de España.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 342
 
 
Si de espadas hablamos, ¿tiene alguna base real la historia de Excalibur clavada sobre la piedra? Pues la tiene y las pistas conducen a Italia. Desde mi punto de vista, pudiera ser el origen de este mito artúrico. En el corazón de la Toscana, a unos 40 kilómetros de Siena, en la colina de Montesiepi, existe una capilla en forma circular donde se custodia una reliquia fascinante: la espada en la roca de San Galgano. ¿Quién era este Galgano cuya espada fue a parar a tan insólito lugar? Su madre, de noble familia y de avanzada edad, estaba casi desesperada por no tener más hijos. Reza al Arcángel San Miguel y finalmente sus oraciones son escuchadas. En 1148 nace Galgano Guidotti, que con el tiempo se convierte en un muchachito libertino y gamberrete, aficionado a la caza, a las mujeres y a cabalgar en busca de aventuras de toda índole. Su madre no para de rezar al Arcángel para que su hijo siente la cabeza y deje esa vida licenciosa. En la primavera de 1180, al cumplir treinta y dos años, Galgano va al encuentro de su novia Polissena y lo que encuentra en el camino es al Arcángel Miguel rodeado de una extraña luz, empuñando una espada. San Miguel le pide abandonar la vida mundana que lleva y le invita a despojarse de sus bienes materiales. Galgano le respondió que tal renuncia era imposible, tan imposible como clavar una espada en medio de la roca. Y trató de demostrar al arcángel lo que decía. Desenvainó su arma e intentó clavarla en la roca para provocar su rotura, pero apenas la espada hizo contacto con la piedra se hundió como si fuera mantequilla y quedó completamente soldada en su interior. Galgano quedó muy impresionado por este prodigio. Si estuviera en su lugar, yo también.
La leyenda sigue contando que, tras ese milagro, buscó una vida de recogimiento y Galgano se estableció allí mismo, en el Monte Siepi, convertido en eremita. Formó una pequeña comunidad y decidió ir a Roma para pedir al papa Alejandro III el reconocimiento oficial de aquella congregación. Durante su ausencia, tres religiosos de Chisudino, envidiosos de sus éxitos, prendieron fuego a su choza. La ira divina cayó sobre ellos ese mismo día: uno murió atravesado por un rayo, otro se ahogó en un riachuelo cercano y el tercero fue asaltado por una manada de lobos que despedazaron sus brazos. Por cierto, esas dos manos con sus antebrazos amojamados aún se conservan en un osario interno de la actual abadía.
Galgano murió a los treinta y tres años, el 3 de diciembre de 1181 (año del nacimiento de San Francisco de Asís). Y se erigió en ese mismo lugar, donde está la prueba de un evento milagroso, una capilla que todavía subsiste. Cuarenta años después, los cistercienses construyeron, al pie del Monte Siepi, una abadía que llevaba el nombre de Galgano, muy próspera en su época. Y no es casualidad que tras la muerte de Galgano, en Inglaterra empiece a resurgir el mito de la espada clavada en la roca con todas sus cualidades mágicas y, más tarde, en Francia. Por tanto, creo que esta leyenda de Galgano es la que sirvió de base para dos hechos relevantes y relatados en el ciclo artúrico. Por una parte, da nombre al caballero sir Gawain o Galván, sobrino del rey Arturo y por otro, que se dijera que la espada Excalibur tuvo que ser extraída de una roca, dato que aparece por vez primera en el poema cristianizado del francés Robert de Boron, en su obra Merlín, escrita sobre el año 1220.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 342
 
 
Otra espada, también mítica, estuvo hasta hace poco clavada en la pared exterior del Santuario de Rocamadour y está vinculada con España. La leyenda dice que era Durandarte, la espada de Roldán o Rolando, sobrino y paladín de Carlomagno quien, tras la derrota en la batalla de Roncesvalles (Navarra) y lo inminente de su muerte (el 15 de agosto del 778) no quería que la espada cayera en manos de los vascones y la intentó romper contra una roca sin conseguirlo. Entonces, desesperado, pidió ayuda a San Miguel y la lanzó al aire con tal brío que se clavó en las rocas del Santuario de Rocamadour, a casi 500 kilómetros de distancia de Roncesvalles. Eso sí que es una proeza. Y allí estuvo sujeta con una cadena hasta el 2011, cuando fue cedida al Museo Cluny de París. La Canción de Roland dice que dentro de su empuñadura de oro contiene un diente de San Pedro, la sangre de San Basilio, cabellos de Saint-Denis y un pedazo de la vestimenta de la Virgen. En el Bierzo dicen que esa versión tan exagerada la inventaron los monjes franceses como medio de propaganda y que la verdadera espada de Roldán se encuentra bajo las aguas del lago de Carucedo, más acorde con la leyenda de Excalibur. El que no se contenta es porque no quiere.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 344
 
 
Si usted se topa con un diente de Santa Apolonia, la patrona de los odontólogos, mírelo con mucha atención, no por ver si tiene caries, sino por si tiene un tufillo a falsa reliquia. Obsérvela con su punto de reserva y póngala luego en cuarentena. Y es que Apolonia tiene 500 muelas repartidas por diversas iglesias por toda Europa, algunas en España, y la verdad sea dicha que son muchas muelas y dientes para una sola mujer, por muy santa, fuerte y alta que fuera. Algunas eran molares de brontosaurio. ¿No habrá alguna auténtica?, pensarán los más creyentes.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 346
 
 
Lo paradójico de este asunto es que cada 28 de diciembre celebramos alegremente el Día de los Santos Inocentes en España y no reparamos en hacer bromas, algunas de muy mal gusto, sabiendo que el origen de esta tradición tiene que ver con una masacre. ¿Humor negro? Bueno, en realidad ha quedado tan descafeinada que más bien tiene que ver con una fiesta romana, las Satunarlias, y otra medieval, la «fiesta de los locos», que no vamos a analizar ahora. Lo más parecido es la que celebran en Jalance (Valencia) o la fiesta de los enharinados (dels enfarinats) de Ibi (Alicante), en una batalla campal y lúdica en la que se ponen de harina hasta las cejas, o los huevos que se lanzan en Fraga (Huesca).
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 352
 
