El elegido



Soy de la fundada opinión de que la religión de Jesús y el cultivo de los estudios antiguos deben ir de la mano en la lucha contra la rudeza, de que la ignorancia que ignora del todo lo uno es la misma que la que ignora lo otro y de que, allí donde aquélla echó sus raíces, siempre se extendió también ésta.
 
Thomas Mann
El elegido, página 4
 
 
No afirmo ni por un momento que domino todas las lenguas, pero todas confluyen y se me unen en mi escribir y se vuelven una sola cosa, lengua. Pues eso es lo que ocurre: el espíritu de la narración es un espíritu independiente hasta la abstracción, cuyo medio es la lengua en sí, y como tal es la lengua misma que se erige en absoluta y no se preocupa por los idiomas ni por los dioses de la lengua de los países. Porque eso sería además politeísta y pagano. Dios es espíritu, y por encima de las lenguas está la lengua.
 
Thomas Mann
El elegido, página 7
 
 
Tiempos ha vivió un duque en Flandes y Artois cuyo nombre era Grimaldo. Su espada se llamaba Eckesachs. Su corcel castellano tenía por nombre Guverjorss.
 
Thomas Mann
El elegido, página 8
 
 
¡De qué singular manera nos mezcla la Providencia a los mortales alegría y dolor en una misma copa!
 
Thomas Mann
El elegido, página 12
 
 
 
—Pero es que queremos ser siempre pequeños aquí en la tierra. Así lo hemos concertado entre caricias. Luego, en el cielo, nos será más fácil convertirnos en angelitos. Debe de ser muy difícil volverse angelito teniendo barriga y barba y pecho cuando uno muere.
 
Thomas Mann
El elegido, página 15
 
 
¡Qué tranquilo estaría yo sin esta preocupación que yo mismo me he buscado!
 
Thomas Mann
El elegido, página 63
 
 
¡Qué veleta el corazón humano, entre el apocamiento y la arrogancia!
 
Thomas Mann
El elegido, página 67
 
 
—Estáis mintiendo —dijo con reprobación el abad—. Hablar bien no es un deber, pero decir la verdad sí lo es.
 
Thomas Mann
El elegido, página 69
 
 
—¡Oíd al gañán! —exclamaron—. ¡Menuda lengua tiene en la cabeza! ¡Qué eloquentia!
 
Thomas Mann
El elegido, página 75
 
 
 
¡Hasta dónde no llegará la charlatanería de una mujer! En cuanto se lo ha dicho a uno, al momento lo saben tres y cuatro y después todos.
 
Thomas Mann
El elegido, página 102
 
 
Grigors estaba perplejo y feliz. Claro que es monstruoso haber nacido hijo de hermanos y grave la carga de tal pecado. Pero como no produce dolor en el cuerpo, no cuesta desplazar la conciencia de ello a un segundo plano, si ayudan recompensas que le llueven a uno del cielo al hacer el descubrimiento. —Sonríes —dijo el abad—. Sonríes, a pesar de estar lloroso y pálido. Ya te dije que serían sentimientos revueltos los que tendrías al enterarte de tu condición.
 
Thomas Mann
El elegido, página 111
 
 
¿quién puede entrar en pleitos con la Providencia?
 
Thomas Mann
El elegido, página 113
 
 
«¿Qué me ha ocurrido? —se preguntó—. Ha sido una visión, la primera que la suerte me ha deparado, pues mi carácter no es propenso a tales cosas. Faltonia acostumbra a decir que soy un hombre seco, y es cierto: ella es mucho más ingeniosa que yo y estudia con filosófica audacia a Orígenes, aunque sus teorías hayan sido condenadas. Pero algo tan excepcional como esto no le ha ocurrido a ella nunca. El olor a rosas ha desaparecido ya por completo, pero mi corazón se agita aún violentamente por amor al cordero y no puedo dudar de que me ha revelado la verdad y de que realmente nos ha sido elegido un papa al que debo buscar. Debo explicárselo todo inmediatamente a Faltonia, en primer lugar para que vea de qué extraordinarias experiencias es capaz mi alma, y en segundo lugar para saber su opinión sobre las consecuencias prácticas que he de sacar de lo que he oído».
 
