Hay enormes problemas a los cuales hemos de enfrentarnos
como seres humanos. Como vivimos en un mundo insensato y estúpido tenemos que
ser serios. Y me parece que las personas que son realmente serias, en su
corazón, en su íntimo ser —no de un modo neurótico, ni con arreglo a ningún
principio o compromiso determinado—, tienen ese carácter, esa condición de
seriedad que es necesaria.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 2
Tenemos que construir un mundo enteramente distinto, que
nada tenga que ver con el mundo de hoy, lleno de manías, conflictos y competencias,
un mundo cruel, brutal y violento.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 3
Sólo la mente religiosa es verdaderamente revolucionaria. No
existe otra mente revolucionaria; aunque se llame de extrema izquierda o de
centro, no será revolucionaria. La mente que a sí misma se llama de izquierda o
de centro está tratando con un fragmento de la totalidad y divide incluso este
fragmento en otras partes diversas. Esto no es, en absoluto, una mente
verdaderamente revolucionaria. La mente realmente religiosa en el sentido
profundo de esta palabra es revolucionaria, porque ésta más allá de la
izquierda, de la derecha y del centro. Comprender esto y cooperar unos con
otros es producir un orden social diferente. Y ésa es nuestra responsabilidad.
Si pudiéramos desechar todas estas cosas pueriles, toda esta inmadurez, creo
que podríamos ser la sal de la tierra; y éste es el único motivo de habernos
reunido. Ustedes no van a sacar nada de mí, ni yo de ustedes. Lo que es
absolutamente esencial no es posible lograrlo por medio de una ideología. Creo
que esto, desde el punto de vista histórico y de los hechos, es muy obvio. Lo
que está pasando en el mundo muestra la división y el conflicto que crean las
ideologías. Si usted conoce y se adhiere a una ideología por superior, grande y
noble que sea, se incapacita para la cooperación. Quizás esa ideología pueda
dar lugar a una destructiva tiranía de la derecha o de la izquierda, más no es
posible que pueda traer la cooperación de la comprensión y el amor.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 4
La solidaridad sólo es posible cuando no hay «autoridad» alguna.
Como ustedes saben, una de las cosas más peligrosas del mundo es la
«autoridad». Uno asume «autoridad» en nombre de una ideología o en nombre de
Dios o de la Verdad. Y es imposible que produzcan un orden mundial el individuo
o el grupo de personas que han asumido esa «autoridad».
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 4
La autoridad le da mucha satisfacción al hombre que la
ejerce —no importa el nombre en que lo haga—; deriva inmenso placer de ello y
por lo tanto él es el más… Uno tiene que poner una atención intensa en
semejante persona. Desde el principio de estas charlas, debemos tener bien
claro por lo menos este punto: la seriedad implica no aceptar ninguna
autoridad, ni siquiera la del que está hablando. Algunos vienen del Oriente y
afirman, desafortunadamente, que tienen las experiencias más extraordinarias:
que pueden mostrar a otro el pasado, que conocen alguna palabra que les ayudará
a meditar con máxima excelencia, etc. No sé si ustedes han caído en esta clase
de trampa; a muchas personas les ha pasado, a millares, a millones. Tal autoridad
le impide al ser humano ser una luz para sí mismo. Cuando cada uno es luz para
sí mismo, sólo entonces puede cooperar, amar; sólo entonces hay un sentido de
comunión de unos con otros. Pero si usted tiene su particular autoridad, tanto
si esa autoridad es un individuo como si es una experiencia que usted mismo ha
tenido o conocido, entonces esa experiencia, esa autoridad, esa conclusión, esa
postura definida, impide una comunicación mutua. Sólo una mente realmente libre
es la que puede estar en comunión, la que puede cooperar.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 4
No acepten la autoridad de nadie, ni la propia —cultivada
mediante la experiencia, el conocimiento u otras varias conclusiones a las que
ustedes hayan llegado— ni la autoridad del que habla, ni la de ningún otro.
Sólo entonces, cuando la mente es libre, libre de verdad, es cuando puede
aprender; una mente así es a la vez el maestro y el discípulo.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 5
El intelecto nada ha resuelto. Puede inventar teorías, puede
dar explicaciones, puede ver la fragmentación y crear más fragmentos. Pero
siendo el intelecto un fragmento, no puede resolver todo el problema de la
existencia humana. Tampoco pueden hacer nada el emocionalismo y el
sentimentalismo: ambos son también la reacción de un fragmento. Unicamente es
posible actuar de manera completa, y no en fragmentos, cuando vemos todo el
problema humano en su totalidad, no sólo los fragmentos. ¿Cuál es, pues, el
problema? ¿En qué consiste el problema total, esencial del ser humano, que una
vez comprendido, una vez visto (como vemos un árbol, una bella nube), nos
permite resolver todos los demás fragmentos? Partiendo de ahí usted puede
actuar. ¿Qué es, pues, esta percepción total, esta visión total? Yo pregunto y
ustedes tienen que hallar la respuesta. Si aguardan a que yo dé la respuesta y
la aceptan, entonces no será de ustedes; entonces yo me convierto en
«autoridad», cosa que aborrezco. ¿Cuál es, pues, la respuesta de usted como ser
humano que vive en este mundo, con toda la confusión, los disturbios, las
revoluciones; con esta terrible división entre hombre y hombre; con una
sociedad inmoral, con la inmoralidad religiosa de los sacerdotes? Cuando usted
ve todo esto desplegado ante sus ojos, y ve la agonía del hombre, ¿cuál es su
respuesta? ¿Cómo actúa según cada caso? O pertenece usted a una parte, a un
fragmento y trata de reducir todos los fragmentos al suyo particular —cosa que
evidentemente muestra mucha falta de madurez, de sentido—, o ve toda esta
fragmentación y este mismo hecho de ver le da una percepción total. ¿Cuál es,
pues, para usted el problema, la cuestión esencial, el reto único que,
habiéndolo comprendido totalmente, disuelve todos los demás problemas, o le
hace a usted capaz de comprenderlos o acometerlos? Es muy interesante —¿no es
así?—, que descubra usted mismo cuál es la cuestión esencial en la vida, no
según la opinión del psicólogo, del filósofo, del teólogo, o de Krishnamurti,
no de acuerdo con nadie, sino descubrirla usted mismo. ¿Cómo va usted a
descubrirla? Puede ser que no haya pensado sobre ello. O si lo ha pensado, ¿cómo
va a encontrar esa respuesta o cuestión esencial? ¿Va usted a preguntarle a
otro? Claro que no, porque cuando usted mira en cualquier dirección, está
mirando hacia la «autoridad». Lo que dice la «autoridad» no es real, a usted le
interesa la más importante cuestión, y ésta tiene que descubrirla usted mismo.
Si no busca a otro para que le ayude a descubrir cuál es la cuestión
fundamental, verdadera, entonces, ¿qué hará usted? ¿Cómo la descubrirá? Por
favor, éste es un asunto muy serio.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 7
Nuestra crisis no está en el mundo, sino en nuestra
conciencia.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 9
Nuestra crisis está en la mente, en nuestra conciencia, y
tenemos que responder a ella de manera total. ¿Cuál es la verdadera respuesta,
la cuestión esencial? Es obvio, como hemos visto, que el pensamiento no puede
ayudarnos en este caso; lo cual no quiere decir que lleguemos a ser personas
irresolutas, que nos volvamos inconsistentes, soñolientos, embotados. Cuando
usted ya no usa el pensamiento para descubrir por sí mismo cuál es la cuestión
esencial en la vida, ¿qué ha ocurrido entonces en la mente? ¿Comprende mi
pregunta? ¿Nos estamos comunicando uno con otro? Por favor, diga que sí o qué
no. Para comunicarnos, para estar en comunión uno con otro, tenemos que hacerlo
al mismo nivel, al mismo tiempo, y con la misma intensidad. Es como el amor, y
si usted dice que sí, ello significa que ha desechado por ahora el pensamiento
como instrumento para investigar. Entonces usted y el que habla están al mismo
nivel; ambos investigamos intensamente, y usted no está esperando que sea yo
quien se lo diga.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 9
La armonía interior es lo primero, no la exterior.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 11
Pongan su mente y corazón en ver el mundo como es, no como
creen que debería ser, sino como es en realidad. Cuando ustedes lo vean
claramente, el mismo acto de ver puede darles la respuesta.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 12
Para descubrir lo que es verdadero, uno tiene que mirar
objetivamente, con rigor, y también con penetración. Tiene uno que mirarlo con
el interés personal que se concede cuando está uno pasando por una crisis en su
vida, cuando todo el ser se enfrenta a un reto. La cuestión central es la
completa y absoluta libertad del hombre, primero en el aspecto psicológico o
interno, y luego en el externo. No hay división alguna entre lo interno y lo
externo, pero para verlo claramente uno tiene que comprender primero la
libertad interna. Tenemos que descubrir si de alguna manera es posible vivir en
este mundo en libertad psicológica, sin retirarse neuróticamente a algún
monasterio, ni apartarse en una torre aislada de la propia imaginación. Viviendo
en este mundo, ése es el único reto que uno tiene: la libertad. Si no hay
libertad interior, entonces empieza el caos y surgen los innumerables
conflictos psicológicos, las oposiciones e indecisiones, la falta de claridad y
de penetración profunda que, evidentemente, se expresan en lo exterior. ¿Puede
uno vivir en este mundo libremente, sin pertenecer a ningún partido político,
ni al comunismo ni al capitalismo; sin pertenecer a ninguna religión: sin
aceptar ninguna autoridad exteriormente? Uno tiene que acatar las leyes del
país (seguir hacia la derecha o hacia la izquierda al conducir) pero la
decisión de obedecer, de consentir, viene de la libertad interna; la aceptación
de los requerimientos del mundo exterior, de la ley externa, es la aceptación
que brota de una libertad interna. Ésa es la cuestión central, no otra.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 14
Nosotros, los seres humanos, no somos libres, estamos
fuertemente condicionados por la cultura en que vivimos, por el ambiente
social, la religión, los intereses creados del ejército o de la política, o por
el compromiso ideológico al que nos hemos entregado. Así condicionados, somos
agresivos. Los sociólogos, los antropólogos y los economistas explican esta
agresión. Hay dos teorías: o ha heredado usted del animal este espíritu agresivo,
o bien la sociedad que cada ser humano ha contribuido a establecer, le impele,
le obliga, le fuerza a ser agresivo. Pero el hecho es más importante que la
teoría. No importa si la agresión viene del animal o de la sociedad. Somos
agresivos, brutales; no somos capaces de mirar y examinar imparcialmente las
sugerencias, el punto de vista o el pensamiento de otro.
