Miguel Labrador Las piedras de los dioses



Cuanto más he podido estudiar, investigar in situ, entrevistar a auténticos maestros, etc., más y más dudas tengo acerca de una de las cosas que más me han llamado la atención en mis viajes por el mundo: nuestros inicios, como seres humanos y como civilización. No obstante, de lo que sí que estoy convencido es de que lo que estudié de pequeño no tiene muchas veces nada que ver con lo que unos años más tarde he podido comprobar por mí mismo.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 8
 
 
 
Creo humildemente que hay que reescribir la historia y, como siempre pongo de ejemplo, ahora que a nadie le sorprende la existencia del templo más antiguo del mundo, Göbekli Tepe, si hace treinta años a alguien se le hubiera ocurrido decir que hubo una civilización medianamente avanzada hace 12.000 años, le habrían tachado de loco o conspiranoico como mínimo; eso era de gente sin preparación o, como dicen muchas veces, de pseudocientíficos... Pero así es la vida.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 8
 
 
En los años 90 (creo que la década en la que más evidencias y roturas de paradigmas se han dado), el arqueólogo griego Giorgos Chourmouziadis (1932-2013) desenterró en un yacimiento neolítico situado en Dispilió, Grecia, una serie de artefactos hal­la­dos incluso en el fondo del lago adyacente al yacimiento, pero lo que más le llamó la atención fue una tablilla de madera datada con carbono-14 en 7.300 años de antigüedad. Y lo que aún dejó más sorprendido al arqueólogo fue que dicha tablilla tenía incrustado un texto escrito que aún no ha podido ser descifrado. No queda ninguna duda de que se trató de un tipo de escritura que, según los investigadores, podría ser un recuento. Pero esto no está demostrado.
Este es un simple ejemplo de que los inicios propios de la civilización no tuvieron por qué iniciarse en Sumer,
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 12
 
 
Nevali Cori fue un asentamiento neolítico muy cercano también a Göbekli Tepe datado en el 8400 a. C., por lo menos en su época de desarrollo (se encontraron algunos estratos con mil años de antigüedad o más), que duró aproximadamente unos tres siglos y, por supuesto, contenía también pilares en forma de «T» con esos brazos y dedos ultralargos que de nuevo nos sorprenden por esa afinidad con los moáis de la Isla de Pascua. También fueron descubiertos cientos de figuras humanas de 5 cm, posiblemente para ofrendas votivas; lo enigmático es que, para hacer tales figuritas, se necesitó una temperatura de entre 500 y 600 ºC, esto es, unas capacidades muy por delante de lo que hasta ahora se podía imaginar. Nevali Cori es bastante pequeño en comparación con el resto, pero es único en algunos descubrimientos como los cuchillos encontrados con mango de madera y cuchilla de pedernal, u otros restos de herramientas para la agricultura que de momento son los primigenios de la humanidad.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 19
 
 
Hoy vivimos en un planeta por completo globalizado. Desde mediados del siglo pasado, la era tecnológica ha tenido un crecimiento exponencial tal que nadie puede vaticinar adónde nos llevará en tan solo un siglo: un suspiro en la historia de la humanidad que sitúa el nacimiento de nuestra especie hace alrededor de 200.000 años. Sin embargo, nuestros padres o abuelos se criaron pensando que era imposible ir a la Luna, y hoy ya estamos hablando de ir a Marte. Pero eso nunca fue así... No obstante, no deja de ser curioso que muchas de las primerísimas civilizaciones emergieran casi al mismo tiempo en lugares tan dispares, hace 5.000 años, como es el caso de las civilizaciones egipcia, sumeria o china. Y no solo eso, sino también las enormes coincidencias que las identifican, como construcciones monumentales, ritos religiosos, conocimientos sobresalientes a nivel matemático y astronómico, agricultura, domesticación de animales...
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 23
 
 
La Ciudad Sagrada de Caral se encuentra en el valle de Supe, cerca del actual poblado de Caral y a menos de 200 km de Lima (Perú). Muy cerca de la costa del Pacífico, allí es donde se encuentran los restos arqueológicos de la ciudad más importante de la civilización Caral.
 
El hecho de no encontrar cerámica ni herramientas de metal ya hacía sospechar que el yacimiento era muy antiguo. Por fin, al hallar la fibra vegetal que se utilizaba como técnica de construcción (shicras), que podía analizarse mediante el carbono-14, se obtuvo la evidencia impactante de estar ante restos de 5.000 años de antigüedad. Se rompía así un claro paradigma, ya que hasta entonces se había tenido por la civilización más antigua de América la de los olmecas, 1.500 años más moderna, y la cultura Chavín, datada en sus inicios en el 1200 a. C. Hasta entonces, nada hacía suponer que existiera otra cultura tan alejada en el tiempo.
 
… en el valle pueden encontrarse hasta una veintena de asentamientos, de los que destacarían ocho, y, sin duda, Caral sería el más importante y representativo. No cabe duda de que el río Supe, así como la cercanía de la costa, hace de este valle el lugar idóneo para el desarrollo de vetustas civilizaciones, a pesar de las condiciones descritas a muy poca distancia.
 
Fue sobre todo un centro religioso y comercial, compuesto por un impresionante conjunto de 32 pirámides de diversas etapas cronológicas. No deberíamos perder de vista que estaban diseñadas para aguantar seísmos de casi 8 grados en la escala de Richter. No podrán negar que es sencillamente asombroso.
 
El avance tecnológico que permitía salvar semejantes fenómenos consistía en bolsas fabricadas con fibra vegetal, rellenas de rocas de diversos tamaños, que se colocaban en las bases de las estructuras, dando estabilidad a las mismas en caso de movimientos sísmicos, pues estos elementos eran los que absorbían la mayor parte de la fuerza que sacudía la ciudad. No en vano, a día de hoy siguen inspirando a los modernos arquitectos en localizaciones altamente sísmicas. Los artilugios de este método constructivo sismorresistente se conocían con el nombre de shicras.
 
A pesar del desarrollo aislado de Caral, se han hallado indicios de intercambios con pueblos lejanos y dispersos, como por ejemplo unos moluscos de Ecuador conocidos como spondylus, considerados el alimento de los dioses que, con posterioridad, serían más valorados que el propio oro. Pero mayor y mejor ejemplo sería el mineral llamado sodalita, empleado para la fabricación de collares, pendientes y pulseras, material que solo se encuentra en Bolivia, a unos 2.000 kilómetros de distancia. Esto quizá evidenciaría que nos encontramos ante una sociedad que gozaba de un gran prestigio y que era conocida en territorios muy lejanos.
 
En Caral existía una organización jerárquica muy definida y con muchísimos tipos de oficios, donde no faltaban las élites, sacerdotes y trabajadores altamente especializados tales como pescadores o agricultores. Que nadie se confunda: ser pescador o agricultor en Caral dotaba al ciudadano en cuestión de un enorme prestigio por ser los que conducían la ciudad hacia el progreso. En cuanto a la religión, se trataba de un formidable instrumento de cohesión social.
 
Respecto a la lengua de esta civilización, vendría a ser el protoquechua, que incluso los incas asumieron sin ser suya. Fue así como llegó hasta épocas muy posteriores, cercanas a la llegada de los españoles.
 
Otro hallazgo ilustre es el de un quipu (instrumento de almacenamiento de información consistente en cuerdas de lana o de algodón lleno de nudos). Este utensilio fue ampliamente utilizado por los incas, lo que de nuevo sugiere la importancia vital de la cultura de Caral, extendida a lo largo de los siglos. ¿Estamos ante el primer quipu de la historia? ¡Quién sabe! Pero son este tipo de cuestiones, nada disparatadas, las que hacen de Caral un emplazamiento digno de estudio. Y para los profanos, por qué no, de visita, pues resulta innegable el sobrecogimiento que embebe el lugar y, por extensión, a todos sus visitantes, que no pueden sentirse sino pequeñas motas de polvo en la inmensidad de la historia de la humanidad.
 