Thomas Mann
El elegido, página 201
 
 
—¿A quién, ¡ay!, a quién está destinado el blanco corcel, el que va sin jinete, que lleváis con vosotros? —preguntó la mujer. —Está destinado a aquél a quien el designio divino nos ha mandado venir a buscar desde la nueva Jerusalén —respondió aquél, hablando con voz aún más profunda. Es para el elegido al que buscamos por toda la cristiandad y cuyo paradero no puede estar muy lejos, según todos los indicios.
 
Thomas Mann
El elegido, página 219
 
 
—¡Dominémonos, amice! —dijo—. Éste es un gran milagro, concedo que desconcertante pero conmovedor, ante el cual a nuestro humano ingenio no le queda más remedio que abdicar.
 
Thomas Mann
El elegido, página 229
 
 
Fue una especie de santa adversidad o de calamidad, y más de una oración de las almas más débiles se elevó al cielo para que éste pusiera fin a aquello. El ánimo del cielo era, sin embargo, demasiado solemne como para poder escuchar tan nimias súplicas; pues estaba conduciendo a la silla de Pedro al hijo del oprobio, marido de su madre, yerno de su abuelo, cuñado de su padre y monstruoso hermano de sus hijos, y estaba tan conmovido por lo incomprensible del hecho, y lo comprendo, que su conmoción se convirtió en el espontáneo e impetuoso oscilar y repicar de todas las campanas de las siete parroquias.
 
Thomas Mann
El elegido, página 236
 
 
A veces la necesidad debe anteponerse a la ley.
 
Thomas Mann
El elegido, página 242
 
 
Dice el refrán: «De buen grado se escucha a quien se quiere». Y a él lo querían hasta en el país de los persas y el de los tracios, pues les gustaba escucharle. Por sus asombrosas respuestas le llamaban «El oráculo apostólico»; pero por su benignidad le habían dado el nombre de «Doctor mellifluus», es decir, «El maestro que mana miel».
 
Thomas Mann
El elegido, página 243
 
 
Pero los oscuros ojos, al mirar a la penitente, titilaron por las lágrimas, sin que su mirada perdiera la firmeza, cosa rara y bella: mirar con firmeza a través de las lágrimas.
 
Thomas Mann
El elegido, página 253
 
 
—Este oído y este corazón son firmes —respondió él—. ¡Hablad sin ambages! El papa escucha.
 
Thomas Mann
El elegido, página 2
 
 
—Ay, Grigors —respondió ella—, esta historia es tan extremada que ya no le extraña a una ni lo más extraño.
 
Thomas Mann
El elegido, página 260
 
 
¡Pasad primero diecisiete años en una peña, reducidos a erizo, y lavad heridas más de veinte años, y entonces sabréis si es cosa de broma!
 
Thomas Mann
El elegido, página 263
 
 
Es señal de inteligencia intuir en el pecador al elegido, y lo es también para el propio pecador. Pues la intuición de su elección puede honrarle y hacer que su pecaminosidad le resulte fecunda, de tal modo que le impulse a altos vuelos.
 
Thomas Mann
El elegido, página 260
 
 
El ánimo del cielo era, sin embargo, demasiado solemne como para poder escuchar tan nimias súplicas; pues estaba conduciendo a la silla de Pedro al hijo del oprobio, marido de su madre, yerno de su abuelo, cuñado de su padre y monstruoso hermano de sus hijos, y estaba tan conmovido por lo incomprensible del hecho, y lo comprendo, que su conmoción se convirtió en el espontáneo e impetuoso oscilar y repicar de todas las campanas de las siete parroquias. Pero de la magna plaga, que dio lugar a una gran demanda de algodón y, como suele ocurrir en tales casos, al acaparamiento de la mercancía por parte de los comerciantes para aumentar los precios, la populatio pudo deducir que iba a hacer su entrada un papa de extraordinaria santidad.
 
Thomas Mann
El elegido, página 260
 
 
 
 
 
 
 

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