Nelson Saúte

"Cuando la luna dormita y nos ofrece la emanación de su límpida luz, de golpe sufre convulsiones, espasmos, como si se tratara de diezmar a un animal tan simbólico y representativo como la cabra, por ejemplo, mientras trata de condimentar un asado de pollo y arroz y degustarlo en compañía de su familia. Además, no puede olvidarse tampoco la tradición de compartir la bebida, el uputso. También se sirve vino, pero ha de ser blanco. Arrodillada en un rincón de aquella cabaña, en un suburbio de las afueras, un espacio de mera transición para los que se encuentran y pernoctan en aquella ciudad. Y habla con los ancianos... La ceremonia termina siempre con signos de alegría entre los convidados. De ese modo, en este lado de la tierra pueden preservar su sosiego y conciliarse con los espíritus protectores.
[...]
Los años ochenta fueron especialmente dramáticos y lúgubres. Fue el período en el que experimentamos la miseria más absoluta en términos materiales. En aquel entonces los hombres fueron despojados de su humanidad y emergió el bestialismo oculto en sus entrañas. Fueron años dedicados a la violencia de las armas en manos humanas que sirvieron para destruir cualquier vestigio de belleza y reducir al mozambiqueño al más abyecto nihilismo. Años sin la transida luz. Años en que nuestros jóvenes se suicidaban, de muertes estúpidas y brutales. Ésos fueron los terribles años ochenta. Los años de nuestra desgracia individual y colectiva, años que hoy rescatamos a través de la memoria y surte el llanto con cada recuerdo porque trascendía una pureza inherente que soy incapaz de plasmar con palabras. Y ahora que la amnesia recorre las calles es necesario traerlos a la memoria."

Nelson Saúte
Os Narradores da Sobrevivência




"Patrício Bento llegó a Lourenço Marques un día, en pleno temporal, impresionando su ánimo el malabarismo constante de los árboles que se inclinaban intrépidos en la dirección del coche en que viajaba. El fuerte crepitar de la lluvia sobre las ventanas del automóvil. La luz humedecida sobre los asientos de las mamparas, los refulgentes edificios en aquella hora, precozmente oscura, suscitaban también el entusiasmo del joven peregrino. Sus pies nunca habían hollado antes una ciudad tan grande. Se sentía tentado de contar el número de vehículos que circunvalaban la vía, pero pronto perdió la cuenta. Apenas podía reconocer las matrículas de los coches. Era sólo un adolescente de poco más de dieciséis años. A pesar de ser tan joven, ya había cargado sobre sus largos hombros el peso de una ominosa herencia: el beneplácito de la experiencia vital. Había comenzado como pastor, caminando con el ganado bajo el ardiente sol y la lluvia, desde muy temprano. Había sufrido muchas privaciones. Desde disponer de un par de zapatos hasta llegar a ver la capital.
Durante los años en que recorriera aquellos caminos, apacentando bueyes, el joven calzaba unas feas sandalias, confeccionadas rudamente con restos de neumáticos de automóviles que estaban al borde de la carretera, un lugar seguro para ser abandonados. Aquéllos que se sentían atraídos por lo extranjero solían desmontar los vehículos pieza a pieza. Al menos Patrício Bento se benefició de ello. Y ya no andaba descalzo gracias a un camión, herido de muerte en la carretera, que no pertenecía a nadie, un bello Bedford, de aquellos que iban y venían desde Inhambane trayendo sacos de coco."

Nelson Saúte
A mulher dos antepassados














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