Karl Rádek

"Las diferencias no estuvieron claras hasta que se planteó la cuestión de determinar el rol de las clases no proletarias en la revolución, y las relaciones entre ellas. Partiendo del hecho de que la Revolución Rusa prepararía antes que nada el terreno para el libre desarrollo del capitalismo este concepto era patrimonio común de bolcheviques y mencheviques, los mencheviques arribaban a la conclusión de que el liderazgo de la revolución debía caer en manos de la burguesía. Los mencheviques combatían en forma resuelta la idea de que la clase obrera junto con el campesinado debían tomar el poder para que la revolución llevara a cabo sus objetivos democráticos burgueses. Según la concepción menchevique, el rol que la clase obrera revolucionaria y su partido debían desempeñar era el de una oposición de izquierda. Los mencheviques igualaban los esfuerzos de la clase obrera por tomar el poder junto con el campesinado al millerandismo, esto es, la participación de la socialdemocracia en gobiernos burgueses a finales del siglo XIX, y vaticinaban que cualquier intento por participar en el gobierno sería un desastre para la socialdemocracia. Por su parte, los bolcheviques demostraron que, en primer lugar, la concepción menchevique era completamente esquemática, y en segundo lugar, que ésta significaba renunciar a la victoria radical de la revolución burguesa. Del hecho de que la Revolución Rusa fuera burguesa en su contenido no se seguía en absoluto, decían, que la burguesía industrial tuviera que ser su agente. La burguesía industrial estaba totalmente comprometida con el zarismo y temía a la clase obrera en demasía como para poder situarse a la cabeza de las masas populares en la lucha contra el zarismo. Toda la historia del siglo XIX la había vuelto ya muy consciente de su antagonismo con la clase obrera. Pero había además de la burguesía industrial una clase burguesa cuyos intereses pedían a gritos la victoria de la revolución. Esta clase era el campesinado. Los bolcheviques explicaban que el campesinado tenía que luchar contra el zarismo hasta la victoria final si deseaba obtener la tierra. El campesinado es una clase burguesa. ¿Pero se trata de una clase que debía destruir el edificio del zarismo con el fin de lograr sus objetivos burgueses? Esta clase es inculta, y está comenzando a dar sus primeros pasos. La tarea de la socialdemocracia debe ser dirigir en la lucha, no sólo a la clase obrera, sino al campesinado también. Para que el trabajo de la socialdemocracia llegara a buen puerto, para que las masas del pueblo se levantaran contra el zarismo, entonces sería necesaria la creación de un gobierno revolucionario, cuya tarea sería conducir la revolución burguesa hasta el final mediante una lucha contra las fuerzas del viejo régimen que no podían ser aniquiladas de un solo golpe. Los bolcheviques consideraban la participación en este gobierno proletario revolucionario común como una garantía para la victoria de la revolución; le reprochaban a los mencheviques el querer limitarse a jugar un papel de oposición, y de abandonar a priori la dirección a manos de elementos que no querían la victoria final de la revolución, y que buscaban en cambio llegar a un entendimiento con el zarismo. Las controversias entre los mencheviques y los bolcheviques antes y durante la revolución concernían, por lo tanto, a diferentes relaciones con el campesinado por un lado, y con la burguesía liberal, por el otro. Las diferencias también planteaban la cuestión del rol de la clase obrera en la revolución, la cuestión de saber si la clase obrera debería adoptar un rol dirigente durante la revolución, o si debería dejar la dirección en manos de la burguesía."

Karl Berngárdovich Rádek
Los senderos de la Revolución Rusa




León Trotsky, el organizador de la victoria

La historia ha preparado a nuestro partido para diferentes tareas. Por más defectuoso que sea nuestro aparato del estado o nuestra actividad económica, todo el pasado del partido lo ha preparado psicológicamente para la creación de un nuevo

orden en la economía y para un nuevo aparato del estado. La historia incluso nos ha preparado para la diplomacia. No hay casi necesidad de mencionar que la política mundial siempre ha interesado a los marxistas. Fueron las negociaciones sin fin con los mencheviques las que perfeccionaron nuestra técnica diplomática y fue durante estas viejas luchas que el camarada Chicherin2 aprendió a elaborar notas diplomáticas. No hemos hecho más que comenzar a comprender el milagro de la economía. Nuestro aparato del estado cruje y gime. Sin embargo, en un único terreno hemos logrado un gran éxito: en nuestro Ejército Rojo. Su creador, su voluntad central, el camarada L. D. Trotsky.

El viejo general Moltke3, el creador del ejército alemán, hablaba a menudo del peligro que acarreaba que la pluma de los diplomáticos no confiscara el trabajo de sable del soldado. Los guerreros en el mundo entero -y aunque haya habido autores clásicos entre ellos- siempre opusieron la pluma a la espada. La historia de la revolución proletaria muestra cómo se puede forjar nuevamente una pluma en espada. Trotsky es uno de los mejores escritores del socialismo mundial, pero sus cualidades no le han impedido convertirse en el jefe, el organizador dirigente del primer ejército proletario. La pluma del mejor publicista de la revolución se ha forjado nuevamente en espada.
 

La pobreza de literatura militar

La literatura del socialismo científico casi no ayudó al camarada Trotsky en la resolución de los problemas que el partido afrontaba cuando estaba amenazado por el imperialismo mundial. Si se considera el conjunto de la literatura socialista de pre-guerra, no se encuentran -a excepción de algunas obras poco conocidas de Engels4, algunos capítulos de su Anti-Duhring, consagrados al desarrollo de la estrategia y algunos capítulos del excelente libro de Mehring sobre Lessing, consagrados a la actividad guerrera de Federico el Grande5 - más que cuatro obras sobre el tema militar: el folleto de August Bebel sobre la milicia, el libro de Gaston Moch sobre la milicia, los dos volúmenes de la historia de la guerra de Schulz y el libro de Jaurès dedicado a la propaganda a favor de la idea de las milicias en Francia6. Exceptuando los libros de Schulz y de Jaurès, que son de un gran valor, todo lo que la literatura socialista ha publicado sobre temas militares desde la muerte de Engels no ha sido más que un diletantismo malo. Pero incluso las obras de Schulz y de Jaurès no aportan ninguna respuesta a las preguntas que se le plantearon a la revolución rusa. El libro de Schulz exponía el desarrollo de las formas de estrategia y organización militar desde siglos atrás. Era un intento de aplicación del método marxista a la investigación histórica, que se terminaba en el período napoleónico. El libro de Jaurès -lleno de un brío deslumbrante- muestra su gran familiaridad con los problemas de organización militar pero tiene un defecto fundamental: este talentoso representante del reformismo quería hacer del ejército capitalista un instrumento de defensa nacional y eximirlo de su función de defensa de los intereses de la clase burguesa. Por ende, no ha logrado aprehender la tendencia del desarrollo del militarismo y ha llevado hasta el absurdo la idea de la democracia en la cuestión de la guerra, en la cuestión del ejército.

