Pedro Maldonado ¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza?


¿Qué es lo que sabemos del cerebro? Lo que hemos podido aprender es, en gran medida, gracias a la neurociencia. Esta disciplina tiene por objetivo entender sus procesos biológicos. Una de las características más importantes de esta área científica radica en su carácter multidisciplinario, pues converge con la biología, la psicología, la física, las ingenierías, la bioquímica, la medicina, la computación y muchas otras disciplinas largas de enumerar. En las últimas décadas, además, la neurociencia ha suscitado gran interés debido a la importancia que nuestra sociedad le ha atribuido para entender qué es lo que ocurre en nuestros cerebros.
 
Pedro Maldonado
¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza?, página 4
 
 
En la historia de la humanidad, la idea del cerebro como un ente físico y concreto (el órgano que se encuentra en nuestras cabezas) ha sido una idea consensual y robusta desde la Antigüedad, y se ha mantenido en vigencia hasta hoy. Nadie duda de que el cerebro es el órgano físico que tenemos dentro de nuestras cabezas, y sobre eso no existe debate alguno. Sobre lo que sí hay muchísimo debate es sobre el concepto de «mente».
 
Pedro Maldonado
¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza?, página 5
 
 
 
¿CUÁL ES LA DIFERENCIA ENTRE MENTE Y CEREBRO?
 
En la historia de la humanidad, la idea del cerebro como un ente físico y concreto (el órgano que se encuentra en nuestras cabezas) ha sido una idea consensual y robusta desde la Antigüedad, y se ha mantenido en vigencia hasta hoy. Nadie duda de que el cerebro es el órgano físico que tenemos dentro de nuestras cabezas, y sobre eso no existe debate alguno. Sobre lo que sí hay muchísimo debate es sobre el concepto de «mente». La palabra mente proviene de mens, una raíz latina que significa «pensar». Es por ello que el concepto hace referencia a nuestra capacidad para elaborar pensamientos, pero también se ha extendido a nuestras experiencias perceptuales, a nuestras emociones y hasta a la consciencia. Estas experiencias no tienen una manifestación física como la que tiene el cerebro, y, por lo tanto, se ha debatido si acaso tanto este como sus manifestaciones no-físicas, es decir, la mente, son producto de un mismo fenómeno o si, más bien, se debieran separar. Aristóteles y Platón consideraban la actividad mental como manifestación del alma. René Descartes, quien fue uno de los filósofos y matemáticos más importantes de la era moderna, introdujo el dualismo mente-cerebro, y llegó a afirmar que, ambos, si bien están relacionados, existen con independencia. Descartes fue influido por la existencia de máquinas que ejecutaban acciones en apariencia humanas, pero que eran el producto de una secuencia específica de engranajes mecánicos. Este debate de la separación entre mente y cerebro no ha sido completamente zanjado. Más aún, aunque el concepto del alma no es ya parte de la discusión científica, al ser de alguna manera remplazada por el concepto de consciencia, aun cuando se mantiene activa la idea del dualismo cerebro-mente. El filósofo australiano David Chalmers argumenta que existe una brecha explicativa entre la experiencia objetiva y la subjetiva que no puede ser superada por el reduccionismo porque la consciencia sería, lógicamente, autónoma de las propiedades físicas de las cuales surge. Lo que parece ser claro desde el punto de vista de la neurociencia es que, sin el cerebro, ninguno de los fenómenos que hemos descrito podría ocurrir. Sin cerebro, no hay mente. ¿Podrá eventualmente haber mente en un sistema complejo que no sea un cerebro, como un computador sofisticado u otra máquina parecida? Esto no lo sabemos aún. Por mi parte considero que la mente no es otra cosa que el cerebro en funcionamiento o, como afirmara Carl Sagan: «Mi premisa fundamental acerca del cerebro es que sus mecanismos —lo que llamamos a veces la ‘mente’— son una consecuencia de su anatomía y la fisiología, y nada más».
 
