Richard Powers



¿Si nunca oyéramos nada? ¿Nunca jamás, quieres decir? Asentí para alentar a mi científico: no hay prisa.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 3
 
 
Nunca creí en los diagnósticos que los médicos le dieron a mi hijo. Cuando un trastorno recibe tres nombres diferentes a lo largo de las décadas, cuando hacen falta dos subcategorías para abarcar síntomas completamente contradictorios, cuando, al cabo de una generación, de inexistente pasa a ser el trastorno infantil más diagnosticado en todo el país, cuando dos médicos diferentes quieren prescribir tres medicaciones distintas, ahí falla algo.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 5
 
 
En las noches complicadas, cuando Robin se venía a mi cama, ocupaba el lado más alejado de los infinitos horrores que acechaban tras la ventana (su madre también quiso siempre el lado seguro). Soñaba despierto, tenía problemas con los plazos y, sí, se negaba a concentrarse en algo que no le interesase. Sin embargo, nunca estaba inquieto ni corría de un lado para otro ni hablaba sin cesar. Y podía quedarse inmóvil durante horas con las cosas que le gustaban. ¿Quién me explica en qué déficit encajaba todo eso? ¿Qué trastorno lo explicaba? Las propuestas fueron numerosas, incluyendo síndromes relacionados con los millones de litros de toxinas con las que rociaban las reservas de alimentos del país. Su segundo pediatra se empeñó en colocar a Robin «en el espectro». Me dieron ganas de decirle que todos los seres vivos de este planeta pequeño y fortuito estaban en el espectro. En eso consiste, precisamente, un espectro. Me dieron ganas de decirle que la vida por sí misma es un trastorno del espectro donde cada uno de nosotros vibramos en una frecuencia única en un arcoíris continuo. Luego me dieron ganas de pegarle. Supongo que para eso también hay un nombre. Por raro que parezca, esa compulsión para diagnosticar a la gente carece de nombre en el SDM.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 6
 
 
 
 
Al ver que la medicina le fallaba a mi hijo, desarrollé una teoría un tanto peregrina: la vida es algo que tenemos que dejar de corregir. Mi niño era un universo de bolsillo que yo jamás sondearía. Cada uno de nosotros somos un experimento y ni siquiera sabemos qué pretende demostrar.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 7
 
 
¿Papá? Con todos esos lugares donde vivir, ¿cómo es que no hay nadie en ningún sitio?
 
Richard Powers
Desconcierto, página 10
 
 
Yo no sabía ser padre. La mayoría de las veces, me limitaba a imitar lo que ella hacía antes. En un solo día cometía suficientes errores como para marcarlo de por vida. Mi única esperanza era que, de algún modo, esas equivocaciones se compensaran entre ellas.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 14
 
 

—¡Oiga, señor! Casi se nos olvida. «Que todos los seres vivos…»
«… se liberen del sufrimiento innecesario.» ¿De dónde viene eso, por cierto? Antes de mamá, quiero decir.
Se lo conté. Venía del budismo, los Cuatro Inconmensurables.
—Hay cuatro actitudes que merece la pena practicar. Ser amable con todos los seres vivos; permanecer sereno y en calma; sentir felicidad por cualquier criatura que esté feliz en cualquier lugar, y recordar que todo sufrimiento es también tuyo.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 26
 