Lo expuesto hasta aquí, y mucho más que nos queda por descubrir a lo largo de estas líneas, es lo que me hace sostener que los incas no fueron creadores de tantas cosas deslumbrantes que ciertos sectores les han atribuido como propias, sino que más bien habrían sabido redescubrir, reutilizar y adaptar los avances y hallazgos que les habrían llegado con el paso de los siglos. No pongo en duda la importancia del Imperio inca, a pesar de su «corta» vida —de apenas un siglo—, solo mantengo que puede que haya algunas famosas construcciones en el valle sagrado de los incas que, quizá, nos revelen con el tiempo y el estudio de las civilizaciones precedentes un patrón de falsa asunción.
 
Que la de Caral fue una cultura avanzada lo demuestra, entre otras cosas, el complejo astronómico que en sí misma encierra. Caral contenía recintos de observación, donde se advertía el movimiento aparente de los astros más importantes y visibles del firmamento, como pueden ser el Sol o la Luna. También emplearon monolitos hincados, geoglifos, huecos en piedra, etcétera.
 
Aunque son ampliamente conocidas las líneas o geoglifos de Nazca, cabe reseñar que muchísimo antes ya se hacían este tipo de representaciones. Por supuesto, Caral fue también la precursora, la primera. Un gran ejemplo se localiza a poco más de un kilómetro: el geoglifo de Chupacigarro, una enigmática cara que aún esconde muchos secretos.
 
Otro indicio de que estamos ante una sociedad relajada, sin excesivos conflictos, con gran sensibilidad, es el hallazgo de diferentes instrumentos musicales; por ejemplo, 32 flautas traveseras grabadas con gran belleza, así como otros instrumentos de viento. Además, parece ser que no había distinciones de ningún tipo entre el hombre y la mujer, y que ambos podían estar en el mismo plano de poder a nivel social, económico y religioso. Sin duda, como corresponde a una sociedad prominente y avanzada.
 
Se sabe que la cultura de Caral termina unos 1.200 años después de su inicio, esto es, sobre el 1800 a. C.
 
Aunque parece que no están comprobados los principales motivos que dieron fin a una civilización como la que estoy abordando, entre las causas más probables se encuentran los terremotos, fenómenos climatológicos como El Niño o cualquier otra circunstancia de amplio sesgo desestabilizador.
 
A pesar de su desaparición, queda claro que su influencia nunca abandonará esa enigmática y maravillosa zona del mundo llena de misterios, con más preguntas que respuestas, donde lo mágico se une a lo científico.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 25
 
 
Se han llegado a encontrar en la pirámide mayor de Caral figuras antropomórficas con turbante, hecho que ocurre también en el templete semisubterráneo de Tiahuanaco, en el que varias de sus figuras, curiosamente, lucen asimismo turbante. ¿Casualidad?, ¿influencia mutua?... Y si fue influencia, ¿quién influyó a quién?
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 29
 
 
Al igual que pasó con los olmecas y la cultura Chavín, designados como los primeros pueblos civilizados de América —hasta que Caral tomó su lugar—, si hablamos de los primeros humanos en llegar al continente americano, durante la Prehistoria, siempre se ha pensado en la cultura Clovis (también conocida como cultura Llano). Como he descrito en el inicio de este capítulo, llegaron por el estrecho de Bering desde Siberia hasta Alaska en distintas oleadas, desde 40.000 años atrás hasta hace aproximadamente 10.000 años. Sin embargo, de nuevo parece que se rompe un paradigma, imposible de rebatir hasta hace no mucho tiempo. Su denominación fue tomada de una localidad del estado norteamericano de Nuevo México, llamada Clovis. Allí se encontraron los primeros vestigios de esta intrigante cultura que, con el tiempo, se extendería por todo el sur de Estados Unidos y México, aunque más tarde se encontrarían vestigios en otras zonas más alejadas, como Venezuela y Chile. Aunque no ha sido del todo demostrado, numerosos investigadores apoyan la hipótesis de que la cultura Clovis pudo haber causado la extinción del mamut en las zonas más al norte de América. Se han hallado multitud de emplazamientos donde reposaban restos de este antiguo mamífero junto a las famosas puntas Clovis, algunas de las mejores puntas de lanza encontradas entre los descubrimientos prehistóricos.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 29
 
 
Poco a poco, y no sin muchos y graves problemas de aceptación por parte de la arqueología, se ha ido descubriendo y demostrando que los primeros humanos en habitar América llegarían decenas de miles de años antes.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 30
 
 
… se descubrió en 2019 que un fósil hallado en 1980 en el Tíbet era un denisovano con una antigüedad, nada más y nada menos, que de 160.000 años. Esto lo convierte
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 31
 
 
La Esfinge —también llamada Abu el-Hol «Padre del terror» y bel-hit «guardián», es la estatua monolítica más grande del mundo, con 20 metros de altura por más de 70 de longitud— representa el cuerpo de un león y la cabeza, posiblemente, del faraón Keops, ya que últimamente, y al contrario de lo que se pensaba, no representaría a Kefrén, sino al constructor de la Gran Pirámide. Aunque sobre esto hay muchas hipótesis, al igual que su época de construcción, aceptada en el 2500 a. C.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 33
 
 
El Calendario de Adán se encuentra tan protegido por su entorno, que la historia de su descubrimiento tiene lugar, curiosamente, con un accidente de aviación...
 
Las ruinas de piedra de Blaauboschkraal están ubicadas en la región montañosa de Mpumalanga, en Sudáfrica. Se trata de un emplazamiento bastante aislado, y estas ruinas solo tienen en sus «proximidades» el reino de Suazilandia y el mejor conocido Parque Nacional Kruger, por lo que una visita a esas «cuatro piedras» podrían ser parte, nada más y nada menos, que del calendario astronómico más antiguo realizado en la larga historia del hombre, conocido como Adam’s Calendar o Calendario de Adán. Las ruinas de piedra de Blaauboschkraal están ubicadas en la región montañosa de Mpumalanga, en Sudáfrica. Se trata de un emplazamiento bastante aislado, y estas ruinas solo tienen en sus «proximidades» el reino de Suazilandia y el mejor conocido Parque Nacional Kruger...
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 39
 
 
En cierta ocasión Vicente Timón, físico del CSIC y compañero de tertulias radiofónicas, afirmaba que no lograba explicarse, en calidad de científico, cómo una civilización de hace miles de años podía llegar a saber que ciertos elementos geológicos —como estas ruinas— estaban magnetizados. Y, más misterioso todavía, para qué querrían utilizar el magnetismo de dichas piedras.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 42
 
 
Según el astrónomo Bill Hollenbach y el propio Michael Tellinger, relacionando este observatorio (El Calendario de Adán) con la alineación de Orión, este emplazamiento dataría nada más y nada menos que de hace aproximadamente unos 75.000 años. De ahí pasaron en 2009 a calcular la posición de Orión justo en el azimut, y la datación ya fue de hasta 160.000 años.
 
No menos esotérico se muestra Michael Tellinger al afirmar que fue la deidad sumeria Enki la responsable de esa construcción hace 300.000 años.
 
