José María Samper

"Como orador ardiente y persuasivo, nadie ha superado á Bolívar en el Nuevo Mundo y fue superior á todos los grandes hombres de su clase. Ni Jenofonte ni Alejandro, ni Aníbal ni César, ni Carlomagno ni Carlos Quinto, ni Napoleón ni Washington, ni Capitán alguno de los tiempos antiguos y modernos se dirigió jamás á sus ejércitos, ó á los pueblos ó á sus adversarios, en un lenguaje tan grandilocuente como el que Bolívar supo emplear en sus proclamas y discursos. El grande orador que había en él era tan natural y espontáneo como el gran escritor, y ora hablase en los campamentos, antes ó después de las batallas, ora se dirigiese á los Congresos ó á los pueblos, desde el solio presidencial, su lenguaje seducía, conmovía, arrebataba y comunicaba fuertemente el sentimiento de que él mismo estaba poseído.
Pero acaso la faz más simpática y seductiva del Libertador, era la que mostraba al revelar con entera espontaneidad la emoción poderosamente poética con que palpitaba su grande alma. Acaso el POETA era superior en él al militar, al hombre POLÍTICO y de Estado, y sus instintos poéticos eran el secreto de la elegancia de sus escritos y de su ardiente elocuencia de orador de las batallas.
Desde luego, todo en la vida juvenil y educación de Bolívar le predisponía á las altas inspiraciones de la poesía, y todo en su persona tenía el sello de lo escultural y heroico. Su figura era de aquellas que nacen para ser vaciadas en bronce, y todas las líneas de su severo rostro, iluminado por la luz interior que se difundía con la mirada, eran propias para la estatuaria que busca su inspiración en el mundo de los héroes.
La frente vasta, abombada, pensativa, protuberante en la alta región que da asiento á la imaginación, deprimida en las sienes, y con entradas anchas y profundas que invadían la parte central del cráneo; las cejas finas y fuertemente arqueadas; los ojos vivos, fulgurantes en sus ondas cuencas, dominadores y penetrantes como dardos; los pómulos salientes, en armonía con la barba y las quijadas vigorosamente delineadas ; la nariz recta, delgada y de perfil enteramente griego ; la boca fina, nerviosa, expresiva y de severas líneas; el cuello delgado y siempre erguido: todo en la cabeza y el rostro del Libertador denotaba el pensamiento levantado, la resolución, la fuerte voluntad y los caracteres propios de una alma nacida para la lucha, el peligro y el mando.
Pero también sus actitudes predilectas y los elementos de su 'ida tenían el sello de la eminente poesía. Con su apostura enteramente marcial, si montaba su bridón en las grandes paradas ó en los campos de batalla, armonizaba su actitud escultural, si de pie, con la mirada levantada hacia el cielo ó al solio, cruzaba los brazos sobre el pecho, ó detrás de la espalda, cual si quisiera presentar el busto á la admiración de un estatuario."

José María Samper Agudelo
El libertador Simón Bolívar



"Los españoles encontraron una civilización relativa de México y Guatemala, del Imperio Chibcha y del de los quichuas, tan felizmente establecidos sobre las hermosas, fértiles y benignas altiplanicies de los Andes. En cambio, las costas, los valles profundos, las pampas y los llanos eran el inmenso imperio de la barbarie. En las tierras cálidas los conquistadores debieron enfrentar las tribus belicosas, indomables, desnudas, esencialmente cazadoras, muy poco o nada agricultoras, sin vida civil ni formas determinadas de organización, viviendo a la ventura y enteramente nómadas; tribus sin belleza ni nobleza, profundamente miserables en la plenitud de su libertad salvaje. En las tierras altas encontraron monumentos de notable arquitectura, rudimentos de cronología, dibujo, aritmética y escritura; todo un sistema de correos, de impuestos y comunicaciones regulares organizado; puentes, canales, calzadas, caminos, templos suntuosos u oratorios, monasterios de vírgenes, graneros públicos de previsión, ciudades opulentas. Inclusive las razas andinas eran superiores, mucho más bellas, robustas e inteligentes que las de las costas y los valles ardientes; razas laboriosas, fraternales hasta el socialismo, dulces y hospitalarias, susceptibles de progreso. Los muiscas, en vez de la astucia, la malicia rebelde y la inflexible resistencia de las tribus nómadas, se distinguían por la sencillez candorosa, la ciega confianza, el sentimiento hospitalario, el amor a la paz, los hábitos de la vida sedentaria, la dulzura y la resignación."

José María Samper
Ensayo sobre las revoluciones políticas y la condición social de la república colombiana


















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