 
Empecemos por el material de los cálices de esa última y mítica cena. Las leyes judías de purificación prohibían que una cena de Pascua se hiciera en recipientes porosos, por tanto, ni la madera ni la cerámica (que está hecha de arcilla) eran los elementos adecuados para esos griales. Podría ser de oro o plata (no bien aceptado, porque también se acuñaba moneda) o de piedra, pero no cualquier piedra. Y es lógico que, tratándose de un vaso para una ceremonia tan especial y de una familia poderosa, fuera de piedra preciosa. El grial auténtico debería entonces cumplir con los requisitos de la materia y la forma de los utilizados por los judíos en el siglo i a. C. Y los de Valencia y León cumplen ambos.
Uno está en la Catedral de Valencia y el material es calcedonia, una variedad de cuarzo, muy semejante al ágata. Una investigación del catedrático Antonio Beltrán y otra avalada por la Universitat de València concluyen que pudo ser, con el 99,9 por ciento de probabilidades, el que se empleó en la Última Cena. Así se recoge en la tesis doctoral realizada por la valenciana Ana Mafé, que, de esta forma, confirmaría la «autenticidad» de la pieza que tuvo su periplo desde Roma a Huesca, pasando por distintas ubicaciones hasta que en 1399 fue trasladada a Zaragoza y en 1424 llevada por Alfonso V el Magnánimo a Valencia, a cuya catedral fue donada en 1437.
El otro recipiente está en la Basílica-Colegiata de San Isidoro de León. En 2014 los historiadores Margarita Torres, profesora titular de Historia Medieval de la Universidad de León, y el doctor en Historia del Arte y museólogo, José Miguel Ortega del Río, publicaron Los reyes del grial, donde mantienen que según las fuentes árabes que han consultado, en el siglo xi la taifa musulmana de Denia, al sur de Valencia, envió comida a Egipto para paliar una gran hambruna y a cambio el emir pidió al califa de la dinastía Fatimí, que gobernaba Egipto entonces, el cáliz sagrado de ónice (y que habían rapiñado de la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén) para entregárselo a Fernando I, rey de León, en el año 1054. Con este regalo garantizaba la paz de los dos reinos. Como detalle adicional, estos dos autores esgrimen que en el siglo xii una carta de Saladino pide al gobernador de Egipto que le mande una esquirla que habían cogido del cáliz (como recuerdo antes de enviarlo a Denia) para colocarla sobre el cuerpo de su hija enferma, la cual sanó gracias a esa reliquia. La historia concluye con la herencia del grial a su hija Urraca (la de la historia del Cid), señora de Zamora.
Es un cáliz compuesto por dos copas de ónice, como indicaban los primeros textos que mencionaban el Santo Grial, unidas por la base y adornadas en el siglo xi con oro, piedras preciosas y un camafeo sobre el grabado de In nomine dei Urraca Fredinandi (En nombre de Dios, Urraca de Fernando). En el Panteón de los Reyes, que manda pintar la propia doña Urraca, se ve representada la Última Cena y cada discípulo tiene su correspondiente vaso. Y también aparece a un lado San Marcial, el copero, que sujeta en la mano una copa negra de piedra, la única de ese color (las demás son blancas) para entregarla a Cristo. Visto lo visto, se comprende la importancia que dio doña Urraca a estos dos sencillos cuencos de ónice para hacer con ellos y sus joyas engastadas, lo que fue conocido popularmente hasta el año 2014 como «el cáliz de doña Urraca», sin más aditamentos sagrados.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 361
 
 
 
Por mi parte, aporto mi humilde opinión ante la controversia sobre cuál de los dos griales es el más santo y auténtico, si el de Valencia o el de León. Si suponemos que cada apóstol tendría su propio plato y su propio vaso, ¿no podrían ser los dos auténticos? Los más importantes, sin duda, eran el del propio Cristo y el de San Pedro. Puesto que el material del que está hecho el de Valencia y el de León (calcedonia y ónice) coincide con la época, la forma y el ajuar de la casa noble donde se celebró esa cena, en lo alto del Monte Sion (presuntamente en la casa de José de Arimatea), ambos podrían proceder del mismo lugar. El de León (que la tradición vincula con Cristo) llegó en el siglo XI y el de Valencia (que la tradición vincula con los apóstoles), llegó allí en el siglo XV, ambos por diversos caminos (uno vía pirineos oscenses y el otro vía Denia). Y un dato más respecto al Cáliz valenciano, que se refugia primero en diferentes localidades del Pirineo aragonés, siendo su último reducto el Monasterio de San Juan de la Peña, hasta que en el año 1399 el rey Martín el Humano lo trasladó al palacio de la Aljafería de Zaragoza. A partir de entonces quedó custodiado por la Corona de Aragón. Sin embargo, el rey Jaime II no consideró al cáliz que estaba en San Juan de la Peña como el perteneciente a Cristo, al solicitar al sultán de Egipto Muhammad al-Nasir la entrega del verdadero grial y de la Vera Cruz, a inicios del siglo XIV, porque suponía que estaba en su poder. «Tú no pides aquello que ya tienes, por lo que el de Valencia no puede ser el Cáliz de Cristo», ha dicho la historiadora Marga Torres, tal como se demuestra en un documento que se conserva en el archivo de la Corona de Aragón. Al igual que la respuesta que el sultán le dio al monarca, en la que le dice, más o menos: «No te puedo enviar lo que ya está en Hispania».
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 364
 