En este momento me parece justo citar al académico Andrew Collins, otro interesado en este tipo de investigaciones, no obstante, diametralmente opuesto a las tesis de Tellinger o al propio Heine. Para Collins, no existe evidencia alguna que demuestre que El Calendario de Adán sea anterior a los ciclos megalíticos por todos conocidos. Es más, establece Göbekli Tepe, en la actual Turquía, como el complejo de círculos de piedra más antiguo del mundo, con una datación aproximada de unos 12.000 años, producto de la que, para Collins, sería una civilización altamente avanzada en Oriente Próximo, hacia el final de la última edad de hielo.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 42
 
 
Situado en los Altos del Golán, en los territorios ocupados por Israel en Siria, este sitio arqueológico, conocido como el Stonehenge de Oriente Medio, fue descubierto a finales de los años 60 del pasado siglo, poco después de la famosa guerra de los Seis Días y, para ser sincero…
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 43
 
 
Isla de Pascua: la isla de lo increíble
 
Esta isla se me resistía, y mucho. De hecho, en una ocasión, estando en Santiago de Chile, barajé todas las formas, pero me fue totalmente imposible ir. Pasaron los años y si había un sitio ansiado por mis ganas de aventura y por supuesto de misterios arqueológicos, era este. Hay veces que las expectativas hacen que un sitio pueda desilusionarte, pero Pascua no me defraudaría ni por lo primero ni por lo segundo.
 
Finalmente, unos años después tuve la ocasión de ir y, de hecho, quitando la parada obligatoria desde Madrid a Santiago de Chile, esa expedición estaba encaminada solo por y para la Isla de Pascua, también llamada Rapa Nui, y Te Pito o Te Henua.
 
A mi llegada, pese al cansancio de todo el periplo hasta la pequeña isla, lo primero que fui a ver es lo que trataremos en la parte correspondiente a la arqueología de este libro, las piedras poliangulares, y ya se entenderá por lo tanto mi obsesión con este sitio.
 
No obstante, de nuevo quería subrayar que hay un tipo de construcción tremendamente avanzado, difícil de hacer, milenario, resistente a terremotos y mucho más, que uno se puede encontrar por muchas partes del mundo. Y quiero volver a hacer hincapié en que esas construcciones no son parecidas, son exactamente iguales. Hechas por el mismo pueblo o enseñadas por los mismos maestros.
 
Por supuesto, lo más famoso de Pascua son los moáis, esas esculturas enormes con forma humana, normalmente de roca volcánica y que se asientan sobre una base llamada ahu.
 
Aquí empieza la primera controversia, ya que se ha querido explicar que mediante unas cuerdas se podían trasladar por toda la isla aquellas moles. Hubo un intento exitoso —de forma un tanto patosa y, por supuesto, en un llano y solo unos pocos metros— de mover un moái de 5 toneladas. Eso está muy bien, pero en el ahu Tongariki, el más fotografiado por los turistas por su maravilloso amanecer, contiene entre otros moáis uno de 86 toneladas y otro casi del mismo peso, que solamente lo que lleva en la cabeza, el llamado pukao, pesa ya la friolera de 10.000 kg. ¿Solo cuerdas e ingenio?, me sigue costando, la verdad. Más aún, en la cantera principal, hay un moái casi terminado en la ladera de Roano Raraku, de casi 22 metros y que habría llegado a pesar 270 toneladas. No es por nada, pero me imagino a un grupo de indígenas con unas cuerdecitas bajando aquello por el volcán, trasladarlo varios kilómetros y luego erigirlo sobre un ahu, y la verdad que no lo termino de ver.
 
Robert Schoch, en su libro Civilización olvidada, observa los moáis enterrados hasta los 6 m de profundidad y cree claramente que la antigüedad de los primeros visitantes de la isla podría retrotraerse a los 12.000 años y no al 1000 de nuestra era como está aceptado.
 
Además, no solo hay moáis de piedra volcánica, sino también de basalto, los cuales según Schoch serían los más antiguos; de hecho, hay un ahu que tiene un moái reutilizado a modo de base.
 
María José, una arqueóloga que conocí casualmente en el vuelo de Santiago a Pascua, me enseñó uno de ellos. Roto, tirado por el suelo, completamente abandonado a su suerte, pero allí estaba, hecho de basalto. Y mientras me decía que tallar la mayoría de los moáis era totalmente plausible con las herramientas de la época, el basalto sí que suponía un desafío técnico. Y lo raro es que no se conocen canteras de basalto en la isla, lo que hace aún más enigmático de dónde pudieron sacarlo. Posiblemente —como vuelve a mencionar Schoch en su libro—, estén a un nivel por debajo del agua, lo que nos vuelve a dar pistas de la posible antigüedad de los misterios de esta maravillosa isla. Y para sumar misterio, el único moái femenino es de basalto, y eso que hay casi 900 en total. Aquí de nuevo nos encontramos con una leyenda ya conocida por muchas culturas a lo largo y ancho del mundo y que tocamos en este libro, la de los gigantes que hicieron esas tremendas construcciones. También está el llamado maná o esas fuerzas sobrenaturales que pudieron realizar tales hazañas.
 
Con respecto a los gigantes, es cierto que uno de los primeros occidentales en llegar al lugar, después del holandés Jacob Roggeveen el día de Pascua de 1722, fue el capitán de navío español Felipe González Ahedo, que reclama para España la isla llamándola San Carlos, en honor a Carlos III. Felipe González fue el primero en cartografiar la isla en su semana de estancia y comprobó con estupefacción la increíble capacidad de estos indígenas, algunos de ellos con sorprendentes orejas largas, de haber erigido semejantes moles de piedra teniendo además en cuenta las rudimentarias herramientas que poseían los locales.
 
Una vez más, la pregunta de los españoles a los indígenas: ¿cómo lo habéis hecho? La respuesta, la misma, encogimiento de hombros y la leyenda de un rey sabio, Hotu Matua, que vivía en la mítica Hiva, que tuvo un sueño en el que su territorio desaparecería por un diluvio y que mandó una expedición de siete sabios para que navegaran en busca de una nueva tierra; y vieron Pascua, su nuevo paraíso.
 
Por otro lado, se dice que al clavar los españoles tres cruces en la cota más alta del centro de la pequeña isla, los indígenas señalaron al cielo gritando «¡Make!». El dios Make Make, también venido de Hiva, el mítico origen de su pueblo.
 
Allí, los primeros exploradores pudieron ver los dos tipos de humanos que habrían vivido un tiempo juntos: Hanau eepe y hanau momoko, «orejas largas y orejas cortas». En algunos relatos, se cuenta que había personas de una talla jamás vista por el hombre en esas fechas, más de 2 metros. Desgraciadamente, debido a diversas enfermedades y a la trata de esclavos, la población casi desaparece por completo y, con ella, todas esas evidencias.
 
Te Pito o Te Henua, nombre original, significa «el ombligo del mundo», el mismo significado que pudo haber tenido Cuzco según el Inca Garcilaso de la Vega. Algo también curioso ya que veremos varias similitudes entre ambos sitios.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 51
 
 
… las similitudes que he visto entre Pascua y otros sitios del mundo son, por lo menos para mí, determinantes.
 
En primer lugar —y como hubo una diferencia solo de medio año entre mi visita primero a Göbekli Tepe y después a la Isla de Pascua—, tenía las imágenes de Göbekli más que frescas en mi retina y, de repente, cuando estoy delante de uno de los moáis más grandes, me vino una especie de sudor frío. No me lo podía creer, la posición de los brazos, las manos y una longitud de los dedos llamativa, muy finos en ambos casos, llegando hasta el ombligo; podrá ser una casualidad, pero es que esto es un no parar. Para más desconcierto, al subir a Orongo, me topé con un petroglifo que era también casi exactamente igual que algunos de los relieves de Göbekli Tepe, el de los hombres pájaro. Pero aún me quedaría una sorpresa si cabe mayor...
 