Pedro Maldonado
¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza?, página 14
 
 
Uno de los grandes misterios de nuestro cerebro es que, donde quiera que miremos, vemos esta estructura de entramados y conexiones que tiende a ser bastante parecida en todo su largo y ancho. Es decir, la corteza que tenemos en la parte trasera de la cabeza se parece mucho al cerebro que tenemos al frente, arriba o a los lados, aunque sabemos que cada una de estas regiones participa en procesos mentales distintos. Cuando se lesiona la corteza occipital, una persona puede quedar ciega, y si se lesiona parte de la corteza lateral puede quedar sorda. Sin embargo, la estructura básica de estas cortezas es prácticamente idéntica.
 
Pedro Maldonado
¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza?, página 18
 
 
Quizás podríamos hacer un paralelo entre los cerebros y las ciudades. En distintas ciudades encontramos un centro y los suburbios. Existe en cada ciudad una plaza de armas, una iglesia principal, mercados y parques. También encontramos avenidas principales y avenidas secundarias. Aunque todas las ciudades tienen los mismos componentes, cada una de estas estructuras varía de ciudad en ciudad, aun cuando hubiesen sido construidas usando los mismos planos. Además, cada una de estas calles y avenidas puede ir variando de aspecto en el tiempo. Pues bien, los cerebros de distintas personas tienen partes gruesas muy parecidas, como la corteza cerebral, el cerebelo o el tronco encefálico, pero los detalles de las neuronas que forman parte de estas estructuras y sus conexiones pueden ser muy diferentes entre un organismo y otro. Mientras más gruesas son las características que comparemos, más similitudes encontraremos, y mientras más detalle examinemos, más diferencias se notarán. Tal y como ocurre con las calles de una ciudad, que pueden nacer, cambiar o morir, las neuronas de nuestro cerebro pasan por los mismos procesos. Es cierto que los cerebros de distintas personas pueden ser diferentes, y si bien compartimos con todo el resto de los seres humanos una estructura general con un grado de complejidad semejante, ningún cerebro es similar a otro. Esto ocurre, en parte, porque, producto de la variabilidad, nacemos con cerebros diferentes, y en parte, porque nuestro cerebro va cambiando durante la vida. Ni siquiera nuestro propio cerebro se mantiene igual por mucho tiempo. En los minutos que usted lleva leyendo este libro, su cerebro ha perdido decenas de miles de neuronas. Aunque esto parece alarmante, la muerte de neuronas y los cambios sinápticos son procesos naturales y no deterioran su capacidad mental. Buena parte de lo que aprendemos y recordamos tiene que ver, más bien, con el mantenimiento y realización de nuevas conexiones entre neuronas. Aunque como seres humanos compartimos suficiente similitud tanto corporal como cerebral —lo cual nos permite tener conductas comunes y reconocernos como grupo biológico—, en la medida que nuestros cerebros son originales e irrepetibles, en cada momento somos seres humanos únicos e irremplazables. Incluso ocurre en el caso de gemelos, los cuales, aunque son parecidos, no son idénticos en todos los aspectos. Si bien comparten los mismos genes, cuándo y cuáles de estos genes se expresan, depende de manera importante de lo que ocurre en sus vidas. Al final, hasta los gemelos presentan diferencias en sus cerebros.
 
Pedro Maldonado
¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza?, página 19
 
 
Como sucede muchísimas veces en la ciencia y en otras disciplinas, existen distintas interpretaciones en torno a un concepto, lo cual dificulta su estudio y discusión. La idea de «complejidad» es uno de estos casos. Me referiré entonces a esta como la propiedad de un sistema —en este caso el cerebro— capaz de exhibir propiedades y comportamientos que no son evidentes o no pueden deducirse a partir de la suma de sus componentes. Por tanto, el conjunto del cerebro y sus interacciones generan fenómenos (conductas) que no pueden ser descritas mirando solamente cada uno de los componentes que lo integran (neuronas). También se puede entender la complejidad como el esfuerzo que debe hacerse para describir por completo toda la estructura y función de un sistema. Bajo esta mirada, no conocemos un sistema más complejo en el universo que el cerebro humano.
 
