Mahmud Sobh

CONTINUA BRASA

Abre este libro
y encontrarás versos quemados.
No abras este pecho
porque te quemarían tantas brasas
como buscan la precisión de una palabra
donde apagarse.

Mahmud Sobh


Desnudez

Desde que desnudé la muerte
de sus espejos de tres rostros, de su legendaria dimensión
y del ritual de los idólatras,
perdió para mí su forma de ataúdes, el colorido del azafrán.
Perdió el olor del miedo y aquellos laberintos de las tumbas,
los amuletos del incienso.
Perdióse su sabor de sacarral,
el vestido astuto de la sierpe.

Y, desde que la muerte estuvo muda,
ya no he vuelto a contemplar la Babel mesopotámica
ni las reconvenciones de los mandamientos.
Por eso ya no se apagan nunca mis ojos
y mi lengua es como mil torres y mil lenguas..
-Antes de que te maten, lucha-.

Desde que desnudé la muerte
ya no oigo en el valle del Jordán el terror de Jericó
ni las eternas fábulas.
Por eso ya mis piernas hoy no tiemblan.
Y mi mano es un viento. Y Palestina, mi caballo.

-Antes de ser crucificado, se como el Cristo-.
Desde que desnudé la muerte
no creo en el secreto profundo de las destrucciones.
Y no temo a la muerte desde que vi el desnudo.
-Cuando desaparezca de este mundo, no seré-. 

Mahmud Sobh




"El dolor y el sufrimiento han convertido a nuestro pueblo en algo brillante, como el fuego convierte en diamante al carbón. La mejor arma contra los judíos es amarlos.”

Mahmud Sobh



LA ALDEA AL ATARDECER

Cayó la tarde y los disparos enronquecieron en la garganta de la aldea.
Un silencio solemne sin reflejos tranquilos se adueñó de sus calles.
La neblina se inclinó hacia la tierra y le daba de mamar su cariño,
la envolvía en sus velos y de su misma boca enjugaba el gemido.

Por las venas de la aldea circuló el temblor de la muerte espantosa,
de él se nutría el silencio y su bebida eran los arroyos de lágrimas.

La noche se acercaba como fantasmas de lobos al irse hacia el rebaño.
Eran unos segundos convulsos que la aldea dejó pasar sobrecogida.

Mi madre se asomó a otear las calles, y lo hizo con miedo, estremecida.
Yo la miraba en silencio, fue un instante corto, de terror y mudeces:
mis ojos fueron a clavarse en el quinqué y de sus palideces me vestía.
La sangre no era sino un trozo de hielo... Y mi madre decía:

Han muerto nuestros hombres, hijo mío. Bestias a nuestras casas se aproximan.
Han muerto nuestros hombres, hijo mío. Y arrebatándome las manos echó a huir.
La recua de dioses de la Muerte había ya tomado la plaza de la aldea:
cadáveres esparcidos. Y el silencio se ahogaba en traca de explosiones.

La neblina envolvía con traje carmesí los rostros de las víctimas,
mientras que desbandadas de fugitivos de la Muerte ganaban los caminos.
Pero la Muerte les ganaba con su ejército terrible de millares de tropas.
Mi madre y yo corríamos. Las catástrofes corrían también a nuestra zaga.

Los pies nos rescataban de la Muerte hasta que ya nos pudo la fatiga.
El miedo multiplicaba su silueta, nos acechaba oculto en el silencio.
La pregunta me hervía en las entrañas: Madre...¿dónde...
dónde... dónde mi padre? Lágrimas nos corrieron de las pupilas.

Ha caído nuestra aldea, hijo mío, y murieron todos sus habitantes.
No se ha salvado más que la deshonra y la maldita maldición del destino.
Callado miraba de lejos mi aldea y el odio en su incendio me prendía.
Vamos..., que los pies sigan camino, exhaustos y rendidos

Mahmud Sobh




Poseso en Layla

Layla, toda mujer está en ti y en ti está toda patria.
Eres una mujer y eres también un mundo.
El color de al-Badia y su frescura en los atardeceres.
La espuma que acude hasta tus brazos para reposar un instante.
La sal que vierte su sabor en tu cuerpo.
El sol que se refugia entre tus trenzas.
La brisa que te acaricia y que casi a tocarte no se atreve.
Layla, estás rodeada de tres mares y de un lago divino.
Eres la tentación del río que penetra en tus piernas.
Tu hermosura encadena las altas cordilleras
y una cinta dorada va del hombro hasta el agua
para dejar tus piernas desnudas en la arena y en la sal...

Mahmud Sobh




PROCLAMA

En vano corre la sangre en nuestras venas
si tenemos que derramarla de forma gratuita.
En vano nacen nuestros hijos
si los entregamos a la boca del dragón.
En vano adornaremos esta tierra
si luego la arrojamos a las llamas.
En vano este sudor y estas sentidas lágrimas
si no es para limpiar nuestra conciencia
de la terrible globalización.
En vano es esta paz que llevará a la guerra.
En vano es esta guerra que se llama paz

Mahmud Sobh



Qasida en soneto

¿Qué buscas en Valencia, palestino?
¿Naranjas o palmeras deleitosas;
la media luna, estrellas tan hermosas
como en tu cielo? ¿O buscas tu destino?

Tierra Santa, Jordán, que ya imagino
soñado hogar oculto entre las cosas
de mi niñez... las manos cariñosas
de mi padre, quijote campesino.

Esta tierra, que es tierra galilea
donde me encuentro vivo, me recrea
un Mar Muerto que llega a mar de vida.

Palestina, en España estás ya inmersa.
¿Soy árabe, español o viceversa...?
¡Mutanabbi-Quevedo en la Qasida!

Mahmud Sobh


SALUTACIÓN

Saludo.
cuando respiras el aire de la mañana
y el pecho se te hace dos racimos.
Saludo.
cuando contemplas el ocaso desde el balcón
y el sol abre en tus ojos dos ventanas.
Saludo.
cuando acaricias las trenzas de tu pelo
y la noche lanza a mi corazón dos flechas.
Saludo.
cuando sueñas que estás volando
y mis brazos se te convierten en dos alas.

Mahmud Sobh



UNA FLOR

Quería mandarte una flor
para ese día que era nuestro,
pero pensé que la flor, al fin, se mustia
y que nuestro día era una flor.

Mahmud Sobh








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