 
Una de las soluciones de la paradoja de Fermi era tan extraña que nunca me atreví a explicársela a Robin. Habría tenido pesadillas durante meses. Mil billones de conexiones neuronales yacían a mi lado sobre la almohada inflable: una sinapsis por cada estrella que hubiera en dos mil quinientas Vías Lácteas. Demasiadas posibilidades de recalentamiento.
Y esta es la solución que nunca le expliqué: pongamos que es fácil que la vida se active a partir de la nada. Pongamos que surgiera en todos y cada uno de los rincones de la extensión cósmica, miles de millones de años antes de que apareciera la Tierra. Más tarde, la vida se desarrolló aquí, cuando el planeta se estabilizó, a partir de la misma materia que ya existía en el resto del universo.
Y supongamos que durante eones se desarrollaron incontables millones de civilizaciones, muchas de ellas durante el tiempo suficiente como para conseguir aventurarse en el espacio. Las criaturas espaciales se encontraron, se unieron y pusieron en común su conocimiento, de tal modo que la tecnología se aceleraba con cada nuevo contacto. Construyeron unas grandes esferas recolectoras de energía que contenían soles enteros y que hacían funcionar ordenadores del tamaño de un sistema solar. Aprovecharon la energía de los quásares y de las explosiones de rayos gamma. Llenaron las galaxias, del mismo modo que nosotros una vez nos extendimos por los continentes. Aprendieron a fabricar el tejido de la realidad.
Y cuando este consorcio dominó todas las leyes del tiempo y el espacio, se sumieron en la tristeza de la culminación. La Inteligencia absoluta se rindió a la nostalgia por la vida errática y salvaje de sus orígenes perdidos. Para consolarse, crearon algunos divertimentos: innumerables planetas aislados donde la vida podría evolucionar de nuevo en su estado prístino.
Imaginemos entonces que la vida en uno de esos terrarios evoluciona hasta dar lugar a unas criaturas con un número de sinapsis dos mil quinientas veces superior a la cantidad de estrellas de la galaxia. Incluso con ese cerebro, esas criaturas tardarían milenios en descubrir que están aprisionadas para siempre en una naturaleza simulada, que miran hacia un firmamento virtual, atrapadas en la infancia, solas.
En el catálogo de soluciones de la paradoja de Fermi esto se denomina hipótesis del zoológico. Los zoos incomodaban mucho a Robin. Él no soportaba ver encerrados a los seres vivos.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 32
 
 
—Robbie, escucha. Imagina que la Matriz de Telescopios Allen convoca mañana una rueda de prensa para anunciar que hay pruebas irrefutables de que existen extraterrestres inteligentes.
Papá.
—Sería el día más emocionante de la Tierra. Ese anuncio lo cambiaría todo.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 37
 
 
Con el tiempo, se superan todas las creencias. La primera lección del universo es no razonar nunca a partir de un único ejemplo. A menos que solo tengas un ejemplo. En ese caso, tienes que encontrar otro.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 38
 
 
—La vida puede alimentarse de cualquier cosa —le recordé—. La luz es solo una de ellas.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 28
 
 
Y eso hacíamos precisamente los terrícolas: inventar. Inventábamos cosas y luego las demostrábamos para que todo el universo las viera.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 39
 
 
En su imaginación había dos tipos de asombro: el que se produce al salir de la luz y el resultante de entrar en ella.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 43
 
 
La conexión entre nosotros era irregular pero práctica. Yo le proporcionaba vigor y alimentaba su curiosidad. Ella a mí, optimismo y ganas de comer, aunque todo vegetal. De eso se trata: tiras los dados y descubres que tu vida está catalizada por otra persona, por alguien que, diez minutos más tarde o tres asientos más allá, en otra pantalla de ordenador, no habría sido más que una señal no detectada del espacio sideral.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 50
 
 
Alyssa terminó. Su conclusión fue magnífica. Siempre clavaba el final. Dijo que ese proyecto de ley restauraría la tradición y la dignidad de la caza. Dijo que el noventa y ocho por ciento del peso de los animales que vivían en la Tierra correspondía a la especie Homo sapiens o estaba destinado a la producción industrial de alimento. Solo el dos por ciento permanecía en estado salvaje. ¿No necesitaban un respiro los pocos seres silvestres que quedaban? Sus palabras finales volvieron a ponerme la piel de gallina. Me acordé de cuando las redactó, de las semanas que tardó en preparar el discurso. Las criaturas de este estado no nos pertenecen. Somos los encargados de su custodia. Los primeros habitantes de este lugar fueron muy conscientes de algo: todos los animales son nuestros parientes. Nuestros antepasados y nuestros descendientes observan nuestra labor. Hagamos que se sientan orgullosos.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 56
 
 
¿A qué se refería con que nuestros antepasados nos observan?
—Y nuestros descendientes. Es solo una expresión. Como decir que la historia nos juzgará.
¿Y qué?
—Qué de qué.
Que si la historia nos va a juzgar.
Tuve que pensarlo.
—Bueno, en eso consiste la historia, supongo.
¿Y los ancestros?
—¿Si nos observan? Es una figura retórica, Robbie.
Cuando mamá dijo eso, me los imaginé a todos juntos en uno de tus exoplanetas. El Trappist no sé qué. Con un gran telescopio. Y nos observaban para ver si lo hacíamos bien.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 57
 
 
¿El dos por ciento, papá?, gruñó como un tejón acorralado. ¿Solo el dos por ciento de los animales son salvajes? ¿Todo lo demás son vacas y pollos industriales y nosotros?
—Robbie, no me chilles, por favor.
¿Es eso verdad? 
 