Pedro Maldonado
¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza?, página 20
 
 
Si reuniéramos todas las especies de mamíferos, como vacas, ratones, perros, gatos, leones o ballenas, contaremos casi 6 mil especies diferentes, pero este número resulta ser ínfimo comparado con el número de especies de insectos, grupo animal que puede estar compuesta por más de 250 mil especies diferentes. Los más de 7 mil millones de seres humanos que vivimos en el planeta somos, en conjunto, menos del 0,0001 por ciento del material viviente en la Tierra. En otras palabras, somos el asombroso e infrecuente producto de un proceso biológico de creciente, pero inevitable, complejidad.
 
Pedro Maldonado
¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza?, página 22
 
 
Podemos afirmar, por tanto, que las diferentes áreas de cerebro no cumplen una única función, y que, más bien, trabajan de manera colaborativa en cada una de nuestras conductas. Incluso cuando se le pide a una persona que no haga nada, una parte significativa de la corteza cerebral muestra actividad. Todo lo que hacemos es, como vemos, el resultado de la contribución de varias áreas del cerebro, las cuales trabajan de forma incansable y cooperativa para llevar a cabo nuestras conductas y estados mentales.
 
Pedro Maldonado
¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza?, página 29
 
 
¿FUNCIONA EL CEREBRO IGUAL QUE UN COMPUTADOR?
 
Con frecuencia se hacen comparaciones entre el cerebro humano y un computador, y es que algunos piensan que la manera en que funcionan se asemeja. De hecho, es habitual referirse al cerebro en términos de computación. Expresiones como «se me borró el disco duro» o «no he procesado esos datos» sugieren que el cerebro humano y un computador tienen formas parecidas de funcionamiento. Sin embargo, existen diferencias importantes en la manera en que ambos operan. En los computadores existe una unidad central de procesamiento (CPU) que realiza una sola operación a la vez, la cual puede ser aritmética o lógica, con valores que obtiene desde el dispositivo de memoria o desde el almacenamiento. Luego vuelve a realizar otra operación siguiendo una larga secuencia determinada por el programador. Una CPU, por tanto, solo es capaz de llevar a cabo operaciones siempre en forma secuencial. Esto parece ser algo ineficiente, sin embargo, lo relevante es que hace esta operación de forma rápida, al punto de que una CPU puede hacer más de mil millones de estas operaciones en tan solo un segundo. En cambio, en el cerebro, cada una de los miles de millones de neuronas monitorea en forma continua las conexiones que recibe de otras neuronas y, según el nivel de actividad de esas conexiones, generará un pulso eléctrico que llegará a miles de otras neuronas. Expuesta la diferencia principal, cabe preguntarse por lo que resulta común a ambos. Una similitud posible es que funcionan con corriente y señales eléctricas, pero en el caso del primero, la actividad eléctrica fundamental ocurre en todas las células, mientras que, en el segundo, en un solo sitio. Podemos decir, por tanto, que en un computador el procesamiento es en serie, mientras que en el cerebro el procesamiento ocurre en paralelo. Además, en el cerebro estos fenómenos ocurren de manera más lenta, en comparación con el computador, debido a las limitaciones de nuestros sistemas biológicos. Los computadores nos ganarán siempre en velocidad, pero nuestro cerebro es de una capacidad paralela tan enorme que de ningún modo se acercan a la riqueza de su procesamiento. Quizás el lector conoce la historia del computador Big Blue, famoso por ganar una partida de ajedrez al campeón mundial Garry Kaspárov por primera vez en 1966 y luego en una revancha, ocurrida en 1997. También podrá recordar que recientemente, en 2017, otro computador le ganó en el juego de tablero GO al chino Je Kie, quien en ese momento era el mejor jugador del mundo. La habilidad de ganar en estos juegos complejos sugiere una enorme capacidad de procesamiento y los computadores utilizados, en efecto, eran máquinas enormes. Sin embargo, es importante hacer notar al mismo tiempo que esta habilidad es la única que podían llevar a cabo estos computadores, de modo que destacan, aunque en un solo aspecto. Es interesante constatar, también, que para que el computador pudiese ganar al juego del GO, la estrategia de los programadores fue simular, en ese computador, redes neuronales que eran capaces de aprender y ser entrenadas en distintos juegos. Cuando se les preguntó a los programadores del computador cómo fue posible que la máquina le hubiera ganado al campeón chino, estos no lo sabían. A diferencia de estos supercomputadores, nuestros cerebros son muy hábiles en una infinidad de distintas tareas y situaciones. Es un órgano complejo no solo por la extrema competencia que puede adquirir en una tarea, sino por la enorme riqueza y flexibilidad que despliega en situaciones nuevas.
 