 
… el salero de la Última Cena más famoso es el que pintó Leonardo en el mural del Convento dominico de Santa Maria delle Grazie, en Milán (Italia), entre 1495 y 1497. Y no lo representó como una escudilla, sino como un pequeño cuenco que Judas Iscariote vuelca sin querer con el brazo, derramando la sal sobre la mesa, haciéndose eco, con ese gesto, de otra ancestral superstición y de su funesto destino.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 366
 
 
Como era habitual hacer tañer las campanas en días de truenos y tormentas muchos campaneros murieron electrocutados por la caída de un rayo. El Tribunal Supremo, en una sentencia de 1905, prohibió en España «por razones de seguridad», tocar las campanas para espantar la tormenta porque además se creía que el efecto causado era el contrario al deseado, es decir, se favorecía su desarrollo. El repique no siempre es el mismo. Había distintas clases de toques según para qué ocasión. Uno de los más conocidos era el de difuntos (que variaba si el fallecido era un hombre, una mujer, un niño o un sacerdote), y otros eran el de la llamada a la oración, el «tente nublo» para ahuyentar el trueno (a veces esas campanas recibían el nombre de «espantanublos») y el toque «a rebato» que se hacía cuando había un incendio.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 382
 
 
Lo de hacer algo concreto (por raro que sea) con la promesa de volver de nuevo a la ciudad es extensible a Madrid, donde hay que tocar al Oso y al Madroño, estatua doble ubicada en la famosa Puerta del Sol. ¿Les desvelo otro secreto? Es una osa (y si me apuran, tampoco un madroño).
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 403
 
 
En el origen de todas las supersticiones hay dos factores: uno mitológico-religioso y otro práctico. El temor al viernes 13 o a sentarse 13 personas en torno a una misma mesa tiene un trasfondo en la Última Cena a la que asistieron 13 comensales y dos murieron al poco tiempo. También puede tener su origen en la mitología nórdica.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 403
 
 
India y Japón encabezan el ranking de los dos países más supersticiosos del mundo por la cantidad y calidad de sus manías y extravagancias.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 406
 
 
Si hoy entramos en cualquier catedral o colegiata de España es raro no tropezarnos (visualmente hablando) con la figura mastodóntica de un San Cristobalón cruzando un río, llevando al Niño Jesús sobre sus hombros, apoyado en una palmera con la otra mano y con los pies metidos en el agua. Los orígenes de este santo son tan oscuros que todo indica que cogieron a un gigante pagano de origen cananeo (dicen que llamado Ófero) para transformarle en un santón cristiano y luego, con el marketing y maquillaje eclesiástico se le incluyó en la lista de los catorce santos auxiliares de la humanidad y listo. Su representación actual queda fijada a partir de la Leyenda Dorada en el siglo XIII y durante toda la Edad Media su culto fue muy extenso, tanto en Oriente como en Occidente. Su nombre va asociado a su iconografía, un hombre de tamaño gigante que, convertido al cristianismo, toma el nombre de Cristóforo, el portador de Cristo, es decir, portador del mundo (como el titán Atlas), lo que nos pone directamente en relación con la mitología clásica. El significado iconológico de su figura es siempre como portador de las almas en su función de psicopompo. ¿De dónde tomaron referencias? Su representación en Oriente le vincula con el propio Anubis, dios egipcio de los muertos, un hombre con cabeza de perro o chacal. En Occidente, su referente lo encontramos en Eneas, príncipe troyano, hijo de Afrodita y de Anquises, cuya iconografía le representa llevando a sus espaldas a su anciano padre cuando sale huyendo de Troya, y que fue adoptada por los etruscos. En esas dos teorías me debatía yo hasta que un día, estando con Nacho Ares en la Catedral de Burgos, ensimismado con los dos San Cristóbal del muro, entrando por la puerta sur o del Sarmental (uno es un cuadro anónimo de cinco metros de alto del siglo XVIII y otro es una pintura al fresco que ha perdido su policromía del siglo XIV), me dice Nacho a bocajarro: —Igualito que la diosa egipcia Menkeret. —¿Ehhh? ¿Qué diosa es esa? —pregunté yo ingenuamente, sabiendo que Nacho, uno de nuestros mejores expertos en egiptología, me daría la respuesta. —Según la escatología del Egipto faraónico, se la representa llevando al faraón momificado sobre sus hombros. Con ensalmos y las ofrendas necesarias ayudaba, como Caronte, a cruzar al difunto a los lagos del Duat, del Más Allá. Efectivamente, cumplía los tres requisitos fundamentales del San Cristóbal medieval: una divinidad que porta el alma del difunto en sus hombros, la transporta por un río o lago (tipo laguna Estigia) y la lleva hacia la vida eterna (función de psicopompo) para protegerla así de cualquier enemigo.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 420
 
 
Por si no lo sabían, en España se contabilizan aproximadamente 23.000 parroquias y 783 monasterios (según datos estadísticos de 2018 proporcionados por la Conferencia Episcopal) y solo por eso, ¿no creen que merece la pena saber por qué han sido construidos con tango gasto económico y tanto desgaste personal? En las 50 provincias, 17 comunidades autónomas y dos ciudades autónomas, hay 88 catedrales (en realidad 95 si contamos las concatedrales y las antiguas que están dedicadas a museos) y, para completar el lote, 123 basílicas. Es uno de los países que más —y mejores— catedrales católicas tiene de todo el mundo, como mínimo una por provincia, a veces dos y, en ocasiones, hasta tres. Después de mil años de construcción intensiva, si de algo andamos sobrados los españoles es de catedrales, ermitas y de bares (antes de sucursales bancarias, pero estas han ido desapareciendo sustituidas por establecimientos chinos con todo tipo de negocios, que eso también es un misterio).
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 423
 
 
Lo que hay que visitar en Villalcázar de Sirga (Palencia) está muy a la vista. No hace falta preguntar mucho. Es una imponente iglesia que parece una catedral o una fortaleza. En plena llanura de Tierra de Campos, lugar de paso en la ruta jacobea, con una población de apenas 170 habitantes, te deslumbra por su belleza y dimensiones. Construida a finales del siglo XII y principios del XIII, está bajo la advocación de Santa María la Blanca, en una transición artística entre el románico y el gótico. Algunos peregrinos pasan de largo o hacen la vista gorda a este lugar para ir directamente a Frómista o a Palencia city. Craso error, salvo que sepan lo que atesora en su interior. Y digo bien, «atesora».
 
