Ferrán Torrent

"A mí ya no me interesa la política. Me interesa más el siglo XX que el XXI. Me atraen los grandes momentos, pero el día a día no me motiva. No quiero insultar a los políticos pero no me interesan. No hay grandes políticos que se carguen de decisiones en los momentos clave. A los políticos no les interesa la educación. Quieren ciudadanos incultos, fáciles de manipular."

Ferran Torrent i Llorca



"En la iglesia de san Agustín, esquina Guillem de Castro, una congregación de fieles me acompañaba en espera de que Marta, impuntual, llegara al punto de encuentro. Acababa de cumplir el precepto católico de la misa semanal y lo comentaban entre sí, como quien lo hace en Canaletas después de un partido del Barça. Yo estaba apoyado en una esquina de la iglesia, tenía uno de los pies sobre la fachada y no quitaba el ojo a los coches que se paraban en el semáforo que regulaba el tráfico procedente de la encrucijada Xátiva-Sant Vicent. Por allí, posiblemente, aparecería Marta.
Desde que el Chino me había dejado en la acera de enfrente, a la entrada del pasaje de la casa de hierro, había consumido dos carajillos de Soberano y uno de ron Negrita para combatir la humedad ambiental, esa temperatura propia de las ciudades mediterráneas. Cuando el viento soplaba mar afuera no había trapo adecuado con el que envolverte, excepto el alcohol: el mejor remedio contra los climas acuosos.
Y allí estaba yo, expuesto a las inclemencias urbanas, sin acabar de entender la paciencia que demostraba. Pasaban diez minutos de la hora convenida y sólo la protección de un corro de beatas me retuvo en la esquina. Sucedió, además, que al consultar el reloj recordé que algunos de los detalles de Marta bien valían alguna impertinencia. Como decía Trilita: «En esta vida o se tiene patrimonio o morro. Y nosotros hemos nacido pobres». La filosofía de Trili no era profunda, ni siquiera contenía pensamientos especulativos, era de aquellas funcionales, muy de la época.
Tragarme el humo de cuatro celtas seguidos me había dejado la boca intratable. Segregué saliva y lancé un escupitajo que el viento transportó hasta poco más allá del primer corro de beatas. Una de ellas, la más joven, que llevaba un peinado estilo Greta Garbo recubierto con un velo oscuro, me dirigió una mirada despectiva, pero no tanto como la que yo le devolví. Tenía toda la pinta de una soltera reumática y, francamente, la feligresa no era un cardo, pero tanta oración había terminado por darle un aire tan provocativo como el que podía ofrecer una cabra con pantys.
Volví la mirada a la puerta de la iglesia y descubrí el perfil de Marta, fular negro atado bajo la barbilla, hablando con un cura de mirada recelosa, que debía de ser, supongo, el pastor del rebaño de feligresas allí congregadas. Charlaban muy animados. Puede que él le pidiera alguna ayudita para reformas del local. Con los curas ya se sabe. Instantes después, Marta le besó respetuosamente la mano y se vino hacia la esquina, pasando por delante de mí sin decirme nada. Tuve complejo de piedra eclesiástica.
Dobló la esquina Guillem de Castro y yo la seguí, a escasa distancia, rastreando el perfume de Rochas y la devoción que exhalaba al caminar. Llevaba un abrigo marrón oscuro hasta más allá de las rodillas y no se había quitado el fular que le confería un aspecto de feligresa posmoderna. Se detuvo enfrente del aparcamiento de la delegación de hacienda y se metió dentro del BMW, lentamente, como si esperara a alguien."

Ferrán Torrent
Un negro con un saxo




"Entre nosotros dos surgió una corriente de simpatía. A medida que le iba conociendo se convirtió en mi ídolo, en mi protector, en el padre —una figura ausente, de baja por enfermedad— que tanto había echado en falta. Me atraían y todavía me atraen los tipos que vulneran las normas, los que viven al límite, los que aceptan el riesgo como parte natural de la vida, los que se lo juegan todo a una carta —incluso en el sentido metafórico de la expresión—, aquellos que, si lo pierden todo, no expresan ni una palabra de lamento, ni una queja, conscientes quizá de que la derrota es una motivación para recuperarse y el éxito un permiso para seguir recorriendo un angosto sendero flanqueado únicamente por enormes acantilados, en el que se han acostumbrado a vivir porque todo lo demás, lo que interesa a la mayoría, les aburre, les agobia hasta el extremo de anular su personalidad."