Pedro Maldonado
¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza?, página 31
 
 
Déjà vu es una expresión que proviene del francés y significa «algo ya visto». Esta se refiere a cierta experiencia con la cual pareciera que hubiéramos predicho el futuro. Esta sensación la reportan más del 60 por ciento de las personas y en general es un evento mental estereotipado que no tiene consecuencias. La neurociencia ha estudiado este fenómeno y ha concluido que es una rareza inocua del proceso de memoria. Esto quiere decir que las memorias que aparecen en el déjà vu no se acompañan con detalles claros de dónde, cómo y por qué la experiencia previa ocurrió. Se ha observado mediante técnicas de imagenología que este acontecimiento activa de manera intensa las redes neuronales que participan en la memoria y en las emociones. Otra evidencia que demuestra que estos «recuerdos» son el resultado de la activación de los mecanismos de memoria del cerebro tiene que ver con que la experiencia del déjà vu puede ocurrir como consecuencia de una manipulación con drogas o a través de la estimulación eléctrica directa en algunas regiones del cerebro. También se sabe que estos ocurren preferentemente en personas que tienen entre quince y veinticinco años. A su vez, estos fenómenos mentales, cuando son frecuentes y duran mucho tiempo, tienden a estar asociados con la epilepsia del lóbulo temporal.
 
Pedro Maldonado
¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza?, página 34
 
 
 
La inteligencia es altamente valorada en nuestra sociedad. Ya sea que hablemos de inteligencia abstracta, musical o emocional, las personas que demuestran tener la habilidad de formar redes sociales, resolver problemas de matemática o ingeniería, componer música o efectuar negocios exitosos, son consideradas personas inteligentes. Ahora, independientemente del tipo de inteligencia que posea una persona, nuestros cerebros tienen una capacidad cognitiva limitada. Esto implica que la mayoría de las personas son razonablemente inteligentes en diferentes ámbitos, ya que debemos resolver problemas en un variado tipo de situaciones durante nuestra vida diaria. Dada la diversidad biológica y particularmente la plasticidad de nuestro cerebro, que permite modificar los circuitos de neuronas, algunas personas pueden mostrar una gran inteligencia en alguna dimensión de sus vidas. Esta probablemente requiere utilizar una importante cantidad de recursos cerebrales para lograr ese gran nivel, por lo que también es probable que estas personas no tengan el mismo grado de inteligencia en muchos otros aspectos de su vida. A pesar del valor y las consecuencias del impacto que tiene esta habilidad mental en contribuir a nuestras vidas y nuestra sociedad, nuestro cerebro tiene una capacidad limitada para proveernos de inteligencia. Por más que nos maravillemos de nuestras propias creaciones e ideas, siempre se encontrarán sujetas a las limitaciones biológicas y físicas de nuestro cerebro. No resulta extraño entonces que la comunidad científica tenga por objetivo la búsqueda de nuevas formas de obtener los beneficios de la inteligencia a través de sistemas mentales artificiales. Esto es lo que se conoce como Inteligencia Artificial o AI.
 
Pedro Maldonado
¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza?, página 37
 
 
Durante nuestro aprendizaje —que se extiende durante toda nuestra vida, desde que nacemos hasta que morimos—, el órgano que mayormente está involucrado en este proceso no es sino el cerebro. El aprendizaje, en términos neurocientíficos, no es otra cosa que la modificación de conexiones en nuestro cerebro. Aprender el modo en que estos procesos ocurren y cómo son modificados por diversas circunstancias resulta de especial relevancia durante la niñez y adolescencia. Este conocimiento es esencial para el diseño de políticas educativas, así como para las propuestas educativas en el aula.
 