Como estamos condicionados, la vida se vuelve fragmentaria. La vida, que es el vivir diario, los pensamientos cotidianos, las aspiraciones, el sentido de superación —cosa tan fea— todo eso es fragmentario. Este condicionamiento convierte a cada uno en un ser humano egocéntrico, que lucha por su «yo», por su familia, por su nación, por su creencia. Y, por lo tanto, surgen las diferencias ideológicas. Usted es cristiano, y otro es musulmán o hindú. Ambos pueden tolerarse mutuamente, pero en lo fundamental, internamente, hay honda división y menosprecio, uno de los dos se siente superior, y todo lo demás. Así, este condicionamiento, no sólo nos vuelve egocéntricos, sino que, además, en ese egocentrismo está el proceso de aislamiento, de separación, de división, y esto hace que nos sea imposible cooperar del todo.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 14
Nosotros, los seres humanos, no somos libres, estamos
fuertemente condicionados por la cultura en que vivimos, por el ambiente
social, la religión, los intereses creados del ejército o de la política, o por
el compromiso ideológico al que nos hemos entregado. Así condicionados, somos
agresivos. Los sociólogos, los antropólogos y los economistas explican esta
agresión. Hay dos teorías: o ha heredado usted del animal este espíritu
agresivo, o bien la sociedad que cada ser humano ha contribuido a establecer,
le impele, le obliga, le fuerza a ser agresivo. Pero el hecho es más importante
que la teoría. No importa si la agresión viene del animal o de la sociedad.
Somos agresivos, brutales; no somos capaces de mirar y examinar imparcialmente
las sugerencias, el punto de vista o el pensamiento de otro.
Como estamos condicionados, la vida se vuelve fragmentaria. La vida, que es el vivir diario, los pensamientos cotidianos, las aspiraciones, el sentido de superación —cosa tan fea— todo eso es fragmentario. Este condicionamiento convierte a cada uno en un ser humano egocéntrico, que lucha por su «yo», por su familia, por su nación, por su creencia. Y, por lo tanto, surgen las diferencias ideológicas. Usted es cristiano, y otro es musulmán o hindú. Ambos pueden tolerarse mutuamente, pero en lo fundamental, internamente, hay honda división y menosprecio, uno de los dos se siente superior, y todo lo demás. Así, este condicionamiento, no sólo nos vuelve egocéntricos, sino que, además, en ese egocentrismo está el proceso de aislamiento, de separación, de división, y esto hace que nos sea imposible cooperar del todo.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 15
Ése es el único problema: si es posible que los seres
humanos, usted y yo, seamos realmente libres.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 16
La mayoría de nosotros vivimos en un mundo de vacío, irreal,
ideológico. Un hombre dispuesto a penetrar en el problema de manera profunda,
ha de ser libre para observar, ha de librarse de afirmar qué es o qué no es
posible.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 17
Si no hay libertad, ¿cómo podemos ver claramente cualquier
cosa: los árboles y las estrellas, el mundo y la sociedad que el hombre ha
creado, ese mundo que es usted mismo? Si al acercarse a lo que desea lo mira
con una idea, una ideología, con miedo, esperanza o ansiedad, con sentimiento
de culpabilidad y el resto de toda esta agonía, es evidente que no podrá ver.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 17
Ningún sistema en el mundo exterior va a ayudar al hombre:
al contrario, van a dividirlo. Esto es lo que siempre ha estado pasando en
todas partes. Además, aceptar internamente a otro como autoridad, aceptar la
autoridad de un sistema, es vivir en aislamiento, separado de los demás. Por
consiguiente, no hay libertad.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 19
¿Cómo comprende y obtiene uno la libertad de manera natural?
Porque ésta no es una cosa que usted busca a tientas, a la cual se aferra o que
cultiva. Lo que se cultiva es algo artificial. Si ve la verdad de esto, entonces
para usted no tienen valor en absoluto ninguno de los sistemas y métodos de
meditación. Y así habrá destruido usted uno de los mayores factores de
condicionamiento. Cuando vea la verdad de que ningún sistema jamás ayudará al
hombre a ser libre, cuando vea la verdad de ello, ya estará libre de esa enorme
falsedad.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 19
Todo lo que queremos decir es: «Oigo lo que usted está
hablando», oigo las vibraciones de esas palabras pasar por mis oídos. Y eso es
todo. No ocurre nada. Es como un hombre o una mujer que tiene mucho dinero y
oye la palabra «generosidad», percibe vagamente la belleza de ésta, pero vuelve
a la avaricia, a la falta de generosidad. No digamos, pues, «comprendo»; no nos
permitamos afirmar: «He captado lo que usted dice», cuando simplemente hemos
oído muchas palabras. La pregunta es entonces: ¿Por qué no ve usted la verdad
de que ningún sistema, exterior o interno, va a traer la libertad, va a librar
al hombre de su desdicha? ¿Por qué no ve usted esta verdad instantáneamente?
Ése es el problema, y no el de cómo tender un puente para salvar la distancia
entre estos dos hechos: el de captar intelectualmente algo y el ponerlo en
acción. ¿Por qué no ve la completa verdad en todo esto? ¿Qué le impide verla?
Interlocutor. Creemos en el sistema. K.: Creemos en el sistema. ¿Por qué? Ése
es su condicionamiento. Su condicionamiento está dictando constantemente; le
impide ver la verdad de uno de los factores más grandes en la vida que llevan
al hombre a aceptar el sistema; el que establece, por ejemplo, la diferencia de
clases, la guerra, o el que promete la paz, que a su vez es destruida por la
nacionalidad, que es otro sistema. ¿Por qué no vemos esta verdad? ¿Es porque
tenemos intereses creados en el sistema? Es que, si viéramos esta verdad,
podríamos perder dinero, podríamos no conseguir un empleo, estaríamos solos en
un mundo monstruosamente feo. De modo que, consciente o inconscientemente,
decimos: «Comprendo muy bien eso de que habla usted, pero no puedo ponerlo en
acción. Adiós». Y así termina todo —lo cual sería más honrado.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 21
Decíamos que la paz, el amor o la belleza no son posibles si
no hay libertad completa. Decíamos que, evidentemente, no es posible ser libres
totalmente, completamente, si en nuestro interior, psicológicamente, seguimos
un método, un sistema o un hábito particular que hemos cultivado acaso durante
muchos años o muchas generaciones, hábito que se ha convertido en tradición.
¿Por qué hacemos esto? Espero que mi pregunta esté clara. La tradición puede
ser de ayer o de hace mil años. Es una tradición creer que usted es católico o
protestante. Se trata de un sistema cuando dice «soy francés» o usted pertenece
a un grupo determinado o piensa con arreglo a una cultura determinada. ¿Por qué
hacemos esto? ¿Es que la mente está buscando seguridad, tratando de estar a
salvo, segura? ¿Puede alguna vez ser libre una mente que de manera constante
busca psicológicamente seguridad para sí misma? Y si no es libre, ¿puede alguna
vez ver la verdad? ¿Puede alguna vez ver lo verdadero por medio de un sistema o
tradición que le promete eventualmente la belleza, un estado de mente
indescriptible? Por favor, pensemos de nuevo en esto, más bien examinémoslo. Si
se me permite sugerirlo, no escuchen simplemente un número de palabras. Decir
«Intelectualmente comprendo» es una afirmación tan falsa… Cuando decimos que
entendemos intelectualmente, queremos decir que oímos muchas palabras cuyo
sentido comprendemos. Pero comprender significa también acción inmediata; no es
que primero hay comprensión y más tarde, acaso muchos días después, viene la
acción. Usted ve el significado de este problema particular; ve que no es
posible que exista la libertad cuando se persigue algo o cuando se acepta u
obedece cualquier ideología o tradición determinada. Si usted ve esto en
realidad, no verbalmente, entonces hay acción, y lo abandona de inmediato.
