Mercedes Monmany

"Aunque el exilio, el ser arrojados y expulsados de la tierra propia, atraviesa toda la historia de la humanidad, y en concreto su literatura, desde Homero al destierro de Ovidio en Constanza, por no hablar de la Biblia y el libro Éxodo, las dos guerras mundiales encadenadas, el triunfo de los fascismos y, en general, la materialización criminal de los dos grandes totalitarismos, el nazi y el soviético, que atraviesan de forma paralela y complementaria el siglo XX, dejan una estela infinita, nunca vista en la Historia con estas dimensiones, de millones de muertos, internados en campos y gulags, y también de exiliados, por supuesto.

Los fascismos, las tiranías en sus diversas formas, sangrientas guerras civiles como la nuestra, marcan de forma devastadora esa tremenda dispersión fuera de sus fronteras, tanto de disidentes, de ciudadanos no conformes o perseguidos, como de toda una élite –artistas, escritores, políticos e intelectuales en su más amplio espectro- de cada país. Una élite que encarna toda una época y que se ve acosada y expulsada, a riesgo de ser silenciada, encarcelada o incluso asesinada. Profundizar todo lo que se pueda en la historia “reciente” por así llamarla, la que nos antecede, y antecede el estado del bienestar que hemos conocido, el más largo periodo de paz en suelo europeo que ha habido, leer sin cesar testimonios, acercarse a obras literarias y a ensayos, creo que se hace más necesario que nunca. Y hay que alentar, sobre todo, a las nuevas generaciones a no olvidar, a estar alerta y no bajar la guardia jamás. La democracia es un bien frágil, más endeble de lo que podemos pensar."

Mercedes Monmany



"El criterio, mi criterio personal quiero decir, es el de practicar un ensayo literario muy libre, sin ataduras, y con una narrativa lo más atractiva posible, algo que he aprendido de grandes maestros que admiro mucho como Claudio Magris o Sebald. En mi libro he intentado, a través de nombres muy conocidos como Thomas Mann, Joyce o Stefan Zweig, pero también a través de otros autores que me interesaban mucho para el tema, pero que eran de conocimiento más minoritario, por así decirlo, como Alfred Polgar, Ödön von Horváth o Gaito Gazdanov, ofrecer un panorama coral de lo que fue, para muchos brillantes escritores, vivir en un siglo, el siglo XX, fundamentalmente de exilios y gigantescas migraciones a lo largo y ancho de todo el continente. No me considero una historiadora de la literatura de carácter académico, plegada a nombres y hechos considerados canónicos que por fuerza hay que mencionar, así que obré con total libertad para desplazarme por obras, autores, lugares de exilio, experiencias diversas y desgarradoras, testimonios o escritos que me parecían fundamentales para dar una idea de esos éxodos continuos, ininterrumpidos. Para mí es esencial siempre el “relato”: juntar muchas voces y hacer una sucesión con ellas, de forma encadenada, pero al mismo tiempo narrarlo todo de la manera literaria más lograda posible. Nunca se sabe si se consigue, claro, es un enigma."

Mercedes Monmany



"En efecto, hay otro grupo de creadores de “exilios voluntarios”, creadores que creen que si se hubieran quedado en su patria, esa misma patria -aun siendo amada- los hubiera “aplastado” de un modo u otro, ahogándoles como escritores. Aquí el principal y más destacado representante por supuesto fue Joyce. Aunque también una escritora irlandesa que me gusta mucho, Edna O’Brien, que en un libro de conversaciones con Philip Roth confesó lo mismo: muchos autores no tienen más remedio que marcharse “cuando las raíces suponen una amenaza excesiva, cuando afectan demasiado”. Joyce dijo que Irlanda es “como una gorrina que devora su propia camada”. Se refería a la actitud del país con sus escritores. “No es ninguna casualidad -continuaba diciendo O’Brien- que nuestros dos ilustrísimos mayores, Joyce y el señor Beckett, se marcharan para no volver”. Por su parte, Joyce lo expresó así en su obra Exiliados: “Hay un exilio económico y otro espiritual. Están todos aquellos que lo abandonan en busca del pan que el hombre necesita y están esos otros, sus hijos más distinguidos, que se marchan buscando en otras tierras ese alimento del espíritu que mantiene con vida a una nación de seres humanos”. Es como si, con esto, Joyce quisiera decir que el famoso concepto de “patria”, o patriotismo, que tantos fervientes nacionalistas, del país que sea, en ocasiones conciben de una única manera, quedándose por fuerza dentro del propio país, un país donde a veces se ven imposibilitados de “avanzar” como creadores, se pudiera ejercer mejor fuera de sus fronteras. Joyce creo que es el ejemplo máximo."