Pedro Maldonado
¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza?, página 42
 
 
Una vez que nacemos, y durante el resto de nuestras vidas, todavía se generan algunas pocas neuronas más, pero solo en dos estructuras del cerebro. En el caso de un adulto solo se sabe que hay neurogénesis —el proceso de generación de nuevas neuronas— en el hipocampo, que es una parte del cerebro que se encuentra involucrada en el proceso de memoria, y en el bulbo olfatorio, parte del sistema neuronal que nos permite oler.
 
Pedro Maldonado
¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza?, página 43
 
 
La plasticidad es una propiedad fundamental que ha permitido al ser humano adaptarse a la enorme diversidad de circunstancias que le ha tocado vivir. Es por ello que nuestro cerebro aprende las conductas necesarias para sobrevivir en el desierto más seco y al mismo tiempo en el polo norte y por diversas etapas históricas. Nuestro cerebro es, básicamente, el mismo desde hace más de 200 mil años: una enorme red flexible de neuronas. Esta flexibilidad para generar circuitos que sirven para diferentes conductas es lo que hace en parte, a nuestro cerebro, tan especial. Asimismo, esta plasticidad se observa también en muchos otros animales, especialmente en aquellos que tienen un cerebro más parecido al de los humanos. En varios estudios con animales, donde se ha investigado y determinado la actividad de neuronas individuales en la corteza, se ha observado que la plasticidad neuronal, que se expresa como un cambio en las conexiones de las neuronas, depende de la actividad de estas.
 
Pedro Maldonado
¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza?, página 48
 
 
La plasticidad neuronal es, hemos podido apreciar, parte de lo que explica la maravillosa diversidad de talentos y habilidades que encontramos en cada uno de nosotros.
 
Pedro Maldonado
¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza?, página 51
 
 
Hoy no existe evidencia robusta que permita afirmar que es posible aprender algo durante nuestro sueño.
 
Pedro Maldonado
¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza?, página 56
 
 
LOS NEUROMITOS Y SU IMPACTO EN LA EDUCACIÓN
 
Durante los últimos cincuenta años hemos aprendido una gran cantidad de cosas acerca del cerebro, sobre todo en los últimos veinte años. Sin embargo, en contraste con la enorme información sobre la complejidad del sistema nervioso, podemos decir que todavía sabemos poco acerca de cómo ocurren los procesos en el cerebro. Una estimación respecto de lo que conocemos sobre la corteza cerebral visual primaria —que es quizá una de las estructuras del cerebro más estudiadas en el ser humano y en los animales— afirma que se conoce no más del 15 por ciento de lo que ahí ocurre. Si uno extiende esta afirmación a todo el resto del cerebro, basándose en la cantidad de estudios realizados, se puede sostener que no conocemos más del 5 por ciento de lo que ocurre en nuestro cerebro. Esto nos pone frente a un enorme desafío, pero también es una situación fértil para que afirmaciones sin fundamento o que no han sido científicamente consolidadas se establezcan como verdades colectivas. Es por ello que una afirmación que se sustente en información científica incompleta constituye la base de lo que llamamos «neuromitos». Estos son creencias erróneas o sin fundamento que relacionan hallazgos en neurociencia. La ciencia avanza a pasos pequeños y algunos descubrimientos pueden ser exagerados más allá de su interpretación adecuada o es posible encontrarse con una idea que tiene una mejor explicación por razones diferentes. Muchas de estas ideas o mitos se expanden con rapidez a la comunidad y se transforman en conocimiento robusto, cuando no lo son, considerando el desconocimiento que existe sobre los procesos del cerebro. Al divulgar hallazgos científicos a través de la prensa, muchas veces se simplifica o exagera lo informado. Los neuromitos son ideas equivocadas o infundadas sobre los procesos mentales y, por lo tanto, cuando se toman de manera literal, pueden resultar en la adopción de estrategias educativas inadecuadas con resultados inciertos. Algunos de los neuromitos que típicamente son incluidos en la sala de clase incluyen la idea de que adultos y niños usan preferentemente uno de los dos lados (hemisferios) del cerebro y que esta opción puede ser utilizada para un aprendizaje más eficiente. También se piensa que es útil enseñar a los niños según su estilo de aprendizaje, que niños y niñas aprenden de manera diferente, que hay periodos críticos para poder aprender ciertas cosas, que usamos una cantidad limitada de nuestro cerebro, que un niño puede aprender solo un idioma a la vez, o que se puede aprender mientras se duerme. Es importante destacar que la mayoría de la evidencia neurocientífica surge de experimentos controlados y limitados, y por lo tanto tiene validez solo en el ámbito del laboratorio. Para que un descubrimiento pueda ser validado en una sala de clase deben realizarse adicionalmente estudios pilotos para determinar si los mismos resultados son observables en el contexto escolar. Esto ocurre rara vez y, por tanto, estos descubrimientos no obtienen validación.
 