Por supuesto, otro de los misterios del que siempre había estado al tanto era la escritura sagrada de los pascuences, la escritura rongorongo. De esta escritura tallada en la madera quedan desgraciadamente pocas muestras. Están repartidas por muchos museos del mundo y son ejemplares modernos. Se desconoce realmente la antigüedad o sus inicios. Pero lo que más llama la atención es que ha habido muchos investigadores, incluso lingüistas, que han afirmado que las inscripciones encontradas en el otro lado del mundo, el valle del Indo, con su enigmático Mohenjo Daro, situado en la actual Pakistán, tendrían una base común de escritura. Sin duda, algo muy difícil de creer. Como no conozco el tema en profundidad, no me puedo mojar mucho en eso, aunque en una entrevista que me hicieron Alberto Casas y Danielle Wikman, me pusieron al corriente de una app que te busca directamente las antípodas (Antipodes Map), y lo que me dejó helado fue que, al comprobar las antípodas de la Isla de Pascua, daba casi exactamente ¡Mohenjo Daro! Increíble, ¡con lo grande que es el mundo! ¿Será todo esto casualidad?
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 54
 
 
El gran Jesús Callejo, que aparecerá más adelante hablando sobre otras teorías, me puso en la pista sobre Lemuria de un tema que desconocía, que tiene que ver con una tradición mítica del llamado Kumari Kandam, según la cual esta isla-continente se habría hundido por distintos cataclismos geológicos, curiosamente hace unos 12.800 años, y tenemos un rastro más que interesante en forma de puente. Se trata del llamado puente de Rama o puente de Adán, que uniría en ese momento Sri Lanka (la antigua Ceilán) con el subcontinente indio, coincidiendo con los escritos del Mahabharata o la epopeya india del Ramayana, donde se describe dicho puente para que Rama pudiera cruzar las aguas. Lo más interesante es que se ha encontrado por imágenes satelitales una especie de puente de piedra que podría realmente unir ambos sitios, y si se demuestra que eso es humano, de nuevo nos iríamos a esos 10.000 años a. C. y habría una evidencia de esa unión de Sri Lanka y la India.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 65
 
 
 
Hace 12.800 años, al final de la edad de hielo, se dieron una sucesión de cambios climáticos muy rápidos que tuvieron como consecuencia una serie de eventos catastróficos que casi acabaron con el ser humano, lo que le obligó a un gran reseteo. Pero hay dos factores predominantes en liza por llevarse el dudoso honor de ser el responsable del Younger Dryas y por el que también intervendría Robert Schoch. Sin duda, se ha establecido un gran debate entre ambos gigantes del evento catastrófico mundial. Por un lado, estaría Hancock y su teoría del meteorito (aunque las últimas evidencias hablan de una serie de meteoritos pertenecientes a las Táuridas), que sería el causante de la devastación. Por otro lado, estaría Schoch apoyando la hipótesis de un gran cambio en la actividad solar que ocurriría cada ciertos miles de años. Pues bien, he tenido la oportunidad de estar en sus conferencias y he de decir que, en ambos casos, las pruebas que dan y su metodología científica es tan buena, que mi opinión es que podrían haberse producido ambos acontecimientos a la vez. Porque al final estamos hablando de cuestiones que no hay que preguntarse si van a ocurrir, sino cuándo, ya que tanto el paso de asteroides potencialmente peligrosos como un cambio importante de la actividad solar son recurrentes en el tiempo y desgraciadamente es algo que volverá a pasar. Sin duda, todo esto ayuda a conocer las pruebas que tenemos de ese gran reinicio de la humanidad y de por qué en el pasado una civilización avanzada pudo desaparecer de un día para otro y que parece que hemos olvidado.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 73
 
 
 
Otro de los sitios de reciente descubrimiento, y que no se ha tardado en calificar como posible ubicación de la Atlántida, es Samabaj, un misterioso yacimiento sumergido en el altiplano guatemalteco que, sin duda, reúne ciertas características para ser el sitio elegido. Está compuesto por un archipiélago conformado por tres islas y un centro ceremonial, sumergidos en el maravilloso lago Atitlán desde hace casi 2.000 años.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 79
 
 
Recuerdan los habitantes de la zona que, en el pasado, se podía caminar bajo tierra desde un extremo de Malta hasta el otro. Una tragedia que conmovió a los habitantes de la isla hizo que el Gobierno obligase a cerrar estos largos túneles: murieron treinta niños y los maestros que los acompañaban, según publicó, en agosto de 1940, la revista National Geographic. El hipogeo sigue asombrando al mundo con nuevos descubrimientos. Los expertos de la OTSF (Old Temples Study Foundation) de Florida, que investigan los principios de la antigua arquitectura de los templos de Malta, descubrieron un extraño efecto. Resultó que los constructores del hipogeo usaron deliberadamente la acústica sónica para crear una frecuencia de resonancia especial, lo que podría llevar a la gente a un estado alterado de conciencia. Los científicos han medido la frecuencia de resonancia en las salas subterráneas y han comprobado que está en un rango entre 110 y 111 hercios. Este es el nivel de la voz masculina en un tono bajo.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 83
 
 
En un artículo escrito por Lois Jessup —entonces empleada de la Embajada Británica y luego secretaria de la Oficina de Información de Platillos de Nueva York (conocida como NYSIB)—, publicado por Borderland Sciences Research Foundation y más tarde difundido en su totalidad en Enigma Fantastique, afirmaba haber visitado el hipogeo Hal Saflieni antes de la trágica desaparición de los niños, y también que volvió días después de aquella desgracia. Describió cómo, en su primera visita, logró convencer al guía para que la dejara explorar una de las llamadas «cámaras funerarias», situada en el tercer subsótano. El guía parecía saber algo que ella desconocía, pero al final cedió a la petición; le advirtió que ella estaba actuando «bajo su propia responsabilidad».
Entró con una vela en la mano y el extremo de su bufanda deshilachada, convertida en línea de vida, que entregó a sus amigos para crear de esta manera una red de seguridad tras ella. Se arrastró por un pequeño conducto y se encontró en una gran cueva, bordeada por una pequeña cornisa que delimitaba un abismo sin fondo. Bajo este nivel, al otro lado de la oquedad, había otra repisa que podría haber conducido a una entrada o un túnel en la pared del fondo. Entendemos que lo que sucedió a continuación puede parecer poco creíble, pero la señora Jessup jura que todo lo que cuenta es verdad.
Desde este túnel inferior, en el lado opuesto del abismo, aparecieron varias criaturas muy grandes de forma humanoide, cubiertas de pelo desde la cabeza hasta los pies; al verla extendieron sus brazos hacia ella y una ráfaga de viento apagó su vela. En ese momento sintió como la rozaba algo húmedo y resbaladizo.
Todo esto sucedió un instante antes de que sus amigos entraran en la cueva en su busca. No podían entender sus aterrorizados intentos de regresar a las salas del hipogeo, pero después de escuchar su emotivo discurso, estuvieron de acuerdo. Cuando se encontraban en la sala principal del hipogeo, el guía vio la expresión de su rostro e hizo una mueca de complicidad. En la segunda visita de la señora Jessup al hipogeo, no estaba aquel guía que le permitió entrar en la cámara funeraria; al preguntar por él, el nuevo guía negó con rotundidad la existencia de la persona que describía la visitante. Sin embargo, la señora Jessup supo por otras fuentes que ella estaba en el mismo túnel en el que desaparecieron los niños junto a sus maestras, y que posiblemente el mismo guía fue quien los acompañó aquel fatídico día. También le dijeron que después de que el último niño pasara por este estrecho corredor, las paredes se derrumbaron «accidentalmente». Aunque la versión oficial decía que los muros se desplomaron sobre los estudiantes y que los grupos de rescate no pudieron encontrar ningún rastro de los desaparecidos, la cuerda con la que se solían amarrar en la cámara inferior del hipogeo no estaba rota, sino cortada por algo afilado. Cuenta la leyenda que, semanas más tarde, se oían gritos de niños procedentes del subsuelo en diferentes puntos de la isla. Nadie pudo encontrar su misterioso origen.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 84
 