Mercedes Monmany



“La experiencia del exilio es un trauma de la modernidad.”

Mercedes Monmany




"Lo ideal, desde luego, para mí y para otros en nuestros días en Europa, es la construcción sobre todo de una comunidad espiritual, de valores humanistas compartidos. Hablar menos de economía y fomentar más la unión del espíritu, del progreso en materia cultural y en educación. Esa era la Europa soñada por Stefan Zweig, por Joseph Roth y otros, la de una institución “supranacional” y de tarea “civilizatoria” después de todas las barbaries ocurridas. Zweig repitió sin descanso que “sólo un vínculo más estrecho de todas las naciones podía dar lugar a una estructura supranacional capaz de dar alivio a las dificultades económicas, de suprimir las posibilidades de guerras en nuestro continente y vencer el sacroegoísmo nacionalista”. Muchas cosas nos unen. No hay que olvidar que, con distintos avatares políticos e históricos, todos los europeos, de norte a sur, de este a oeste, estamos recorridos por un eje invisible, constante, que es nuestra cultura común compartida: nuestra literatura, nuestra arquitectura, nuestro arte, nuestra música, nuestros museos y monumentos.  En nuestra época todos compartimos parecidas experiencias. Visitamos museos que forman parte ya del patrimonio general europeo como el Prado, el Louvre o el Tate Modern y nos leemos todos, mutuamente, a través de traducciones. Hoy día no hace falta hablar en checo, francés o sueco para recorrer, física o mentalmente, el continente. Como decía Umberto Eco “el idioma europeo es la traducción”.  Durante años, de forma abusiva, se ha estado hablando únicamente de economía, de las deudas que ahogaban a cada país de distintas maneras, de riñas y disputas entre norte y sur o entre este y oeste del continente, de supremacías entre un continente u otro, en lugar de insistir en los principales valores en los que todos los europeos nos podíamos reconocer: la defensa de las libertades, de la igualdad, de los derechos humanos, de la lucha contra la discriminación y la xenofobia y, por supuesto, de la cultura que nos une y cohesiona, por encima de las diferencias."

Mercedes Monmany



"Me apasiona leer libros de historia y siempre he dicho que leo novelas, ensayos, incluso poesía, con un libro de historia en la mano. Lo mantengo siempre como una especie de género literario “paralelo” a la lectura de grandes autores admirados que incluyo en este libro, ya fueran Broch, Joseph Roth, Nabokov, Joyce, María Zambrano o la familia Mann. Siempre me gustó ir leyendo buenas biografías de mis escritores preferidos conforme me sumergía en sus obras y practicar, en lo posible, esta técnica mixta. También siempre ha estado muy presente mi interés por la política y la evolución de las sociedades. Y en el siglo XX la presencia de catástrofes políticas -muchas ellas surgidas desde la misma democracia, como fue la elección de Hitler como canciller- hacen necesario, a la hora de tratar a todos los autores de importancia de su tiempo, no perder de vista la situación de su país en el momento en que estaban llevando a cabo sus obras.