Pero, decir «comprendo verbalmente eso de que usted está hablando», es
simplemente eludir el hecho real.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 25
Sólo hay una cuestión, una crisis o reto para el hombre, que
consiste en que tiene que ser completamente libre. Mientras la mente se aferre
a una estructura, a un método, a un sistema, no habrá libertad.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 28
¿Puede desechar la mente todo su condicionamiento de modo
que sea libre en realidad, no de manera verbal o teórica o ideológica, sino de
hecho libre completamente? Ése es el único reto, el único problema, ahora y
siempre. Si usted también ve la importancia de esto, entonces podemos examinar
la pregunta de si la mente puede descondicionarse a sí misma. ¿Podemos seguir
adelante desde aquí? ¿Es posible? En esta pregunta están implicadas varias
cosas. En primer lugar, ¿cuál es la entidad que va a descondicionar la mente
condicionada? ¿Comprenden? Yo quiero descondicionarme. Habiendo nacido hindú o
habiéndome criado en determinada parte del mundo, con todas las impresiones,
culturas, libros, revistas, con lo que la gente ha dicho o no ha dicho, tan
constante presión ha moldeado mi mente. Y veo que ésta tiene que ser del todo
libre. Pero ¿cómo va a ser libre? ¿Hay alguna entidad que la vaya a liberar? El
hombre ha dicho que esa entidad existe; la llaman el Atman en la India, el alma
o la gracia de Dios en Occidente, esto o aquello. Es una entidad que traerá
esta libertad si se le da la oportunidad de hacerlo. Se sugiere que si vivo
rectamente, si hago ciertas cosas, si sigo ciertas fórmulas, ciertos sistemas,
ciertas creencias, entonces seré libre. De modo que primero se afirma que
existe una forma o agente eterno superior que me ayudará a ser libre, que
liberará mi mente si hago estas cosas, ¿no es así? Pero el «si usted hace estas
cosas» es un sistema que va a condicionarme, y eso es lo que ha sucedido. Los
teóricos y los teólogos y las personas de diversas religiones han dicho: «haz
estas cosas, practica, medita, domina, compele, reprime, sigue, obedece». Y
luego, al final, ese agente externo vendrá, hará algún milagro y usted será
libre. Vea cuán falso es esto. Y sin embargo, todas las religiones lo creen de
manera distinta. Por lo tanto, si usted ve la verdad de esto, que no hay agente
exterior, Dios —lo que sea— que vaya a liberar la mente condicionada, entonces
toda la estructura religiosa organizada de los sacerdotes con sus rituales, con
su murmullo de palabras y más palabras sin sentido, ya no tendrá significación
alguna.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 29
En segundo lugar, si usted ha desechado todo eso realmente,
¿cómo es posible que se disuelva este condicionamiento? ¿Cuál es la entidad que
va a hacerlo? Usted ha descartado ese agente exterior, lo sagrado, lo divino,
todo eso; luego tiene que haber alguien que vaya a disolverlo. Entonces, ¿quién
es? ¿El observador? ¿El yo, que es el mismo observador? Detengámonos en esa
palabra: el «observador» eso es suficiente. ¿Es el observador el que va a
disolverlo? El observador dice: «tengo que ser libre y, por lo tanto, tengo que
desembarazarme de todo este condicionamiento». Usted ha rechazado la entidad
superior, el agente divino, pero ha creado usted otro, que es el observador.
Ahora bien, ¿es el observador distinto de la cosa observada por él? Por favor,
siga esto. ¿Entiende? Esperábamos que un agente externo nos liberase: Dios, los
Salvadores, Maestros, los gurús, etc. Si usted descarta todo eso, entonces verá
que también tiene que descartar al observador, que es otra clase de agente. El
observador es resultado de la experiencia, del conocimiento, del deseo de
liberarse de su propio condicionamiento. Él dice: «tengo que ser libre». El
«yo» es el observador. El yo dice: «tengo que liberarme». Pero ¿es el yo
distinto de aquello que observa? Él afirma: «estoy condicionado, soy
nacionalista, soy católico, soy esto, soy aquello». ¿Es en realidad diferente
el «yo» de la cosa que está separada de él, la que es, según dice, su
condicionamiento?
De modo que el «observador», el «yo» —ese «yo» que dice que es diferente de la cosa de la cual quiere librarse— ¿está separado en realidad de la cosa observada? ¿Es eso? ¿Es que hay dos entidades separadas, el observador distinto de la cosa observada? ¿O es que hay sólo una cosa, y que lo observado es el observador, y éste es aquél? (¿Se está volviendo esto muy difícil?).
Cuando usted ve la verdad de que el observador es lo observado, entonces no hay dualidad alguna, por lo tanto, no hay conflicto (habíamos dicho que es un derroche de energía). Entonces sólo existe el hecho real, el hecho de que la mente está condicionada. No significa que «yo esté condicionado y vaya a librarme de mi condicionamiento». Así es que cuando la mente ve la verdad de esto, entonces no hay dualidad, sino sólo un estado de condicionamiento, o estado condicionado. Ninguna otra cosa. ¿Podemos seguir adelante partiendo de este punto?
¿Ve usted, pues, eso, no como una idea, sino de hecho? ¿Ve usted realmente que sólo existe el condicionamiento, no el «yo» y el «condicionamiento» como dos cosas distintas: el «yo» ejerciendo su «voluntad» para librarse del condicionamiento, y de ahí el conflicto? Cuando usted ve que el observador es lo observado, no hay conflicto en absoluto; éste se elimina del todo, de modo que cuando la mente ve que sólo hay un estado condicionado, ¿qué va a suceder entonces? Usted ha eliminado del todo la entidad que va a ejercer su poder, disciplina o voluntad para librarse de este condicionamiento, lo que significa en esencia que la mente ha eliminado del todo el conflicto.
Ahora bien, ¿lo ha hecho usted? Si no lo ha hecho, no podemos seguir adelante. Mire —para decirlo con mayor sencillez— cuando usted ve un árbol, existe el observador —el que ve— y la cosa vista. Entre el observador y la cosa observada hay un espacio; entre la entidad que ve el árbol y éste hay un espacio. El mira ese árbol y tiene diversas imágenes o ideas sobre los árboles. A través de esas innumerables imágenes, mira el árbol. ¿Puede él eliminar esas imágenes botánicas, estéticas, etc., de modo que mire el árbol sin ninguna imagen, sin idea alguna? ¿Lo ha intentado usted alguna vez? Si no lo ha intentado, si no lo hace, no podrá penetrar en este problema mucho más complejo que estamos investigando. El de la mente que lo ha mirado todo como «el observador», como algo distinto de la cosa observada y, por lo tanto, con un espacio, una distancia entre ella como «el observador» y la cosa «observada»; como el espacio que hay entre usted mismo y el árbol. Si puede hacerlo, es decir, si usted puede mirar un árbol sin ninguna imagen, sin ningún conocimiento, entonces el observador es lo observado. Eso no quiere decir que se convierta en el árbol —cosa que sería muy tonta— sino que desaparece la distancia entre el observador y lo observado. Y ése no es una especie de estado místico, abstracto o hermoso, no significa que usted caiga en un éxtasis.
Cuando la mente descarta el factor externo —divino o místico, o cualquier cosa que sea invención de una mente que no ha podido resolver el problema de liberarse de su propio condicionamiento— cuando descarta ese agente exterior, inventa otro, el «yo», el «observador», que dice: «voy a librarme de mi condicionamiento». Pero de hecho sólo existe una mente que se halla en estado condicionado, no la dualidad de una mente que dice que está condicionada, que tiene que ser libre, que tiene que ejercer la voluntad sobre su estado condicionado. Sólo existe una mente condicionada. Por favor, escuche esto con mucho cuidado. Si realmente escucha con atención, con todo su corazón, con toda su mente, verá lo que pasa. La mente está condicionada, ¡sólo eso! No hay nada más. Todas las invenciones psicológicas —relación permanente, divinidad, dioses, todo lo demás— nacen de ésta mente condicionada. Sólo hay eso y ninguna otra cosa más. ¿Es esto un hecho para usted? Ésta es la cuestión. Si usted puede llegar a este hecho, es en verdad, una cosa de extraordinaria importancia. Porque en la observación de eso solamente, y nada más, empieza el sentido de libertad, que es la liberación del conflicto
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 30
Parece que una de las cosas más difíciles es vernos cómo
somos en realidad, —sin ayuda de teoría alguna, sin desesperación ni esperanza,
sin exigencias u opiniones— simplemente mirarnos. A menos que hagamos esto, no
sé cómo pudiéramos trascender este limitado y estrecho círculo en que vivimos.
¿De qué manera es posible producir un estado en que nos demos cuenta
internamente de lo que en realidad está sucediendo en nosotros mismos, sin
prejuicios ni suposiciones neuróticas de clase alguna, en que nos demos cuenta
de lo que está ocurriendo realmente, sin elegir una cosa u otra?