Richard Powers
Desconcierto, página 60
 
 
Otro planeta, papá. Por favor.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 60
 
 
Tienen mucho en común, la astronomía y la infancia. Ambas son viajes por enormes distancias. Ambas buscan realidades fuera de su alcance. Ambas teorizan mucho y dejan que las posibilidades se multipliquen sin límites. Ambas quedan desfasadas cada pocas semanas. Ambas funcionan a partir de la ignorancia. Ambas se envuelven de misterio con el tiempo. Ambas comienzan una y otra vez.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 62
 
 
Por eso el universo es tan silencioso, papá. Todos se esconden. Bueno, todos los listos.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 135
 
 
La Tierra tenía dos tipos de personas: las que eran capaces de hacer cálculos y dejarse guiar por la ciencia y las que vivían más felices con sus propias certezas. Pero en el fondo, en la práctica diaria, independientemente del colegio al que asistiéramos, todos vivíamos como si mañana fuera un clon de hoy.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 160
 
 
¿A que sí? Es algo así. El antiguo Robin estaría: ¡Buaaah! Señaló el techo. El nuevo Robin observa el experimento desde ahí arriba.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 165
 
 
us ojos rehuyeron los míos y fue entonces cuando me di cuenta. Todo mi programa de ignorancia deliberada se desmoronó y dejó al descubierto una verdad que se escondía bajo la sospecha que siempre albergué. No se trataba solo de mi inseguridad insondable: nunca llegué a conocer a la que fue mi mujer durante doce años. Ella era un planeta único.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 169
 
 
Durante ocho años, fabriqué mundos y generé atmósferas vivas que poco a poco conformaron algo que mis compañeros astrobiólogos denominaron la Guía de campo extraterrestre de Byrne. Era, a grandes rasgos, un catálogo taxonómico formado por toda clase de firmas espectroscópicas cotejadas con las fases y los posibles tipos de vida extraterrestre que podían haberlas generado. Para poner a prueba mis modelos, miraba la Tierra desde lejos. Veía nuestra atmósfera como píxeles de luz pálidos y borrosos reflejados por la luna. Añadía esos píxeles a mis simulaciones; las líneas negras escritas en sus espectros señalaban la validez de mis modelos en desarrollo y me ayudaban a retocarlos.
Pero el trabajo de mi vida había entrado en un circuito de espera. Como cientos de compañeros investigadores, aguardaba datos, datos reales de mundos reales, del «exterior». La humanidad había dado el primer paso para descubrir si el cosmos respiraba. Pero ese paso se había quedado suspendido en el aire.
El éxito del telescopio espacial Kepler fue mayor de lo que habíamos soñado. Apuntara donde apuntara, llenaba el espacio de nuevos planetas. Miles de esos candidatos a mundo esperaban confirmación, pero no había suficientes investigadores para ello. Ahora sabíamos que las Tierras eran abundantes. Había más de las que nos habíamos atrevido a esperar y estaban más cerca de lo que creíamos.
Pero el Kepler nunca vio un solo planeta de manera directa. Lanzaba una amplia red en busca del sol más débil que cupiera imaginar, a muchos pársecs de distancia, y concentraba esa luz con una precisión de un par de docenas de partes por millón. Los descensos infinitesimales del brillo de las estrellas delataban la existencia de los planetas invisibles que pasaban por delante de ellas. Es algo que aún me asombra, como ver una polilla que camina despacio por delante de una farola desde cincuenta mil kilómetros de distancia.
Pero el Kepler no podía proporcionarme lo que yo quería: la certeza, sin lugar a dudas, de que allí arriba había otro mundo vivo. No sé por qué significaba tanto para mí, cuando dejaba indiferente a tanta gente. Ni siquiera a mi mujer le importaba demasiado. Pero a Robbie sí.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 170
 
 
Para saber con seguridad si un planeta respiraba, necesitábamos imágenes infrarrojas directas lo bastante precisas como para producir una huella espectral de su atmósfera. Teníamos la capacidad de obtenerlas.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 171
 
 
A estas alturas de la historia mundial, todo era mercadotecnia. Las universidades tenían que crear su marca. Todas las obras benéficas debían anunciarse a bombo y platillo. La amistad ahora se medía en publicaciones compartidas, cantidad de me gusta y enlaces. Poetas y curas, filósofos y padres de niños pequeños: todos formábamos parte de un bullicio interminable. Y por supuesto, la ciencia tenía que publicitarse. Digamos que esta era mi graduación tardía en la inocencia.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 177
 