 
Malta es una elegante miniatura del mundo que nos rodea y, al mismo tiempo, sorprendentemente rica en eventos misteriosos del pasado, arquitectura asombrosa y gente maravillosa y hospitalaria. No existe un rincón en la Tierra donde tantos monumentos culturales, únicos en la historia de la humanidad, se concentren en un espacio tan pequeño.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 86
 
 
Una interesante teoría afirma que, en la época del Younger Dryas o Dryas Reciente (cuestión que saldrá en este libro varias veces por ser un aspecto fundamental), lo que es hoy el archipiélago de Malta estaría unido a la isla de Sicilia, lugar que también relacionan con la famosa Atlántida. Prueba de ello, según parece, muchos de los car ruts se sumergen y continúan hacia esa dirección. ¿Terminarían estando conectados? ¿Será Malta la verdadera Atlántida?
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 89
 
 
Para Edgar Cayce, los remanentes escondidos de la antigua Atlántida por el mundo serían tres: la Esfinge de Guiza, la península del Yucatán y Bimini en las Bahamas. A mí personalmente me parece bastante improbable o poco comprensible que alguien pueda averiguar de antemano algo que va a suceder, pero no dejan de llamarme la atención los innumerables aciertos que tuvo en su vida; una biografía digna de ser leída. Pero esta teoría estaría apoyada por el mismísimo Jacques Cousteau, que visitó el lugar para ver de qué se trataba y terminó pensando, él y su equipo, que aquello debía de ser una construcción megalítica. Además, según estudios geológicos, parece que ese camino llegó a estar al aire libre hace unos 10.000 años, lo que nos induce a pensar de nuevo que estamos en esas fechas que fueron tan determinantes para el ser humano de esa época.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 93
 
 
Tiahuanaco es una ciudad realmente incomprendida, muy poco conocida, pero que tendría que serlo tanto como los sitios arqueológicos más importantes del mundo (como mínimo).
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 93
 
 
Hay cinco etapas bien diferenciadas en todo Tiahuanaco:
 
1.     La época primigenia, con el establecimiento de los primeros pobladores por la zona del Titicaca.
2.     Periodo de desarrollo, cultura e intercambio con otros pueblos.
3.     Periodo culmen en el que se desarrolla en su máximo esplendor, dando como resultado las pirámides y los templos más destacados de la historia del complejo.
4.     Pérdida de capacidades constructivas y falta de desarrollo, terminando con el abandono del lugar.
5.     Llegada de los primeros incas y primeras reconstrucciones.
6.     Llegada de los primeros europeos (Pedro Cieza de León).
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 96
 
 
No puedo hablar de Tiahuanaco sin mencionar al dios que más intriga ha despertado en mí, Viracocha, Wiracocha o, mejor dicho, Apu Qun Tiqsi Wiraquchan Pachayachachiq Pachakamaq, Apu Kon Illa Teqse Wiraqochan Pachayachachiq Pachakamaq, que en cristiano sería «Gran señor, resplandor eterno, fuente de vida, conocimiento y hacedor del mundo».
 
Según la leyenda, Viracocha (prefiero este nombre más corto...) surgió de las aguas en la época oscura para crear el cielo y la tierra, formando con rocas grandes a los primeros hombres, que eran gigantes y, aunque construyeron templos increíbles, gigantescos, no le llegaron a servir como Viracocha pretendía y por ello provocó un diluvio... (¿No les suena todo esto?) La época del Pachacuti, que duró sesenta días y sus noches para empezar de cero y crear al ser humano moderno a su imagen y semejanza.
 
Las primeras pruebas de este dios de los báculos se encontrarían en Caral, 5.000 años atrás, por lo que sería adorado durante mucho tiempo, ya que también aparece en la cultura Chavín.
 
En el título, como habrán visto, he puesto «el Jesucristo andino» porque, según las leyendas, Viracocha fue hombre hecho dios; grande, fornido y de larga barba, piel clara y llevando una especie de toga, que anduvo sobre las aguas —en este caso, del lago Titicaca— y que realizó con sus discípulos una peregrinación (descubierta por la antropóloga María Scholten de D´Ebneth) para impartir valores y conocimiento a los pueblos que iba encontrando. Dicha ruta se realizó en una línea recta perfecta utilizando unos conocimientos geométricos y geodésicos impropios de la época, al igual que la imposibilidad de seguir esa línea, ya que pasa en varias ocasiones por valles y montañas gigantescos e imposibles de cubrir a pie, y todo eso aderezado por el paso de sitios más que enigmáticos de los actuales Bolivia, Perú y Ecuador. Esto es, saliendo de Tiahuanaco, para continuar por sitios como Cuzco, Machu Picchu, Ollantaytambo, Cajamarca, terminando en Tumbez (Ecuador) y alejándose caminando sobre el mar hacia el este por el océano Pacífico; eso sí, prometiendo volver.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 100
 
 
Siempre me he encontrado con la misma historia, no solo con este nombre, sino con el utilizado por los mayas y los mexicas: dios-hombre blanco, barbado, civilizador, alto y robusto, el cual dejó una gran impronta de saber y conocimiento, que ayudó al hombre a desarrollarse. Tanto impacto dejó en el ser humano su visita, que las sociedades de la época en la que llegaron los conquistadores lo tenían ya en su folclore; no es de extrañar, pues, que confundieran a su ídolo con los españoles, llamándoles a su llegada Viracocha, como le pasó al propio Colón en su primer viaje de descubrimiento. Y aún más llamativa es la historia de Hernán Cortés, que a su llegada en el año 1519, resultó que era el año que Moctezuma y los suyos, los mexicas, esperaban la llegada de su dios, Quetzalcóatl, un hombre civilizador, blanco, barbado... Incluso con más casualidades; vendría por el este —como así fue por parte del conquistador— era rubio, blanco, barbado, en unos barcos enormes y espectaculares en comparación con sus modestas barcas, con vestimentas «luminosas» y tremendamente raras, con un emblema que también coincidía con el de Quetzalcóatl, una cruz, y un sinfín de casualidades.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 101
 
 
… por lo que dicen de los orígenes del mundo, las leyendas indias sitúan a Tiahuanaco como el inicio del todo, de su Hacedor...
 
Otro desvarío es, que cuando el Criador del mundo (que en su lengua llaman de dos maneras, conviene á saber, Ticciviracocha y Pachayachachic) formó todas las cosas en Tiaguanaco, donde fingen que residía, mandó al Sol, Luna y Estrellas irse á la isla del Titicaca, que está en la laguna deste nombre, y que desde allí se subiesen al cielo; y que al tiempo que se quería partir el Sol en figura de un hombre muy resplandeciente, llamó á los Incas y á Manco-Capac, como á hermano mayor, habló desta manera: «Tú y tus descendientes habéis de sujetar muchas tierras y gentes y ser grandes Señores; siempre me tened por padre, preciándoos de ser hijos míos, sin jamás olvidaros de reverenciarme como a tal»; y que acabando de decir esto, le dió las insignias de rey, que desde entonces usó él y sus sucesores, y se subió luego al cielo con la Luna y Estrellas á ponerse cada cual en el lugar que tienen; y que luego incontenti, por mandato del Hacedor, se sumieron debajo de la tierra los hermanos Incas, y fueron á salir á la dicha cueva de Pacarictampu.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 110
 
 
Para el historiador y arqueólogo Julio Jorge Celis Polanco, en el documental Aztlán y la montaña del origen, el sitio fue real, y lo sitúa en la isla blanca de las garzas, en medio de la laguna de Yuriria, en el estado mexicano de Guanajuato, en su momento también llamado Metztliapan (lago de la Luna). Aztlán es nombrada por las crónicas españolas y hablan de cómo los aztlantecas que vivían en las riberas del lago iban a menudo a la montaña sagrada de Chicomóztoc, el lugar de las siete cuevas. Este volcán, muy cercano al lago, es uno de los sitios más míticos y viene recogido en el famoso códice Borurini, donde se escribe la emigración desde Aztlán hasta las faldas de Chicomóztoc, en donde pasaron un tiempo y de donde posteriormente saldrían los siete pueblos nahuatlacas (siete pueblos para las siete principales cuevas que habitaron el volcán) camino a su próxima tierra prometida.
 