… aquí se esconden varias curiosidades, como la losa circular blanca que tapa un pozo situado en una de sus naves, que la tradición identifica con un pasadizo secreto y refugio de templarios, aunque más parece que sirviese como fuente o aljibe de agua exclusivamente. La Virgen Blanca preside el retablo del altar mayor. A ella se atribuyen numerosos milagros. Pero el plato fuerte nos aguarda en la capilla de Santiago cuyo acceso está vedado por una reja metálica. Tres cosas hay que ver si tiene la suerte de acceder a esta capilla:
 
1. La imagen románica y policromada de la Virgen de las Cantigas, un tanto mutilada, en la que se inspiró el rey Alfonso X. Llamada también la Virgen de Villasirga, está tallada en piedra y es del siglo xiii. Representada con el Niño sobre su rodilla izquierda y dos ángeles turiferarios junto a la cabeza. Esta Virgen fue cantada en ocho composiciones por el rey Alfonso X el Sabio en Las Cantigas de Santa María, hecho que asentó la celebridad de la villa. Se le atribuyen catorce milagros y cinco hacen referencia a los peregrinos. Uno de los más famosos está en la Cantiga 355 y cuenta que durante la construcción de la iglesia desapareció una piedra de sillería de cuyo robo fue acusado un peregrino. En el momento de ser ahorcado, la Virgen colocó la piedra que faltaba bajo sus pies, salvándole la vida y poniendo de manifiesto su inocencia.
 
2. Se ven tres sarcófagos o sepulcros góticos. El más alejado y más soso sería el de un caballero de Santiago del siglo xiv llamado Juan de Pereira, que sostiene entre sus manos un ave decapitada cuya especie es difícil de distinguir. El de en medio es el del infante Felipe de Castilla, hermano de Alfonso X, ambos hijos de todo un rey santo, Fernando III, y de Beatriz de Suavia. Don Felipe, de rostro barbilampiño, reposa sobre tres almohadones. Viste túnica, manto real y el tipo de bonete ornamentado utilizado por los reyes, con las piernas cruzadas, sujetando una espada en su mano derecha y un halcón decapitado en la izquierda, acompañándose de un perro (símbolo de fidelidad), recostado a sus pies junto a dos conejos.
 
Y el impresionante sarcófago que dicen que corresponde a su tercera esposa, doña Leonor Ruiz de Castro y Pimentel, que muere en 1275. Y aquí tenemos que fijarnos en dos detalles muy importantes, de los muchos que componen este sarcófago tan historiado, repleto de bajorrelieves que hacen alusión a su vida y su sepelio. Durante mucho tiempo, y así figura todavía en muchos manuales, incluso en el folleto que te dan a la entrada, se ha identificado a la dama con doña Leonor, aunque el error queda evidenciado por los emblemas heráldicos que decoran el sepulcro, pertenecientes a las familias Girón Cisneros y Guevara Mendoza, es decir, a la segunda esposa del infante llamada doña Inés Rodríguez Girón.
 
3. La estatua yacente, sea de doña Inés o de doña Leonor, aparece ricamente vestida con una larga túnica que le cubre por completo y adornada con cintas recorridas por los blasones de la familia, con un alto tocado ornamentado en la cabeza, que se sujeta con un barbuquejo y una cinta rizada que le cubre los labios. Con los brazos cruzados a la altura del pecho, la teoría oficial dice que en su mano sujeta una panela. En heráldica, se llama panelas a unas figuras con forma de corazón. Sin embargo, según la opinión mayoritaria, las panelas representan la forma de las hojas del álamo con el peciolo hacia arriba. No hay más que ver ese objeto que lleva en la mano para darte cuenta de que su forma, tamaño, volumen y casi textura nada se parece a una panela (sea heráldica o sea un dulce) y de lo que se trata en realidad es de un pimiento que sujeta en la mano izquierda. Sí, un pimiento morrón. Es difícil de ver, salvo que estés en el interior de la capilla, pues desde fuera de la verja el sarcófago es muy elevado. Ni con un palo selfie es fácil hacer una foto cenital de tal hortaliza.
 
 
Si tienen ganas y tiempo, les recomiendo que vayan a la portada exterior meridional del templo, donde hay un doble friso de altorrelieves góticos. En el superior está representado un pantocrátor (no podía faltar), si bien en esta ocasión con algún elemento inusual. Está flanqueado por el tetramorfos de los cuatro evangelistas representados con sus cuatro formas simbólicas. Hasta aquí bien. También están los apóstoles en la Jerusalén Celeste. El friso inferior está dedicado a la Asunción de la Virgen Blanca, flanqueada por figuras relacionadas con la Anunciación y la Adoración de los Reyes Magos. Una tradición local y popular dice que el día de equinoccio de primavera, a las 16.00 horas, hay que fijarse en un rayo de luz que entra por uno de los ventanales que incide sobre el toro del pantocrátor. Entonces, si se toca a ese animal, las bocas de las dos cabezas humanas que están en el friso nos revelarán el lugar en el que los templarios escondieron su fabuloso tesoro. El toro no es tal. Si nos fijamos bien (hay buenas cámaras con zoom), es un cerdo y muy sonrosado. Algo ya de por sí bastante curioso y no creo que sea casual, puesto que estas anomalías casi siempre suelen indicar que hay un secreto o mensaje encerrado.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 427-428
 
