«Encantadores». Esa sí que es una palabra que no aguanto.
Suena tan falsa que me dan ganas de vomitar cada vez que la oigo.
J. D. Salinger
El guardián entre el centeno
Ni me escuchaba. Nunca escuchaba cuando uno le hablaba.
J. D. Salinger
El guardián entre el centeno
Soy un completo analfabeto, pero leo muchísimo.
J. D. Salinger
El guardián entre el centeno
Los que de verdad me gustan son esos que cuando acabas de
leerlos piensas que ojalá el autor fuera muy amigo tuyo para poder llamarle por
teléfono cuando quisieras
J. D. Salinger
El guardián entre el centeno
A mi madre no se le escapa una. Es de las que te adivina el
pensamiento.
J. D. Salinger
El guardián entre el centeno
¡Maldito dinero! Siempre acaba amargándole a uno la vida.
J. D. Salinger
El guardián entre el centeno
—Yo también me alegro de verte —le dije. Y era verdad—.
¿Cómo estás? —Maravillosamente. ¿Llego tarde? Le dije que no, aunque la verdad
es que se había retrasado diez minutos. Pero no me importaba. Todos esos
chistes del Saturday Evening Post en que aparecen unos tíos esperando en las
esquinas furiosos porque no llega su novia, son tonterías. Si la chica es
guapa, ¿a quién le importa que llegue tarde? Cuando aparece se le olvida a uno
enseguida.
J. D. Salinger
El guardián entre el centeno
—Oye, Sally —le dije. —¿Qué? Estaba mirando a una chica que
había al otro lado del bar. —¿Te has hartado alguna vez de todo? —le dije—.
¿Has pensado alguna vez que a menos que hicieras algo enseguida el mundo se te
venía encima?
J. D. Salinger
El guardián entre el centeno
Ya tendremos tiempo de hacer cosas así cuando salgas de la
universidad si nos casamos y todo eso. Hay miles de sitios maravillosos adonde
podemos ir. Estás… —No. No es verdad. No habrá miles de sitios donde podamos ir
porque entonces será diferente —le dije. Otra vez me estaba entrando una
depresión horrorosa. —¿Qué dices? —preguntó—. No te oigo. Primero gritas como
un loco y luego, de pronto… —He dicho que no, que no habrá sitios maravillosos
donde podamos ir una vez que salgamos de la universidad. Y a ver si me oyes.
Entonces todo será distinto. Tendremos que bajar en el ascensor rodeados de
maletas y de trastos, tendremos que telefonear a medio mundo para despedirnos,
y mandarles postales desde cada hotel donde estemos. Y yo estaré trabajando en
una oficina ganando un montón de pasta. Iré a mi despacho en taxi o en el
autobús de Madison Avenue, y me pasaré el día entero leyendo el periódico, y
jugando al bridge , y yendo al cine, y viendo un montón de noticiarios estúpidos
y documentales y trailers . ¡Esos noticiarios del cine! ¡Dios mío! Siempre
sacando carreras de caballos, y una tía muy elegante rompiendo una botella de
champán en el casco de un barco, y un chimpancé con pantalón corto montando en
bicicleta. No será lo mismo. Pero, claro, no entiendes una palabra de lo que te
digo. —Quizá no. Pero a lo mejor eres tú el que no entiende nada —dijo Sally.
Para entonces ya nos odiábamos cordialmente. Era inútil tratar de mantener con
ella una conversación inteligente. Estaba arrepentidísimo de haber empezado
siquiera.
J. D. Salinger
El guardián entre el centeno
Esta caída que te anuncio es de un tipo muy especial,
terrible. Es de aquellas en que al que cae no se le permite llegar nunca al
fondo. Sigue cayendo y cayendo indefinidamente. Es la clase de caída que acecha
a los hombres que en algún momento de su vida han buscado en su entorno algo
que este no podía proporcionarles, o al menos así lo creyeron ellos. En todo
caso dejaron de buscar. De hecho, abandonaron la búsqueda antes de iniciarla
siquiera.
J. D. Salinger
El guardián entre el centeno
Una vez que los dejes atrás, comenzarás a acercarte, si ese
es tu deseo y tu esperanza, a un tipo de conocimiento muy querido de tu
corazón. Entre otras cosas, verás que no eres la primera persona a quien la
conducta humana ha confundido, asustado, y hasta asqueado. Te alegrará y te
animará saber que no estás solo en ese sentido. Son muchos los hombres que han
sufrido moral y espiritualmente del mismo modo que tú. Felizmente, algunos de
ellos han dejado constancia de su sufrimiento. Y de ellos aprenderás si lo
deseas. Del mismo modo que alguien aprenderá algún día de ti si sabes dejar una
huella. Se trata de un hermoso intercambio que no tiene nada que ver con la
educación. Es historia. Es poesía.
J. D. Salinger
El guardián entre el centeno
¡Cómo me fastidia que me digan «Buena suerte» cuando me voy
de alguna parte! Es de lo más deprimente.
J. D. Salinger
El guardián entre el centeno
Mucha gente, especialmente el siquiatra que tienen aquí, me
pregunta si voy a aplicarme cuando vuelva a estudiar en septiembre. Es una
pregunta estúpida. ¿Cómo sabe uno lo que va a hacer hasta que llega el momento?
Es imposible. Yo creo que sí, pero ¿cómo puedo saberlo con seguridad? Vamos,
que es una estupidez.
J. D. Salinger
El guardián entre el centeno
Tiene gracia. No cuenten nunca nada a nadie. En el momento
en que uno cuenta cualquier cosa, empieza a echar de menos a todo el mundo.
J. D. Salinger
El guardián entre el centeno
No hay comentarios:
Publicar un comentario