David Ray Griffin

115 mentiras sobre los atentados del 11 septiembre

1. Omisión de la prueba de que por lo menos 6 de los supuestos secuestradores aéreos (entre ellos Waled al-Shehri, acusado por la Comisión de haber apuñaleado a una azafata del vuelo UA11 antes del choque del avión contra la torre norte del World Trade Center) están vivos actualmente (19-20).

2. Omisión de pruebas sobre Mohamed Atta (como su pronunciada inclinación por la bebida, por la carne de puerco y las exhibiciones eróticas privadas o lap dances) que contradicen las afirmaciones de la Comisión de que Atta se había convertido en un fanático religioso (20-21).

3. Confusión voluntariamente creada alrededor de las pruebas que demuestran que Hani Hanjur era tan mal piloto que nunca hubiera sido capaz de lograr estrellar un avión de pasajeros contra el Pentágono (21-22).

4. Omisión del hecho que las listas de pasajeros (flight manifests) que se hicieron públicas no contenían ningún nombre árabe (23).

5. Omisión del hecho que nunca, ni antes ni después del 11 de septiembre, se ha visto que un incendio haya provocado el desplome total de un edificio con estructura de acero (25).

6. Omisión del hecho que los incendios de las Torres Gemelas no fueron ni extremadamente extensos ni especialmente intensos y que ni siquiera duraron mucho tiempo comparados con otros incendios ocurridos en rascacielos (con estructuras) similares sin que estos últimos se desplomaran (25-26).

7. Omisión del hecho que, dada la hipótesis que el incendio provocó los derrumbes, la torre sur, que fue golpeada después que la torre norte y afectada por un incendio de menor intensidad, no debería haber sido la primera en desplomarse (26).

8. Omisión del hecho que el edificio n°7 del World Trade Center (contra el cual no se estrelló ningún avión y que sólo sufrió pequeños incendios muy localizados) también se desplomó, hecho sobre el cual la Agencia Federal para el Manejo de Situaciones de Emergencia (FEMA) confesó que no podía ofrecer ninguna explicación (26).

9. Omisión del hecho que el derrumbe de las Torres Gemelas (y el del edificio n°7) presenta al menos 10 características de haber sido producto de una demolición controlada (26-27).

10. Afirmación según la cual el núcleo de la estructura de cada una de las Torres Gemelas era «un pozo de acero vacío«, afirmación que niega la presencia de 47 columnas de acero macizo que eran en realidad el centro de cada torre. Según la teoría del «apilamiento de pisos» (the «pancake theory») que explica los derrumbes, varias decenas de metros de esas columnas de acero macizo debieran haber quedado en pie (27-28).

11. Omisión de la declaración de Larry Silverstein [el propietario del WTC], declaración según la cual el propio Silverstein en coordinación con los bomberos decidió «demoler» -en lenguaje técnico (to «pull«)- el edificio n°7 (28).

12. Omisión del hecho que el acero de los edificios del WTC fue rápidamente recogido del lugar de los hechos y enviado al extranjero por vía marítima ANTES de que pudiera ser analizado en busca de huellas de explosivos (30).

13. Omisión del hecho que el edificio n°7 había sido evacuado antes de su derrumbe, lo implica que la razón que se dio oficialmente para acelerar lo más posible la recogida del acero [en aquel lugar] (porque podía haber sobrevivientes bajo los escombros) no tenía ningún sentido en el caso de este edificio (30).

14. Omisión de la declaración del alcalde R. Giuliani quien dijo que se le advirtió de antemano que el WTC iba a derrumbarse (30-31).

15. Omisión del hecho que Marvin Bush, hermano del presidente estadounidense, y su primo Wirt Walker III eran los directores de la compañía encargada de garantizar la seguridad del WTC (31-32).

16. Omisión del hecho que el ala oeste del Pentágono, [la misma que fue impactada el 11 de septiembre], era precisamente, por diversas razones, la que menos posibilidades tenía de ser blanco de los terroristas de al-Qaeda (33-34).

17. Omisión de toda discusión tendiente a determinar si los daños que sufrió el Pentágono correspondían realmente con los daños que podría haber provocado el impacto de un Boeing 757 desplazándose a varios cientos de kilómetros por hora (34).

