Zitkala-Sa

“Cuando vi a un fumador de opio ejerciendo de maestro de indios, no entendí qué de bueno se podía esperar de ello hasta que un cristiano me contestó que esa criatura color calabaza tenía una pobre mujer a la que mantener. Un rostro pálido borracho ejercía de médico mientras que los pacientes indios acababan sus padecimientos en la tumba, debido a que la buena mujer del individuo dependía de él para el sustento diario.”

Zitkala-Sa



“Era casi imposible saltarse la disciplina de hierro una vez que la máquina civilizadora había empezado su tarea diaria.”

Zitkala-Sa


“Esta libertad y energía eran el orgullo de mi madre, que me enseñó que lo único que debía temer era molestar al prójimo.”

Zitkala-Ša


“La melancolía de esos negros días dejó en mí una sombra tan extensa que oscureció el camino de los años futuros.”

Zitkala-Sa



"Las nieves de nueve inviernos habían recubierto todo aquella noche en la que mi anciana abuela, junto con mi padre y mi madre, diseñaron mi futuro a la luz de un fuego de campamento.
Sin embargo, no llegué a ser el guerrero, el cazador y el marido que tenía que haber sido. En la escuela de la misión aprendí que matar no estaba bien. Durante nueve inviernos lo que cacé fue el corazón de Cristo, al mismo tiempo que rezaba por los cazadores que perseguían búfalos por las llanuras.
En el otoño del décimo año me enviaron de vuelta a mi tribu para predicar el cristianismo. Con la Biblia del hombre blanco en mi mano y el corazón amable del hombre blanco en mi pecho, regresé con mi propia gente.
Vestido con ropa extranjera, me adentré, como si fuera un desconocido, en el poblado de mi padre.
Pedí que me guiasen, pues no había olvidado mi lengua nativa. Un anciano me llevó al tipi donde yacía mi padre. Me explicó que mi padre llevaba muchas lunas enfermo. A medida que nos acercábamos al tipi, pude escuchar los cánticos del curandero que estaba con él. Deseé inmediatamente entrar y echar de mi hogar al hechicero de las llanuras, pero el viejo guerrero me detuvo.
—Ho, espera fuera hasta que el curandero deje a tu padre —me conminó. Mientras hablaba me miró de arriba abajo. Después volvió sobre sus pasos y se adentró en el corazón del campamento.
La vivienda de mi padre estaba en los límites del poblado circular. Me latía el corazón por la impaciencia de entrar en el wigwam.
Cuando estaba pasando las páginas de mi Biblia con dedos inquietos, el curandero salió de la casa y se marchó a toda velocidad. Su cabeza y su cara estaban cubiertas con la holgada túnica que envolvía toda su figura.
Era alto y alargado. Nunca he olvidado sus grandes pasos. Se me antojaron los siniestros andares de la muerte eterna. Guardándome la Biblia en el bolsillo con rapidez, penetré en el tipi."

Gertrude Simmons Bonnin firmaba su escritos con el nombre indio Zitkala-Sa 
Sioux de buen corazón



“Me pareció hallarme suspendida sobre el corazón del caos, más allá del influjo o la voz de la ayuda humana.”

Zitkala-Sa


“Un inútil, no puede hacer amigos y nadie le ayuda cuando tiene un problema.”

Zitkala-Sa



“Vivo hasta el fuego interior.”

Zitkala-Sa













































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