 
El origen de la concepción del Ejército Rojo

Ignoro en qué medida el camarada Trotsky se había ocupado antes de la guerra de las cuestiones del arte militar. Creo que no es de los libros de donde ha sacado su talentoso conocimiento sobre este tema, sino que recibió un impulso en esa dirección en la época en que era corresponsal de la guerra de los Balcanes, ese ensayo general de la gran guerra. Es probable que haya profundizado este conocimiento de la técnica de la guerra y del mecanismo del ejército durante su estadía en Francia (durante la guerra) desde donde enviaba sus brillantes compendios a la Kievskaia Mysl. En este trabajo se puede ver cómo llegó a aprehender magníficamente el espíritu del ejército. El marxista Trotsky no veía únicamente la disciplina exterior del ejército, los cañones, la técnica. Veía los seres vivos que cargan los instrumentos de guerra, veía las oleadas de ataque. Trotsky es el autor del primer folleto que da un análisis detallado de las causas de la degeneración de la [Segunda] Internacional. Aún en presencia de esta gigantesca degeneración, Trotsky no perdió su fe en el futuro del socialismo; por el contrario, se convenció profundamente que todas estas cualidades que la burguesía se esfuerza en cultivar en el proletariado con uniforme, para asegurarse su propia victoria, se volverían rápidamente contra ella y servirían de base, no sólo a la revolución, sino también a los ejércitos revolucionarios. Uno de los documentos más notables de su comprensión de la estructura de clase del ejército y del espíritu del ejército, es el discurso que pronunció, creo, ante el primer Congreso de los Soviets y en el Consejo de Obreros y Soldados de Petrogrado, respecto de la ofensiva de Kerensky en julio. En este discurso, Trotsky predijo la caída de la ofensiva no solamente sobre la base de la técnica militar, sino a partir de un análisis político de la situación en el ejército.

“Ustedes (y se dirigía a los mencheviques y a los socialistas revolucionarios) exigen del gobierno una revisión de los objetivos de guerra. Haciendo esto, ustedes le dicen al ejército que las antiguas metas de guerra, en nombre de las cuales el zarismo y la burguesía han exigido sacrificios inusitados, no correspondían a los intereses del campesinado y del proletariado rusos. Ustedes no llegaron a la revisión de los objetivos de guerra. No tienen nada para reemplazar al zar y a la patria y, sin embargo, le piden al ejército derramar su sangre por esta nada. No se puede combatir por nada y vuestra aventura terminará en un desastre”.

 
El secreto de la grandeza de Trotsky como organizador del Ejército Rojo reside en su actitud respecto a estas cuestiones.

Todos los grandes escritores militares subrayan el significado enorme y decisivo del factor moral en la guerra. La mitad del gran libro de Clausewitz está dedicada a esta cuestión y toda nuestra victoria en la guerra civil se debió al hecho que Trotsky sabía aplicar su conocimiento del significado del factor moral en la guerra a nuestra realidad. Cuando el viejo ejército zarista se descompuso, el ministro de guerra del gobierno de Kerensky, Verkhovsky7, propuso la desmovilización de las clases de mayor edad, la reducción parcial de las autoridades militares en la retaguardia y la reorganización del ejército por medio de la introducción de nuevos elementos jóvenes. Cuando tomamos el poder y las trincheras se vaciaron, muchos de ellos nos hicieron la misma proposición. Pero esta idea era pura utopía. Era imposible reemplazar el ejército zarista en huida por fuerzas frescas. Estas dos olas se cruzarían y se dividirían unas con otras. Había que disolver completamente al antiguo ejército; no se podía construir un nuevo ejército más que sobre el grito de alarma lanzado por la Rusia soviética a los obreros y a los campesinos, para defender las conquistas de la revolución.

Cuando en abril de 1918, los mejores oficiales zaristas que quedaban en el ejército luego de nuestra victoria se reunieron para elaborar, con nuestros camaradas y algunos representantes militares de los Aliados, el plan de organización del ejército, Trotsky escuchó sus planes durante varios días –recuerdo perfectamente esa escena– en silencio. Eran planes de gente que no comprendía la sublevación que estaba por producirse frente a ellos. Cada uno de ellos respondía a la pregunta de cómo organizar un ejército sobre el antiguo modelo. No habían comprendido la metamorfosis del material humano sobre el que el ejército está fundado. ¡Cómo se han reído los expertos militares de las primeras tropas de voluntarios organizadas por el camarada Trotsky en calidad de Comisario de Guerra! El viejo Borissov8, uno de los mejores escritores militares rusos, no dejaba de repetir a los comunistas con los que estaba obligado a mantenerse en contacto, que nada saldría de esta iniciativa, que el ejército sólo podía construirse sobre la base de la conscripción general y mantenerse por una disciplina de hierro. No alcanzaba a aprehender que las tropas de voluntarios eran los pilares de fundación sobre los que debía erigirse la estructura de conjunto, y que las masas campesinas y obreras no podrían ser ganadas nuevamente para la guerra a menos que estuvieran confrontadas a un peligro mortal. Sin creer ni por un instante que el ejército voluntario podía salvar a Rusia, Trotsky lo organizó como el aparato que necesitaba para crear el nuevo ejército.

 
La utilización de especialistas burgueses

Pero el genio de organización de Trotsky y la audacia de su pensamiento se expresan más claramente aún en su valiente decisión de utilizar a los especialistas militares para crear el ejército. Todo buen marxista sabe muy bien que necesitamos la ayuda de la vieja organización capitalista para construir un buen aparato económico. Lenin defendía esta proposición con gran determinación en sus discursos de abril sobre las tareas del poder soviético. Y esta idea no ha sido puesta en duda en los círculos experimentados del partido. Pero, por el contrario, la idea que podríamos crear un instrumento para la defensa de la república, un ejército, con la ayuda de los oficiales zaristas se chocaba contra una obstinada resistencia. ¿Quién podía pensar en rearmar a estos oficiales blancos que acababan de ser desarmados? Muchos camaradas planteaban de este modo la pregunta. Me acuerdo de una discusión en la redacción del Kommunist, el órgano de los que llamábamos “comunistas de izquierda”, para quienes la cuestión de la utilización de oficiales de carrera los conducía al borde de la escisión. Y los redactores de ese periódico estaban entre los teóricos y los prácticos mejor formados del partido. Basta con citar los nombres de Bujarin, Ossinsky, Lomov, Iakovleva9. Había mucha hostilidad aún en el amplio ambiente de nuestros camaradas militares, reclutados durante la guerra para nuestra organización militar. La desconfianza de nuestros responsables militares no pudo disiparse, su consentimiento adicto a la utilización del saber de los antiguos oficiales, más que gracias a la ardiente convicción de Trotsky, a su fe en nuestra fuerza social; su creencia que podíamos sacar beneficio de la ciencia de los expertos militares sin permitirles, por ello, que nos impongan su política, la certeza, finalmente, que la vigilancia revolucionaria de los obreros avanzados le permitiría poner fin a todo intento contrarrevolucionario que emanara de los oficiales de carrera.