18. Omisión del hecho que existen fotos que demuestran que la fachada del ala oeste no se derrumbó hasta 30 minutos después del impacto y que el orificio de entrada es demasiado pequeño para el diámetro de un Boeing 757 (34).

19. Omisión de todo testimonio contradictorio sobre la presencia o la ausencia de pedazos visibles de un Boeing 757, ya sea dentro o fuera del Pentágono (34-36).

20. Ausencia total de discusión tendiente a determinar si el Pentágono disponía de un sistema de defensa antimisiles capaz de derribar un avión de pasajeros, aún cuando la Comisión sugirió que los terroristas de al-Qaeda decidieron no atacar una central nuclear precisamente porque pensaron que esta dispondría de ese tipo de defensa (36).

21. Omisión del hecho que las imágenes provenientes de diferentes cámaras (incluyendo las de la gasolinera que se encuentra frente al Pentágono, confiscadas por el FBI inmediatamente después del impacto) podrían ayudar a determinar qué fue realmente lo que impactó el Pentágono (37-38).

22. Omisión de la alusión del secretario de Defensa D. Rumsfeld a «un misil[ utilizado] para golpear [el Pentágono]» (39).

23. Aprobación aparente de la respuesta, totalmente insatisfactoria, a la pregunta tendiente a saber por qué los agentes del Servicio Secreto permitieron que el presidente Bush permaneciera en la escuela de Sarasota cuando, según la versión oficial, deberían haber pensado que un avión secuestrado podía tener esa misma escuela como blanco (41-44).

24. Fracaso en explicar por qué el Servicio Secreto no pidió una escolta de aviones de caza para [el avión presidencial] Air Force One (43-46).

25. Afirmaciones según las cuales en el momento en que el cortejo presidencial llegó a la escuela [de Sarasota], ninguno de los asistentes sabía que varios aviones habían sido secuestrados (47-48).

26. Omisión del informe según el cual el secretario de Justicia John Ashcroft había recibido una advertencia para que dejara de viajar en líneas aéreas comerciales antes del 11 de septiembre (50).

27. Omisión de la afirmación de David Schippers de que, basándose en informaciones provenientes de agentes del FBI sobre posibles ataques en el sur de Manhattan, él había tratado infructuosamente de transmitir dicha información al secretario de Justicia John Ashcroft durante las 6 semanas anteriores al 11 de septiembre (51).

28. Omisión de toda mención sobre el hecho que agentes del FBI afirmaron tener conocimiento de los blancos y fechas de los ataques [terroristas] mucho antes de los hechos (51-52).

29. Afirmación, mediante una refutación circular que da la cuestión por resuelta, de que el desacostumbrado volumen de compras de acciones en baja antes del 11 de septiembre no implica que los compradores supieran de antemano que los ataques iban a producirse (52-57).

30. Omisión de los informes según los cuales el alcalde [de San Francisco] Willie Brown y ciertos responsables del Pentágono fueron advertidos de que no debían tomar el avión del 11 de septiembre (57).

31. Omisión del informe según el cual Osama ben Laden, que ya en aquel entonces era el criminal más buscado por Estados Unidos, fue atendido en julio de 2001 por un doctor estadounidense en el hospital estadounidense de Dubai y que recibió allí la visita de un agente local de la CIA (59).

32. Omisión de los artículos que sugieren que, después del 11 de septiembre, el ejército estadounidense permitió deliberadamente la fuga de Osama ben Laden (60).

33. Omisión de informes, entre ellos el que reportaba la visita del jefe de los servicios de inteligencia de Arabia Saudita a Osama ben Laden en el hospital de Dubai, que entran en contradicción con la versión oficial de que la familia de Ben Laden y su país han renegado de este (60-61).

34. Omisión del resumen de Gerald Posner sobre el testimonio de Abu Zubaydah, según el cual tres miembros de la familia real saudita (que murieron los tres misteriosamente con sólo 8 días de intervalo) estaban financiando a al-Qaeda y conocían de antemano la realización de los ataques del 11 de septiembre (61-65).

35. Desmentido de la Comisión sobre el descubrimiento de una prueba del financiamiento de los sauditas a al-Qaeda (65-68).