Ferrán Torrent
La vida en el abismo



"Hoy la literatura no aporta nada. Aporta en el sentido individual pero no en el sentido colectivo. Hace cien años Blasco Ibáñez podía ganar unas elecciones, pero hoy un escritor no tiene influencia social. Influencia social tienen los instagramers, youtubers, futbolistas."

Ferran Torrent i Llorca



"Ignoro si velaba nuestra ausencia o si tenía la costumbre de levantarse con las primeras luces del día. Lo cierto es que lo encontramos en el mismo lugar donde lo habíamos dejado ya no recordaba cuándo. Después, nosotros subíamos a las habitaciones de la cambra mientras él barría la calle u ordenaba la casa.
Los sábados a media mañana, Carraca venía a despertar a Tomás. Tenían que ir a Cullera, donde la empresa SOVAL tenía el almacén principal. La presencia de Tomás era imprescindible, ya que Carraca no figuraba como representante y no podía cobrar las comisiones semanales. El salario dependía de los porcentajes de las ventas efectuadas, y ellos eran los responsables de los impagados, que cada trimestre la empresa les descontaba de las correspondientes comisiones. Había, pues, que vigilar la carpeta de morosos, pero Tomás era un poco inconstante para cobrar si la reticencia del cliente le forzaba a un esfuerzo suplementario. «Toda piedra hace pared», le decía Tomás a un Carraca partidario de vender menos pero con más seguridad.
Pepín y yo bajamos de las habitaciones hacia las dos de la tarde y encontramos a Carraca y a Tomás bebiendo unas cervezas bajo el porche del patio, con el abuelo, mientras Ramonet cocinaba un all i pebre a leña y los gatos se comían los desperdicios de las anguilas."

Ferran Torrent i Llorca
Gracias por la propina



"La gente ya no se acuerda de que pasamos una pandemia. La gente se olvida de todo, si no tienes un trauma muy grande. Y lo peor de todo es que hay miles de familias que han sufrido ese trauma, que han vivido esos muertos. Sin embargo no se han exigido responsabilidades a las autoridades. A mí me parece un tema muy relevante cómo se pusieron los bares en contra de la pandemia. En Madrid, Ayuso utilizó los bares como metáfora de la vida en un ejercicio populista y tremendamente irresponsable. Si hay una guerra, tú no puedes decir el restaurante es el olvido de la guerra. La vida tiene pausas. Yo preferiría que en todos lados nos hubiéramos dado una pausa y cuando pasara todo estar más tranquilos. Con la sensación de peligro, no disfrutas. Y en los restaurantes menos. Cuando vas a comer a un restaurante quieres disfrutar, estar tranquilo, ser feliz."

Ferran Torrent i Llorca



"Las diferencias en los pueblos son más latentes que en las ciudades ya que en los primeros ha habido cambios más drásticos. Donde antes había un cine, luego hubo un parking y después un supermercado… En los pueblos se notan más los cambios arquitectónicos. En las ciudades, los cambios arquitectónicos no se ven tanto, excepto en las periferias, porque lo que es clásico se ha respetado y continúa estando ahí. Sin embargo, los cambios más importantes tanto en los pueblos como en las ciudades se observan en el paisaje humano. Han cambiado mucho las costumbres, la estética… Si quieres ver cambios coge una guía telefónica de los años sesenta y otra actual y compara la cantidad de psicólogos que había entonces y los que hay ahora."