 
La energía magnética de Trotsky

Para poder vencer, era necesario que el ejército fuera dirigido por un hombre con voluntad de hierro, y que este hombre no solamente tenga la confianza plena del partido, sino también la capacidad de subyugar al enemigo que está obligado a servirnos por medio de esta voluntad de hierro. Pero el camarada Trotsky no sólo logró subordinar bajo su energía a los oficiales superiores del grado más elevado. Hizo más: logró ganar la confianza de los mejores elementos entre los expertos militares y convertirlos, de enemigos de la revolución soviética en partidarios profundamente convencidos. Fui testigo de semejante victoria de Trotsky en la época de las negociaciones de Brest-Litovsk. Los oficiales que nos habían acompañado a Brest-Litovsk guardaban una actitud más que reservada con respecto a nosotros. Desempeñaban su papel de expertos con la mayor arrogancia, convencidos de asistir a una comedia que no serviría más que para abrir una transacción comercial después de un largo tiempo, arreglada entre los bolcheviques y el gobierno alemán. Pero la forma en que Trotsky llevó la lucha contra el imperialismo alemán, en nombre de los principios de la revolución rusa, forzó a todos los humanos presentes en la sala a admitir la victoria espiritual y moral de este eminente representante del proletariado ruso. La desconfianza de los expertos militares con respecto a nosotros se desvaneció a medida en que se desarrollaba el gran drama de Brest-Litovsk.

Recuerdo la noche en que el almirante Altvater10 -luego fallecido- uno de los oficiales superiores del antiguo régimen, que comenzaba a ayudar a la Rusia soviética, no por razones de miedo, sino de conciencia, entró en mi habitación y me dijo: “Vine aquí porque ustedes me obligaron. No les he creído. Pero ahora voy a ayudarlos y haré mi trabajo como nunca antes porque tengo la profunda convicción de servir a mi patria”. Es una de las mayores victorias de Trotsky, quien fue capaz de hacer compartir a otros su convicción de que el gobierno soviético lucha realmente por el bienestar del pueblo ruso, incluso por quienes han venido de campos hostiles y por la fuerza. Demás está decir que esta gran victoria en el frente interno, esta victoria moral sobre el enemigo, no es sólo el resultado de la energía de hierro de Trotsky que le ha valido el respeto universal; no sólo es el resultado de la profunda fuerza moral, del alto grado de autoridad, aún entre los medios militares, que este escritor socialista y tribuno del pueblo, ubicado por la voluntad de la revolución a la cabeza del ejército, ha sido capaz de conquistar. Exigía también la abnegación de decenas de miles de nuestros camaradas en el ejército, una disciplina de hierro en nuestras propias filas, un esfuerzo y una tensión permanentes para alcanzar nuestros objetivos; también exigía ese milagro que esta masa de seres humanos que, apenas ayer, huían de los campos de batalla, retomara hoy las armas, en condiciones más que difíciles, para la defensa de su país. Es un hecho innegable que estos factores políticos y psicológicos de masas juegan un rol importante. Pero la expresión más vigorosa, la más concentrada y la más impresionante de esta influencia se encuentra en la personalidad de Trotsky. Aquí, la revolución rusa ha actuado por intermedio del cerebro, del sistema nervioso y del corazón del mayor de sus representantes. Cuando comenzó nuestra primera prueba militar, con Checoslovaquia, el partido, y con él su dirigente, Trotsky, demostró cómo el principio de la campaña política -como ya lo había enseñado Lassalle- podía ser aplicado a la guerra, al combate con “argumentos de acero”. Hemos concentrado sobre la guerra todas nuestras fuerzas morales y materiales. Todo el partido había comprendido que era necesario. Pero también esta necesidad encontró su expresión más elevada en la personalidad de acero de Trotsky. Después de nuestra victoria sobre Denikin en marzo de 1920, Trotsky dijo a la conferencia del partido: “Hemos destruido toda Rusia para vencer a los Blancos”. Encontramos nuevamente en estas palabras la concentración sin igual de la voluntad necesaria para la victoria. Nos hacía falta un hombre que fuera la encarnación del grito de guerra, un hombre que se convierta en el toque de alarma, la voluntad que exige a cada uno y a todos la subordinación total a la gran necesidad sangrienta.

 
L. D. personifica la revolución

Unicamente un hombre trabajando como Trotsky, cuidándose tan poco como Trotsky, que puede hablar a los soldados como sólo Trotsky puede hacerlo, solamente un hombre así podía ser el abanderado del pueblo trabajador en armas. Ha sido todo esto, en una sola persona. Ha reflexionado sobre los consejos estratégicos dados por los expertos militares y los ha combinado con una evaluación correcta de la relación entre las fuerzas sociales; ha sabido unir en un movimiento único los avances de catorce frentes, de diez mil comunistas que informaban el cuartel general sobre lo que era en realidad el ejército y sobre la forma en que uno podía aprovecharse de él; comprendía cómo había que combinar todo esto en un único plan estratégico y un plan de organización única. Y, en el curso de este espectacular trabajo, comprendía mejor que nadie como tenía que aplicar su conocimiento de la significación del factor moral en la guerra.

Esta combinación entre el organizador, estratega militar y hombre político es lo mejor caracterizado por el hecho que, durante todo el tiempo de su duro trabajo, Trotsky apreció la importancia de Demian Bedny o del artista Moor11 para la guerra. Nuestro ejército era un ejército de campesinos, y la dictadura del proletariado, en lo que concierne al ejército, es decir, la dirección de este ejército de campesinos por los obreros y los representantes de la clase obrera, se realizaba en la personalidad de Trotsky, y de los camaradas que cooperaban con él. Trotsky fue capaz con la ayuda de todo el aparato del partido, de transmitir a este ejército de campesinos agotados por la guerra, la profunda convicción de combatir por sus propios intereses.

 
Inseparablemente ligados en la historia

Trotsky trabajó con todo el partido en la obra de formación del Ejército Rojo. No hubiera podido realizar esta tarea sin el partido. Pero sin él, la creación del Ejército Rojo y sus victorias hubieran exigido mayores sacrificios aún. Nuestro partido pasará a la historia como el primer partido proletario que ha logrado crear un gran ejército y esta página brillante de la revolución rusa permanecerá ligada siempre al nombre de León Davidovich Trotsky, el nombre de un hombre cuya obra y su realización reclamarán no solamente amor sino el estudio científico de parte de la joven generación de trabajadores que se preparan para la conquista del mundo entero.

2 Chicherin, Georgi V. (1874-1936) había sido Comisario del Pueblo de Asuntos Extranjeros a partir de 1918.

3 von Moltke, Helmuth (1800-1895), había reorganizado el ejército alemán bajo la autoridad de Bismarck. 

4 Engels, Friedrich (1820-1895), compañero de ideas, colaborador y amigo de Marx, no solamente tenía conocimientos militares, sino una experiencia combatiente adquirida en el transcurso de la revolución de 1848 en Alemania. 

5 Historiador y crítico de gran reputación, Franz Mehring (1846-1919), devenido socialdemócrata, fue uno de los primeros comunistas alemanes. Radek menciona aquí al rey de Prusia, Federico el Grande (1712-1786) y al escritor Gotthold Lessing (1729-1781). 