Para el historiador español fray Diego Durán (Sevilla, 1537-Ciudad de México, 1588), Aztlán y Chicomóztoc serían el mismo lugar, mientras que para el cronista Lorenzo Boturini Benaducci (Sondrio, Italia 1702-Madrid, 1755) la peregrinación empezaría en un sitio y al tiempo llegarían al volcán antes mencionado como lugar de asentamiento temporal.
 
Existe además un mapa, llamado de Sigüenza, una maravilla cartográfica del siglo XVI, en el que se recoge la peregrinación de los aztecas entre Aztlán y Tenochtitlán, que el INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) en su página de la Biblioteca Digital Mexicana resume así: «Ese camino es también la evolución histórica y simbólica de este pueblo: su apadrinamiento por dioses, sus momentos fundacionales, sus héroes y líderes, y finalmente, su asentamiento en la isla de Tenochtitlán, desde donde dominará su mundo».
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 117
 
 
Tula está dedicada a Quetzalcóatl, ya que reinó allí, que es lo mismo que decir al planeta Venus, porque dicho dios terminó haciéndose planeta. Todo el sitio está pensado para observar su ciclo astronómico.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 119
 
 
Esther Rodríguez llegó al Turuñuelo al hacer la tesis doctoral sobre el poblamiento del valle medio del Guadiana durante la primera Edad del Hierro, y uno de los asentamientos que existen localizados era el Turuñuelo. Fue para hacer un sondeo sobre una columna de polen y seguir caracterizando el estudio del paleoambiente y, claro, los hallazgos fueron tan sorprendentes que terminó quedándose ya desde 2014.
 
Esther, en un principio, pensó que podría llegar a ser un edificio tipo Cancho Roano (que no es poca cosa), pero nunca llegó a sospechar que el estado de conservación fuera tan bueno, ya que, según sus propias palabras, «los arqueólogos estamos acostumbrados a acercarnos a los yacimientos y que prácticamente solo se conserven los cimientos, y encontrarte un yacimiento de esta envergadura siempre es una alegría y satisfacción».
 
Ante mi pregunta sobre si este sitio sería el más importante, la arqueóloga me corrige y me comenta que más que la importancia, lo fundamental es su estado de conservación, ya que para evaluarlo es mucho mejor, aparte de ser un sitio más grande que llega a tener muros alzados de hasta 2 y 3 metros de altura, lo que te permite estudiar una parte de la cultura tartésica como su arquitectura, algo que en otros sitios no puedes detectar. El metal que se usa en las escaleras es único en la península (lo que no significa que no existan más, simplemente aún no se han descubierto).
 
Aparte de dicha escalera, lo más importante sería el sacrificio de animales, por los esqueletos que han aparecido colocados de forma muy determinada.
 
Esther reconoce que hay muchísimos caracteres que se nos escapan por la falta de escritura, lo que lo hace difícil de interpretar. Lo mismo pasa con el edificio arqueológico en sí, ya que reconoce que no les gusta tildarlo de palacio porque, como todavía queda mucho por excavar, quién sabe qué pueden deparar las siguientes ampliaciones. De lo que sí hay certeza es de que fue un sitio sacralizado, por ello, al abandonarlo tuvieron que hacer tales rituales.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 127
 
 
Huelva concentra las mayores concentraciones de megalitos de toda la península, un fenómeno que se da exclusivamente entre Gibraltar y Escandinavia. Esta cultura ha sido estudiada de forma parcial, porque no se conoce la cronología completa, aunque sí la de los ajuares. Pero el debate sigue abierto, por lo que no conocemos todo lo que deberíamos, para aseverar que se produce una culturización clara y definitiva por parte de los fenicios porque, simplemente, en la nueva orfebrería aparecen elementos fenicios.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 132
 
 
En el grupo de investigación de Claudio, desde el 1998 hasta el 2008, se llevaron a cabo una serie de proyectos que buscaban identificar eventos de alta energía en las columnas de sedimentos que extraían en la costa. Sin duda, un trabajo muy delicado al que se le dedicaron muchos recursos y tiempo, en el que se sacó un conjunto de testigos por toda la costa de Huelva. Pudieron documentar fehacientemente (está publicado en la prestigiosa revista Sedimentology) todos los eventos de alta energía de la zona, y además coincidían con la destrucción de yacimientos romanos, con el final de Tartessos, con el arrasamiento en el 2500 a. C. de los poblados calcolíticos, etc. Todos los eventos tsunamigénicos de alta energía que se fueron encontrando, haciendo cronologías con carbono-14, coincidían con eventos históricos acaecidos en Huelva, y el más impresionante es uno, de los más potentes, que coincide exactamente con la expansión de los pueblos del mar, con el inicio de la edad oscura del Mediterráneo, que siempre se había achacado a emigraciones, falta de recursos, cambios de estructuras sociales, etc. Pues coincide con esa expansión que ha descubierto Claudio Lozano. Curioso como mínimo.
 
Cuando nos vamos por lo tanto a la verdadera ciencia y empezamos a combinar elementos, nos vamos dando cuenta, según palabras de Claudio, de que el conocimiento local o indígena que se sincretiza con el mundo fenicio no es tan conocido, y que ese mundo indígena del megalitismo, que tampoco se conoce, proviene de un territorio que va cambiando sometido a «trauma». Otro tema que señala Claudio Lozano es que no solo estamos encontrando debajo del agua las pruebas geológicas de la progradación del nivel del mar, de la existencia de unos hábitats y de piedras alteradas como canteras por el hombre, sino que, además, se están hallando restos de embarcaciones donde no debería haber nada de eso.
 
Parece ser que hace años apareció en la zona de Sancti Petri una embarcación que contenía grandes tortas de cobre, pero además se trataba de una embarcación que por su morfología no se conocía nada igual, lo que nos dice que sería muy antigua, lo que podría verificar esa cronología de 6.000 años que pudo atravesar el estrecho de Gibraltar. Ese mundo de navegación antigua, de asentamientos que pueden estar ahora debajo del agua, de extracción industrial de mineral que no se sabe a quién se le vendía, es un mundo indígena aún por conocer que ha inspirado el mito de la Atlántida. Claudio no tiene ninguna duda, ese trauma de asentamiento en esa zona con la desaparición en un día y una noche está en el imaginario colectivo y, como se sabe, en muchas ocasiones, leyenda y evento pueden durar hasta veinticinco generaciones en la cultura oral, con lo que ¿se inspiró Platón en Tartessos? No lo sabemos realmente, pero sí sabemos que está hablando de una civilización con leyes escritas, más allá de las columnas de Hércules, hacia el 9000 a.C. Esto no le resulta raro a este gran investigador, o no le genera un simple pensamiento mágico, pero al hacer arqueología, uno tiene que comprobar las cosas y, sin duda, debajo del agua está la prueba de que hay una civilización muy antigua que dio origen a ese mundo indígena tartésico que creó ese sincretismo con los fenicios.
 
¿Se encontrará ahí nuestra Atlántida? Ojalá se siga buscando, porque quién sabe si algún día se me vuelve a poner la cara colorada por haber descubierto que en nuestra propia casa teníamos nuestro gran tesoro.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 136
 
 
El Canon Real de Turín es un papiro escrito en hierático. Se cree que data del reinado de Ramsés II (1279-1213 a. C.), tercer rey de la XIX dinastía del Antiguo Egipto. Se encuentra en el Museo Egizio (Museo Egipcio) en Turín y, hasta la fecha, es la lista más extensa de reyes compilada por los egipcios y la base de la mayor parte de la cronología antes del reinado de Ramsés II.
 