La unión de literatura, y de arte en general, con la historia, para mí es fundamental e indesligable. Y lo es para penetrar y contextualizar completamente unas obras en el curso de determinados aconteceres y de diversas vorágines históricas de las que era imposible evadirse, ya fuera el genocidio judío, el golpe militar que dan los nacionales en España, la persecución y los fusilamientos masivos durante el Gran Terror de Stalin o las guerras de los Balcanes de los años 90. Me considero crítica literaria y ensayista, sobre todo, y me gustan mucho ese tipo de autores que proceden de una manera comparativa, intentando incluir todo tipo de detalles significativos, historias, relaciones con otros escritores de su época, así como revelaciones, o no, de la grandeza y también de la miseria humana en cada momento. Escritores o ensayistas que narran obras y autores ligando y relacionando movimientos artísticos y acontecimientos políticos y sociales a un mismo tiempo."

Mercedes Monmany



"Muchos de ellos serían masacrados (Isaak Bábel, Osip Mandelstam, Boris Pilniak, Nikolái Gumiolov), perseguidos sin piedad y enviados a gulags (Varlam Shalámov, Andréi Platónov, Solzhenitsin) o mantenidos como rehenes de por vida (Boris Pasternak, Anna Ajmátova, Mijaíl Bulgákov). Ajmátova, en un célebre encuentro mantenido con Isaiah Berlin, en 1945, tras preguntarle, uno a uno, por sus viejos amigos que habían emigrado, le diría a Berlin que “tras la desaparición de Mandelstam y Tsveitáieva” Pasternak y ella se quedaron solos. La devoción apasionada que les profesaban innumerables hombres y mujeres de la Unión Soviética hacía que se aprendieran sus versos de memoria, que los copiaran clandestinamente y los hicieran circular. Eran maestros “en la sombra”, esto los enorgullecía profundamente y los mantenía unidos, como si se tratara de una especie de patria subterránea, como hombres y mujeres del subsuelo. Pero ambos, Pasternak y Ajmátova, eligieron permanecer en el exilio interior. La idea de emigrar se les antojaba intolerable. Anhelaban visitar Occidente, pero no si ello implicaba no poder regresar a su patria. Su hondo patriotismo no tenía nada de tintes nacionalistas. Ajmátova simplemente no estaba preparada para emigrar. Por muy terribles que fueran los horrores que la aguardaban, jamás quiso abandonar Rusia. Sin embargo, con la contundencia y radicalidad que era habitual en él en estos temas, Nabokov opinaría, de forma sumamente tajante, que “con muy escasas excepciones, todas las fuerzas creativas de tendencia liberal – poetas, novelistas, críticos, filósofos y demás- habían huido de la Rusia de Lenin y de Stalin”. Los que no lo hicieron, los que escogieron quedarse, según él, “o bien se marchitaban allí o bien adulteraban su talento ajustándose a las exigencias políticas del Estado”."

Mercedes Monmany



"Uno de los dilemas, conmigo misma, como autora, era por dónde empezar el relato de cientos, miles de perseguidos que se desplazan sin parar de un lugar a otro, aunque me detenga, claro está, en algunos de ellos, escogidos como “símbolos” de aquellas gigantescas diásporas y dramas humanos. Me pareció de lo más idóneo, no solo por la admiración que le profeso como escritor, muchas veces ensombrecido por la sombra masacrante de su padre, arrancar con Klaus Mann. Y lo llamo “activista del exilio” porque realmente lo fue. Se dedicó en cuerpo y alma a difundir el terror nacionalsocialista que aún muchos se negaban a reconocer y la verdad de lo que estaba sucediendo en Alemania. Se involucró sin descanso en poner en marcha revistas, en pedir artículos, en agitar, movilizar y mantener unida, en definitiva, a una inmensa emigración antinazi, muy distinta entre sí, como es de suponer. Él y su hermana Erika Mann, los jóvenes y rebeldes Mann,  publican, en el mismo momento en que se estaba produciendo, una especie de “who is who” de la emigración antinazi, una especie de diccionario de personas, lugares donde iban recayendo, testimonios contados por unos y por otros que titulan Escape to Life. Algo inaudito que no había sucedido en ninguna otra emigración, al menos de esta manera, narrado de forma contemporánea mientras acaecía la huida de miles de artistas, escritores, compositores, directores de cine, periodistas y un largo etcétera que escapaban de la tiranía."

Mercedes Monmany
























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