6 No nos es posible precisar a qué “folleto sobre la milicia” hace alusión Radek aquí. Karl Konig, director de la Karl Marx Haus de Trèves, a quien consultamos, nos ha señalado que existen, efectivamente, tres folletos de Bebel sobre esta cuestión: Stehendes Heer oder Volkswehr (1896, 26 páginas), Nicht stehendes Heer, sondern Volkswehr (1898, 80 páginas) y Fur Volkswehr gegen Militarismus (1898, 154 páginas), así como también varios artículos. En lo concerniente a los “dos volúmenes de Schulz sobre la historia de la guerra”, siempre de acuerdo con las informaciones suministradas amablemente por el Sr. Konig, puede tratarse de la obra Blut und Eisen, Krieg und Kriegertum in alter und neuen Zeit. (2 volúmenes, 786 páginas). Gaston Moch es el autor de “El Ejército de una Democracia”. 

7 Verkhovsky, Aleksandr (1886-1941), era en 1914 coronel en el ejército zarista y se alió al Ejército Rojo en 1918. 

8 El apellido Borissov es muy difundido: se trata evidentemente de un antiguo oficial de profesión del ejército zarista ganado para el Ejército Rojo, pero no hemos podido identificarlo con precisión. 

9 Bujarin, Nikolai (1888-1938) era miembro del buró político en 1923; Obolensky, Valererian llamado Ossinsky (1887-1938), un economista, era miembro del partido desde 1907; Lomov-Oppokov, Georgi (1888-1938), miembro del partido desde 1903, era miembro del comité central; Iakovleva, Varvara (1885-1944) era miembro del partido desde 1904 y había sido miembro de la escuela de la Cheka y secretaria del partido en Moscú. 

10 Altvater, Vassili (1883-1919), contralmirante de la flota del zar; ganado por el gobierno bolchevique, había formado parte de la delegación rusa en Brest-Litovsk, luego fue comandante en jefe de la flota. 

11 Pridvorov, Efim llamado Demian Bedny (1883-1945) había sido el poeta popular de la guerra civil. Karl Moor (1853-1932), nacido en Suiza, había sido su dibujante.

Karl Rádek




Los senderos de la Revolución Rusa

El marxismo ruso, que preparó el terreno para la actividad de la clase obrera rusa al anticipar claramente las tendencias del desarrollo de Rusia a finales del siglo XIX, y al definir el rol de las diferentes clases sociales en las luchas por venir, comenzó por destruir las ilusiones de los socialistas pequeño burgueses acerca de las fuerzas motrices y la naturaleza de la Revolución Rusa. Ya en sus primeros trabajos, Plejanov demostró que Rusia tenía que transitar el camino hacia el capitalismo, y que lo estaba haciendo. Destruyó los sueños sobre la posibilidad de saltar del yugo zarista al dominio del socialismo como una ilusión perniciosa. La clase obrera, dijo, debe hacer todos los esfuerzos posibles por conquistar la democracia en Rusia, y sólo después de haberse ilustrado, organizado e iluminado, sería capaz de coronar exitosamente la lucha por el socialismo -dentro del marco del capitalismo y la democracia-. En su folleto titulado El socialismo y la lucha política, que apareció en 1881, Plejanov escribió:

"Fundir dos cuestiones tan fundamentalmente diferentes tales como el derrocamiento del absolutismo y la revolución socialista, librar la lucha revolucionaria creyendo que estos elementos del desarrollo social coincidirán en la historia de nuestro país significa posponer el advenimiento de ambos. "[2]

Mientras que establecía así el contenido burgués de la futura Revolución Rusa, explicaba al mismo tiempo que la revolución en sí misma sería en primer lugar obra de la clase obrera. "La libertad política será conquista por la clase obrera, o no será conquista en absoluto", explicaba Plejanov en el Sozialdemokrat en 1888. Los argumentos de los pioneros del marxismo ruso acerca de la Revolución Rusa dejaban entonces en claro los límites burgueses objetivos de la revolución, pero también asignaban al proletariado el rol de agencia dirigente, de ejecutor de la revolución.

Los años que precedieron el comienzo de los grandes movimientos revolucionarios de Rusia estuvieron llenos de luchas relacionadas con los métodos de trabajo del Partido Socialdemócrata revolucionario, con las tácticas del joven partido de la clase obrera que estaba en proceso de formación, y fueron también los años de lucha de la Iskra contra los "economistas"[3], que estaban ligadas a las grandes cuestiones históricas sólo de modo muy indirecto. Pero la cuestión del contenido social de la Revolución Rusa se iba a plantear nuevamente ante el partido en toda su amplitud en ocasión del nacimiento del socialismo pequeño burgués, los socialistas revolucionarios[4], y con el ascenso del movimiento liberal, fenómenos que exigieron tomar posiciones claras. En el transcurso de los años 1904-1905, cristalizaron las tendencias de los bolcheviques y los mencheviques en el seno de la socialdemocracia rusa, surgiendo precisamente en conexión con estas cuestiones. ¿Cuáles eran las diferencias entre las dos tendencias en su análisis del carácter de la Revolución Rusa y de sus fuerzas motrices? En el folleto de Lenin titulado Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática (verano de 1905), leemos lo siguiente:

"Finalmente, señalaremos que la resolución, al hacer de la implementación del programa mínimo la tarea del gobierno revolucionario provisional, elimina las ideas absurdas y semi-anarquistas sobre la implementación inmediata del programa máximo, y la conquista del poder por medio de una revolución socialista. El grado de desarrollo económico de Rusia (una condición objetiva), y el grado de conciencia de clase y organización de las amplias masas del proletariado (una condición subjetiva vinculada inseparablemente con la condición objetiva) hacen imposible la inmediata y completa emancipación de la clase obrera. Sólo las personas más ignorantes pueden cerrar sus ojos e ignorar la naturaleza burguesa de la revolución democrática que se está desarrollando en este momento; sólo los optimistas más ingenuos pueden olvidar cuán poco informadas están aún las masas obreras sobre los objetivos del socialismo y los métodos para lograrlo. Todos nosotros estamos convencidos de que la emancipación de la clase obrera debe ser conquista por la clase obrera misma; una revolución socialista queda descartada a menos que las masas adquieran conciencia de clase y se organicen, se entrenen y se eduquen por medio de la lucha de clases abierta contra la burguesía entera. En respuesta a las objeciones de los anarquistas de que estamos posponiendo la revolución socialista, decimos: no la estamos posponiendo, sino que estamos dando el primer paso que conduce hacia ella en la única forma posible, por el único sendero correcto, es decir, el sendero de una república democrática. Quienquiera que desee alcanzar el socialismo por cualquier otro sendero que no sea el de la democracia política arribará inevitablemente a conclusiones absurdas y reaccionarias, tanto en un sentido económico como político. Si cualquier obrero nos pregunta en el momento adecuado porqué no avanzamos y llevamos adelante nuestro programa máximo, debemos responderle señalando que las masas del pueblo que abrigan aspiraciones democráticas todavía están muy lejos del socialismo, que los antagonismos de clase no se han desarrollado del todo aún, y que los proletarios están muy poco organizados. ¡Organicemos a centenares de miles de obreros a lo largo y lo ancho de Rusia; conquistemos la simpatía de millones hacia nuestro programa! Tratemos de hacerlo sin limitarnos a pronunciar frases anarquistas altisonantes pero vacías, y verán ustedes de inmediato que la concreción de esa organización y la difusión de las ideas ilustradas del socialismo dependen de la conquista completa y total de las transformaciones democráticas."[5]

Este no era un pensamiento pasajero, sino que constituyó el fundamento teórico del conjunto de la posición de Lenin y los bolcheviques durante la primera revolución. ¿En qué difería entonces de la posición de los mencheviques?