Ferran Torrent i Llorca


"Quiso darle una sorpresa a Isabel, esperándola en la puerta de la ferretería donde trabajaba. Era cerca de la una y media de la tarde, la hora de descanso para la comida de mediodía. A menudo la llamaba la víspera de ir a la ciudad, pero esta vez, como el doctor Ferrús y los demás habían decidido su viaje ya entrada la noche, Martí prefirió no telefonear para no molestar a la madre de Isabel, una mujer de edad que se iba a la cama pronto.
La tienda en la que Isabel trabajaba era una de las ferreterías de más renombre. Tenía doce empleados en nómina, un gran almacén con todo tipo de herramientas por muy insólitas que fueran y, en la fachada, dos grandes escaparates que mostraban casi al completo la gran gama de materiales que poseían.
Isabel trabajaba de cajera. Josep Martí estaba orgulloso de ello, porque se trataba de un puesto de extrema responsabilidad. Era una gran mujer, pensó mientras la observaba, atendiendo, con la cordialidad que la distinguía, al último cliente que quedaba en el local. Una persona profesionalmente ambiciosa, dispuesta a obtener, con el esfuerzo que fuera necesario, diplomas que la acreditaran como taquígrafa o bien como contable por si surgía la oportunidad de un puesto de trabajo mejor remunerado. Él, en cambio, apenas entendía de números ni se atrevería a escribir su nombre a máquina, ni a nada que no fueran las faenas propias que había aprendido de niño. Sin embargo, tenía la seguridad de que Isabel le valoraba otras virtudes. Eran dos mundos distintos pero complementarios.
Cuando Isabel salió de la ferretería, quedó tan sorprendida por la presencia de Martí que él no supo captar su reacción. ¿Quizá no se alegraba de verlo? No, no era eso, es que no estaba acostumbrada a esta clase de sorpresas. Y, además, tenía que ir a casa sin falta: su madre probablemente a esa hora ya tendría la comida en la mesa a fin de que su hija pudiera hacer una siesta —corta— y llegar puntual al trabajo. Entonces Martí le explicó que había decidido el viaje de madrugada. Debería haber telefoneado a lo largo del día, pero, entre unas cosas y otras, se le había ido de la cabeza avisarla."

Ferran Torrent i Llorca
Gracias por la propina



"Salió del garaje municipal y atravesando el puente se metió por la Gran Vía del Marqués del Turia. A mano izquierda, al principio de la Gran Vía, observó el enorme rótulo de Bancafrans.
La Gran Vía y las calles adyacentes eran los lugares en los que la actuación de los empleados de la grúa municipal alcanzaba la máxima gloria. Y a esta dificultad se añadía ahora la ocurrencia consistorial de los contenedores de basura, que, además de la pestilencia de connotaciones eróticas con que obsequiaban al vecindario, obstaculizaban excesivamente la sufrida búsqueda de un hueco en donde dejar el llamado «utilitario». El detective repasó la Gran Vía por tres veces buscando un aparcamiento, travesía que le ofreció la oportunidad de conocer, de paso, a los muchachos de la «movida valenciana», estacionados en la plaza Cánovas: pollitos atildados con pulcritud deportiva tomaban jarras de cerveza apoyados en las carrocerías de los coches de la placita. Eran jóvenes, adolescentes no excesivamente preocupados por futuros inciertos. La movida valenciana es cosa de la Gran Vía, referente inequívoco de cualquier estupidez venida por la N—3. Todos los caminos llevan a la periferia, rumió el detective.
Butxana escupió por la ventanilla del coche; tenía la boca agria de tanto fumar. Tomó por una calle paralela y descubrió, gracias a un repartidor de butano aparcado en doble fila, cuatro metros de asfalto despoblado. Lo del repartidor era otra movida bien distinta, dedujo el detective observando la empapada piel del empleado del gas.
El hall de Bancafrans se componía de un suelo y unas paredes de mármol ligeramente oscuro con salpicaduras grises, rodeado de ficus y palmeras de plástico y con un vigilante jurado con aspecto de fisonomista de casino de juego.
La soledad del guardia estaba avalada por dos puertas automáticas, la de la calle y la de las oficinas interiores, que permanecía cerrada. Se abrió cuando el guardia se lo indicó con un gesto al empleado de la mesa de información. Una vez franqueada la puerta, terminaba la responsabilidad del vigilante.
Butxana se dirigió a información."

Ferrán Torrent
Contra las cuerdas


"Un libro te puede cambiar la vida a ti, pero la de un colectivo en absoluto."

Ferran Torrent i Llorca




"Yo como escritor me dedico a observar. Si estoy en un bar y al lado tengo una conversación, puedo escucharla y me da una imagen o una perspectiva social. No lo hago por cotillear, sino por recoger ese pálpito y ese sentir de una sociedad. Sus preocupaciones y necesidades. Especialmente ahora, en plena post-pandemia, he notado un aumento de estrés mental. Una mayor necesidad de cuidar la salud mental."

Ferran Torrent i Llorca



"Yo soy muy metódico. Lo de los escritores crápulas que se emborrachan y se drogan solo son  mentiras. Borracho no puedes escribir y drogado… bueno, drogado sí, hay gente que se ha drogado y demás. Pero es más bien al revés. Tú tienes que tener mucha salud, hacer mucho deporte para tener la mente muy despejada, trabajar por la mañana con la cabeza despejada."

Ferran Torrent i Llorca


















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