 
En simbología, el acto de clavar un clavo (clavum figere) tiene un significado de preservación, de aquello que quieres que sea fijado irremisiblemente. Se usaban con el deseo de evitar males y, por ello, se hincaban clavos en los cimientos de las casas para alejar a duendes y malos espíritus, o se clavaban en las tumbas para ahuyentar a posibles demonios (el hierro es un elemento tabú y disuasorio para ellos).
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 434
 
 
Uno de los códigos sonoros en la Semana Santa era y sigue siendo el procedente de las matracas, tablillas y carracas que se usaban para suplir la obligada mudez de las campanas y convocar a la feligresía a los oficios de tinieblas. La Semana Santa se caracteriza por el mutismo y la música solemne, pero también es estrépito, tamborrada y tradición. Había instrumentos de mano, manivela, mango y aldabas, según el sistema de percusión, que emitían un sonido estridente y fúnebre en los atardeceres del Jueves y Viernes Santo. ¿Por qué hacer tanto ruido como ocurre ahora en las tamborradas de Calanda o Híjar o en las tamboradas de Hellín y Tobarra? Emula los temblores de la Tierra que el Nuevo Testamento narra tras la muerte de Cristo en la cruz durante la noche del Viernes Santo. No es solo una tradición cristiana. Los niños de Israel y de la diáspora agitaban carracas durante la fiesta del Purim.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 435
 
 
El crismón del fin del mundo (Zaragoza)
 
Pocos misterios están tan expuestos. Se trata de un mensaje numérico y astrológico oculto, pero a la vista de todos. En la fachada principal de la Basílica del Pilar, en Zaragoza, se encuentra, muy cerca de la puerta principal, un antiguo tímpano en cuyo interior hay un crismón muy historiado y decorado. Es el único resto de la antigua iglesia románica que se encontraba en ese mismo lugar cuando fue destruida por un incendio en 1434. Muchos lo habrán visto si han visitado el Pilar. Es lo único que se ha conservado de las varias obras y modificaciones que ha sufrido el templo hasta quedar como hoy en día lo vemos.
Fue en el arte románico donde el crismón alcanzó su mayor expresividad teológica y artística, con notables diferencias de ejecución. El crismón más sencillo está formado por las dos primeras letras, superpuestas y en mayúscula, del nombre en griego de Cristo, X («ji») y P («rho»)Un crismón es la representación del nombre latino de Cristo por medio de un monograma, con dos letras griegas: «X P» y la terminación latina «S». En crismones más evolucionados, de los extremos superiores de la X cuelgan la primera y la última letra del alfabeto griego, alfa y omega, indicando que Jesucristo, al decir del Apocalipsis, es el principio y el fin de todas las cosas. La letra S («sigma») que a veces aparece enroscada al pie de la P es la inicial de Soter (Salvador).
Eso cambió cuando aparecieron los crismones trinitarios. El del Pilar es uno de ellos, rodeado de puntos, rosetas y volutas que esconde una interesante profecía que anunciaría la segunda venida de Cristo, o sea, la tan temida fecha del fin del mundo.
A modo de aclaración, el Apocalipsis es la revelación de las cosas que ocurrirán en el fin del mundo cristiano. En él se dice claramente que la Segunda Parusía de Cristo tendrá lugar en domingo, en una conjunción de estrellas (planetas) sobre la constelación de Virgo (signo de libra), con el Sol en ella y la Luna a sus pies, con un eclipse real (copiando el eclipse simbólico de la muerte de Cristo; Ap. VI y XII), es decir en el equinoccio de otoño. Pero como la Parusía o Segunda Venida de Cristo será la inversa de la Crucifixión, en el arte cristiano se permitió una libertad estética y se representaron el Sol y la Luna en posición inversa. Así lo tenemos en el tímpano del Monasterio cisterciense de la Oliva (siglo xiii, en el sur de Navarra) y en el tímpano de la Puerta del Perdón de la Colegiata de Daroca (Zaragoza), obra al parecer de los últimos años del siglo xiii.
Por tanto, la Parusía tendrá lugar en el sexto milenio, en un domingo del equinoccio de otoño, en el signo de libra y con una conjunción de los siete planetas de la constelación de Virgo y con la Luna a los pies de esta. En cuanto al sexto milenio, si tomamos como referencia el calendario hebreo, el año 2021 del calendario gregoriano corresponde con el año 5780 de la creación del mundo, eso conlleva que ahora estamos en el sexto milenio.
En el crismón del Pilar de seis brazos vemos en sus laterales rosas con diversos pétalos y palmetas con diversas hojas. No puede ser casual ni ornamental. Para entender un poco estos crismones hace falta saber que en aquella época medieval se seguía a rajatabla la teoría geocéntrica de Ptolomeo, según la cual la Tierra era el centro del cosmos y a su alrededor se hallaban siete planetas que la orbitaban. Ordenados por distancia creciente desde la Tierra, de acuerdo a lo establecido por los estoicos griegos, estos planetas eran: la Luna, Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter y Saturno. A los planetas representados se los reconoce por el número de pétalos:
• La Luna: una flor o rosa de ocho pétalos con una cruz en su centro.
• El Sol: flor con cuatro pétalos (cuarta esfera según Tolomeo) rodeado por otros 10 que a su vez están enmarcados por una corona exterior de 36 puntos.
• Júpiter: flor de seis pétalos.
• Saturno: flor de siete pétalos.
Este tímpano debía estar ya realizado antes de 1181, tiempos del obispo Pedro Torroja, y superpone dos contenidos, el religioso manifestado en el crismón con sus diferentes detalles, y un vaticinio astrológico. Es esta profecía, conectada directamente con la lectura astrológica del Apocalipsis, la que nos da la precisión de la fecha.
Juan Francisco Esteban Lorente cree que se refiere a la gran conjunción de los planetas vaticinada para domingo 14 de septiembre de 1186, ya que en el tímpano aparece la suma de los epiciclos de Júpiter y Saturno (los 23 bucles), aludiendo a la conjunción de ambos planetas en ese año; las representaciones de la Luna (8) acompañada por el Sol (4) y Saturno (7); y del Sol (4) acompañado por Júpiter (6) y Saturno (7). Todo en clave numérica.
Júpiter recorre 11 epiciclos en su viaje en torno a la Tierra. Saturno recorre 12 epiciclos. Por tanto, 11+12 = 23 epiciclos (bucles) que deberían repetirse en la Segunda Venida o Parusía. Los astrólogos medievales dijeron que en la primera venida del Mesías ocurrió esa misma situación astronómica. Todo ello representa la «Magna Conjunción» que tuvo lugar precisamente el 14 de septiembre del 1186, pero faltaba el eclipse y no coincidía con el equinoccio de otoño por unos pocos días, así que los astrólogos recularon y dijeron que más que el fin del mundo, que era mucho decir, esa fecha significaba la caída del islam (pues la conjunción estaba en un signo de tierra, que simboliza a esta religión. Uno que lo dijo fue Abraham Bar Hiia, judío barcelonés, astrólogo y funcionario del gobierno de la ciudad, Sabasorda, quien escribió una serie de predicciones basadas en las grandes conjunciones de Júpiter y Saturno, y concretamente para la fecha de 1186 y vaticinó con ello el fin del islam).
Lo curioso de todo esto es que esa misma conjunción volverá a darse el día 23 de septiembre del 2040. Y eso es, precisamente, lo que nos está diciendo el crismón. ¿Ha quedado más clara la cuestión? Creo que no.
Por tanto, a contar los días que quedan para ese año 2040, no vaya a ser que esta vez acierte este «crismón trinitario», concepto inventariado en Jaca (Huesca) a finales del siglo xi. Este tipo de crismón es una interpretación oportunista del preexistente crismón cristológico, en el cual las letras griegas XP y S tenían pleno significado referidas exclusivamente a Cristo, como ya hemos visto. El crismón jaqués subvierte el valor de dichos signos para combatir doctrinas antitrinitarias aún persistentes en la época, y hace que las tres letras griegas, ajenas ya a la cultura latina de la Baja Edad Media, vengan a significar otra cosa, acorde con los postulados teológicos más ortodoxos. Y así, las griegas P («rho») y S («sigma») vienen a representar, por su falsa homografía con las letras latinas P y S, algo bien distinto: Pater y Spiritus, mientras que la X («ji»), si bien siguió centrando el anagrama, nada les decía ya a aquellas gentes del Medievo.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 440
 