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 34
Nuestra conciencia está condicionada por la educación, por
diversos estados mentales, heredados o adquiridos, por varias contradicciones y
por el conflicto de los opuestos: ésa es la conciencia que somos. Creo que es
bastante obvio que cada uno de nosotros sólo puede descubrir el
condicionamiento de tal estado mental, mirándose de manera objetiva. Parece que
una de las cosas más difíciles es vernos cómo somos en realidad, —sin ayuda de teoría
alguna, sin desesperación ni esperanza, sin exigencias u opiniones— simplemente
mirarnos. A menos que hagamos esto, no sé cómo pudiéramos trascender este
limitado y estrecho círculo en que vivimos.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 34
El mundo está en una confusión tan espantosa, en un estado
tan alarmante, que, cuando nos marchemos de aquí, tenemos que ser seres humanos
completamente distintos, totalmente responsables, para que podamos crear un
mundo diferente. Es decir, hemos de ser revolucionarios en el sentido de que
tiene que realizarse en nosotros una honda revolución interna.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 41
¿Qué acción es buena en todas las circunstancias? ¿O es que
sólo hay acción como tal, que no es buena ni mala?
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 42
No sé si usted se ha hecho esta pregunta: «¿Qué voy a hacer,
viviendo en este mundo, viendo todo esto ante mí: la desdicha, el enorme
sufrimiento que el hombre causa al hombre, el hondo sufrimiento por el que uno
pasa, la ansiedad, el miedo, el sentido de culpa, la esperanza y la
desesperación?». Viendo todo esto, si se da cuenta de ello de alguna manera,
uno tiene que preguntarse: «¿Qué voy a hacer, viviendo en un mundo así?». ¿Cómo
respondería usted a esa pregunta?
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 43
¿Cuál es la acción que no engendra conflicto,
contradicciones? Una vez que se haya hecho esta pregunta con toda seriedad,
¿cómo va a hallar la respuesta? Usted tiene que hallarla. Nadie puede hacerlo
por usted. No seria entonces su propio hallazgo, no sería algo que hubiera
encontrado usted mismo por haber mirado con claridad, y, por lo tanto, algo que
no pudiera serle nunca arrebatado, destruido por la circunstancia. Al hacer
esta pregunta, el intelecto, con toda su astucia, puede decir: «Haré esto», una
vez que se le den todos los datos, todas las circunstancias, y vea que toda
acción contradictoria crea conflicto y, por tanto, desdicha. El intelecto puede
convertir su respuesta en un principio, un patrón, una fórmula, con arreglo a
la cual vivirá. Pero entonces usted vivirá de acuerdo con esa fórmula, como lo
ha hecho anteriormente: entonces usted está otra vez creando contradicciones,
imitando a otro, siguiéndolo, obedeciéndolo. Vivir de acuerdo con una fórmula,
con una ideología, con una conclusión previsible, es vivir una vida de
adaptación, de imitación, de conformidad y, por lo tanto, una vida de
oposiciones, de dualidad, de interminable conflicto y confusión. El intelecto
no puede contestar la pregunta que nos hemos formulado, ni puede hacerlo el
pensamiento. Si usted ha examinado profundamente su pensamiento, verá que está
siempre dividido. El pensamiento nunca puede producir unidad de acción. Y una
acción integrada que sea producto del pensamiento creará, de modo inevitable,
acciones contradictorias. Vemos el peligro del pensamiento, que es la respuesta
de la memoria, de la experiencia, del conocimiento, de la convicción, etc.;
vemos cómo el pensamiento, que es la reacción del pasado, puede establecer una
manera de vivir y por fuerza se ajusta a la fórmula que ideológicamente ha
creado; y vemos que eso implica conflicto interno, porque en ello está lo
correcto y lo incorrecto, lo verdadero o lo falso, lo que debería ser y lo que
no es, lo que podría haber sido, etc., etc. De modo que si la mente, al hacerse
esta pregunta, puede estar libre de motivo alguno, libre del peligro de la
percepción intelectual y de la conformidad a una ideología que haya inventado,
entonces puede formular tal pregunta, y la respuesta será totalmente distinta.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 44
¿Es posible vivir tan plenamente, de manera tan completa,
total, que no haya acciones fragmentarias? Como observamos, la vida es acción;
sea lo que sea, cualquier cosa que usted haga, piense o sienta, es acción. La
vida es movimiento, un movimiento incesante sin principio ni fin, y la hemos
dividido en pasado, presente y futuro, en vivir y morir, así como en amor y
odio, en nacionalidades, etc. Y nos preguntamos: ¿hay alguna forma de vida, no
en el aspecto ideológico, sino en la realidad, en que se pueda vivir cada
minuto del día sin contradicciones, sin oposiciones, sin fragmentación, esto
es, en que el vivir mismo sea completa acción?
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 45
Uno está empapado de amor o no lo está.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 48
¿Es posible una vida en que el vivir mismo sea la belleza de
la acción y del amor? Sin amor siempre hay acción correcta o incorrecta, lo que
engendra conflicto, contradicción y oposición. Sólo hay una acción que proviene
del amor; no hay ninguna otra que no engendre contradicción o conflicto. Ya
sabemos, el amor es agresivo y no agresivo —no me entienda mal— el amor no es
una cosa pacífica, callada, que esté abajo, en alguna parte de la bodega, o
arriba, en el cielo. Cuando ama, en usted hay vitalidad, impulso, intensidad y
acción inmediata. ¿Es posible, pues, que nosotros, los seres humanos, lleguemos
a envolvernos en esta belleza de la acción, que es amor? Sería extraordinario
que todos nosotros, los que estamos aquí, pudiéramos llegar a comprender esto —no
como idea, no como algo que se ha de alcanzar especulativamente— y desde hoy
mismo saliéramos efectivamente a una dimensión distinta y viviéramos una vida
completa, total, sagrada. Tal es la Vida religiosa, no hay otra vida, no hay
otra religión. Una vida así resolverá todos los problemas, porque el amor es
extraordinariamente inteligente y práctico. Y posee la más elevada forma de
sensibilidad. Además, en él hay humildad. Esto es lo único importante en la
vida: o uno está empapado de amor o no lo está. Si todos pudiéramos llegar a
esto de modo natural, fácil, sin ningún esfuerzo o conflicto, entonces
tendríamos una vida distinta, de gran inteligencia, perspicacia, claridad. Es
esta claridad la que constituye una luz para uno mismo; esta claridad resuelve todos
los problemas.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 47
La verdad no es un fenómeno intelectual, no es un asunto
emotivo o sentimental, y nosotros tenemos que encontrar la verdad del placer,
la verdad de la belleza y la realidad de lo que es el amor.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 52
Cuando no hay belleza en el corazón, vamos a los museos y
conciertos, visitamos un antiguo templo griego y admiramos su belleza, con sus
hermosas columnas, su proporción frente al cielo azul. Hablamos sin cesar de la
belleza, perdemos del todo el contacto con la naturaleza, como lo está
perdiendo el hombre moderno que busca más y más las ciudades para vivir. Se
forman sociedades para ir al campo a contemplar las aves, los árboles y los
ríos; como si formando sociedades para admirar los arboles uno fuera a palpar
la naturaleza y a entrar en contacto extraordinario con la inmensa belleza.
Como hemos perdido el contacto con la naturaleza, adquieren demasiada
importancia la moderna pintura objetiva, los museos y los conciertos. Hay una
vacuidad, una sensación de vacío interno que siempre ésta buscando la
autoexpresión y lo que produce placer, creando así temor de no lograrlo por
completo. Hay resistencia, agresividad y todo lo demás. Procedemos a llenar ese
vacío interior y esa sensación de completo aislamiento y soledad que estoy
seguro todos ustedes han sentido con libros, con conocimientos, con relaciones,
con toda clase de tretas, pero al final, aún está ese vacío que no se puede
llenar. Entonces acudimos a Dios, el último recurso. ¿Es posible el amor, la
belleza, cuando existe esta vacuidad, esta sensación de vacío insondable? Si
uno es consciente (aware) de ese vacío y no escapa de él, ¿qué ha de hacer
entonces? Hemos intentado llenarlo con dioses, conocimientos, experiencias, con
música, con cuadros, con extraordinaria información tecnológica; en eso estamos
ocupados de la mañana a la noche. Uno se da cuenta de que ninguna persona puede
llenar ese vacío. Vemos la importancia de esto. Si usted lo llena con eso que
llamamos relación con otra persona o con una imagen, entonces viene la
dependencia y el miedo de perderla; luego, la posesión agresiva, los celos y todo
lo que sigue. Así que uno se pregunta: ¿Puede llenarse jamás ese vacío con
alguna cosa, con la actividad social, con buenas obras, yendo a un monasterio a
meditar o estando consciente (aware)? Esto también es un absurdo. Si uno no
puede llenar ese vacío, ¿qué va a hacer entonces? ¿Comprende la importancia de
esta pregunta? Uno ha tratado de llenarlo con lo que se llama placer, con la
autoexpresión, con la búsqueda de la verdad, de Dios; comprende que nunca podra
llenarse con nada, ni con la imagen que ha creado de sí mismo, ni con la imagen
o idea que ha creado del mundo, con nada. Y así, uno ha utilizado la belleza,
el amor y el placer para disimular este vacío. Y si no escapa más, sino que
permanece con él, ¿qué va a hacer entonces?
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 52
¿Qué es esta soledad, esta sensación de profundo vacío
interior? ¿Qué es y cómo nace? ¿Es que existe porque estamos tratando de
llenarlo o de eludirlo? ¿Existe porque lo tememos? ¿Es sólo una idea de vacío,
y por tanto, la mente nunca ésta en contacto con lo que ello es en realidad —no
sé si ustedes siguen todo esto— porque nunca ésta en relación directa con ello?