Estas listas no estaban destinadas a proporcionar información histórica sino una forma de «adoración a los antepasados». Entre esta información incluye:
 
La duración del reinado de cada rey en años, en algunos casos incluso en meses y días.
Agrupa a los reyes por ubicación en lugar de cronología.
Enumera los nombres de los gobernantes hicsos de Egipto. Incluye las dinastías Hyksas, y se aceptan incluso siendo «reyes extranjeros» que ocuparon Egipto.
Se remonta a un extraño periodo de tiempo en el que dioses y semidioses gobernaban Egipto.
La egiptología no contempla estos últimos gobernantes, por considerar que son mitología. No son reyes reales.
 
El Canon habla de dioses, semidioses y espíritus de los muertos que gobernaron físicamente durante miles de años. El gobierno de dioses pasó de uno a otro en sucesión ininterrumpida a lo largo de 13.900 años. Después de los dioses, los semidioses reinaron durante 1.255 años, y nuevamente otra línea de reyes dominó durante 1.817 años. Luego vinieron treinta reyes más, que reinaron durante 1.790 años, y luego otros diez que gobernaron durante 350 años. Siguió la regla de los espíritus de los muertos... durante 5.813 años.
 
El Canon es fiable en todo, excepto en eso, pues es mitología y no se puede tener en cuenta. Pasa lo mismo con Heródoto. Se toma de su relato solo lo que interesa, pero se descarta el resto por ser fantasía, a pesar de que toda la información que nos proporciona le fue dada por sacerdotes egipcios que aún conservaban sus tradiciones. Por lo tanto, ¿podrían habernos dejado los egipcios reflejada una época real de aquellos dioses o semidioses que estuvieron por la tierra «civilizando» al hombre?
 
Personalmente entiendo que esto sea difícil de asimilar como algo verdadero, pero quién sabe si algún día se nos queda cara de tontos al pensar que los antiguos nos estaban diciendo la verdad.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 145
 
 
Edgar Mitchell (Texas, 1930-Florida, 2016) era oficial y piloto militar de la Navy, ingeniero aeroespacial por el Instituto Tecnológico de Massachusetts y Doctor en Ciencias. Fue elegido nada más y nada menos que por la NASA para el programa Apolo, siendo además el sexto hombre en caminar por la Luna. El currículum creo que no puede ser más impresionante, ¿cierto? Pues bien, en 2008, este hombre dio una entrevista a una radio en la que sin pelos en la lengua reconocía que sabía perfectamente de la existencia de seres de otros mundos, ya que, por estar donde estaba (NASA), tenía acceso a cosas absolutamente clasificadas. Con un discurso propio de la persona que es, seguía reconociendo que poco a poco se irían desclasificando (justo como está pasando en estos días) y que finalmente se daría paso a que conozcamos la verdad. ¿Será cierto lo que contó al incrédulo entrevistador?
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 149
 
 
Candi Sukuh es una pirámide construida a mediados del 1400 durante el Imperio majapahit, pero lo más interesante es que no tiene nada que ver con el resto de templos hinduistas y budistas del país, en absoluto. Es más, cuando uno se acerca por primera vez, tiene que recordarse que está en mitad de Asia y no en Centroamérica, porque lo que verán a continuación invita a dudarlo. No solo está el gran parecido en forma y tamaño con una pirámide maya, sino que hay que incluir hasta estelas, y todo en mitad de la isla de Java.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 187
 
 
Tikal es tan impresionante, que contiene las pirámides más altas de Mesoamérica, salvo la vecina Danta, pero es tan tupida que allí los árboles pueden llegar a medir más de 50 metros, y se sabe que el propio Hernán Cortés pasó justo al lado y ni se enteró de que esa enorme ciudad existía.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 190
 
 
Como ambos sitios podrían dar para dos libros (como poco), me voy a centrar en una de esas «coincidencias imposibles» que he podido ver en Guatemala y en Camboya: dos pirámides que, si bien están lejos en el espacio, no así en el tiempo. Aquí ya tenemos una similitud, poco más de un siglo separa ambas construcciones. Pero lo que sorprende es su diseño, demasiado parecido para ser una casualidad. Vamos a comparar la pirámide llamada templo de las Máscaras, en Tikal, con la de Baksei Chamkrong, a las afueras del increíble Angkor Wat. Ambas tienen una inclinación mucho más pronunciada que la del común de las pirámides, con una escalinata principal por el medio, que da acceso a la puerta principal en la parte superior. Ambas tienen cuatro bases principales hasta llegar a la cima, en la que se encuentra una pequeña puerta. Por si todo esto fuera poco, encima de la estancia situada arriba, en ambos casos, insisto, se alza una especie de cresta —o peineta como yo la llamo— que también hace características a las dos pirámides situadas a unos 16.000 km una de la otra. Por supuesto, todo esto se puede deber una vez más a la casualidad, y cualquier arqueólogo especialista en una o las dos zonas puede pensar que es imposible y demasiado aventurado por mi parte, lo que no descarto. Pero es cierto que hay tantas casualidades que uno vuelve a no saber qué pensar.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 191
 
 
 
Hay veces que uno se da cuenta de que no puede abarcarlo todo. En uno de mis viajes por el centro de México, pensando que me las sabía todas acerca de las pirámides, Cholula me pondría en mi sitio.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 191
 
 
Como siempre había visto que una de las fotos típicas se hacía desde una iglesia situada en una montaña, me dirigí allí con mi mujer, y, al llegar, un símbolo me dejó helado. Resulta que la montaña no era natural. Era la pirámide con la base más grande del mundo. No me lo podía creer. Por supuesto, aparcamos al lado de la señal y enseguida preguntamos por la entrada que estaba justo al lado y nos pusimos a estudiarla; era increíble. Si la pirámide de Keops tiene de base 230 metros, la de Cholula es de 450 metros. Pudimos recorrer una pequeña parte del subterráneo, claro, ya que tiene en total unos diez kilómetros de túneles... ¿Para qué? Ese es uno de los mayores misterios de esta pirámide tolteca dedicada al dios Tláloc, el dios de la lluvia. Allí había incluso más etapas de construcción que en la pirámide de Kukulkán, con pirámides más pequeñas por dentro. De hecho, esta tiene tanta historia, que solamente la iglesia ya tiene el valor de haber sido levantada en 1594 por los conquistadores españoles.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 192
 
 
La pirámide perdida de La Danta, la más alta de América… El volumen total de construcción estaría cerca de los 3.000.000 m3, un tercio más que la pirámide de Keops en Egipto. Esto nos da idea de la barbaridad que aquí hicieron. Pero se desconoce si la pirámide del Mirador se asienta en una zona natural o no. Si fuera artificial, ya nos iríamos a un récord absolutamente desproporcionado, porque entonces, y como dicen algunos investigadores, la pirámide pasaría a tener el récord mundial de altura del mundo. Pero, insisto, eso está aún por demostrar. Según el responsable del yacimiento, el doctor Richard Hansen, esta ciudad podría ser la capital del reino de Kaan o mítico reino de los reyes serpiente. Si, como algunos sostienen, este sitio fue el origen de la civilización maya, eso contradiría el hecho de que el preclásico fuera de inicios mucho más humildes en conocimientos y capacidades. (Sí, una vez más se rompería un paradigma.)
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 194
 
