Józef Wittlin

"A cambio de nada. Y el hombre no tiene más que una vida. ¡Ojalá tuviera dos: una para el emperador y la patria y otra para sí mismo! Después de dar la vida por el emperador en tierra mar o aire, aún se podría volver a casa con la otra vida. Pero tal como estaban las cosas no había manera de contentar a nadie: ni a uno mismo ni al emperador."

Józef Wittlin



"Cierro los ojos y oigo cómo doblan las campanas de Lwów, aunque cada cual dobla de un modo distinto. Escucho el chapoteo de las fuentes en la Plaza del Mercado acompañado del susurro de los olorosos árboles, a los cuales la lluvia primaveral lavó del polvo. Se acerca la décima hora y se está volviendo tan quieto, que sólo por los pasos de los que vuelven de prisa a su casa para llegar antes de la hora del "sereno", reconozco quién va. Reconozco los pasos de gente que hace mucho dejó de andar. Son sombras que golpean de esa manera con los tacones en las desgastadas losas de los pavimentos.
Cierro los ojos y veo multitudes, errando por el Corso. Están florando desde el Teatro Municipal, por la Calle de las Legiones, hasta la Caja de Ahorros, y fluyen más allá, bajo el pasaje de Mikolascha. En un chorro ancho se están vertiendo en la Plaza Mariacki, pasan delante del Hotel George, y viran en la Calle Akademicka hacia el final, hasta la farmacia de Pilecki. Allí vuelven, despacio, rítimicamente, con tranquilidad, la marea retrocede hasta el Teatro Municipal. Los muertos caminan con los vivos. Los muertos paran a los vivos, pidiendo fuego para los cigarrillos. Los dandys procuran ligar a las damas en miriñaques, damas que hace mucho son ya sombras. Un paseo de sombras.
Enemigos hechos hermanos en la muerte van del brazo como hacen los amigos. Se detienen en las esquinas delante de las humeantes estufillas en las cuales se están asando castañas. Encima de las estufillas arden faroles de nafta con un tirolés y una cruz roja pintados en los cristales. Los oficiales de los dragones austriacos, con monóculos en las cuencas vacías de los ojos, tintinean las espuelas. Ahora mismo salieron de la pastelería Sotschka en la Plaza Mariaccki y saludan a las cupletistas, que crujen en sus sedas."

Józef Wittlin
Mi Lwow


"Como una flor nocturna, Orfeo abre el cáliz de su canto y se cierra al bullicio del día. Nos ayuda durante una hora, durante dos, a vencer el miedo, a vencer la muerte, a vencer el tiempo, que inevitablemente nos lleva a la muerte, llenando el tiempo con el arte que se cumple en el tiempo. Orfeo nos permite por un plazo corto olvidar la razón de la manera que se desconectaría la electricidad; nos permite a los apresados en el espacio, descansar en el tiempo. Apagamos con anhelo a esa débil -ay, qué débil luz de la razón-, que ilumina nuestros oscuros asuntos cotidianos; desconectamos el sentido de la vista; cerramos los ojos, duplicando así la sensibilidad de los oídos. Es de noche, hay silencio, escuchemos a Orfeo."

Józef Wittlin
Orfeo en el infierno del siglo XX



"¡Empezó todo! Partieron las tropas, los caballos, los asnos, las mulas, y el ganado de carne. Partieron el hierro, el latón, la madera y el acero. Traquetearon los trenes. rechinaron los camiones y retumbaron los armones cargados de granadas, de proyectiles y de bombas colocadas en cajas como si fueran botellas de agua mineral."

Józef Wittlin






















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