Pedro Maldonado
¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza?, página 57
 
 
Cada fenómeno o problema que la ciencia quiera explicar, lo debe hacer al nivel donde se ha identificado el problema. Por ejemplo, para describir las propiedades de un gas, no podemos hacerlo solo haciendo referencia a las propiedades de un átomo. En neurociencia no es posible, por ejemplo, explicar una emoción humana haciendo referencia solo a genes y proteínas. Las emociones surgen en un individuo y en un contexto condicionado por las interacciones de este con el ambiente. Una explicación de las emociones debe incluir un mecanismo que, cuando opera, da origen a la conducta que entendemos por emoción. Por supuesto, estas conductas requieren de una serie de otros fenómenos. La neurociencia, sin embargo, explica qué redes neuronales cerebrales se activan durante procesos como la atención, el aprendizaje de una tarea motora o la activación de una emoción. Sin embargo, estas explicaciones nos dicen poco sobre cómo esto se traslada a la conducta de un individuo, especialmente, en su ambiente natural. En suma, las explicaciones que se construyen en neurociencia y en el ámbito de la educación tienen validez solo en el entorno y al nivel desde donde se realizan las explicaciones.
 
Pedro Maldonado
¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza?, página 62
 
 
La neurociencia da explicaciones detalladas respecto a cómo un individuo se comporta, lo que ve o cómo se mueve, y esas explicaciones refieren a áreas específicas del cerebro, a determinadas células y genes, pero no ayudan mucho a entender cómo estas conductas son moduladas por las interacciones sociales o el medio ambiente.
 
Pedro Maldonado
¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza?, página 62
 
 
Al final, lo importante es reconocer que, debido a las limitaciones de los órganos de los sentidos y de nuestros cerebros, ni los seres humanos, ni ningún otro animal es capaz de capturar fiel y completamente el mundo físico que nos rodea. Como vemos, lo que sentimos es más bien una construcción mental que depende de cómo está hecho nuestro cerebro y de la historia de las interacciones que hayamos tenido con el mundo en el cual nos desenvolvemos. La función del cerebro no es generar una percepción fiel, sino una percepción adecuada para realizar las conductas contingentes y apropiadas para continuar vivos.
 
 
Pedro Maldonado
¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza?, página 67
 
 
Por ahora, los sueños siguen siendo un atractivo misterio para la neurociencia.
 
Pedro Maldonado
¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza?, página 71
 