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 54
Descubro este vacío en mí mismo y dejo de huir —pues está
claro que escapar es una actividad sin madurez— me doy cuenta de ello; ahí está
y nada puede llenarlo. Ahora me pregunto cómo ha nacido este vacío. ¿Lo habrá
producido todo mi vivir, todas mis actividades y suposiciones diarias, etc.?
¿Es que el «yo», el «mí», el «ego», o como se le quiera llamar, se ésta
aislando de sí mismo en toda su actividad? La naturaleza misma del «mí», del
«yo», del «ego» es el aislamiento; es separativa. Todas estas actividades han
producido este estado de aislamiento, de hondo vacío en mí, de modo que es un
resultado, una consecuencia, no algo que sea inherente a mí mismo. Veo que, mientras
mi actividad sea egocéntrica y autoexpresiva, tiene que haber este vacío; veo
que, para llenarlo, hago toda clase de esfuerzos —cosa que también es
egocéntrica— y el vacío se hace más extenso y profundo. ¿Es posible trascender
este estado, no escapando de él ni diciendo, «no seré egocéntrico»? Cuando uno
dice «no seré egocéntrico», ya lo es. Cuando ejercemos la voluntad para negar
la actividad del «yo», esa misma voluntad es factor de aislamiento. La mente se
ha condicionado a través de siglos y siglos en su urgencia de seguridad y
protección; ha creado, tanto fisiológica como psicológicamente, esta actividad
egocéntrica que impregna su vida diaria en «mi familia», «mi empleo», «mis
posesiones», y eso produce este vacío, este aislamiento. ¿Cómo va a terminar
esta actividad? ¿Puede terminar alguna vez? ¿O tiene uno que rechazarla
totalmente y dotarla de otra cualidad del todo distinta?
Veo este vacío, cómo ha surgido en mí. Comprendo que la
voluntad o cualquier otra actividad ejercida para desechar al creador de este
vacío es sólo otra forma de actividad egocéntrica. Eso lo veo muy claramente,
objetivamente, y de pronto me doy cuenta de que no puedo hacer nada sobre ello.
¿Comprenden? Antes hice algo en relación con este vacío, escape o traté de
llenarlo, me esforcé por comprenderlo y penetrarlo, pero todas ésas son otras
formas de aislamiento. Así, pues, súbitamente comprendo que no puedo hacer
nada: que cuanto más trato de hacer sobre ello, tanto más estoy creando y
construyendo murallas de aislamiento. La mente misma se da cuenta de que no
puede hacer nada, que el pensamiento no puede tocar esto, porque tan pronto lo
toca, engendra vacío de nuevo. De manera que observando con cuidado y
objetividad, veo todo este proceso, y el mismo hecho de verlo es suficiente.
Miren lo que ha sucedido. Antes he utilizado energía para llenar este vacío, he
vagado por todas partes, y ahora veo su absurdo, la mente ve muy claro cuán
absurdo es todo ello, de modo que ahora no estoy disipando energía. El
pensamiento se aquieta; la mente se queda completamente serena: ha visto el
mapa completo de esto, y así llega el silencio. En ese silencio no hay soledad.
Cuando adviene tal silencio, ese silencio absoluto de la mente, hay belleza y
amor, que puede —o no— expresarse.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 54
Sólo hay dicha plena más allá del placer; y existe la
belleza, que no es la expresión de una mente astuta, sino la belleza que se
conoce cuando la mente está en completa quietud, en silencio.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 56
Primero observe. Hay dos estados: uno es la inatención y el
otro, en raros momentos, es la atención completa, en que el pensamiento no
participa en ninguna forma. En esos raros momentos descubrirá algo totalmente
nuevo. En esa atención completa hay una dimensión del todo distinta. Si
entonces eso llega a ser algo que usted ha conocido, que ha sentido, que guarda
en la memoria, si llega a ser un recuerdo y usted se dice a sí mismo: «desearía
poder captar eso otra vez, retenerlo, no dejarlo ir», entonces eso es de nuevo
el estado de inatención. De modo que dese cuenta del estado de inatención, no
de «la manera de estar atento». No haga nada con la inatención. Muy bien, no
estoy atento, pero tengo mucho cuidado, lo estoy observando, no trato de darle
una forma, no trato de cambiarlo, me limito a observarlo. Ese mismo acto de
observar es atención…
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 57
Señor, nada es impedimento para la libertad psicológica.
¡Nada! Un impedimento surge sólo cuando hay resistencia. Si no hay resistencia,
entonces no hay problema psicológico. Si usted trata con resistencia, como un
obstáculo, el vivir diario —el ganarse la vida, educar los hijos, el fastidio
de todo ello, la rutina, la tarea diaria de lavar platos— entonces todo se
convierte en un problema. Pero cuando usted se da cuenta de todo este proceso
del vivir —con su rutina, sus habites, su aburrimiento, con sus ansiedades,
disgustos, el miedo, la dominación, las posesiones— cuando usted se da cuenta
de esto sin elegir nada (no puede hacer usted nada sobre esa lluvia o sobre el
perfil de esas colinas) y si puede usted mirar su propia actividad de la misma manera,
calladamente, sin ninguna elección, sin resistencia alguna, entonces no hay
problema psicológico. De ahí sólo surge entonces la libertad.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 57
Lo importante no es acumular palabras, razonamientos o
explicaciones, sino más bien producir, en cada uno de nosotros, una honda
revolución, una profunda mutación psicológica, para que haya una sociedad de
tipo distinto: una relación totalmente diferente entre hombre y hombre, que no
se base en la inmoralidad, como ahora. Una revolución así, en el más profundo y
completo sentido de la palabra, no se realiza mediante sistema alguno, ni por
acción de la voluntad, ni por ninguna combinación del hábito y de la previsión.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 58
La mayoría de nosotros seguimos las rutinas del hábito
consciente o inconsciente; creemos que los hábitos son correctos e incorrectos,
buenos y malos, hábitos de conducta, y otros que no son respetables, los
hábitos que la sociedad considera inmorales. Pero la moralidad social es en sí
misma inmoral. Ustedes pueden ver eso con bastante sencillez, porque la
sociedad se basa en la agresión, en el afán de adquirir, en el sentido de
predominio del uno sobre el otro, etc., el sistema cultural. Hemos aceptado esa
moralidad, vivimos de acuerdo con ese patrón moral, lo aceptamos como cosa
inevitable, y así se ha convertido en hábito. Cambiar este hábito, ver cuán
extraordinariamente inmoral es aunque esa inmoralidad se haya vuelto altamente
respetable; ver eso y actuar con una mente que ya no es prisionera del hábito,
actuar de un modo distinto por completo, sólo es posible cuando comprendemos la
naturaleza del miedo. Con mucha facilidad cambiaríamos cualquier costumbre, nos
abriríamos paso a través de cualquier hábito atrincherado, arraigado
profundamente, si no hubiera el temor de que, al romperlo, sufriríamos aún más,
estaríamos aún más inciertos, más inseguros. Les ruego que se observen ustedes
mismos, observen sus propios estados mentales, vean que la mayoría de nosotros
romperíamos fácil y felizmente un hábito si, por otro lado, no hubiera temor,
ni incertidumbre.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 60
Si pudiéramos comprender los miedos psicológicos, entonces
podríamos remediar, comprender con facilidad los biológicos. Por desgracia, nos
mueven rápidamente los temores físicos y descuidamos los psíquicos; nos
amedrentan mucho la enfermedad y el dolor; la mente toda se intranquiliza y no
sabemos cómo arremeter contra ese dolor sin producir una serie de conflictos en
la psiquis, dentro de uno mismo. Por el contrario, si uno pudiera empezar con
los temores psíquicos, entonces acaso los físicos podrían comprenderse y
tratarse con cordura.
… tanto en lo biológico como en lo psicológico. Si
pudiéramos comprender los miedos psicológicos, entonces podríamos remediar,
comprender con facilidad los biológicos. Por desgracia, nos mueven rápidamente
los temores físicos y descuidamos los psíquicos; nos amedrentan mucho la
enfermedad y el dolor; la mente toda se intranquiliza y no sabemos cómo
arremeter contra ese dolor sin producir una serie de conflictos en la psiquis,
dentro de uno mismo. Por el contrario, si uno pudiera empezar con los temores
psíquicos, entonces acaso los físicos podrían comprenderse y tratarse con
cordura.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 60
Miren, el temor es un fenómeno muy extraño, tanto en lo
biológico como en lo psicológico. Si pudiéramos comprender los miedos
psicológicos, entonces podríamos remediar, comprender con facilidad los
biológicos. Por desgracia, nos mueven rápidamente los temores físicos y
descuidamos los psíquicos; nos amedrentan mucho la enfermedad y el dolor; la
mente toda se intranquiliza y no sabemos cómo arremeter contra ese dolor sin
producir una serie de conflictos en la psiquis, dentro de uno mismo. Por el
contrario, si uno pudiera empezar con los temores psíquicos, entonces acaso los
físicos podrían comprenderse y tratarse con cordura.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 60
Es obvio que, para observar el temor, no puede haber escape
alguno. Todos hemos cultivado medios de escape para eludir el miedo. El hecho
de eludirlo no sirve más que para aumentarlo. También esto es muy sencillo. De
modo que lo primero es ver que huir del temor es una forma de temor. Cuando lo
evitamos, sencillamente le volvemos la espalda, pero siempre está ahí.
