José Antonio Rial

"La gran escuela para escribir es el periodismo. Divulgar las cosas, ponerlas al alcance de la gente y, si se puede, darles una cierta belleza con mucha claridad y transparencia: eso es un oficio difícil. Ha habido escritores que han querido aprender a escribir, como Somerset Maugham; nunca ha sido una primera figura inglesa, porque la crítica allá es terrible, pero sí muy leído. Quiso aprender a escribir. Había recibido una pequeña fortuna de su padre, alquiló una oficina y todas las mañanas iba temprano y se ponía a copiar a los clásicos. Por la tarde se iba otro par de horas a hacer lo mismo. Así, dice él, aprendió buen inglés; así se hizo un cuentista excelente y un novelista regular. Bueno, es una escuela: los clásicos. Yo no creo que copiando a los clásicos se gane mucho, no sé. Es decir, ¿cuál es nuestra escuela de escritores, dramaturgos, novelistas? La lectura. Desde luego, en las escuelas no se aprende. En las escuelas se aprende ortografía, en todo caso, y un poco de gramático. De modo que el arte de escribir se aprende leyendo."

José Antonio Rial



“La libertad es para mí un regalo mayor que un convite para un muerto de hambre.”

José Antonio Rial




"Las cartas de mi madre me hablan de resignación, y las de mi novia de esperanzas. Mi madre ha comprendido, y no me será posible volverla a engañar.
Mi novia cuenta los días y las horas que me faltan para salir de aquí. Para ella es una espera un poco más larga que las otras, cuando iba a Madrid a hacer oposiciones... ¡Qué diferencia!
Llevo seis meses y aún me faltan dos años y medio de Faro aislado. ¿Los cumpliré?...
Se dice pronto esto de "Faro aislado". Para mí lo terrible de esta palabra era la soledad, el aislamiento, la sensación del vacío en torno.
Pero lo agotador no es el aislamiento sino las ocupaciones irremediables. Si yo tuviera aquí la comida a punto, la ropa lavada y la cama hecha, pasaría los días leyendo o escribiendo, o haciendo marquetería, sin acordarme de mi soledad.
Lo que me impide olvidarla son estas ocupaciones que me acucian; esto de saber que nadie sino yo mismo ha de cuidar de mí; que no tengo en esta tierra quien se preocupe por mi vida ni por mis necesidades. Que estoy absolutamente solo frente a estas cosas inmutables que me rodean, y para las que represento tan poco como este "agua viva" encallada en el médano, que acabo de aplastar sin darme cuenta.
En los charcos que forma la alta marea el agua se va cristalizando, densa y quieta, al abrigo del aire. Lentamente se forma un reborde blanco y duro. Y el Sol sorbe todos los días un poco del agua de estas copas.
Las pescadoras raspan la sal con un cuchillo y la van amontonando aquí y allá; y la costa negra y bravía se vestía este verano con esos cándidos copos. Otra industria de las pescadoras es el marisco.
Por las rocas a flor de agua avanzan las mujeres descalzas de pie y pierna, con un leve balanceo, como si se deslizaran patinando sobre los lisos lomos de piedra cubiertos de un verdín escurridizo. Se agachan un instante a un lado, a otro, con un ágil movimiento, y van haciendo saltar las lapas, que yo procuro en vano distinguir en la superficie de la piedra enverdecida por el orín de las hierbas marinas."

José Antonio Rial
Memorias de un solitario


“No se olvida el castigo que implica prohibición absoluta, el castigo que condena a no ser, que somete a ser noche, no de estrellas, sino abismo negro sin fondo,  sin mar y sin riberas.”

José Antonio Rial



"Si me hubiera acomodado a lo que quería el doctor Núñez, es decir, que le gobernara a la gente… Era muy difícil. Gobernar a la gente significaba implantar una especie de dictadura, con castigos y expulsiones. A eso no me avine. Quizás si hubiera llegado directamente del barco, de la disciplina de a bordo, aunque fuera mercante, con aquella cosa férrea, quizás lo hubiese hecho. Pero venía de haber pasado varios años en la cárcel, que me crearon una moral de compañerismo, un sentimiento de fraternidad hacia los que estaban conmigo. Eso me impedía ejercer un mando duro, y el doctor quería un mando durísimo. Y se necesitaba, claro, un mando disciplinario, que hiciera que la gente llegara a su hora y cumpliera. Eso era difícil de conseguir."

José Antonio Rial















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