 
LOS CEREBROS DE HOMBRES Y MUJERES SON DIFERENTES
 
Quizás esta afirmación no debiera sorprendernos. Muchas partes del cuerpo de hombres y mujeres muestran diferencias: tenemos distintas caderas, distintos patrones en la distribución de cabello, metabolismo, o procesos hormonales, solo por nombrar algunas características. En un hombre de peso promedio, el cerebro mide 1260 centímetros cúbicos (cc), es decir, un poco más de un litro. En una mujer con similar peso promedio, su cerebro mide 1130 cc, un 10 por ciento más pequeño. Estas diferencias que se conocen como el fenómeno de «dimorfismo sexual», ocurren también en casi todos los otros animales. Por lo tanto, es esperable que nuestro cerebro, cuya función es contribuir al equilibro fisiológico del cuerpo, también sea diferente. Diversos estudios han encontrado diferencias importantes en la morfología de los cerebros de hombres y mujeres. Es el caso de la distribución de los químicos que participan en la comunicación neuronal. El neurotransmisor conocido como serotonina es un ejemplo de ello. Al mismo tiempo, las mujeres tienden a tener, en promedio, un poco más gruesa la corteza cerebral, mientras que los hombres tienen un tamaño mayor del hipocampo. Los hombres también muestran un mayor tamaño en la amígdala, una estructura que se asocia a la conducta emocional y toma de decisiones, el estriado que participa en el aprendizaje y procesamiento de recompensa, y el tálamo que tiene participación en la actividad sensorial. Sin embargo, cuando se ajustan estas diferencias al tamaño del cuerpo, se muestran mucho más pequeñas. Una de las cosas interesantes sobre el dimorfismo sexual del cerebro es que hay mayor variabilidad en la morfología del cerebro de las mujeres que en el caso del de los hombres. Probablemente, el lector ya habrá pensado, o supuesto, de manera inconsciente, que estas diferencias en tamaño promedio necesariamente se ven reflejadas en diferencias significativas en algunas de las habilidades mentales entre hombres y mujeres. Nuestra natural inclinación a realizar esta suposición es la que da origen a algunos mitos, pero con frecuencia la evidencia nos desmiente. A pesar de estas y muchas otras diferencias, tanto bioquímicas como respecto al tamaño del cerebro y a las conexiones que existen entre las diferentes regiones de este órgano, quizás la pregunta que queremos hacernos no es tanto qué diferencias hay, sino qué es lo que implican y si se traducen en las habilidades mentales que asociamos con el concepto de inteligencia. Esta segunda pregunta es mucho más compleja de contestar. Por un lado, es cierto que existen numerosos estudios que han demostrado diferencias en habilidades entre hombres y mujeres, incluyendo visualización espacial, matemáticas, lenguaje y memoria de trabajo. No parece haber evidencia científica fuerte para concluir, sin embargo, que algunas de las diferencias en habilidades cognitivas encontradas entre hombres y mujeres impliquen de forma necesaria que personas de un sexo sean más inteligentes que las otras. En general, se encuentra una enorme superposición en las habilidades en todas las capacidades cognitivas, pero que alcanzan diferencias estadísticas en algunos rasgos, como el manejo fino de las manos o el lenguaje, donde las mujeres obtienen, en promedio, mejores puntajes que los hombres, mientras que estos últimos muestran una pequeña ventaja para el manejo de objetos en tres dimensiones o memoria de trabajo. Sin embargo, cuando se examinan habilidades cognitivas que relacionamos con la resolución de problemas como las matemáticas, estas diferencias son más difíciles de encontrar.
 
Pedro Maldonado
¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza?, página 74
 
 
Uno de los sentimientos que impacta sustancialmente a nuestra sociedad es la depresión. Este estado de ánimo, que según la Organización Muundial de la Salud afecta a más de 350 millones de personas en el mundo, inhabilita el normal funcionamiento de las personas por sentirse en tristeza constante, experimentar malestar psíquico y físico, frustración, falta de placer y falta de motivación. El origen de esta enfermedad es múltiple y se puede producir por factores biológicos, ambientales y genéticos. Típicamente esta condición se trata con una combinación de fármacos y terapia psicológica. Se cree que el estrés que generan las exigencias de la vida moderna ha disparado el índice de personas afectadas, al exacerbar el éxito y la búsqueda de la felicidad permanente. La depresión, como todas las emociones y sentimientos, es una manifestación mental. Nuestro cerebro puede, por situaciones puntuales, o que se prolongan en el tiempo, establecer un patrón de sentimientos que pueden impulsar nuestras vidas, o trastocarlas con estados mentales debilitantes y paralizantes, como la depresión. Esta condición recibe hoy gran ayuda de la psiquiatría y la psicología, pero quizás también habría que ver cuáles son los roles y expectativas que nuestra sociedad tiene de nosotros y que podrían contribuir a fomentarla.
 