Comprendan, pues, —no de manera verbal ni intelectual— comprendan en realidad
que no es posible eludirlo, está ahí, como una lengua ulcerada, como una
herida; no podemos evitarlo. Está ahí. Éste es un hecho. Entonces ustedes
tienen que dar espacio al miedo para que florezca, como dejarían espacio para
que floreciera la bondad. Tienen que dejar espacio para que el temor salga a la
superficie. Entonces pueden observarlo.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 61
Cuando usted puede mirar el miedo sin eludirlo de ninguna
manera, ese miedo tiene una cualidad distinta. (Espero que usted esté haciendo
esto, que tome su particular temor, por mucho que lo haya alimentado, por mucho
que lo haya evitado cuidadosamente, y que lo esté mirando ahora sin recurrir a
ningún escape, sin juzgarlo, condenarlo, ni justificarlo). Luego surge la
cuestión —si es que uno llega tan lejos— sobre «quién» es el que está
observando el temor. Tengo miedo de —no importa lo que sea— la muerte, de perder
mi empleo, de envejecer, miedo de una enfermedad; tiene uno miedo y no lo
rehuye, ahí está. Lo miro, y para mirar cualquier cosa, tiene que haber
espacio. Si estoy muy cerca de ella, no puedo verla. Y cuando miro el temor y
le doy espacio y libertad para mantenerse vivo, ¿quién está entonces mirando el
temor? ¿Quién es el que dice: «no he escapado del miedo, lo estoy mirando, no
desde muy cerca, para que pueda desarrollarse, para que pueda vivir, y no lo
estoy sofocando con mi ansiedad?». ¿Quién es entonces el que lo está mirando?
¿Quién es el «observador», siendo el temor la cosa observada? El «observador»
es, desde luego, la serie de hábitos, la tradición que «él» ha aceptado y
dentro de la cual vive; «él» es la norma de conducta, la creencia o la inclinación
a evitarla: el observador es eso, ¿no es así? Es la entidad cultivada, la mente
cultivada, estilizada, sistematizada, que funciona en el hábito; es el
«observador» el que está mirando el temor; por lo tanto, «él» no lo está
mirando directamente, en absoluto. Lo mira con la cultura, con la ideología
tradicional, de modo que hay conflicto entre «él» (con todo su trasfondo y
condicionamiento), entre «él», la entidad, y la cosa observada: el temor. «Él»
está mirándolo indirectamente, buscando razones para no aceptarlo, y hay así
una constante batalla entre el observador y la cosa observada. Lo observado es
el temor, y el «observador» lo mira con el pensamiento, que es la respuesta de
la memoria, de la tradición, de la cultura.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 61
Uno tiene entonces que comprender la naturaleza del
pensamiento. (¿Podemos examinar esto? Miren, es una cosa muy sencilla; espero
que yo no la esté haciendo complicada). No sé lo que va a pasar mañana. Podría
perder el empleo, no sé, cualquier cosa puede pasar. Así que tengo miedo del
mañana. Es el pensamiento lo que ha producido este miedo. Dice: «Podría perder
mi puesto, mi esposa podría abandonarme, puede que esté solo, tal vez tenga
aquél dolor que tuve ayer, etc.». El pensamiento, el pensar sobre el mañana y
tener la incertidumbre del futuro crea temor. Esto está bastante claro, ¿no? Si
algo inmediato produce una sacudida, sin tiempo para que intervenga el
pensamiento, no habrá temor. Es sólo cuando hay un intervalo entre el incidente
y la reacción que el pensamiento puede intervenir y dice: «tengo miedo». Se
tiene miedo a la muerte, ese miedo a la muerte es el hábito, la cultura en que
nos hemos criado. Así, que por ejemplo, dice el pensamiento: «moriré algún día.
¡Por Dios! No pensemos en ello. Alejémoslo de la mente». Pero el pensamiento
está atemorizado, ha creado una distancia entre sí mismo y ese día inevitable,
por lo cual tiene miedo. De modo que, para comprender el temor, uno tiene que
penetrar en toda la estructura y naturaleza del pensamiento. Ahora bien,
resulta muy sencillo ver lo que es el pensamiento. El pensamiento es la
respuesta de la memoria; experiencias a millares que han dejado un residuo, una
huella en las mismas células cerebrales. Y el pensamiento es la respuesta de
esas células. Es algo muy material. ¿Puedo yo entonces, puede el observador
mirar el temor sin invocar o incitar el pensamiento con todo su trasfondo de
cultura y de explicaciones? ¿Puedo yo mirar el miedo sin todo eso? ¿Habrá miedo
entonces? (No sé si están siguiendo todo esto). En primer lugar, uno está
asustado, porque no ha observado el miedo, lo ha eludido a toda costa. El
evitarlo sólo sirve para crear miedo, conflicto y lucha, lo que produce varias
formas de acción neurótica, violencia, odio, dolor, etc. Ahora bien, cuando en
la observación no interviene el pensamiento, uno tiene que ser muy sensible,
tanto física como psicológicamente; pero esto es imposible cuando uno actúa
dentro de los límites del pensamiento. Ir más allá del pensamiento, lo cual es
lo «imposible» para la mayoría de nosotros, implica descubrir si es «posible»
estar libre en absoluto del pensamiento.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 62
Cuando en la observación no interviene el pensamiento, uno
tiene que ser muy sensible, tanto física como psicológicamente; pero esto es
imposible cuando uno actúa dentro de los límites del pensamiento. Ir más allá
del pensamiento, lo cual es lo «imposible» para la mayoría de nosotros, implica
descubrir si es «posible» estar libre en absoluto del pensamiento.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 63
La mente, que es en sí la percepción total, tiene que ver
con mucha claridad, sin confusión, y en ella no debe haber conflictos de
ninguna clase.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 64
Mirar el temor, mirar el árbol, mirar a su esposa o a sus
amigos, mirar con ojos que el pensamiento no haya tocado en absoluto… Cuando
usted haya logrado esto, dirá que el temor no tiene realidad alguna, que es
producto del pensamiento y como todos los productos del pensamiento —excepto
los de la tecnología— carece de toda validez.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 64
Mirando el temor y dejándolo en libertad, termina el temor.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 65
Ya saben, este mundo está tiranizado por el miedo, y éste es
uno de los más monstruosos problemas que tiene cada uno de nosotros. Miedo de
ser descubierto, miedo de arriesgarse, miedo de que se repita lo que dijo usted
hace años, y está usted nervioso y miente. Tiene que conocer la extraordinaria
naturaleza del temor y saber que cuando vive uno en el temor, vive en
tinieblas. ¡Es una cosa terrible! Lo percibe uno, pero no sabe qué hacer con
él; con el miedo a la vida, el miedo a la muerte, el miedo a los sueños.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 65
En cuanto a los sueños, uno siempre ha aceptado como normal
que debe tener sueños, ha aceptado como hábito que uno tiene que soñar, que es
inevitable; y ciertos psicólogos han dicho que si uno no sueña se volvería
loco. Es decir, se afirma que lo imposible es no soñar nada. Y nunca se
pregunta uno: «¿Por qué tengo que soñar? ¿Para qué soñar?». No se trata de qué
son los sueños y cómo han de interpretarse, cosa que se vuelve muy complicada y
que en realidad tiene muy poco sentido. Pero ¿puede uno descubrir si hay alguna
posibilidad de no soñar, para que, cuando uno duerma lo haga plenamente, en
completo descanso, para que a la mañana siguiente la mente despierte fresca,
sin haber pasado por toda la batalla? Yo digo que es posible.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 65
Cuando usted duerme, la mente superficial está más o menos
callada, pero no por completo. Tiene la preocupación de la oficina, de lo que
usted le dijo a la esposa y el sermoneo de ésta —ya sabe, los temores— pero se
encuentra bastante callada. Sin embargo, dentro de esta relativa quietud, el
inconsciente proyecta las insinuaciones de sus propias exigencias, de sus
propios anhelos, de sus temores, los cuales son traducidos por la mente
superficial en forma de sueños. ¿Ha experimentado usted con esto? Es bastante
sencillo. No es muy importante interpretar sueños o decir que usted tiene que
soñar; pero, si puede, descubra usted si hay posibilidad de no soñar en
absoluto. Sólo es posible siempre y cuando usted se dé cuenta durante el día de
todo el movimiento del pensar, si percibe sus motivaciones, la forma cómo
camina, cómo habla, lo que dice, por qué fuma, las implicaciones de su trabajo,
si se da cuenta de la belleza de las colinas, de las nubes, de los árboles, del
barro en el camino y la relación de usted con otra persona. Dése cuenta, sin
ninguna elección, de modo que esté observando, observando, observando; y dése
cuenta de que en eso hay también inatención. Si procede usted así durante todo
el día, se le vuelve la mente extraordinariamente aguda, alerta, no sólo la superficial,
sino la conciencia completa, el total de ella, porque no deja que escape ningún
pensamiento secreto, no hay un rincón de la mente que no sea tocado, que no
quede al descubierto. Y después, cuando se va en efecto a dormir, la mente está
extraordinariamente tranquila, no sueña nada y prosigue una actividad muy
distinta. La mente, que ha vivido con intensidad completa durante el día, ha
despertado toda la cualidad de la conciencia porque se ha dado cuenta de sus
palabras y al cometer un error, está consciente de ello, no dice: «no debo» o
«tengo que combatirlo»; está con él, lo mira, se ha dado cuenta de él
completamente. Cuando se va a dormir, ya ha desechado todas las viejas cosas de
ayer.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 66
La mayoría de nosotros aceptamos involuntariamente una vida
superficial, pero rodeándola de gran misterio.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 67
Estamos presos en lo «conocido»; y «lo conocido», el
conocimiento de nosotros mismos, es muy difícil de comprender. ¡Es tan difícil
mirarnos a nosotros mismos cara a cara, sin que medie ningún prejuicio, ninguna
opinión, ningún juicio, simplemente mirarnos tal como somos! Hemos heredado del
animal, del mono, todos los instintos y reacciones; hemos crecido con todas las
tradiciones y culturas; ésas son las cosas que no nos gusta mirar; esas cosas
constituyen lo «conocido».