El mensaje de la Ventana de Caravaca (Murcia)
 
Al igual que ocurre con el Monasterio de Santo Toribio de Liébana, o en la iglesia de Granja de Rocamora, la peregrinación a la Basílica Santuario de Caravaca de la Cruz tiene su epicentro en el culto al lignum crucis. La tradición sitúa la aparición de su famosa Cruz en una fecha concreta: el 3 de mayo de 1232, en el castillo-alcázar de Caravaca. Y apareció de golpe y porrazo. Se cree que la Cruz pertenecía al primer patriarca de Jerusalén tras la conquista de la ciudad a los musulmanes. Estuvo custodiada en un primer momento por los caballeros de la Orden del Temple y luego por la Orden de Santiago a partir de 1344, cuya encomienda les fue otorgada por el rey Alfonso XI.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 448
 
 
El cuadrado mágico de Zurgena (Almería)
 
No hace falta remontarnos a siglos pasados para encontrar misterios en iglesias y santuarios. En su litografía titulada Melancolía, Durero se permitió la frivolidad de incluir un pequeño juego que se conocía como «cuadrado mágico» y que podría considerarse, muy alegremente, un antecedente del sudoku. Consiste en que la suma de todas sus filas y columnas da siempre el mismo resultado. En el de Durero también suman lo mismo las cifras de las cuatro esquinas, y las de las cuatro casillas centrales. ¿Cuál es el resultado? Pues resulta que siempre es el mismo: 34.
 
Además, Durero dejó escrito en las dos celdas centrales de la última fila del cuadrado, el año de su realización, 1514.
 
Si fuera con letras sería un palíndromo. El más famoso es el compuesto por cinco palabras latinas: SATOR, AREPO, TENET, OPERA, ROTAS. Una de las especialidades de la tradición islámica es el Uifq, el cuadrado mágico que se basa en el principio de que la suma de las cifras de las columnas verticales es igual a la suma de las horizontales. Habitualmente son cuadrados 3 x 3, formados por 9 casillas. En la Antigüedad fueron siete los cuadrados mágicos que se pintaban: uno por cada planeta, incluidos el Sol y la Luna, y que dieron nombre a los siete días de la semana. Según la tradición aritmológica:
 
— Cuadrado 3 x 3: sello de Saturno (utilizando los números del 1 al 9).
 
— Cuadrado 4 x 4: sello de Júpiter (con los números del 1 al 16).
 
— Cuadrado 5 x 5: sello de Marte (con los números del 1 al 25).
 
— Cuadrado 7 x 7: sello de Venus (con los números del 1 al 49 y con la constante 175).
 
Al final tiene que dar la «constante mágica del cuadrado» sumando todos los números de la línea, la columna o la diagonal. La clave está en saber qué constante es esa que suele ser de libre albedrío del artista, aunque con un propósito o mensaje concreto. Durero escogió el 34, pero en la fachada de la Pasión de la Catedral de la Sagrada Familia de Barcelona, diseñada por el escultor y pintor catalán Josep María Subirachs (1927-2014), es el 33 (la edad de Cristo), haciendo algo de trampa, pues incumple dos normas de los cuadrados mágicos puros: no debe haber números repetidos (en él están el 10 y el 14) y los números deben formar una serie de consecutivos (en él faltan el 12 y el 16).
 