Las diferencias no estuvieron claras hasta que se planteó la cuestión de determinar el rol de las clases no proletarias en la revolución, y las relaciones entre ellas. Partiendo del hecho de que la Revolución Rusa prepararía antes que nada el terreno para el libre desarrollo del capitalismo este concepto era patrimonio común de bolcheviques y mencheviques, los mencheviques arribaban a la conclusión de que el liderazgo de la revolución debía caer en manos de la burguesía. Los mencheviques combatían en forma resuelta la idea de que la clase obrera junto con el campesinado debían tomar el poder para que la revolución llevara a cabo sus objetivos democráticos burgueses. Según la concepción menchevique, el rol que la clase obrera revolucionaria y su partido debían desempeñar era el de una oposición de izquierda. Los mencheviques igualaban los esfuerzos de la clase obrera por tomar el poder junto con el campesinado al millerandismo, esto es, la participación de la socialdemocracia en gobiernos burgueses a finales del siglo XIX, y vaticinaban que cualquier intento por participar en el gobierno sería un desastre para la socialdemocracia. Por su parte, los bolcheviques demostraron que, en primer lugar, la concepción menchevique era completamente esquemática, y en segundo lugar, que ésta significaba renunciar a la victoria radical de la revolución burguesa. Del hecho de que la Revolución Rusa fuera burguesa en su contenido no se seguía en absoluto, decían, que la burguesía industrial tuviera que ser su agente. La burguesía industrial estaba totalmente comprometida con el zarismo y temía a la clase obrera en demasía como para poder situarse a la cabeza de las masas populares en la lucha contra el zarismo. Toda la historia del siglo XIX la había vuelto ya muy consciente de su antagonismo con la clase obrera. Pero había además de la burguesía industrial una clase burguesa cuyos intereses pedían a gritos la victoria de la revolución. Esta clase era el campesinado. Los bolcheviques explicaban que el campesinado tenía que luchar contra el zarismo hasta la victoria final si deseaba obtener la tierra. El campesinado es una clase burguesa. ¿Pero se trata de una clase que debía destruir el edificio del zarismo con el fin de lograr sus objetivos burgueses? Esta clase es inculta, y está comenzando a dar sus primeros pasos. La tarea de la socialdemocracia debe ser dirigir en la lucha, no sólo a la clase obrera, sino al campesinado también. Para que el trabajo de la socialdemocracia llegara a buen puerto, para que las masas del pueblo se levantaran contra el zarismo, entonces sería necesaria la creación de un gobierno revolucionario, cuya tarea sería conducir la revolución burguesa hasta el final mediante una lucha contra las fuerzas del viejo régimen que no podían ser aniquiladas de un solo golpe. Los bolcheviques consideraban la participación en este gobierno proletario revolucionario común como una garantía para la victoria de la revolución; le reprochaban a los mencheviques el querer limitarse a jugar un papel de oposición, y de abandonar a priori la dirección a manos de elementos que no querían la victoria final de la revolución, y que buscaban en cambio llegar a un entendimiento con el zarismo. Las controversias entre los mencheviques y los bolcheviques antes y durante la revolución concernían, por lo tanto, a diferentes relaciones con el campesinado por un lado, y con la burguesía liberal, por el otro. Las diferencias también planteaban la cuestión del rol de la clase obrera en la revolución, la cuestión de saber si la clase obrera debería adoptar un rol dirigente durante la revolución, o si debería dejar la dirección en manos de la burguesía.

Trotsky y Parvus[6] por un lado, y Kautsky[7] y Rosa Luxemburgo[8] por el otro, ya por entonces expresaban concepciones diferentes a las sostenidas por las dos tendencias de la socialdemocracia rusa. Empezando por Kautsky, que ahora tilda de utopistas y absurdos a todos aquellos que se atreven a dudar de la corrección de las concepciones mencheviques, esto es lo que declaraba en respuesta a preguntas formuladas por Plejanov:
"El cuestionario incluye las siguientes tres preguntas:

"1. ¿Cuál parecería ser el carácter general de la Revolución Rusa? ¿Tenemos ante nosotros una revolución burguesa o una revolución proletaria?

"2. Dados los intentos inútiles del gobierno ruso por reprimir al movimiento revolucionario, ¿qué actitud debería asumir el Partido Socialdemócrata con respecto a la democracia burguesa que está peleando por la libertad política a su manera?

"3. ¿Qué táctica debería seguir el Partido Socialdemócrata en las elecciones a la Duma, con el fin de explotar, sin violar las resoluciones de Amsterdam[9], las fuerzas de los partidos burgueses de oposición en la lucha contra el antiguo régimen?

"No me parece que podamos responder a la primera de estas preguntas sencillamente, en un sentido o en otro. La era de las revoluciones burguesas, en otras palabras, las revoluciones cuya fuerza motriz es la burguesía, se terminó, incluso en Rusia. Asimismo, en Rusia el proletariado ya no representa un apéndice y un instrumento de la burguesía, como era el caso en la revolución burguesa, sino una clase autónoma con sus propios objetivos revolucionarios. Pero allí donde el proletariado se ha presentado de esta manera, la burguesía deja de ser una clase revolucionaria. La burguesía rusa, en la medida en que por lo general sigue una política de clase autónoma y es liberal, obviamente aborrece al absolutismo, pero aborrece la revolución todavía más, y aborrece al absolutismo sobre todo porque ve en él la causa básica de la revolución; y en la medida en que reclama libertad política, lo hace sobre todo porque espera, a partir de ahí, encontrar un medio privilegiado para poner fin a la revolución.

"Por lo tanto la burguesía no forma parte de las fuerzas motrices del movimiento revolucionario genuino en Rusia, y en este sentido no podemos describir la revolución como burguesa.

"Pero no podemos en consecuencia concluir que ésta constituya un movimiento socialista. De hecho, no puede de ninguna manera conducir al proletariado al poder exclusivo, a la dictadura. El proletariado ruso es demasiado débil y no está lo suficientemente desarrollado para eso. No obstante, es muy probable que en el transcurso de la revolución el Partido Socialdemócrata conquiste la victoria, y haría muy bien en infundir en sus seguidores confianza en esta victoria, porque no se puede luchar y vencer si se renuncia a la victoria de antemano. Pero será imposible para la socialdemocracia conquistar la victoria sólo con el proletariado, sin ayuda de otra clase. Esta es la causa de que, en tanto partido victorioso, éste no será capaz, a la hora de implementar su programa, de ir más allá de lo que los intereses de la clase que apoye al proletariado le permita.
"¿Sobre qué clase, sin embargo, puede el proletariado ruso apoyarse en su lucha revolucionaria? Si nos limitamos a mirar la superficie de la política, podríamos llegar a considerar que todas las clases y todos los partidos que aspiran a la libertad política deberán sencillamente contribuir para conquistarla, y ajustar sus diferencias sólo luego de que la libertad política haya sido conquistada. Pero toda lucha política es básicamente una lucha de clases, siendo por lo tanto una lucha económica. Los intereses políticos son el resultado de los intereses económicos; es en pos de defender estos intereses que las masas populares se están sublevando, no por conquistar ideas políticas abstractas. Quienquiera que desee inspirar a las masas populares en pos de la lucha política debemos mostrarles hasta qué punto ésta está directamente vinculada con sus intereses económicos. Por lo tanto, éstos no deben ser relegados ni por un segundo para que la lucha por la libertad no sea bloqueada. La alianza del proletariado con otras clases en el transcurso de la lucha revolucionaria debe por lo tanto descansar en una comunidad de intereses económicos, para ser duradera y conducir a la victoria. La táctica de la socialdemocracia rusa debe también apoyarse en esta comunidad de intereses.