Pedro Maldonado
¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza?, página 79
 
 
 
La telepatía proviene de una raíz griega que significa «comunicación a distancia». ¿Qué puede decir la neurociencia moderna de la telepatía, es decir, de la habilidad de comunicarse a distancia sin que esto ocurra a través de nuestros sentidos? Daré una vuelta larga para responder esta pregunta porque es una buena oportunidad para aclarar cómo se establecen las verdades científicas. En neurociencia, así como en el resto de las ciencias, las verdades surgen o se establecen por un criterio de validación, que, en este caso, es el método científico. Bajo este método, una afirmación se convierte en verdad científica cuando se cumplen cuatro reglas. La primera establece que una persona debe explicar el fenómeno a observar, es decir, debe escribir una «receta» para que cualquier persona pueda observar el fenómeno que se desea entender. Si se tiene un reporte anecdótico o no se puede reproducir, un fenómeno pasa a ser excluido de cualquier explicación científica. Un segundo paso que deben cumplir las verdades científicas es proponer un mecanismo, es decir, una serie de relaciones entre elementos conocidos que puedan explicar cómo ocurre este fenómeno. Esto es lo que en general llamamos hipótesis. En tercer lugar, es importante establecer cuáles son las consecuencias que tiene este mecanismo. El último paso del método científico implica que los fenómenos predichos por la hipótesis se comprueben u observen. Al completarse este último paso, la explicación o hipótesis que hemos planteado es, científicamente, una verdad. Dicho esto, el problema con la telepatía y otros fenómenos de la misma clase que conocemos como «paranormales», es que no han podido cumplir con ninguno de estos pasos. De hecho, ni siquiera han podido cumplir con el primero, que es mostrar una manera de reproducir la telepatía de una forma en que cualquier persona la pueda observar. Sin este paso, no es posible hacer exploraciones adicionales y, por lo tanto, estos fenómenos quedan sin explicación científica. En el fondo, a pesar de numerosos y repetidos intentos de encontrar evidencia científica para la telepatía, nadie ha podido mostrar esta actividad de forma sistemática y repetible. Por lo tanto, para la ciencia, el fenómeno de la telepatía y sus análogos no existen como hechos científicos.
 
Pedro Maldonado
¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza?, página 85
 
 
En 2012, se realizó en Inglaterra una conferencia sobre consciencia que buscaba honrar al descubridor de la estructura del ADN y ganador de un Premio Nobel, Francis Crick. Ahí se presentó la Declaración de Cambridge sobre la Consciencia,28 donde se sostuvo lo siguiente: Decidimos llegar a un consenso y hacer una declaración para el público que no es científico. Es obvio, para todos en este salón, que los animales tienen consciencia, pero no es obvio para el resto del mundo. No es obvio para el resto.
 
Pedro Maldonado
¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza?, página 91
 
 
Estudios realizados en pacientes mientras están inconscientes por anestesia, demuestran que la corteza cerebral está involucrada de manera muy importante en poder generar la consciencia. Siendo los humanos los animales con la mayor cantidad comparativa de corteza, quizás somos los animales con la consciencia más compleja. Por otro lado, hay que hacer notar que la ausencia de corteza en algunos animales no necesariamente implica falta de consciencia, por lo que podemos inferir que los otros animales, además de los humanos, podrían, en principio, experimentar también estados de consciencia. Este hecho ha llevado a grupos de neurocientíficos a declarar que el ser humano no es el único animal capaz de tener consciencia. En 2012, se realizó en Inglaterra una conferencia sobre consciencia que buscaba honrar al descubridor de la estructura del ADN y ganador de un Premio Nobel, Francis Crick. Ahí se presentó la Declaración de Cambridge sobre la Consciencia,28 donde se sostuvo lo siguiente: Decidimos llegar a un consenso y hacer una declaración para el público que no es científico. Es obvio, para todos en este salón, que los animales tienen consciencia, pero no es obvio para el resto del mundo. No es obvio para el resto del mundo occidental ni el lejano Oriente. No es algo obvio para la sociedad. De manera consecuente, el grueso de la evidencia indica que los humanos no somos los únicos en poseer la base neurológica que da lugar a la consciencia. Los animales no humanos, incluyendo a los mamíferos y pájaros, y otras muchas criaturas, como los pulpos, también poseen estos sustratos neurológicos.
 
Pedro Maldonado
¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza?, página 91
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

No hay comentarios: