Pedro Rodríguez de Campomanes

"El pentecóntoro se contaba entre las naves longas, o de guerra, que regularmente tenía cubierta. Jasón, si creemos a Plinio, que lo tomó de Filostéfano, fue el primero que navegó en nave longa. De ahí se derivaron las muchas fábulas que lo griegos introdujeron de su navegación, queriendo algunos de ellos atribuirle contra el consentimiento de todas las naciones, la gloria de inventor de la navegación. Pero del origen de ésta, y construcción antigua de naves, así onerarias o de carga, como longas o de guerra, trato con separación en mi Introducción a la historia marítima española, en que bien lejos de creer que en el Mediterráneo se inventase la navegación en alta mar por los griegos, pretendo se derivase de las Indias Orientales a los eritreos, y de estos por mar a los gaditanos, y por el corto trecho del istmo de Suez a los fenicios. Unos y otros fueron colonias de los eritreos, y propagadores de la navegación al mar interior y exterior, o sea Mediterráneo y Océano. 
Así como la primera noticia que en la historia profana hallo de grandes armamentos marítimos, es del que Semiramis hizo en la India, y refiere Herodoto, del propio modo después las noticias pertenecientes al progreso de la marina, bajan a los eritreos habitadores del seno Arábigo, y mar Rojo. Plinio asegura que ellos inventaron la navegación en maderos trabados, o balsas, y que estos leños fueron los primeros principios de la construcción de bajeles. ¿Las antiguas navegaciones de Dionisio, Liber-Pater, o Baco desde la India (que los griegos se atribuyen vanamente) no fueron precisamente desde el oriente por el cabo de Buena Esperanza al estrecho Gaditano? A lo que alude Silio Itálico, hablando de su expedición a Calpe, hoy Punta de Europa en el estrecho de Gibraltar. 
Encuentro ya por los mismos tiempos míticos o confusos de la historia fabulosa, que Vico llama heroicos, a la isla de Cádiz llamada Erythria, tomando esta colonia el nombre de los eritreos: o porque la poblaron, o porque se establecieron en ella los primeros de todos con sus antiguos habitadores indígenas, o del país. Como muchos autores no advirtieron tal origen ponían esta isla hacia el Promontorio Sacro, hoy cabo de San Vicente; otros junto a Lisboa, y alguno la hacía colocar en las Casitérides, o islas de Bayona. Pero todo inútilmente; porque desquiciadas las noticias de la verdad, no es fácil concordarlas sin encontrar aquella, que no es dificultoso muchas veces hallar al que lee antes que escribe, en cosas de nuestras antigüedades, y confronta todo lo que ha leído con el indispensable auxilio de las lenguas orientales."

Pedro Rodríguez de Campomanes y Pérez, conde de Campomanes
El periplo de Hannón




Las inscripciones componen un ramo tan considerable de la Historia, que yo no tendría reparo en compararlas con las medallas. Es cierto que éstas mantienen la efigie de los Príncipes, Princesas y grandes hombres; sus vestiduras, insignia(s) y trofeos y la mitología con todo lo ritual del paganismo, y en una palabra cuanto es capaz de representarse por el diseño y trasladarse a los venideros. Sus letreros son tan sucintos que sólo apuntan los sucesos y algunos de ellos, como son los exergos, aún no han llegado a entenderse.

Por el contrario la inscripción ya sea en el tamaño de la letra ya en la extensión de un hecho entero, le explica con tal claridad que deja satisfecha nuestra curiosidad. Tienen sus abreviaturas de letras solitarias, o sílabas interrumpidas, pero en otras están a la larga las palabras, de manera que las unas se entienden por las otras. Es tan obvia esta ventaja, que no necesita nuestras amplificaciones.

De ahí ha dimanado que varios hombres amantes de la antigüedad formasen colecciones enteras de las inscripciones principalmente romanas. Su trabajo ha sido el más noble y fatigoso para reducir a un cuerpo de obra materiales dispersos en la superficie del Orbe Romano.

No obstante, encuentro en ellos dos defectos generales que tienen trascendencia a todas estas colecciones. Uno es omitir muy de ordinario el sitio determinado en que se halló la inscripción, la forma en que se conserva, el orden de sus caracteres, la puntualidad de copiarla renglón por renglón, y prevenir todas aquellas menudencias de tamaño y adorno que afiancen la antigüedad y certeza de estos monumentos, y den luz por la topografía de su hallazgo para dar alguna combinación importante.

El otro consiste en que estos colectores no ordenaron las inscripciones ni por clases, ni por series de provincias, ni por cronología u otro sistema concertado, y que facilitase su uso, contentándose con amontonarlas en sus obras sin orden ni método.

Quédeles en hora buena la gloria de haber puesto los cimientos a este importante estudio y el reconocimiento a su afán de buscar en los libros, en  los estudios de los doctos, y en los edificios y ruinas antiguas estos fieles depósitos de los hechos antiguos, pero, imitándoles en el deseo de facilitar los progresos de los conocimientos humanos, demos un paso más adelante en el método y en la extensión deformar una colección universal de inscripciones pertenecientes a España y sus Dominios.

Yo no considero que, sin hacer agravio a la extensión erudita de V. S., sea preciso hacer un elogio de semejante estudio, cuando en las dudas de la geografía, de la historia y aun de la cronología, todos los días recurrimos a estos monumentos, de que hacemos el mayor caso, probada la verdad de ellos, para determinarlas a nuestra satisfacción.

Ni por consecuencia de esta importancia cabe duda en la necesidad de emprender esta colección, para que de esa manera tenga la Academia a mano todas las inscripciones pertenecientes a su instituto en un Cuerpo de obra y puedan los individuos consultarlas en ella para cuanto se les ofrezca.

Lo primero que se debe saber en este género es las fuentes de donde se han de sacar estos monumentos que, a mi ver, están reducidas a dos. La una es los mismos pueblos y lugares en que están fijadas, reconociéndolas y copiándolas en ellos con toda la puntualidad de letra, tamaño, distinción de renglones, estado de conservación, calibre de la piedra o metal en que esté grabada y si está esculpida o de relieve, dimensión y figura de la piedra o metal, y especie de ella, sin más prólogos ni rodeos.

Para esto sería necesario a los Académicos dispersos en las Provincias hacer encargo de que cada uno en la suya recogiese las que pudiese bajo este método, remitiéndolas por Secretaría.

Siendo inédita la inscripción, podía tener cierto premio honorario a imitación de las Cédulas de voces de la Academia Española.

La otra consiste en los colectores de inscripciones como Grutero, Rodrigo Caro, Morales, Muratori y otros muchos que hicieron particular estudio en juntar las inscripciones. Las historias de ciudades de España tienen muchas que, extractado el hallazgo de ellas y copiada la inscripción, harían un fondo muy considerable para la misma colección.

Estos extractos también se deberían encargar a los académicos de cada provincia, pues al tiempo de hacerles adquirirían noticias para cotejar estas copias de las inscripciones impresas con las mismas piedras originales.

El Sr. Dn. Pedro Villa-Cevallos n(uest)ro académico honorario en Córdoba tiene un lapidario antiguo y mucho uso en la lectura de estas inscripciones: sería muy provechoso que nos remitiese una relación y copia de las inscripciones, al tiempo que se le encargasen las del reino de Córdoba.

Mientras estas providencias daban de sí fruto, siempre sería indispensable se encargase a algún individuo de la Academia esta colección en forma de turno y trabajo ordinario, para que, leyéndose de tiempo en tiempo en la Academia, echase en ella raíces sólidas el estudio de las inscripciones, y su perfecto manejo, lectura, genio y uso.

Para que este trabajo desde luego empezase a ser ordenado, y conforme a la mente de la Academia, claro es que ésta debería fijar el método, por no duplicar tareas.

Lo primero que debería hacer a mi entender el encargado, sería formar una Biblioteca o Catálogo por orden de tiempo, de los autores propios y extraños que emprendieron colección universal o particular de inscripciones.

Lo segundo, quiénes fueron los que prescribieron reglas para ponerlas en uso, consultando el thesauro de las antigüedades griegas, y el de las romanas, y sobre todos a n(uest)ro Morales en su gran discurso de las antigüedades.

Averiguados estos dos particulares, llevaría adelantado que en cualquiera sabría los autores adonde (sic) podría recurrir para ilustrarse en la erudición y extensión de la materia, con esta prevención: dividir en las clases convenientes las inscripciones, sin exponerse a la crítica que resalta contra los anteriores colectores, pues aunque para el autor sea más dificultoso juntar los materiales que el ordenarlos, por el contrario el lector más quiere el orden, la ilustración y el juicio, que el número de las cosas.

Para que en esta materia no se reduzca esta diligencia a las inscripciones romanas como han hecho los más, teniendo por despreciables las que no fuesen romanas, o griegas, debe prevenirse, que el título de universal que se da a esta colección apela a la extensión de toda especie de inscripciones pertenecientes a España y sus Dominios, sin excepción de materia, de lengua ni de tiempo.

El orden general, que para la colección de medallas de España di por escrito al Señor Pastor, puede servir para ordenar las inscripciones en cuanto a lenguas, aunque en los ramos subalternos hay diferencias muy notables.

I. Las medallas desconocidas son las primeras58, y eso mismo sucede con las inscripciones que se hallan de iguales caracteres, y descubiertas en número  considerable, podíamos esperar de ellas más luces para averiguar nuestros orígenes por la mayor extensión de las inscripciones, según la diferencia que hemos propuesto de medallas e inscripciones. Acaso por este medio se resolverá el problema de los caracteres desconocidos de nuestros mayores, pudiendo las combinaciones tener más dilatación sobre las inscripciones, que sobre el corto recinto de las medallas.

Fenicias son rarísimas, pero yo no dudo que en España haya muchas59 habiendo aquella nación tenido un tráfico muy considerable en España con motivo de sus minas y muchas colonias; y no es posible dejasen de poner monumentos de su estad a (sic) acá, así como les dejaron en las medallas. La escasa luz que la historia nos da de estos pueblos, sólo desenterrando estos monumentos en España, y en el África, puede ilustrarse con alguna determinación. Lo exótico de sus caracteres y de las desconocidas ha desviado a los más de recogerlas, no creyendo muchos que fuesen letras, o despreciándolas por extraordinarias; privándonos por este abandono de unos auxilios que son el último recurso que nos había quedado para este ramo de historia.

Las griegas son coetáneas de las fenicias, pues zacintios, focenses y celtas en varias transmigraciones dejaron en España, e islas adyacentes, un número considerable de colonias, pudiendo decirse que con mayor razón nos debemos atribuir las costumbres de los celtas, que no los franceses, cuyos escritores parece quieren arrojar a los galos toda la antigüedad, erudición y filosofia de los celtas; pues, aunque sea cierto que esta nación tuvo colonias en Francia, fue sólo en la Galia meridional confinante a la Celtiberia de España, que por ser más poblada de estas gentes retuvo su nombre. En Estrabón se ve tan claro el origen de celtas en España, que no necesita nuestras amplificaciones.

Por las inscripciones (hasta aquí descubiertas) griegas poco sabemos, y no es a mi entender porque no las haya, sino por la incuria de no haber cundido aún el gusto de estas antiguallas a nuestros mayores, aterrados muchos de la sátira con que Saavedra en su República literaria ridiculiza a los desenterradores de antigüedades, por no decir que el poco conocimiento de la lengua griega sea la causa.

Las romanas son muy conocidas y el tratado de antigüedades del docto y diligente Ambrosio de Morales las da a conocer y distingue sus varias clases, y usos a que nos remitimos.

De los godos y suevos, también latinas, bien podría formarse otra serie muy dilatada, en la mayor parte perteneciente a nuestra religión. Sobre las de los suevos era preciso que en Galicia, Asturias y Portugal, hubiese personas  encargadas de recogerlas, y por descontado se pueden consultar los autores nacionales de aquellas provincias. Quizá por virtud de ellas podríamos suplir aquel gran espacio de silencio que se observa en la historia de los suevos, que por ninguna otra vía que de las medallas60 e inscripciones queda esperanza de remediar.

Ya conocerá cualquiera por sola esta consideración la importancia de esta colección. Dejo aparte la escasez que padece aún en lo conocido la historia de los suevos por la poca cultura y poder suyo, si alguno no quiere achacarla a la conquista de los godos, que aspirarían a borrar las memorias de aquella monarquía, y a la conquista segunda hecha por los árabes, cuyo furor y superstición no perdonaba lo más sagrado donde estaban las inscripciones, epitafios y memorias; pero en las aldeas, montes y lugares apartados del trato se reservó mucho de sus manos sacrílegas.

Los árabes dejaron en letra cúfica un número inmenso de inscripciones61. Ya tiene la Academia noticia de muchas que se han interpretado y leído en ella, y formarán una serie que dé muchas luces a la historia.

De los Reyes de Oviedo hay epitafios, e inscripciones en sepulcros, palacios, iglesias y otros edificios suyos en memoria de su piedad. Lo mismo sucede de los de León, de los Condes y Reyes sucesivos de Castilla, de Navarra, de los Condes de Barcelona, Reyes de Aragón y Portugal; por manera que una serie de epitafios e inscripciones de cada una de estas dinastías reales formaría un utilísimo y venerable depósito de nuestra historia62, encargando a los académicos de estas provincias respectivamente la colección particular.

De todas éstas fácil sería reunir la universalidad de España a que se dirige este proyecto, y que no se debe dejar de la mano, porque a mi ver es el que con más gusto y puntualidad pueden adelantar los Académicos de las Provincias, sin temor de que se obscurezca su nombre y diligencia.
Madrid y mayo 9 de 1755.

Dn. Pedro Rodríguez Campomanes

[Nota añadida.] Leí en la Academia esta Representación y se encargó al Sr. Dn. Tomás Andrés de Gús<eme>63, Académico Honorario, la formación de la Biblioteca de Autores que hicieron colección general, particular, o uso de las inscripciones, y se le mandó pasar esta representación para que con su vista expusiese lo que se le ofreciese.

Pedro Rodríguez de Campomanes




"Las ordenanzas antiguas se permiten observar, ínterin se forman las nuevas: pues aunque estén aprobadas, no prescriben contra cualquier alteración, que el tiempo aconseje hacer a mayor beneficio, y fomento legítimo de los artesanos; ni sería justo, que entretanto viviesen los oficios sin regla alguna.
Aunque a la primera vista parezca muy fácil asunto la revisión de las ordenanzas gremiales; yo entiendo, que es una de las materias más complicadas, graves, e importantes, que pueden ocurrir. Y así me ha parecido tocar este particular con separación, y de intento en este discurso: sometiendo mis reflexiones a la sabiduría del Consejo, a quien pertenece, conforme a lo dispuesto en las leyes del Reino, prescribir, adoptar, y fijar las reglas oportunas. Éstas ciertamente requieren un conocimiento fundamental de la relación de los gremios al cuerpo político del Estado; y de lo que sin perjuicio de éste, conviene ordenar respecto a cada Gremio. Estas relaciones se hallan obscurecidas, o mal observadas en las muchas ordenanzas gremiales, que he reconocido; y que no es fácil reformar, sin convenir antes en los principios fundamentales, que conducen al justo establecimiento de las comunidades de artesanos."

Pedro Rodríguez de Campomanes
Discurso sobre la educación popular de los artesanos y su fomento














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