"Pero una sólida comunidad de intereses durante todo el periodo de la lucha revolucionario sólo existe entre el proletariado y el campesinado. Esta debe servir, por lo tanto, como plataforma del conjunto de la táctica revolucionaria de la socialdemocracia rusa. La cooperación con el liberalismo sólo puede tener cabida siempre y cuando no impida la cooperación con el campesinado.

"La fortaleza revolucionaria de la socialdemocracia rusa está basada en la comunidad de intereses que existe entre el proletariado industrial y el campesinado, y también allí radican sus chances de victoria, así como también los límites de sus posibilidades de sacarle provecho.

"No estaremos en condiciones de ganar tan pronto en Rusia sin los campesinos. Pero no debemos aguardar a que los campesinos se vuelvan socialistas. El socialismo sólo puede ser construido sobre la base de la gran industria, y de grandes empresas; no se lleva bien con las condiciones imperantes en la pequeña industria y en las pequeñas unidades económicas como para nacer y mantenerse en medio de una población cuya amplia mayoría es campesina. Una vez que el socialismo se haya vuelto dominante en la gran industria y en la explotación agrícola extensiva, puede, a fuerza del ejemplo, convencer a los pequeños campesinos e inducirlos a imitarlo, pero no puede originarse a partir de ellos. Y las condiciones materiales e intelectuales para esto faltan en Rusia, más que en ninguna otra parte. El comunismo de la aldea rusa está completamente atado a la tierra, y no significa en absoluto producción en común. Esta es la razón por la cual es imposible que de la moderna producción para el intercambio se pase a un modo superior de producción sobre la base de la comuna agrícola. Esta requiere como mínimo el contexto de la gran ciudad, pero los productores agrícolas rusos son absolutamente incapaces de producir a escala nacional.

"La actual revolución no haría más que conducir, en el campo, a la creación de un poderoso campesinado sobre la base de la propiedad privada de la tierra, y por lo tanto ampliaría la brecha que separa al proletariado y los sectores poseedores de la población rural, tal como sucede ya en Europa occidental. En consecuencia, parecería impensable que la actual Revolución Rusa conduzca directamente a la introducción de un modo de producción socialista, incluso si ésta condujera temporariamente a la socialdemocracia al poder.

"Pero, por supuesto, podríamos también encontrarnos con muchas sorpresas. No sabemos cuánto durará la Revolución Rusa, y por las formas que ha tomado ahora, no parece querer detenerse muy pronto. Tampoco sabemos qué influencia ejercerá ésta sobre Europa occidental y cómo fertilizará al movimiento proletario allí existente. Por último, no sabemos en absoluto cómo el éxito del proletariado de Europa occidental que resultaría de esto repercutiría sobre el proletariado ruso. Haríamos bien en familiarizarnos con la idea de que aquí estamos tocando problemas y situaciones completamente nuevas que no se ajustan a ninguno de los modelos vigentes hasta ahora.

"La mejor forma de hacerle justicia a la Revolución Rusa y a las tareas que nos plantea es no considerarla ni una revolución burguesa en el sentido tradicional de la palabra, ni tampoco una revolución socialista, sino un proceso totalmente único que podría desarrollarse tan lejos hasta rozar el límite que separa a la sociedad burguesa de la sociedad socialista, que aceleraría la disolución de la primera y prepararía la formación de la segunda, y que de todas maneras haría dar un gran salto adelante, en su desarrollo, al conjunto de la humanidad que es parte de la civilización capitalista. "[10]

Comparemos ahora estas declaraciones de Kautsky con las que concienzudamente escribió en su última elaboración: Von der Demokratie zur staatssklaverei:

"No estamos acusando a Lenin y sus compañeros de considerar al capitalismo como inevitable, dado el nivel del desarrollo de Rusia, sino de haberse dado cuenta de esto recién ahora, después de casi cuatro años de haber puesto rumbo en la dirección contraria con energía brutal, y de haber tildado de traidores y renegados a todos aquellos que tenían una comprensión cabal de lo que sucedía; pero esto no fue difícil para aquellos que tenían un entrenamiento socialista, dado que los marxistas habían reconocido y anticipado hace ya 10 años atrás que la futura Revolución Rusa sería una revolución burguesa.

"Rusia se hubiera ahorrado cuatro años de sangre, lágrimas y ruina si los bolcheviques hubieran poseído la sensatez de los mencheviques y se hubieran limitado a lo que era posible, revelando así su comprensión superior."[11]

Este honesto camarada trata que crear aquí la impresión de que él ha sido menchevique, por decirlo de alguna manera, desde el nacimiento. Pero como la cita anterior demuestra, no sólo había tomado partido firmemente por los bolcheviques en la cuestión decisiva acerca de la comprensión del rol de la burguesía en la Revolución Rusa, sino que incluso en aquellas cuestiones donde difería de los bolcheviques, fue incluso más lejos que éstos estimando que era posible pasar sin mediaciones de la Revolución Rusa a una lucha directa por el socialismo. El respetado Karl Kautsky puede aducir en su defensa que sus ideas actuales son un eco de las de Martov, pero que en 1905-1906 había adoptado como propias las de Rosa Luxemburgo.

Los argumentos de Kautsky de 1906 reflejaban una tendencia que tuvo sus representantes en la época de la primera revolución, en las figuras de Trotsky, Parvus y Rosa Luxemburgo, una tendencia que, como ya hemos dicho, estaba por fuera de las dos fracciones de la socialdemocracia rusa. Los representantes de esta tendencia señalaban que incluso aunque el campesinado representara una gran fuerza revolucionaria, que la clase obrera debía intentar desarrollar por todos los medios, y sobre la cual debía apoyarse, aquél no era capaz de adoptar una política independiente en razón de su atomización social, su dispersión y el bajo nivel de su desarrollo.