36. Desmentido de la Comisión sobre el descubrimiento de una prueba que demuestra que dinero perteneciente a la esposa del príncipe Bandar, la princesa Haifa, fue entregado a agentes de al-Qaeda (69-70).

37. Desmentido, que simplemente ignoró la diferencia existente entre vuelos privados y vuelos comerciales, sobre el hecho que el vuelo privado en el que varios sauditas viajaron el 13 de septiembre desde Tampa hasta Lexington violó los reglamentos sobre el espacio aéreo establecidos en aquella fecha (71-76).

38. Desmentido sobre la autorización extendida a varios sauditas para que salieran del territorio de Estados Unidos poco después del 11 de septiembre sin que esas personas fuesen sometidas a una investigación apropiada (76-82).

39. Omisión de la prueba que demuestra que el príncipe Bandar obtuvo una autorización especial de la Casa Blanca para los vuelos de los sauditas (82-86).

40. Omisión de la afirmación de Coleen Rowley según la cual responsables del Cuartel General del FBI habían visto el memo de Phoenix del agente Kenneth Williams (89-90).

41. Omisión del hecho que el agente del FBI en Chicago Robert Wright afirma que el Cuartel General del FBI cerró su investigación sobre una célula terrorista y trató posteriormente de intimidarlo para impedir que publicara un libro en el que relata sus experiencias (91).

42. Omisión de la prueba que demuestra que el Cuartel General del FBI saboteó el intento de Coleen Rowley y de otros agentes [del FBI] de Minneapolis de obtener una orden de búsqueda para conseguir la computadora de Zacarias Moussaoui (91-94).

43. Omisión de las tres horas y media de testimonio que prestó ante la Comisión la ex traductora del FBI Sibel Edmonds que, según una carta que ella misma hizo pública y que dirigió al presidente [de la Comisión] Kean, revelaba serias disimulaciones por parte de responsables del FBI en relación con el 11 de septiembre y dentro del propio Cuartel General del FBI (94-101).

44. Omisión del hecho que el general Mahmud Ahmad, jefe del ISI [los Servicios de Inteligencia pakistaníes], se encontraba en Washington una semana antes del 11 de septiembre y que se reunió allí con el director de la CIA, George Tenet, así como con otros altos responsables estadounidenses (103-04).

45. Omisión de la prueba que demuestra que Ahmad, el jefe del ISI [los Servicios de Inteligencia pakistaníes] ordenó el envío de 100 000 dólares a Mohamed Atta antes del 11 de septiembre (104-07).

46. Afirmación de la Comisión de que no encontró prueba alguna de que algún gobierno extranjero, incluyendo al de Pakistán, haya financiado a agentes de al-Qaeda (106).

47. Omisión del informe según el cual la administración Bush presionó a Pakistán para que Ahmad fuese destituido de su cargo de jefe del ISI después de la divulgación de la información que revelaba que este había ordenado el envío de dinero del ISI a Mohamed Atta (107-09).

48. Omisión de la prueba que el ISI (y no sólo al-Qaeda) se encontraba detrás del asesinato de Ahmad Shah Massud (el comandante de la Alianza del Norte en Afganistán) que se produjo precisamente después de un encuentro que duró una semana entre responsables de la CIA y del ISI (110-112).

49. Omisión de la prueba que demuestra que el ISI está implicado en el secuestro y posterior asesinato de Daniel Pearl, periodista del Wall Street Journal (113).

50. Omisión del informe de Gerald Posner según el cual Abu Zubaydah afirmó que un oficial militar pakistaní, Mushaf Ali Mir, que mantenía estrechos vínculos con el ISI y con al-Qaeda sabía de antemano de los ataques del 11 de septiembre (114).

51. Omisión de la predicción que hizo, en 1999, Rajaa Gulum Abbas, agente del ISI, de que las Torres Gemelas «se derrumbarían» (114).

52. Omisión del hecho que el presidente Bush y otros miembros de su administración se refirieron repetidamente a los ataques del 11 de septiembre como «oportunidades» (116-17).