 
El volumen total de construcción estaría cerca de los 3.000.000 m3, un tercio más que la pirámide de Keops en Egipto. Esto nos da idea de la barbaridad que aquí hicieron. Pero se desconoce si la pirámide del Mirador se asienta en una zona natural o no. Si fuera artificial, ya nos iríamos a un récord absolutamente desproporcionado, porque entonces, y como dicen algunos investigadores, la pirámide pasaría a tener el récord mundial de altura del mundo. Pero, insisto, eso está aún por demostrar. Según el responsable del yacimiento, el doctor Richard Hansen, esta ciudad podría ser la capital del reino de Kaan o mítico reino de los reyes serpiente. Si, como algunos sostienen, este sitio fue el origen de la civilización maya, eso contradiría el hecho de que el preclásico fuera de inicios mucho más humildes en conocimientos y capacidades. (Sí, una vez más se rompería un paradigma.)
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 195
 
 
¿Estamos hablando de la enigmática y conocida como la pirámide blanca? Resulta harto difícil asegurarlo, a la par que atrevido. Esta pirámide fue avistada por un piloto norteamericano, James Gaussman, en 1945, cuando sobrevolaba la zona durante una travesía. Aseguró maravillarse ante el tamaño colosal y la culminación del hallazgo. Pero él ni fue el primero ni el último en manifestar haber visto la pirámide blanca. Ya en 1912, otro norteamericano, Fred Meyer Schroder, fue el primero en revelar la existencia de la construcción. Y el francés Víctor Segalen —que realizó tres viajes arqueológicos a China en los primeros años del siglo XX— también aseguró haber presenciado la pirámide en cuestión. Por otra parte, solo dos años después que Gaussman, otro aviador logró tomar una fotografía que sería publicada nada más y nada menos que en el prestigioso The New York Times. El coronel Maurice Sheehan, aviador, daba fe de unas medidas monumentales. El Gobierno chino no tardó en negar la existencia de las pirámides y los historiadores de la época no ayudaron a que la pirámide se convirtiera en una realidad, sino que más bien colaboraron, a buen seguro sin pretenderlo, en la creación del mito. Lo que no deja de ser curioso es que, después de más de un siglo, no exista ninguna expedición seria que pueda atestiguar y documentar la existencia de la pirámide blanca.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 204
 
 
… en el uso del mercurio volvemos a encontrar coincidencias entre las pirámides chinas y las que, en el otro lado del mundo, se construían casi al mismo tiempo en las civilizaciones del actual México. Lo más probable es que se empleara para representar ríos y océanos. Pero ¿del mismo modo en China que en México? Se nos antoja en exceso casual. Y cuando estamos a punto de aceptar una casualidad, aparece otra de igual magnitud: la presencia del jade. Se sabe que en China se lleva usando esta piedra desde hace milenios, y el jade verde es considerado una piedra sagrada por sus propiedades energéticas. Sin embargo, a lo largo y ancho de México, de nuevo vemos que se utiliza en los elementos ornamentales de muchas construcciones. Esto nos conduce a esta segunda casualidad demasiado importante como para pasarla por alto, toda vez que el mundo mineral es tan amplio.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 207
 
 
Fue en mi primer viaje por el altiplano boliviano y peruano donde comencé a ver unas construcciones que me empezaron a llamar la atención. En especial por unos cortes y ángulos tan perfectos y ordenados, que me sorprendía que pudieran ser antiguos. Estaba acostumbrado a ver sitios arqueológicos por el mundo, pero ni en los yacimientos romanos, con lo exquisitos que eran, se alcanzaba la perfección que consiguieron los pueblos andinos. Normalmente suelen ser construcciones en las que utilizan las piedras más duras, andesita o diorita, cortadas a la perfección, al igual que sus ángulos. Siempre aparecen los bloques sin argamasa o juntura, simplemente en íntimo contacto. Si se intenta pasar una aguja entre dos bloques, no hay manera, no hay espacio. Como digo, perfecto. Y repito, porque esto es importante, en íntimo contacto sin necesidad de lo que necesitamos hoy en día, como la argamasa o el mortero utilizados desde tiempos pretéritos a la hora de construir. Aquí lo que se utiliza para unir los bloques es simplemente la perfección del corte y, por supuesto, de su posición milimétrica; hablamos, en muchos casos, de bloques mastodónticos de más de 100.000 kg. Y en sitios difícilmente accesibles. Vamos a hacer un viaje en algunos casos de cientos de kilómetros, pero también los habrá de miles y miles de kilómetros, para ver que en buena parte del mundo existió ese mismo sistema de construcción. Tan exactamente igual que no puede ser casualidad. Insisto, es exactamente igual. Eso sí, veremos dos tipos de lo que para mí es la misma tecnología: en bloques llanos y en bloques abombados, pero con el mismo tipo de capacidades, pesos, perfección en el corte, en su colocación y con unas extrañas protuberancias o «tetones» que también veremos en ambos casos. El primer lugar que he elegido (¡ojo, herejía!) pudo ser el inicio de ese tipo de construcción; ya hemos hablado antes de él: Tiahuanaco.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 208
 
 
Sacsayhuamán se encuentra justo por encima del Cuzco, desde donde se puede contemplar todo el valle y la ciudad entera a vista de pájaro. Pero realmente lo que a uno le deja estupefacto es poder contemplar esas moles de formas poliangulares de más de 100 toneladas. Aquí encontramos este tipo de tecnología en su máxima expresión.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 212
 
 
Otro sitio impresionante al lado de Machu Picchu es Ollantaytambo, una colina con varias terrazas enormes, en la que cualquier tipo de construcción ya es de por sí toda una hazaña. De nuevo nos encontramos con diferentes capacidades y tecnologías, con unas diferencias cuando menos llamativas. Pero me quedo principalmente con dos cosas. La primera, que por uno de los laterales se ve perfectamente dónde se han cortado los enormes bloques de piedra de decenas de toneladas, algo que quita el hipo, demostrando que no solo eran capaces de moldear la piedra a su antojo, sino, directamente, de horadar la montaña, y de nuevo con unos cortes y líneas fuera de lo común.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 211
 
 
Justo al lado de Sacsayhuamán, se sitúa Qenco, otro sitio imposible: cortes, ángulos, vitrificación de las piedras; de nuevo contemplamos una capacidad sencillamente deslumbrante. Realmente encontramos esta técnica por toda el área del valle sagrado.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 213
 
 
Tambomachay es un sitio bastante desconocido para el turista y, aunque está cerca de Cuzco, se encuentra fuera del circuito de visitas turísticas. Al no conocerlo me fui intrigando, ¿por qué me iba a interesar ese sitio más que los otros? ¿Qué pista podía contener, según me decía una y otra vez mi amigo arqueólogo?
 
A nuestra llegada, en principio, era un sitio más de los que había visto en repetidas ocasiones y mucho más pequeño. Ni siquiera era un lugar espectacular como los anteriores descritos. No entendía nada...
 
En primer lugar, me dijo que en las dos fuentes que tenía, si uno ponía dos cubos de agua, se llenaban exactamente en el mismo momento. Que era un misterio cómo hicieron primero para subir el agua hasta un risco que hay en la parte más alta, para posteriormente bajarla hasta las fuentes creadas. Todo de forma natural.
 
Pero para lo que me llevó este hombre allí, fue para observar algo que sin duda me dejó atónito. Al comentarme que me fijara en la parte superior derecha del recinto, pude observar cómo algo se deslizaba de arriba abajo derritiendo por completo un tipo de piedra extraordinariamente dura. Increíble, allí había pasado algo raro, pero que muy raro. Los incas (ya saben, para mí preincas) utilizaron algo que se les tuvo que derramar, algo tan destructivo que hacía que la piedra por donde pasara ese material se convirtiera en plastilina. Sin duda, esta era una pista de si esta cultura sabía y podía moldear a su antojo cualquier tipo de piedra, porque, para hacer eso, se necesita un material o unas temperaturas imposibles de alcanzar hasta épocas mucho más modernas.
 
Miguel Labrador
Las piedras de los dioses, página 213
 
 
 
 

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