Pero para cuadrados mágicos del copón, el que se puede ver en la iglesia del Calvario, de Zurgena (Almería-Valle del Almanzora). Se restauró en los años noventa del pasado siglo con donaciones y la venta de un número agraciado de lotería. El número jugado en la Lotería de Navidad se ha colocado con azulejos debajo del cuadrado mágico (54.713). Se trata de un cuadrado mágico múltiple. Realmente son tres cuadrados, insertados cada uno dentro de otro. El completo es de orden 7 y le siguen hacia el interior otros dos de ordenes respectivos 5 y 3, lo cual hace más compleja la combinación de números y más vistoso el supuesto adorno.
 
Recomiendo que lean este capítulo teniendo a la vista la imagen del cuadrado mágico para que vean que, a pesar de las apariencias, no es tan complicada la explicación, aunque sí lo es su secreto mensaje. Vemos un cuadrado 7 × 7 consecuencia de dos orlados sucesivos. El central es un cuadrado 3 × 3 (cuya constante mágica es 75) para dar lugar a otro de 5 × 5 (constante mágica: 125), y el siguiente orlado de 7 x 7 (constante mágica: 175). El cuadrado 5 × 5 contiene los números del 1 al 25 pero tras restar 12 (realmente del 13 al 37) y el cuadrado 3 × 3 contiene del 1 al 9 tras restar 20 (del 21 al 29).
 
Pero este cuadrado contiene una magia sin igual.
 
— El número central del cuadrado, el 25, corresponde a la fecha de la festividad de la Navidad.
 
— La suma de los veinticuatro números de los cuatro bordes exteriores (en marrón) es 600.
 
— La suma de las dieciséis cifras de los siguientes cuatro bordes (en blanco) es 400.
 
— La suma de todas las cifras contenidas en el cuadrado interior (en marrón), exceptuando el número central 25, es 200.
 
— La suma de los números 46 + 4 + 45 + 5 que forman la cruz más exterior, es 100.
 
— La suma de los números 31 + 19 + 33 + 17 que forman la cruz intermedia, es 100.
 
— La suma de los números 21 + 29 + 23 + 27 de la cruz interior, es 100.
 
— La suma de los números 49 + 3 + 1 + 47 de las cuatro esquinas de los bordes exteriores, es 100.
 
— La suma de los números 13 +35 + 37 + 15 de las siguientes cuatro esquinas, es 100.
 
— La suma de los números 28 + 26 + 22 + 24 de las esquinas más interiores, es 100.
 
Como vemos, el otro número protagonista es la centena. Y si se suman los cuadrados de las cinco cifras del número de lotería también resulta 100. Vamos, que quien lo hizo sabía un porrón de aritmética y de matemáticas.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 449
 
 
A veces la primera impresión nos puede inducir a engaño, ocurre con las personas y con los templos.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 452
 
 
La luz, una vez más, es la clave del enclave, es decir, en el funcionamiento energético de este templo. A día de hoy, hay varios efectos solares que no se producen en el interior del templo en las fechas de los solsticios y equinoccios por culpa de la remodelación de esta ermita en la segunda mitad de 1700, en la que se cegó el ventanuco de la cara oeste. Pero algo que al parecer se mantiene incólume es su poder de sanación y de transmutación. Le pedí a mi amiga Nuria Mejías, directora y presentadora del programa radiofónico Canal de Misterio, quien estuvo en la ermita en el año 2019 con unos amigos, que me relatara su experiencia transformadora. Me dijo que tras las explicaciones que les dio Antonio sobre la historia de la construcción y las extrañas cosas que suceden en ella, les sorprendió diciéndoles si querían entrar en la ermita y estar unos minutos a solas en ella, petición que enseguida aceptaron. Y en palabras textuales de Nuria:
 
Me dijo que tenía que sentarme en una silla que había detrás del altar y todos salieron. La ermita (de Orante (Huesca)) se quedó en absoluto silencio y en penumbra, solo iluminaba la estancia la luz de las velas que había encendidas en el altar, velas de peticiones que la gente encendía al ir allí con la expectativa de conseguir restablecer su salud o con algún otro tipo de petición. Era el momento de sentarme en la silla y nada más hacerlo noté cómo una energía que venía desde el suelo recorría mi cuerpo y salía por mi plexo solar, todo esto acompañado de una emoción desbordante. Fue como una corriente que recorría mi cuerpo y acto seguido me encontré llorando de emoción, no lloraba ni de alegría, ni de tristeza, simplemente era pura emoción. Más tarde fue cuando me enteré de que justo en ese lugar, donde está colocada la silla, varios expertos en radiestesia han detectado que hay un vórtice energético. Tengo que añadir que, al vivir esa experiencia, sentada en la silla, hice mi propia petición y pedí ayuda para la curación de una dolencia que tenía en la rodilla derecha desde hacía años. Sorprendentemente a la semana de haber estado allí, tuve una caída y, a partir de la misma, el dolor de la rodilla desapareció casi por completo. A día de hoy lo que antes era un dolor insoportable se ha quedado en una molestia.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 454
 
 
Un principio básico de la geografía sagrada nos dice que «los lugares mágicos hay que merecerlos». El esfuerzo que se debe hacer hasta que por fin llegas a ese enclave, subiendo o bajando riscos, dejándote la suela de las zapatillas y llevándote, como recuerdo, unos cuantos arañazos, ampollas o una fatiga de órdago, queda recompensado con el encuentro de la belleza concretada y concentrada en un lugar de poder, sea templo megalítico, ermita, sinagoga, pagoda o mezquita. Y eso, claro está, te devuelve todas las energías que hayas perdido en el itinerario. Recuerden que un lugar sagrado y un templo religioso en ocasiones hacen de axis mundi, o sea, tienen la capacidad de conectar lo terrestre con lo celeste, lo natural con lo sobrenatural, lo banal con lo sapiencial.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 455
 
