Ulrich Schmidl

"Después de lo cual nuestro capitán envió al Perú, al gubernator (gobernador), 4 mensajeros, y uno capitán llamado Nufflo de Schaifess (Ñuflo de Chaves), el otro Unngate (Pedro de Oñate), el tercero Michel Pude (Miguel de Rutia), el cuarto Abai de Korthua (Rui García). Estos 4 compañeros llegaron al Perú en mes y medio, y primero a una ciudad llamada Poduesies (Potosí), en seguida a otra llamada Kuesken (Cuzco) la tercera Bille de le Platte (Chuquisaca) y la cuarta capital llamada Lieme (Lima); estas 4 son las más principales ciudades y más ricas del Perú.
Allá cuando estos 4 mensajeros llegaron a la primera ciudad Poduesis (Potosí) en el Perú, allí se quedaron los 2 llamados Michel Puedt (Miguel de Rutia) y Abaie por causa de debilidad, porque se habían enfermado en el viaje; y los otros dos Nueffle (Chaves) y Ungenade (Oñate) siguieron viaje por la posta y llegaron a Lieme (Lima) a lo del gubernator (gobernador); los recibió pues muy bien y les tomó relación de todo, de como se habían arreglado las cosas en la tierra del Río de le Platta, y mandó después que los alojasen bien y los tratasen lo mejor posible, también les regaló a cada uno 2.000 ducados. Después de esto el gubernator encargó a Nueffle Schaifies (Ñuflo de Chaves) que le escribiese a su capitán, para que se estuviese él con su gente allá entre los marckkaysies hasta nueva orden, pero que no les tomase nada ni hiciese mal, no siendo cosa de comer que hubiese allí; porque nosotros sabíamos muy bien que había rescates de plata entre ellos; pero como eran súbditos y vasallos de un español no nos atrevíamos a perjudicarlos."

Ulrich Schmidl
Viaje al Río de la Plata



"Ese pueblo antiguamente se llamó, en idioma indio, Lambaré. Está rodeado por una doble empalizada de palos, y cada poste es grueso como un hombre; entre las dos empalizadas hay unos doce pasos y los postes están enterrados una buena braza saliendo sobre la tierra hasta una altura tal como un hombre puede alcanzar con una espada larga. Los Carios tenían trincheras y fosos a unos quince pasos de ese muro, hondas como la altura de tres hombres y dentro de estos fosos clavaban unas lanzas de palo duro tan puntiagudas como una aguja. También habían cubierto dichos fosos con paja y ramitas del bosque y tirado encima tierra y hierba para que nosotros no los viéramos, de modo tal que si nosotros los cristianos corríamos tras los Carios, cayésemos en el foso. Y esos fosos fueron perjudiciales para los mismos Carios y ellos mismos cayeron dentro, cosa que ocurrió de esta manera: cuando nuestro capitán Don Juan Ayolas bajó de sus bergantines contra los nombrados Carios, mandó y ordenó a sus sargentos y alféreces que hiciéramos formar en ordenanza a la gente de guerra y marcháramos contra la ciudad. Dejamos sesenta hombres en los bergantines para que los guardaran y con los otros nos alejamos hacia la ciudad de Lambaré, hasta la distancia de un buen tiro de arcabuz de ella. Así que los Carios nos divisaron, que eran como cuarenta mil hombres, con sus arcos y flechas, dijeron a nuestro capitán general Juan Ayolas que nos volviéramos a nuestros bergantines y que ellos nos proveerían de bastimentos y todo lo que necesitáramos, alejándonos de allí porque no serían nuestros enemigos. Pero nosotros y nuestro capitán general Juan Ayolas no quisimos retroceder de nuevo, pues la gente y la tierra nos parecieron muy convenientes, especialmente los alimentos; pues en cuatro años no habíamos comido pan sino que solamente con pescados y carne nos habíamos alimentado.
Ya que nosotros no quisimos aceptar esto, los dichos Carios tomaron sus arcos y nos quisieron dar la bienvenida a flechazos. Aún entonces nosotros no quisimos hacerles nada, sino al contrario, les hicimos requerir por un lengua por tres veces, y quisimos ser sus amigos; pero de nada quisieron hacer caso. A todo esto aún no habían probado nuestras armas; pero cuando estuvimos cerca, hicimos disparar nuestros arcabuces y cuando los oyeron y vieron que su gente caía y no veían bala ni flecha alguna sino un agujero en los cuerpos, no pudieron mantenerse y huyeron, cayendo los unos sobre los otros como los perros, mientras huían hacia su pueblo. Algunos entraron en el pueblo, pero otros, alrededor, de doscientos hombres cayeron en los fosos, porque no habían tenido tiempo bastante como para mirar en derredor y evitarlos. En seguida quisimos entrar al pueblo, pero los indios que allí estaban se mantuvieron lo mejor que pudieron y se defendieron muy valientemente por dos días. Mas cuando vieron que no podrían sostenerlo más y temieron por sus mujeres e hijos, pues los tenían a su lado, vinieron dichos Carios y pidieron perdón y que ellos harían todo cuanto nosotros quisiéramos."

Ulrich Schmidl
Viaje al Río de la Plata

























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