 
—¿Qué tal va la vida en el Misisipi?
Se sirvió un poco de sopa de tomate desde lejos.
No muy bien, la verdad.
—A ver. Cuéntame.
Pues va bastante mal, papá. ¿Estás seguro de que quieres que te lo cuente?
—Lo soportaré.
No sé por dónde empezar. Más de la mitad de las aves migratorias usan el río, pero ahora no pueden porque están perdiendo su hábitat. ¿Lo sabías? Los productos químicos que los agricultores vierten en sus tierras van a parar al río y eso hace que los anfibios se conviertan en mutantes. Y también las medicinas que la gente mea y caga por el váter. Los peces están totalmente drogados. ¡La gente ya ni siquiera se puede bañar en el río! ¿Y la desembocadura? Miles de kilómetros cuadrados de tierra muerta.
Al verle la cara me arrepentí de haberle dado mi contraseña. ¿Cómo lo hacían los profesores de verdad? ¿Cómo dirigían excursiones por el río sin falsear datos ni ignorar lo obvio? El mundo se había convertido en un lugar cuyo descubrimiento debía estar vetado para los niños en edad escolar.
Apoyó la barbilla en el brazo que tenía sobre la mesa.
No lo he comprobado, ¿vale?, pero es probable que haya otros ríos igual de mal.
Rodeé la mesa y me quedé de pie junto a su silla. Estiré los brazos para agarrarle los hombros. No levantó la vista.
¿La gente lo sabe?
—Yo creo que sí. La mayoría.
¿Y no lo arreglan porque…?
La respuesta acostumbrada —los aspectos económicos— era demencial. En el colegio me faltó por aprender algo esencial. Aún no lo había aprendido. Le acaricié la coronilla. En algún lugar por debajo de mis dedos en movimiento estaban aquellas células que las sesiones habían reorganizado.
—No sé qué decir, Robin. Ojalá lo supiera.
Sin mirar, levantó el brazo para agarrarme la mano.
No pasa nada, papá. No es culpa tuya.
Yo estaba bastante seguro de que se equivocaba.
Somos solo un experimento, ¿verdad? Y tú siempre dices que un experimento con un resultado negativo no es un experimento fallido.
—Cierto —reconocí—. Se puede aprender un montón de los resultados negativos.
Se levantó lleno de energía, listo para terminar su proyecto.
No te preocupes, papá. Puede que nosotros no lo resolvamos. Pero la Tierra lo arreglará.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 180
 
 
Todo el mundo está destrozado, le dice a la periodista.
Están en la playa, sentados en un kayak volcado mientras observan los colores que lanza el sol de poniente. Dos barcos a toda vela casi se rozan de regreso a los muelles antes de que se vaya la luz.
Por eso destrozamos el planeta.
—¿Lo estamos destrozando?
Pero fingimos que no nos damos cuenta, como usted ahora. La vergüenza en el rostro de la mujer solo se percibe en un fotograma. Todo el mundo sabe lo que sucede. Pero todos miramos hacia otro lado.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 190
 
 
Ya sabes que la gente a veces se preocupa: ¿estará esta persona enfadada conmigo? Bueno, pues si alguna vez alguien se lo pregunta, yo estoy en paz con el mundo entero.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 210
 
 
—Disculpen, lamento interrumpir su desayuno —dijo mirando a Robin—. ¿Eres… el niño ese…? El que salía en ese vídeo tan bonito.
Antes de que yo le preguntara qué quería, mi hijo se deshizo en una sonrisa.
Es posible, sí.
La mujer dio un paso atrás.
—Lo sabía. Tienes algo especial. ¡Eres increíble!
Todo el mundo es increíble, dijo.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 210
 
 
¿Crees que algún extraterrestre habrá encontrado un sistema mejor que la democracia?
—Bueno, eso de «mejor» seguro que se interpreta de distintas formas en cada planeta.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 215
 
 
 
Todo se ve distinto en los distintos planetas. Por eso necesitamos encontrarlos.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 215
 
 
Los policías nos observaron mientras estirábamos, sacudíamos y enrollábamos la pancarta en medio de la ventolera. Supongo que ustedes ahora estarán tristes, le dijo Robin a Juffers. Es una época triste para vivir.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 220
 
 
—La ausencia de prueba no es prueba de ausencia.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 225
 
 
¿Cómo vamos a conocer a los extraterrestres si ni siquiera conocemos a los pájaros?
 