 

"Paco (González) dice que hay tres palabras que definen muy bien la experiencia de la magia y las tres están detrás del secreto sagrado: fascinación, entusiasmo y asombro. Tres palabras que sirven para definir lo que un ser humano siente cuando está delante de un «mago» desarrollando su efecto prodigioso o de un enclave sagrado. Si lo hace bien te deja con la boca abierta, como el papamoscas de la Catedral de Burgos. Estar en un lugar mágico produce fascinación, término que deriva de la palabra latina fascinum y que significa encantamiento, hechizo o embrujo, es decir, quedas encantado con lo que ves. Comúnmente esa palabra, fascinum, también pasó a designar un amuleto en forma de falo que llevaban los ciudadanos romanos para protegerse contra el mal de ojo. Hay también entusiasmo, término que viene a significar algo así como «posesión divina», es decir, estar cerca de la divinidad, y nunca mejor dicho, pues esos templos, con ese dispendio de gasto suntuario, están hechos para servir de «Casa de Dios». A veces se consideran a las catedrales como máquinas cuasi tecnológicas para conectar con la divinidad, es decir, serían «escaleras al cielo». Cuando nos dejamos llevar por el entusiasmo, un dios entra en nosotros y entonces se manifiesta en nuestro interior, como les ocurría —así lo creían los antiguos griegos— a los poetas, los profetas y los enamorados. Y, por último, hay asombro que significa salir de la sombra, de la oscuridad. Una catedral está orientada de oeste a este, es decir, entras por la zona de la sombra y te encaminas hacia la luz, donde está el altar mayor. Hay que ver esta acepción como una emoción intelectual que nos saca de la «sombra» (igual a ignorancia) y nos alumbra (igual a sabiduría)."

Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 456


Ven, mira, observa y escucha la historia de ese personaje, esa fiesta, esa ermita, esa fuente de agua, esa reliquia, esa cueva sin fondo o ese elemento concreto que se sale de lo habitual. Todo es posible, como ocurre con la mágica noche de San Juan, y con eso me refiero al sentimiento de entusiasmo con lo que ves. Asombrarte, enamorarte, dejarte sin palabras, sin aliento, saber que estás viviendo un momento único y tal vez irrepetible o convertirte en un peregrino que inicia su penúltima etapa —porque la última nunca está escrita— de aquello que está ahí, que siempre ha estado ahí, al alcance de nuestra mano, de nuestro coche o de nuestra cámara fotográfica. Esas son las emociones que emanan, se viven y se sienten en muchos lugares considerados sagrados (que va más allá de lo religioso). Y a veces, solo a veces, de tan cotidiano que es, no somos capaces de verlo.
 
… sabiendo lo que sé, me atrevo a establecer, urbi et orbi («a la ciudad de Roma y para el mundo») no una bendición, sino más bien una serie de leyes muy subjetivas para que no nos pasen desapercibidos ciertos fenómenos que he tratado de reflejar hasta aquí. El porqué de esas devociones y tradiciones asociadas al mundo espiritual y que parecen obedecer a una serie de pautas constantes, con independencia del país, del tipo de religión y de la época que analicemos. 1. Lo importante siempre es el lugar. De manera idéntica a lo que hacían los antiguos dioses, las apariciones sagradas (sean objetos o entidades) promueven que sus fieles construyan templos o capillas sobre los mismos escenarios de la aparición o la hierofanía. Tras esa obsesión se deduce la gran importancia del lugar elegido, no tanto de la aparición en sí. 2. Toda leyenda primigenia contiene un poso o residuo de verdad en sus debidas proporciones. Por lo general, estas suelen enmascarar los esfuerzos de nuestros antepasados por comprender hechos que en su día les parecieron sumamente extraordinarios. 3. Hay un hilo común en todas las culturas y civilizaciones sobre la creencia en fuerzas sobrenaturales, el viaje post mortem, la existencia de dioses y el Más Allá. Estas creencias a veces se convierten en religión que cumple una función de sistema de control, utilizada por sus hierofantes para cimentar su poder e influencia. 4. Existe un lenguaje universal que es el simbolismo. En palabras de René Guénon: «Es el medio mejor adaptado a la enseñanza de las verdades de orden superior, religiosas y metafóricas». Por eso es tan importante conocer el símbolo puesto que ha sido concebido, codificado y proporcionado por todas las civilizaciones existentes desde tiempos remotísimos y en una gran pluralidad de vertientes culturales. 5. Los rituales son formas de conectar con la energía del lugar personificada en una deidad. Se busca atraer efectos beneficiosos (basados en la salud, el dinero y el amor) y rechazar aquellas fuerzas que se consideran perjudiciales (como el mal de ojo). La luz, la oscuridad y el sonido son elementos que juegan un papel sagrado en la mayoría de los rituales. 6. Lo que está arriba (y que estudia la astrología y la astronomía) es igual a lo que está abajo (que estudia la arquitectura y la geometría). Lo dice el principio de correspondencia del Kybalion y, dentro del ámbito sagrado, se refleja en los templos que se intentan orientar a estrellas determinadas o constelaciones como Orión, la Osa Mayor o Virgo. 7. Las zonas liminales se marcan, se protegen, se temen y se veneran, sean ríos, bosques o encrucijadas de caminos, colocando montones de piedras, cruces o estatuas a deidades, pues se consideran frontera entre el mundo y el inframundo, entre lo visible e invisible, entre los vivos y los muertos.
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 458
 
 
«Hay lugares donde uno se queda, y lugares que se quedan en uno».
 
Jesús Callejo
He visto cosas que no creerías, página 459
 
 
 
 
 

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