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 68
¡Si sólo pudiéramos mirar dentro de nosotros mismos!
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 68
¿Por qué estamos tan inclinados a aceptar? No importa lo que
sea. ¿Por qué accedemos tan fácilmente y decimos que «sí» a las cosas? Seguir
es una de nuestras tradiciones; como los animales en una manada, todos seguimos
al líder, a los maestros y gurús, y por eso existe la «autoridad». Donde hay
autoridad, evidentemente tiene que haber miedo. El miedo da cierto impulso y la
energía para triunfar, para, lograr algo prometido, como la esperanza, la
felicidad, etc. ¿Es posible, pues, no aceptar nunca, sino examinar, explorar?
Ya sabemos, cuando usted está sentado ahí, y el orador está arriba, en el
estrado, una de las cosas más difíciles es no concederle cierta autoridad. De
modo inevitable, esta relación (lo alto y lo bajo, físicamente hablando) produce
cierto grado de aceptación. «Usted sabe, nosotros no sabemos»; «usted nos dice
lo que hay que hacer, nosotros lo seguiremos, si podemos». Y esto, me parece,
es la acción más destructiva que jamás pueda emprender una mente: seguir a
cualquiera, imitar un patrón establecido por otro. Una fórmula impuesta por
otro lleva inevitablemente al conflicto, a la desdicha, a estar
psicológicamente amedrentado. Y así es como vivimos. Parte de esa armazón de
autoridad se apoya en la aceptación de la forma en que vivimos y en el hecho de
no poder trascenderla. Queremos que otro nos diga lo que debemos hacer.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 69
¡Morir para descubrir!
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 75
¿No quiere usted saber, profundamente, usted mismo, con
todos sus nervios, su cerebro, con todo lo que posea, no quiere saber lo que
significa amar? ¿No quiere saber lo que eso significa, tener esa extraordinaria
bendición y saber con la misma avidez, con la misma vitalidad, lo que la muerte
es? ¿Cómo va a descubrirlo? Morir implica conocer la cualidad de la inocencia.
Más nosotros no somos personas inocentes, hemos tenido miles de experiencias,
un millar de años; todo está ahí, en las células cerebrales mismas. El tiempo
ha cultivado la agresión, la brutalidad, la violencia, el sentimiento de
dominación y… ¡Oh!, ¡tantas experiencias! Nuestras mentes no son inocentes,
claras, frescas, jóvenes; han sido manchadas, torturadas, distorsionadas. Para
preguntar qué es la inocencia uno tiene que vivirla y saber lo que es la
muerte. De seguro, sólo cuando uno muere para todo lo que conoce, psicológicamente,
internamente, cuando muere para su pasado, muere con naturalidad, libre y
felizmente; sólo en esa muerte hay inocencia, hay una renovación, hay ojos
inmaculados. ¿Puede uno llegar a eso? ¿Puede uno desechar con facilidad, sin
esfuerzo, las cosas a que se ha aferrado? Los recuerdos agradables y los
desagradables, el sentido de «mi familia», «mis hijos», «mi Dios», «mi marido»,
«mi esposa», y toda la actividad egocéntrica que sigue y prosigue… ¿Puede uno
desechar todo eso? Voluntariamente, no por compulsión, por miedo, por
necesidad, sino con el reposo que adviene cuando uno observa el problema del
vivir un vivir lleno de contiendas, un campo de batalla. Poner fin a ese
problema, salir de él, «estar fuera» de todo lo relacionado con esa forma de
vida… ¿Puede uno hacerlo? Escuche, por favor, la pregunta: ¿Puede uno hacerlo?
Usted puede decir: «No, no puedo, no es posible». Cuando afirma que no es
posible, lo que quiere decir es que sólo será posible si sabe lo que pasará
cuando termine todo eso. Esto es, usted renunciará a una cosa cuando esté
seguro de otra. Dice que no es posible, solamente porque no sabe qué es lo
«imposible». Y para averiguarlo hay que darse cuenta tanto de lo posible como
de lo «imposible», e ir más allá. Entonces usted mismo verá que todo lo que ha
acumulado psicológicamente puede desecharlo con mucha facilidad; sólo entonces
sabrá usted qué es vivir. Vivir es morir, morir todos los días para todas las
cosas con que ha luchado y las que ha acumulado para la propia importancia, por
lástima de sí mismo, para el dolor, el placer y la agonía de este hecho que se
llama vivir. Eso es lo único que conocemos y para verlo todo, la mente tiene
que estar extraordinariamente callada. En ver precisamente la estructura
completa consiste la disciplina; este mismo «ver» nos disciplina. Y entonces
tal vez sabremos lo que significa morir; sabremos lo que significa vivir, no
esta vida torturada, sino una vida enteramente distinta, una vida que ha nacido
de una profunda revolución psicológica, que no implica desviarse de la vida.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 75
No hay sendero que conduzca a la verdad.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 82
La meditación es comprender la naturaleza de la vida, con su
actividad dual, su conflicto: es ver su verdadero significado, su verdad, de
modo que la mente se vuelva clara sin distorsión alguna, aunque haya estado
condicionada durante millares de años, viviendo en conflicto, en lucha, en
combate. La mente ve que la distorsión tiene que producirse cuando sigue una
ideología, la idea de lo que debería ser en oposición a lo que es. De ahí viene
una dualidad, un conflicto, una contradicción, y, por tanto, una mente
atormentada, deformada, pervertida. Sólo hay una cosa: aquello que es, lo que
es, nada más. Al interesarse uno por completo en lo que es, desecha toda forma
de dualidad, y por eso no hay conflicto, no hay tortura mental. La meditación
es entonces el estado de la mente que ve en realidad «lo que es», sin
interpretarlo, sin traducirlo, sin desear que no existiera, sin aceptarlo. La
mente puede ver esto únicamente cuando cesa el «observador». (Por favor, es
importante comprender esto). Casi todos nosotros estamos amedrentados: hay
miedo, y el que desea librarse del miedo es el observador. Este observador es
la entidad que reconoce el temor nuevo y lo traduce en términos de los viejos
temores que conoció y acumuló del pasado del cual ha escapado. Así pues,
mientras existan el observador y la cosa observada tiene que haber dualidad y,
por tanto, conflicto. Hay un retorcimiento de la mente, y ésa es una de las
condiciones más complicadas, algo que tenemos que entender. Mientras exista el
«observador», tiene que existir el conflicto de la dualidad. ¿Es posible ir más
allá del «observador», siendo éste toda la acumulación del pasado, el yo, el
ego, el pensamiento que brota de este pasado acumulado? Bien, la meditación es
la comprensión de todo el mecanismo del pensamiento. Espero que, mientras el
que habla pone esto en palabras, usted lo estará escuchando y observando con
mucha claridad, para ver si es posible eliminar todo conflicto, a fin de que la
mente pueda estar totalmente en paz no contenta, pues el contentamiento surge
sólo cuando hay descontento, que es además el proceso de la dualidad. Cuando no
hay observador, sino sólo «observar», y, por tanto, no hay conflicto,
únicamente entonces puede haber completa paz, de otro modo, hay violencia,
agresión, brutalidad, guerras, y todas las demás formas de comportamiento en la
vida moderna. Así, pues, la meditación es el medio de comprender el pensamiento
y de descubrir por uno mismo si el pensamiento puede terminar. Sólo en este
caso, cuando la mente está en silencio, es que puede ver en realidad lo que es,
sin ninguna distorsión, hipocresía o concepción ilusoria de sí misma. Ahí están
esos sistemas y los gurús, etc., que dicen que, para terminar con el pensamiento,
uno tiene que aprender a concentrarse, a dominarse. Pero una mente disciplinada
en el sentido de haber sido disciplinada para imitar, para someterse, aceptar y
obedecer, siempre tiene miedo. Una mente así nunca puede estar en silencio,
sólo puede fingir que lo está. Y a ese estado de la mente silenciosa no es
posible llegar mediante el uso de ninguna droga ni por la repetición de
palabras. Puede uno reducirla al embotamiento, pero no estará en silencio.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 83
Meditar es comprender el comportamiento de la vida, es
comprender el dolor y el miedo y trascenderlos. Trascenderlos no es simplemente
captar de manera intelectual o racional el significado del proceso del dolor y
el temor, sino que es ir realmente más allá de ellos. Ir más allá es observar
con verdadera claridad el dolor y el miedo como son. Al verlos con suma
claridad, el «observador» tiene que terminar.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 85
La meditación implica seguir el camino de la vida, no
escapar de ella.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 85
La meditación es la comprensión constante de la forma en que
se vive, cada minuto, mientras la mente se mantiene extraordinariamente viva,
alerta, sin estar agobiada por ningún miedo, ninguna esperanza, ninguna
ideología, ninguna pena.
