José María Requena

"La sangre suele ser caprichosa, hasta cuando, ya fuera de las venas, se agrupa en ese algo inquietante que es un cuajarón.
Se presiente allí, entre tantos y tan diversos tonos, la convivencia del sueño y del desengaño, la extraña cercanía de lo que es verdad y de lo que sólo fue posible... Muchas sangres se mezclan en semejante mundo de vida condenada al menosprecio: la sangre que desespera, junto a la que brilla como un milagro de tanto mimar los luminosos glóbulos de la fantasía... la sangre loca de las ambiciones, que se remansa en la tristeza sensata de la realidad... Y todas, todas las sangres de un cuajarón, se abrazan con desorden, gritan su verdad cuando pueden, ahora una, después otra, forcejean sus voces, logran hacerse ver y apreciar en continua rebeldía contra el tiempo, siempre fuera de programa, a saltos desde el futuro hasta el presente, qué más da, las consecuencias por delante de los motivos, el éxito que se imagina puesto por delante de la amargura que se sufre...
Menudo cuajarón esta vida, remolino de verdades y mentiras, pesadilla en la que acaso sea lo más sobrehumano el hecho de poder barajar con sabrosa desgana los naipes todos del tiempo: la angustia, con sus astillas de presente; la esperanza, con sus madejas de ingenuidad, y la memoria, igual que un saco de sorpresas perdidas, que no se resiste a ser sangre morada, vida muerta en ese universo pequeñito que viene a ser un cuajarón.
Si el personaje Goyo viviera "de verdad", o si le fuese posible fugarse alguna vez de las páginas en que su existencia ha quedado inventada, no podéis suponer hasta qué punto me gustaría dialogar con él, para que me describiera con detalle los desbarajustes misteriosos que ocurren en el tremendo encuentro de las surtidas sangres que forman parte del cuajarón.
Y hasta es muy posible que Goyo me explicara por qué me "obligó" a contar su historia con ritmo de pesadilla, regresando de sus soñadas alturas de dinero y fama a los tiempos de ambición insatisfecha, para saltar de nuevo a las raras angustias del éxito, con un desorden narrativo en el que tanto destacan los contrastes. Como ocurre en las pesadillas, igual que acontecerá siempre cuando un muchacho, sin barba todavía, se dedica a soñar despierto con lo que nunca podrá llegar a ser. Porque tamaña mezcla de fantasías y realidades se resiste a colocarse en línea desde el ayer hasta el mañana. Hierve la sangre del cuajarón y saltan los hechos y los sueños de adelante hacia atrás, y también al contrario, hasta que lo imaginado se muestra casi más verídico que el mismo jovencillo que lo soñara todo."

José María Requena
El cuajarón





Los pobres

Los pobres... ¡Qué naufragio
en playas de pan poco y de remiendo!

Se visten con la copla y no parecen
los hombres que se mueren por las manos.

Se sacan una risa del sudor
y no parecen ya penas macizas.

Se mueren pero siguen, nunca faltan,
los pobres no se acaban,
nos quedan muchos pobres hasta Dios.

Con callos preñan sombras cuando mueren
y no tienen ni rama en que criar algo de sueño.

Los pobres tienen almas de caminos
y lloran cuando sienten al caballo
bebiéndose horizontes al galope.

José María Requena


“Menudo cuajarón es esta vida, remolino de verdades y mentiras, pesadilla en la que acaso sea lo más sobrehumano el hecho de poder barajar con sabrosa desgana los naipes todos del tiempo.”

José María Requena




Para mis amigos pobres de la niñez

La vida está muy grande, amigos míos.
Nos ha crecido mucho desde el juego
y ya no cabe entera en la alegría

La sangre era distinta cuando entonces,
apenas si notaba que vivía,
estábamos en casi Dios aún
y toda la semana era domingo.

Nos fuimos a ser hombres separados,
a ser tiempo medido con distancias,
a no saber los unos de los otros
ni un poco de raíz de nuestra pena

Vinieron los oficios de mano y de cerebro
y cada amigo aquel se fue agrietando
en eso que ha de hacerse cada día
y en ese darse entero a los abriles
que legan por la sangre y se hacen hijos.

El blanco movimiento del saludo,
acaso porque yo manejo letras y creéis
que soy rico en orgullo aunque no gane
un sueldo, como Juan, por la madera
que mansa hasta la forma de una silla.
Admiro a Joselito, por los hierros
que ataca sobre el yunque como a tigres.
Me duelen los ladrillos que Agustín
levanta a pleno sol de la aspereza,
hasta una altura tal en que sus manos
parecen duras flores de otro mundo.
No olvido a los del campo,
los que inventan el pan con la tierra y la lluvia
y sudan bajo el sol, el mismo sol
que siempre está en las tardes de los niños.

La vida se ha hecho cuesta,
castigo de colegio en primavera,
y poco a poco calles y palabras
resuenan en el pecho a campanas leídas.

Acaso ser poeta será para nosotros
pretexto en que librarse de herramientas,
y no sabéis que un verso es como un hombre
que lleva dentro un niño sorprendido
de ver lo travesura que es la vida. "

José María Requena
















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