Mientras que Lenin y los bolcheviques hablaban sobre la dictadura del proletariado y el campesinado, los marxistas mencionados más arriba establecieron la fórmula de la dictadura del proletariado apoyada por el campesinado. Desde 1905 en adelante, Trotsky planteó las siguientes cuestiones en su artículo "Las perspectivas de la Revolución Rusa":[12]

"El problema en su conjunto se reduce a lo siguiente: ¿quién determinará el contenido de la política del gobierno, quien conformará dentro de él una sólida mayoría? Una cosa es que los representantes de los estratos democráticos del pueblo ingresen a un gobierno con una mayoría obrera, pero otra cosa muy diferente es que los representantes del proletariado participen en un gobierno claramente democrático burgués en calidad de rehenes más o menos honorables... Basta imaginarse un gobierno democrático revolucionario sin representantes del proletariado para percatarse inmediatamente del sinsentido que encierra una concepción semejante. La negativa de los socialdemócratas a participar en un gobierno revolucionario convertiría a tal gobierno en un imposible, y sería entonces equivalente a una traición de la revolución. Pero la participación del proletariado en un gobierno es también lo más probable objetivamente, y algo permitido en principio, sólo como partícipe dominante y en posición dirigente. Se podría describir a semejante gobierno, por supuesto, como la dictadura del proletariado y el campesinado, una dictadura del proletariado, el campesinado y la intelectualidad, o incluso un gobierno de coalición de la clase obrera y la pequeño burguesía, pero la pregunta sigue no obstante estando planteada: ¿quién va a detentar la hegemonía en el seno del gobierno mismo, y mediante ésta en el país entero?" [13]

Trotsky se inclinaba claramente en favor de la hegemonía del proletariado en el seno del gobierno, buscando demostrar que a pesar del atraso de las condiciones sociales, a pesar del bajo nivel del desarrollo capitalista en Rusia, el gobierno revolucionario se vería forzado a tomar medidas transicionales que conducirían al socialismo:

"La dominación política del proletariado es incompatible con su esclavización económica. No importa bajo qué bandera política el proletariado haya llegado al poder, está obligado a tomar el sendero de la política socialista. Sería pecar de utópicos incurables pensar que el proletariado, después de haberse elevado al dominio político por el mecanismo interno de una revolución burguesa, pueda o incluso desee, limitar su misión a la creación de condiciones democrático republicanas para la dominación social de la burguesía. El dominio político del proletariado, aunque éste sea sólo temporario, debilitará en grado extremo la resistencia del capital, que siempre requiere del apoyo del estado, y le otorgará un alcance tremendo a la lucha económica del proletariado. Los obreros no pueden más que exigir el apoyo de los huelguistas por parte del gobierno revolucionario, y un gobierno que se apoye en los obreros no podrá rehusarse a cumplir esta exigencia. Pero esto significa paralizar el efecto del ejército de reserva de mano de obra y convertir a los trabajadores en los amos, no sólo en el campo político sino también en el económico, convirtiendo así a la propiedad privada de los medios de producción en una ficción. Estas inevitables consecuencias socio-económicas de la dictadura proletaria se harán sentir muy rápidamente, mucho antes de que la democratización del sistema político haya sido culminada. La barrera entre el programa 'mínimo' y el 'máximo' desaparece inmediatamente una vez que el proletariado llega al poder."[14]

Trotsky se ve así confrontado con el problema de las relaciones existentes entre la necesidad política que él describe y el estado de la economía rusa. Y lo responde refiriéndose al muy alto grado de concentración industrial existente en Rusia, a la concentración y a la muy fuerte cohesión del joven capitalismo ruso importado desde el exterior, y a la influencia de la Revolución Rusa sobre el proletariado europeo:

"Sin el apoyo estatal directo del proletariado europeo, la clase obrera de Rusia no puede mantenerse en el poder y convertir su dominación temporal en una dictadura socialista duradera. De esto no puede haber la menor duda. Pero por otra parte, no puede haber ninguna duda de que una revolución socialista en el Oeste nos permitirá convertir, directamente, la dominación temporal de la clase obrera en una dictadura socialista."[15]

Así, para él, la Revolución Rusa es el punto de partida de la revolución proletaria europea. Concibe a la Revolución Rusa como un elemento de la revolución permanente europea.

Nos abstendremos de citar en detalle los conceptos de Rosa Luxemburgo, que apenas difieren de los de Trotsky. Nos limitaremos a añadir un punto más a la construcción de este cuadro. Rosa Luxemburgo ya se había ocupado de las perspectivas de la Revolución Rusa luego de la derrota de la revolución de 1905-1906 en un artículo en el cual ella polemizaba contra un libro del celebrado publicista menchevique, Cherevanin. [16] En este artículo, que apareció en 1908 en el órgano teórico del marxismo polaco Przeglad socjaldemokratyczny, ella defendía la tesis de que incluso las revoluciones burguesas como la Revolución Francesa, con el fin de lograr incluso sus limitados objetivos burgueses, habían tenido que ir más allá de ellos, y que cuanto más una revolución profundizaba su desarrollo, menos podía ser obligada a retroceder por una contrarrevolución.

Hemos delineado aquí las cuestiones básicas que se planteaban, ya antes y durante la primera Revolución Rusa, ante la vanguardia del proletariado ruso. Como puede verse, estas son cuestiones decisivas que hacen al destino de la Revolución Rusa actual. La revolución de 1905-1906 fue el prólogo de la revolución de 1917. Todas las clases que iban a medir sus fuerzas 12 años más tarde en otras circunstancias, ya se habían trabado en combate, y esa es la razón por la cual todas las preguntas que estamos respondiendo en la práctica en este momento, ya fueron planteadas por las acciones y la historia de la Revolución Rusa. La revolución de 1905-1906 no pudo brindar una respuesta a todas las cuestiones planteadas, en razón de que el zarismo logró, con ayuda del capital europeo, derrotar al joven proletariado y al campesinado antes de que la primera Revolución Rusa pudiera expandir su influencia internacional en forma suficiente. La primera Revolución Rusa estimuló al movimiento proletario internacional en forma extraordinaria. Colocó a la huelga de masas a la orden del día, y no es por casualidad que el folleto de Rosa Luxemburgo La huelga de masas[17], que fue escrito sobre la base de las experiencias de la Revolución Rusa, sea el primer documento internacional del movimiento comunista contemporáneo, el punto de partida de la tendencia revolucionaria de la extrema izquierda alemana.

Pero la primera Revolución Rusa brindó, en muchas maneras, una respuesta clara e inequívoca a aquellos "problemas candentes" de nuestro tiempo. Mostró de hecho que, cualesquiera que fueran los límites de la Revolución Rusa, la burguesía era ya en Rusia un factor contrarrevolucionario en la época de la primera revolución. Durante la primera revolución, de hecho, se conformó con las concesiones de palabra hechas por el zarismo, y buscó llegar a un acuerdo con él. Cuando el zarismo logró estrangular la revolución sólo con ayuda del capital europeo, cuya actitud estuvo determinada, en otras cosas, por el hecho siguiente: sabía que la burguesía no quería la caída del zarismo, a pesar de su supuesta oposición a éste. Sin embargo, los mencheviques, al vincular sus perspectivas de revolución a un nuevo resurgir de la oposición burguesa, [18] incluso después de la derrota de la primera revolución, demostraban que sufrían de ceguera política congénita. La burguesía rusa escenificó una parodia de lucha contra el zarismo en la Duma. Pero al mismo tiempo estaba nuevamente buscando llegar a un acuerdo con el zarismo sobre la base del imperialismo ruso. Peter Struve[19], el más prominente ideólogo del liberalismo ruso, se convirtió en el profeta de la Gran Rusia, y Paul Miliukov, el líder político del liberalismo ruso, se convirtió en el promotor de la política rusa en los Balcanes, la cual junto a la política alemana en Turquía condujo a la guerra de 1914.