Richard Powers
Desconcierto, página 226
 
 
La vida es una máquina de homeostasis.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 231
 
 
Papá, si te fueras al mar o a la guerra, si te pasara algo, si te murieras… Me quedaría quieto y pensaría en el movimiento de tus manos al andar; así seguirías presente.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 232
 

 
Léeme el poema favorito de Chester. Me eché a reír. Me dio pataditas en las espinillas. En serio.
—No estoy seguro de cuál era su favorito. ¿Te leo el favorito de mamá?
Ni siquiera se molestó en encogerse de hombros, tan solo volteó un poco las manos. Le leí «Plegaria por mi hija». Puede que no fuera el favorito de Aly. Puede que solo fuera el único poema que recordaba que ella me hubiera leído. Es un poema largo. Me resultó largo entonces, con treinta y tantos años. A Robin tuvo que parecerle interminable. Sin embargo, permaneció inmóvil y a la espera. Aún le quedaba algo de concentración. Me sentí tentado de saltarme el final, pero no quise que veinte años más tarde mi hijo descubriera que lo había engañado. Me mantuve firme hasta la novena estrofa. Esa la leí con largas pausas.
 
Teniendo en cuenta, el odio desterrado,
que el alma recupera su inocencia,
y aprende al fin que a sí misma se agrada
y se asusta o calma, y es su voluntad
la voluntad del Cielo,
que pueda, aunque todos se enfurezcan,
y brame cada punto cardinal,
o revienten los fuelles, ser feliz.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 235
 
 
¿Cuánto tiempo hará falta para que encontréis a los hombrecillos verdes?
—Muy poco —le dije a Aly—. Lo más probable es que no sean hombres. Y que tampoco sean verdes. Pero los dos lo veremos.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 255
 
 
Me dio un golpecito con el hombro. Entonces, ¿hay miles de millones de estrellas en la Vía Láctea?
Ese niño hacía del mundo un buen lugar para mí.
—Cientos de miles de millones.
¿Y cuántas galaxias hay en el universo?
Le di con el hombro en la espalda.
—Tiene gracia que lo preguntes. Un equipo británico acaba de publicar un artículo que dice que podría haber dos billones. ¡Diez veces más de lo que pensábamos!
Asintió en la oscuridad, reafirmado. Trazó una pregunta por el cielo con la mano. Estrellas por todas partes, más de las que podemos contar… ¿Y cómo es que el cielo nocturno no está lleno de luz?
Sus palabras lentas y tristes me pusieron de punta todos los pelos del cuerpo. Mi hijo acababa de redescubrir la paradoja de Olbers. Aly, que llevaba tanto tiempo lejos, acercó sus labios a mi otra oreja. Es muy especial. Lo sabes, ¿verdad?
Se lo expliqué lo mejor que pude. Si el universo fuera constante y eterno, si hubiera estado ahí siempre, la luz de innumerables soles en todas direcciones convertiría la noche en algo tan brillante como el día. Pero nuestro universo apenas tenía catorce mil millones de años y todas las estrellas se apartaban de nosotros a un ritmo creciente. Este lugar era demasiado joven y se expandía demasiado rápido como para que las estrellas borraran la oscuridad.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 261
 
 
No deberías estar triste. Por lo del telescopio, digo.
Me asustó.
—¿Por qué no?
¿Qué crees que es más grande? ¿El espacio exterior…? Me rozó la cabeza con los dedos. ¿O el interior?
Las palabras de Stapledon en Hacedor de estrellas, la biblia de mi juventud, se iluminaron en el remanso de mi cerebro. Llevaba décadas sin pensar en ese libro. «La totalidad del cosmos era infinitamente menor que la totalidad del ser, y la infinita totalidad del ser estaba presente en todo momento del cosmos.»
—El interior —dije—. Sin duda, el interior.
Vale. Entonces, a lo mejor los millones de planetas que nunca lanzarán el telescopio son tan afortunados como los millones de planetas que sí.
—Tal vez —dije y aparté la cabeza.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 262
 
 
Murió de soledad. Eso sucedió miles de millones de veces solo en nuestra galaxia.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 268
 
 
Había un planeta que no entendía dónde estaban todos. Murió de soledad. Eso sucedió miles de millones de veces solo en nuestra galaxia.
 
Richard Powers
Desconcierto, página 268
 
 

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