… entonces entraremos en algo por completo diferente.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 86
La religión es un modo de vida en que hay armonía interior,
un sentimiento de unidad completa.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 94
La vida es acción, vivir significa actuar. La vida religiosa
es una vida de acción, no conforme a un patrón determinado, sino acción en que
no hay contradicción, acción que no está segmentada, dividida en vida de
negocios, vida social, vida política, vida religiosa, vida familiar, etc., ni
vida como conservador ni como liberal. Ver que existe una acción que no está
fragmentada, que es total, completa; y vivir de esa manera, es vivir la vida
religiosa. Usted sólo puede actuar de ese modo cuando hay amor. Y el amor no es
placer cultivado y nutrido por el pensamiento; el amor no es cosa para
cultivarse. Es sólo el amor lo que produce esta acción total y que puede
posiblemente traer este completo sentido de unidad. Lo «desconocido» no es algo
extraordinario. Al vivir con lo «conocido» se convierte lo «desconocido» en su
opuesto, algo que es contradictorio. Más cuando usted comprende la naturaleza
de lo «conocido», las pasadas experiencias, las imágenes que uno ha creado del
mundo, como las naciones, las razas, la diferenciación entre las distintas
creencias religiosas dogmáticas —todas esas cosas componen lo conocido— y si la
mente no está presa en ello, puede haber amor; de lo contrario, haga usted lo
que haga, y aunque tenga innumerables organizaciones para traer la paz al
mundo, no habrá paz. Después sigue uno preguntando: ¿Puede un ser humano, usted
y yo, u otro, podemos alcanzar una vida en que no haya muerte? ¿Podemos dar con
una vida que realmente esté fuera del tiempo?, una vida en la cual termine el
pensamiento, que crea el tiempo psicológico, como sus temores. El pensamiento
tiene su propia importancia, pero psicológicamente no tiene ninguna en
absoluto. El pensamiento es dañino, está siempre buscando el placer
internamente. El amor no es placer, el amor es bienaventuranza, algo
enteramente distinto. Y cuando todo esto se vea con mucha claridad y uno viva
de esa manera, —no verbalmente ni en un mundo de incomprensión, sino cuando
todo eso sea muy claro, muy sencillo— entonces tal vez haya una vida sin
principio ni fin, una vida eterna.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 96
La libertad interior, página 2
La libertad interior, página 3
La libertad interior, página 4
La libertad interior, página 4
La libertad interior, página 4
La libertad interior, página 5
La libertad interior, página 7
La libertad interior, página 9
La libertad interior, página 9
La libertad interior, página 11
La libertad interior, página 12
La libertad interior, página 14
Como estamos condicionados, la vida se vuelve fragmentaria. La vida, que es el vivir diario, los pensamientos cotidianos, las aspiraciones, el sentido de superación —cosa tan fea— todo eso es fragmentario. Este condicionamiento convierte a cada uno en un ser humano egocéntrico, que lucha por su «yo», por su familia, por su nación, por su creencia. Y, por lo tanto, surgen las diferencias ideológicas. Usted es cristiano, y otro es musulmán o hindú. Ambos pueden tolerarse mutuamente, pero en lo fundamental, internamente, hay honda división y menosprecio, uno de los dos se siente superior, y todo lo demás. Así, este condicionamiento, no sólo nos vuelve egocéntricos, sino que, además, en ese egocentrismo está el proceso de aislamiento, de separación, de división, y esto hace que nos sea imposible cooperar del todo.
La libertad interior, página 14
Como estamos condicionados, la vida se vuelve fragmentaria. La vida, que es el vivir diario, los pensamientos cotidianos, las aspiraciones, el sentido de superación —cosa tan fea— todo eso es fragmentario. Este condicionamiento convierte a cada uno en un ser humano egocéntrico, que lucha por su «yo», por su familia, por su nación, por su creencia. Y, por lo tanto, surgen las diferencias ideológicas. Usted es cristiano, y otro es musulmán o hindú. Ambos pueden tolerarse mutuamente, pero en lo fundamental, internamente, hay honda división y menosprecio, uno de los dos se siente superior, y todo lo demás. Así, este condicionamiento, no sólo nos vuelve egocéntricos, sino que, además, en ese egocentrismo está el proceso de aislamiento, de separación, de división, y esto hace que nos sea imposible cooperar del todo.
La libertad interior, página 15
La libertad interior, página 16
La libertad interior, página 17
La libertad interior, página 17
La libertad interior, página 19
La libertad interior, página 19
La libertad interior, página 21
La libertad interior, página 25
La libertad interior, página 28
La libertad interior, página 29
De modo que el «observador», el «yo» —ese «yo» que dice que es diferente de la cosa de la cual quiere librarse— ¿está separado en realidad de la cosa observada? ¿Es eso? ¿Es que hay dos entidades separadas, el observador distinto de la cosa observada? ¿O es que hay sólo una cosa, y que lo observado es el observador, y éste es aquél? (¿Se está volviendo esto muy difícil?).
Cuando usted ve la verdad de que el observador es lo observado, entonces no hay dualidad alguna, por lo tanto, no hay conflicto (habíamos dicho que es un derroche de energía). Entonces sólo existe el hecho real, el hecho de que la mente está condicionada. No significa que «yo esté condicionado y vaya a librarme de mi condicionamiento». Así es que cuando la mente ve la verdad de esto, entonces no hay dualidad, sino sólo un estado de condicionamiento, o estado condicionado. Ninguna otra cosa. ¿Podemos seguir adelante partiendo de este punto?
¿Ve usted, pues, eso, no como una idea, sino de hecho? ¿Ve usted realmente que sólo existe el condicionamiento, no el «yo» y el «condicionamiento» como dos cosas distintas: el «yo» ejerciendo su «voluntad» para librarse del condicionamiento, y de ahí el conflicto? Cuando usted ve que el observador es lo observado, no hay conflicto en absoluto; éste se elimina del todo, de modo que cuando la mente ve que sólo hay un estado condicionado, ¿qué va a suceder entonces? Usted ha eliminado del todo la entidad que va a ejercer su poder, disciplina o voluntad para librarse de este condicionamiento, lo que significa en esencia que la mente ha eliminado del todo el conflicto.
Ahora bien, ¿lo ha hecho usted? Si no lo ha hecho, no podemos seguir adelante. Mire —para decirlo con mayor sencillez— cuando usted ve un árbol, existe el observador —el que ve— y la cosa vista. Entre el observador y la cosa observada hay un espacio; entre la entidad que ve el árbol y éste hay un espacio. El mira ese árbol y tiene diversas imágenes o ideas sobre los árboles. A través de esas innumerables imágenes, mira el árbol. ¿Puede él eliminar esas imágenes botánicas, estéticas, etc., de modo que mire el árbol sin ninguna imagen, sin idea alguna? ¿Lo ha intentado usted alguna vez? Si no lo ha intentado, si no lo hace, no podrá penetrar en este problema mucho más complejo que estamos investigando. El de la mente que lo ha mirado todo como «el observador», como algo distinto de la cosa observada y, por lo tanto, con un espacio, una distancia entre ella como «el observador» y la cosa «observada»; como el espacio que hay entre usted mismo y el árbol. Si puede hacerlo, es decir, si usted puede mirar un árbol sin ninguna imagen, sin ningún conocimiento, entonces el observador es lo observado. Eso no quiere decir que se convierta en el árbol —cosa que sería muy tonta— sino que desaparece la distancia entre el observador y lo observado. Y ése no es una especie de estado místico, abstracto o hermoso, no significa que usted caiga en un éxtasis.
Cuando la mente descarta el factor externo —divino o místico, o cualquier cosa que sea invención de una mente que no ha podido resolver el problema de liberarse de su propio condicionamiento— cuando descarta ese agente exterior, inventa otro, el «yo», el «observador», que dice: «voy a librarme de mi condicionamiento». Pero de hecho sólo existe una mente que se halla en estado condicionado, no la dualidad de una mente que dice que está condicionada, que tiene que ser libre, que tiene que ejercer la voluntad sobre su estado condicionado. Sólo existe una mente condicionada. Por favor, escuche esto con mucho cuidado. Si realmente escucha con atención, con todo su corazón, con toda su mente, verá lo que pasa. La mente está condicionada, ¡sólo eso! No hay nada más. Todas las invenciones psicológicas —relación permanente, divinidad, dioses, todo lo demás— nacen de ésta mente condicionada. Sólo hay eso y ninguna otra cosa más. ¿Es esto un hecho para usted? Ésta es la cuestión. Si usted puede llegar a este hecho, es en verdad, una cosa de extraordinaria importancia. Porque en la observación de eso solamente, y nada más, empieza el sentido de libertad, que es la liberación del conflicto
La libertad interior, página 30
La libertad interior, página 34
La libertad interior, página 34
La libertad interior, página 41
La libertad interior, página 42
La libertad interior, página 43
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La libertad interior, página 83
La libertad interior, página 85
La libertad interior, página 85
… entonces entraremos en algo por completo diferente.
Jiddu Krishnamurti
La libertad interior, página 86
La libertad interior, página 94
La libertad interior, página 96
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