Sady Zañartu

"Empecé a escribir cuando hice el servicio militar, a los veinte años. En mi salida a campaña envié crónicas al diario La Mañana. Estas crónicas de campaña las reuní en 1915, y edité el libro Desde el vivac."

Sady Zañartu



La Cueca

Es el instante criollo y festivo
de una muchacha con un anca muy gruesa
cuando un pañuelo de rojo muy vivo
flota por sobre su huraña cabeza.
Y más nerviosa que nunca prosigue
entre los huifas de su zapateo,
y esa insistencia con que él la persigue
pone en su cuerpo febril contoneo.
Llega a su colmo lo alegre en la vida,
pues la pareja ya va muy unida;
y por fin atrévese el buen mocetón,
y en postrer ademán, la rodilla
en tierra, ofrece a la guapa chiquilla
todo el albertue de su corazón.

Sady Zañartu



"Las horas de la tarde fueron poco a poco alargando sus sombras por entre los pilares del claustro. En el lindero de la huerta, dos cipreses enhiestos cortaban los murallones en una esquina, divisándose desde el primer patio sus copas agudas que se elevaban al cielo como una ancha y funeraria cinta verde. Más cerca, en el patio del primer claustro, los almendros y durazneros, cargados de flores, cernían sobre el suelo sus pétalos como un manto impalpable, interceptado a trechos por finas randas de luz y sombra. Los dos hombres recortaban sus siluetas obscurecidas en una mancha de azul borroso. Se habían sentado a descansar en la crujía que daba al torno y junto a uno de esos muros tan gruesos que sugieren ideas de panteones disimulados.
[...]
La época del volantín llegaba con el día del patriarca Santo Domingo -4 de Agosto- rompiendo el clarísimo cristal del cielo una multitud de estrellas, pavos, bolas, barriletes, de diversos tamaños y colores, como un anuncio augural de la cercana primavera. Marilola, convaleciente de la enfermedad que la había postrado durante los primeros meses del invierno, salía a tomar el sol al patio, donde se entretenía en seguir la fiesta aérea de los volantines, Los hilillos y cordelitos que los encumbraban se elevaban de los tejados y corrales vecinos, sin que hasta ese día hubiesen pasado de pequeñas escaramuzas los encuentros de esos misteriosos rivales, que, en sus colores rojos, azules o verdes, simbolizaban, como en los torneos de cañas y justas de caballeros, el mote por el cual peleaban. Una tarde, estando Marilola desde su silleta de enferma, embebida en observar con la mama el número y campo de acción de los contendores, vio aparecer un hermoso barrilete de más de setenta pliegos, lleno de colgaduras, que vino a enfrentar el patio donde ambas estaban, ahuyentando con su presencia inesperada a varias estrellas que escaramuceaban con menudos piques. Marilola celebró la aparición del barrilete con regocijados palmoteos haciendo conjeturas sobre su procedencia. Esa tarde no hubo mayor novedad, y, al sonar el toque de oraciones, desapareció del cielo tan misteriosamente como había venido."

Sady Zañartu
La sombra del corregidor



"Una pequeña tienda llena de cachivaches, encubría el santuario. Era éste una habitación sombría, enteramente tapizada de sedería roja, que tenía de trecho en trecho caracteres chinos bordados con oro. En la puerta, un farol tamizaba una luz suavísima, envolviendo los contornos de las cosas que bajo su parpadeo cobraban extraña vida. Al fondo, colores diluidos sobre una tela de seda, aparecía la figura del Buda en su actitud hierática, las piernas cruzadas, las manos sobre el pecho y el rostro impasible."

Sady Zañartu
En el país de Fu-Sang



"Yo escribo en la verdad del documento y en la verdad del hombre."

Sady Zañartu
































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