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Nuestros cuerpos perdieron su destino.
La mirada y la noche se abrazaban,
se mordían en la luz y se besaban
en las sombras espesas del camino.
Vivíamos siempre en torbellino
que nos consumía y desgarraba,
que nos quemaba y calcinaba,
que nos convertía en ardiente vino.
En la montaña verde nos amamos
en un lecho de lágrimas errantes.
Una cascada azul escuchábamos
entre ecos de estrellas agonizantes
y el amor nos trataba indiferente
entre un silencio casi trasparente.
Rubén Rivera
CALÉNDULAS EBRIAS
En esta mañana invernal
el viento despierta la fogata.
El destello del río traspasa nubes,
la brisa limpia la hierba.
Entre caléndulas bebemos vino
atizando las penas.
Rubén Rivera
ELEVADO SILENCIO
El cielo se pierde
en sus ojos.
La
flor
madurada de vientos,
se marchita.
Quiebra su belleza en su fragancia
y vuelos y atardeceres
la deshojan,
ora
sobre el pecho
de la ola
o
d
a
v
e
l
e
silencio.
*
Tu mano en mi sexo,
tu lengua de luz.
Vuela un estallido de blancura.
Rubén Rivera
ESPERANDO LA LUNA
La luz del agua levanta las casas de campaña.
Frente a la hoguera esperamos la luna.
Las mujeres conversan como el mar,
bailan las almejas en la niebla.
A lo lejos, los pescadores levantan el chinchorro:
los camarones saltan astillando la luna.
Rubén Rivera
“Interpreto el viaje que está realizando el poeta como un último homenaje hacia la muerte. Soy un médium que le canta al poeta en su último adiós.”
Rubén Rivera
"La poesía siempre me acompaña en mi soledad."
Rubén Rivera
"Los grandes poetas le cantan a la vida y deciden quitarse la vida. ¿Cómo es posible que un poeta que vive de todo lo que está a su alrededor –la caída del sol, el rumor del agua, el llanto de un niño, las caricias de la amada–, decida quitarse la vida? Ahí comienza el libro, empecé una investigación que me llevó cinco años para ir seccionando los que se suicidaron por bala, por agua, en el vacío, con veneno, con los barbitúricos, así se va formando el libro (Sendero de suicidas)."
Rubén Rivera
No estoy solo en esta noche de invierno, mi langosta me acompaña. A ratos, este poeta loco vive alegre como un lirón y otras veces sombrío, cual Clitandro doliente.
Canta una estrella sobre el ocaso de mi corazón.
En la neblina comienza a levantarse un fantasma desolado y bajo el farol espero a la gran Señora que cierre mis ojos. Espero que con gran piedad me descuelgue de la luz impía.
Me pregunto antes de partir: ¿es la serpiente sabia la que signa mi vida?
Nunca llegaré a tiempo, nunca llegaré a la respuesta.
Rubén Rivera
Rumbo a Soa
Ya es el tiempo, oh soledad errante entre las huellas de los camellos, entre la luna que desentierra los resplandores de las arenas, donde se marchitan los recuerdos de tempestad. Junto al murmullo de las hojas martirizadas por los remolinos, Rimbaud habla entre dientes: el aire marino quemará mis pulmones; los climas perdidos me curtirán, y el tráfico de armas me permitirá vivir como un sultán. El silencio arde en su boca y las penas se esconden en las arrugas del sueño para no florecer jamás. Todo se espera en este viaje: tormentas de polvo, jaleo nocturno de chacales, cantos fúnebres de camelleros y los inmensos espejos de los lagos, que empujan a los guías indígenas a echar a correr hacia ninguna parte. Unas nubes amarillas se detienen de repente coronando las llanuras. Se ve el camino sin fin, más ningún pensamiento derrota al navegante. Rimbaud canta.
Rubén Rivera
“Uso un lenguaje directo hacia la poesía, hacia la desaparición del poeta. Lo que aprendí de estos grandes poetas es la sencillez del lenguaje, pero con esa profundidad en la poesía porque realmente el poeta no es tan importante, sino la poesía misma y ahí iba desapareciendo con el suicida.”
Rubén Rivera
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