Ama a la amada
sin las obligaciones mundanas del corazón
Ámala sin sobrepasar los límites
que ese propio amor señala.
Debes amarla sin los gestos
que la tradición convoca.
La amarás omitiendo lo que ni ella
ni tú puedan comprender.
Así podrás desearla
a pesar de tu pasión
Muahmmud Ibn Al-Mahad
Debajo de la primera piel de la amada
puedes lamer con tus menguados ojos
algo apenas de la hermosura de sus huesos:
pétalos transparentes
que una suavísima sangre sostiene.
Por qué esos pétalos ahí, te preguntas.
Por qué envueltos en tan cálidas sustancias
que al igual que un mugiente cuerpo
fueron forjadas con agua y con tierra.
Te preguntas quién se abrazará
a esos pétalos blancos,
quién entre su aroma quemante
habrá de nacer y morir.
Al-Mahad escucha las voces:
para qué te exiges ahora una respuesta
si jamás pudiste contestar una sola pregunta
Muahmmud Ibn Al-Mahad
Debes amar de tu amada,
los espacios que ella extiende
entre los dos: todo puede caber ahí,
como un bosque creciendo
de una sola semilla.
Muahmmud Ibn Al-Mahad
Dentro del mundo perceptible
hay otro cosmos que se mueve
como la garra del tigre
entre las hojas que agonizan.
De igual modo la imagen
de la amada tiembla
debajo de tu piel.
Muahmmud Ibn Al-Mahad
En el Libro venido de lo alto
también está escrito el silencio
del ardor que cruza por tu pecho.
Ama a la amada con ese silencio
y el Libro tendrá
nuevas palabras para ti
Muahmmud Ibn Al-Mahad
Esta noche en mi tienda he viajado
por fuera y por dentro
de las formas tangibles de la amada.
No diré sus primeros nombres:
ella duerme ahora entre olores sosegados.
Debo, pues, callar nuevamente:
¿Qué otro modo de nombrar
al siempre Altísimo,
al que no conoce ni alturas
ni abismos?
Muhammud Ibn Al-Mahad o Al Majd
No ames a la amada
solamente con las caricias de la piel
porque entonces tu práctica de amor
obtendrá nada más
que un placer sin fe.
Muahmmud Ibn Al-Mahad
No entregues a la amada
brazaletes de cálido metal
en alabanza de sus brazos
ni collares de precio exagerado
para elogiar así su cuello
y no salgas al desierto a luchar contra el demonio
para simple halago de su ánimo.
Los bienes mundanos se desvanecen pronto
y sólo el Altísimo puede vencer
al Satán que respira en tus pulmones.
La única prueba de tu amor
eres tú mismo:
Límpiate los muslos con arena
y lava tus versos con sangre.
Muahmmud Ibn Al-Mahad
No hables de tus sufrimientos
a la amada cuando estés ebrio
de vino de palma o de cálido deseo
porque no comprenderás tus propias palabras
que también habrán de embriagarte.
Muahmmud Ibn Al-Mahad
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