Aparato
Ojo con que el orador —¿es un poeta?—
en el podio no se ponga a usar metáforas
u otros modismos faltos de claridad inmediata.
Ojo con que el silencio entre líneas no quede colgado
en tu cabeza como un canto polifónico incomprensible
nubes de frases donde triunfan las formas poco claras
con resultados incontrolables y sonidos extraños.
Todos sabemos que experimento es otra palabra
para desesperación y pérdida de tiempo.
Todos sabemos que el artista es un elefante
que necesita demasiado espacio come demasiada hoja.
Pero ¿dónde inquiere el elefante está la cristalería
en que pueda deambular dónde está el frágil cristal
que tambaleando y armando aparato pueda hacer
añicos? El elefante se revuelca como una alfombra
cansada y pesada y se estira. Los elefantes lloran bajito
pero los elefantes nunca lloran solos y su llanto
cubre cual coro polifónico la corteza terrestre
con una fina telaraña tejida de tonos y sonidos
como de esporas de moho. Nos advierten
de cargas y bombas y beneficios a corto plazo.
Oyen un mundo que se encoge y cruje.
Lloran por las madres de chicos fugitivos.
Por la madre del chico sempiterno.
Por las chicas que siguen
y donde inquieren los elefantes están los padres.
Hago trizas un elefante de porcelana.
El animal aquí no está en su sitio.
Tal vez solo el niño que clama con rabia:
“¡ahí viene el trueno!” antes de hacer saltar
un trompo en torno a la muerte no anunciada.
El público está cansado y embebido del final.
El apuntador sopla: no hay recepción.
La sala así englobada seguro que se ha encogido.
Maria Barnas
Lobo problemático
Los interesados debatieron largo y tendido.
Las condiciones que el problemático lobo
debe reunir son si no del todo opacas
por lo menos caprichosas y de índole variada.
No queremos sembrar la zozobra pero
tenemos pruebas: el lobo anda cerca.
Una y otra vez franquea el límite
de los marcos establecidos y la admisibilidad.
La bestia se desliza por el patio trasero y afila
las uñas en la carbonera. Se lame el húmedo pelaje
antes de esconderse debajo de la cama
donde aún hemos de dormir. Un arbusto nocturno
extiende las agudas ramas en el vientre.
¿Hiciste tú ese ruido? Así no puedo aullar.
Maria Barnas
Por qué no soy pintor
No soy pintor, soy poeta.
¿Por qué? Creo que preferiría ser
pintor, pero no lo soy.
Frank O’ Hara
Mi mirada por un resquicio estima el espacio
a la altura de un horizonte tirante.
Lazos y líneas perforan de flanco los puntos
de fuga describiendo lo que escapa.
Veo que los considerandos son medibles: los sopeso
en una mano que tú aprietas y con ella doy un golpe
en la mesa como con un puño. Oigo cómo
retumba en la habitación contigua.
Deja que se encarame en ti el niño y mantén a distancia
mejilla con mejilla el mundo.
Cierra una puerta para provocar algo:
una forma de seguridad en la casa
descolorida ligeramente desplazada. Los suelos
ceden y se hienden las paredes.
Tengo un pincel pero no encuentro centro.
Ni margen por donde empezar.
Maria Barnas
Visión
Salero y pimentero caen de la mesa. Los ceniceros se hacen
añicos contra el suelo y el vino tinto gotea
de copas cachadas sobre los almohadones
color lima que tapan los huecos entre las maderas.
Mientras los menús se extienden como gaviotas
asustadas sobre el Kostverlorenvaart achico los ojos.
Uno tras otro van levantándose de la mesa como si estuviesen
de acuerdo y me dejan sola hasta que veo pasar una chalupa ronca.
Sobre la embarcación una montaña de bicicletas desvencijadas.
Cuando los esqueletos llegan al puente reconozco
en la fragilidad un fin cierto. El lecho de muerte se va.
Me aferro a lo que debe ver el barquero
al desaparecer bajo el puente. ¿Una visión?
Nunca se sabe. Pasa despacio.
Maria Barnas
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