La guerra también enterró bajo sus escombros los fingidos intentos de lucha del liberalismo. Durante la guerra de 1914-1917, los liberales iban a engrosar las filas de las fuerzas patrióticas en la guerra rusa. La revolución de 1917, que no fue más que la rebelión de las masas populares rusas contra las consecuencias devastadoras de la participación zarista en la guerra mundial, tuvieron que colocarse, desde el comienzo, en oposición a la burguesía.

Sin embargo, el rol contrarrevolucionario de la burguesía significaba que la clase obrera tenía que conducir una lucha muy dura contra la burguesía industrial con el fin de combatir al zarismo. La clase obrera tenía que luchar contra ella paso a paso, con el fin de afianzar su influencia sobre las masas semi-proletarias y pequeño burguesas. Al mismo tiempo, se reveló que la lucha del proletariado contra la burguesía se correspondía no sólo con su actitud hacia la democracia, sino que la lucha por la democracia también se desarrollaba a partir del rol social del proletariado, de su lucha contra la explotación capitalista. El proletariado ni siquiera necesitaba aventurarse más allá de los límites del programa mínimo para trabarse en lucha con la burguesía. Desde el momento en que comenzaba a luchar contra los métodos de la acumulación primitiva, que eran por entonces instrumentados en Rusia por el capitalismo, éste chocaba directamente con la burguesía. La lucha por la jornada de ocho horas (la democracia burguesa es un sinsentido si esta exigencia no es satisfecha, ya que una bestia de carga, atada desde la mañana hasta la noche a una máquina, obviamente no puede participar en la vida política), condujo después del Manifiesto de Octubre a una gran lucha entre el proletariado y la burguesía, una lucha en la cual la burguesía como clase se colocó abierta, clara e inequívocamente del lado del zarismo, al cual recurrió en busca de auxilio contra el proletariado. El antagonismo entre el proletariado y la burguesía demostró ser una de las fuerzas motrices más importantes de la Revolución Rusa.

La revolución no se impuso en forma definitiva en la aldea, pero allí socavó los cimientos del zarismo tanto como en las ciudades. En gran parte de Rusia, ésta empujó al campesinado a trabarse en una lucha armada contra la nobleza. El "gallo rojo" hizo resonar su grito sobre las tierras de los nobles que habían movilizado a todos los escorpiones del gobierno contra los campesinos. Aunque la conciencia de clase del campesinado en el ejército estaba muy poco desarrollada como para evitar que los campesinos desempeñaran el papel de verdugo con respecto a sus propios hermanos, las expediciones militares punitivas contra las aldeas minaron no obstante la vieja mentalidad del ejército, tanto como en la aldea. El zarismo comprendió mejor que los mencheviques el peligro que lo amenazaba desde el flanco campesino. El gobierno zarista, después de haber abrigado la esperanza, en la época de las elecciones para la primera Duma en 1906, de que las masas de campesinos ignorantes serían un contrapeso al voto de la ciudad, trató luego de la primera revolución de dividirlos, con el fin de apoyarse en los campesinos ricos contra los pobres, y así poder, gracias a este nuevo antagonismo en el seno del campesinado mismo, debilitar y paralizar la fuerza de sus golpes contra el estado zarista.
El nuevo factor, que los marxistas no habían anticipado, fue la forma en la cual la clase obrera se organizó como agente revolucionario. Junto a los partidos políticos y los sindicatos, surgieron los soviets en forma espontánea. Durante las jornadas de octubre de 1905, cuando el zarismo se vio sacudido hasta los cimientos por la huelga general, los soviets de algunas ciudades eran los órganos del poder, y la burguesía tuvo que capitular ante ellos en muchos lugares. Demostraron ser, en forma embrionaria, órganos de la lucha por el poder. Los marxistas explicaron su aparición por la ausencia de sindicatos sólidamente implantados en la clase obrera, de la cual se impuso la necesidad de organizaciones proletarias amplias. Incluso los marxistas rusos, para no hablar de los marxistas europeos, no se percataron que éstos eran no sólo organizaciones de lucha contra el gobierno burgués, sino que también eran el embrión de la futura organización del poder proletario. Es absolutamente llamativo que la idea de los soviets no hubo penetrado en absoluto en el universo intelectual del movimiento socialista europeo, que fue tonificado en tantos aspectos por la primera Revolución Rusa.

[2] G Plejanov, “El socialismo y la lucha política”, Obras filosóficas escogidas, volumen I, Londres, 1961, pág. 119. Radek estaba equivocado sobre la fecha de este trabajo, que fue en realidad publicado en 1883.

[3] Iskra (La Chispa) era el nombre del periódico de los socialdemócratas rusos fundado en 1900. Los economistas eran aquellos miembros del partido que querían restringir su actividad a apoyar las luchas económicas, absteniéndose de levantar consignas políticas.

[4] El Partido de los Socialistas Revolucionarios (eseristas), el principal partido de los campesinos rusos, fue fundado en 1901 por Víctor Chernov.

[5] VI Lenin, "Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática", Obras escogidas, volumen 9, Moscú, 1962, págs. 28-29.

[6] Alexander Israel Parvus (Helphand, 1867-1924) fue el primer marxista en aplicar la teoría de la revolución permanente a las condiciones concretas de Rusia a comienzos del siglo XX.

[7] Karl Kautsky (1854-1938) fue el principal teórico de la socialdemocracia alemana y la Segunda Internacional en los años previos a la primera guerra mundial.

[8] Rosa Luxemburgo (1871-1919) fue una destacada teórica del marxismo alemán y dirigente de la Spartakusbund, siendo asesinada durante la revolución alemana.

[9] El congreso de la Segunda Internacional que se reunió en Amsterdam en 1904 aprobó una resolución afirmando que los socialdemócratas "no pueden desear participar en un gobierno dentro de los límites de la sociedad burguesa".

[10] K Kautsky, "Treibkräfte und Aussichten der russischen Revolution", Neue Zeit, año 21, 1906-1907, volumen 1, nº 10, págs. 331-333.

[11] K Kautsky, Von der Demokratie zur staatssklaverei. Eine Auseinandersetzung mit Trozki, Freheit,Berlín, 1928, pág 128

[12] Que fue publicado en Moscú en 1919 en su folleto Resultados y perspectivas: sobre las fuerzas motrices de la Revolución Rusa, Sovjetski Mir ediciones. Cf. La revolución permanente, Nueva York, 1969, págs 29-122.

[13] LD Trotsky, La revolución permanente, págs. 69-70.

[14] Op cit, págs. 101-102.

[15] Op cit, pág 105.

[16] Fiodor Andreievich Cherevanin (Lipkin, 1868-1938) fue un destacado menchevique, y miembro del comité central de su partido en 1917.

[17] Rosa Luxemburgo, La huelga de masas, el partido político y los sindicatos, 1906.

[18] Cf. el artículo de Dan "Die Bedingungen der emeuten Aufschwungs der russischen Revolution", Die Neue Zeit, año 26, volumen 2, Nº 27, 1 de abril de 1908, págs. 4-10, y Nº 28, 3 de abril de 1908, págs. 49-58.

[19] Piotr Bernardovich Struve (1870-1944) fue un destacado economista ruso que comenzó como marxista y luego se afilió a los cadetes.

Karl Rádek
























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