53. Omisión del hecho que el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano («The Project for the New American Century»), muchos de cuyos miembros se convirtieron en figuras claves de la administración Bush, publicó en el año 2000 un documento que decía que un «nuevo Pearl Harbour» ayudaría a conseguir fondos para una rápida transformación tecnológica del aparato militar estadounidense (117-18).

54. Omisión del hecho que Donald Rumsfeld, quien fue presidente de la comisión del US Space Command y había recomendado aumentar el presupuesto destinado a este, se valió de los ataques del 11 de septiembre, en la tarde de ese mismo día, para garantizar esos fondos (119-22).

55. No se mencionó que las tres personas responsables del fracaso de los esfuerzos por prevenir los ataques del 11 de septiembre (el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, el general Richard Myers y el general Ralph Eberhart) eran también los tres principales promotores del US Space Command (122).

56. Omisión del hecho que Unocal había declarado que los talibanes no podían garantizar la seguridad adecuada para emprender la construcción de sus pipelines (para petróleo y gas) a partir de la cuenca del Caspio y a través de Afganistán y Pakistán (122-25).

57. Omisión del informe según el cual representantes de Estados Unidos dijeron durante un encuentro, en julio de 2001, que ya que los talibanes rechazaban su proposición de construir un oleoducto, una guerra contra ellos comenzaría en octubre (125-26).

58. Omisión del hecho que en su libro, publicado en 1997, Zbigniew Brzezinski escribía ya que para que Estados Unidos pueda mantener su predominio global es necesario que ese país controle el Asia central, con sus vastos recursos petrolíferos, y que un nuevo Pearl Harbour sería útil para obtener el apoyo de la opinión pública estadounidense a esos designios imperiales (127-28).

59. Omisión del hecho que miembros claves de la administración Bush, entre ellos Donald Rumsfeld y su delegado Paul Wolfowitz, se esforzaron durante muchos años por desatar una nueva guerra contra Irak (129-33).

60. Omisión de los apuntes de las conversaciones de Donald Rumsfeld correspondientes al 11 de septiembre que demuestran que este estaba decidido a utilizar los ataques como pretexto para desatar una guerra contra Irak (131-32).

61. Omisión de la declaración que aparece en el Proyecto para un Nuevo Siglo Americano, según la cual «la necesidad de una fuerte presencia estadounidense en el Golfo va más allá del tema del régimen de Sadam Husein» (133-34).

62. Afirmación según la cual el protocolo de la FAA (Federal Aviation Agency) sobre lo sucedido el 11 de septiembre requería un largo proceso de aplicación que tenía que pasar por varias etapas de la cadena de mando cuando el propio Informe Oficial [de la Comisión] cita pruebas de lo contrario (158).

63. Afirmación según la cual en aquellos días sólo dos bases de la fuerza aérea estadounidense del sector noreste del NORAD (North American Aerospace Defense Command o Comando de Defensa Aeroespacial de América del Norte) mantenían cazas en alerta y, en particular, que no había aviones de combate en alerta en las bases de McGuire y de Andrews (159-162).

64. Omisión del hecho que la base Andrews de la fuerza aérea estadounidense tenía varios aviones de caza en alerta permanente (162-64).

65. Aceptación de la doble afirmación según la cual el coronel Marr, del NEADS (North East Air Defense Sector), tenía que comunicarse telefónicamente con un superior para que este lo autorizara a enviar aviones de caza desde [la base] de Otis y que necesitó 8 minutos para realizar esa llamada (165-66).

66. Aprobación de la afirmación según la cual la pérdida de la señal del transpondedor de un avión hace prácticamente imposible la localización de la nave por los radares militares estadounidenses (166-67).

67. Afirmación según la cual la intercepción de Stewart Payne no demostró que el tiempo de respuesta del NORAD en el caso del vuelo AA11 fue extraordinariamente lento (167-69).

68. Afirmación según la cual los cazas de la base de Otis se mantuvieron en tierra durante 7 minutos después de haber recibido la orden de despegue porque no sabían adónde volar (174-75).

69. Afirmación según la cual las fuerzas armadas estadounidenses no sabían del desvío del vuelo UA175 hasta las 9h30, momento exacto en que este vuelo se estrelló contra la torre sur del WTC (181-82).

70. Omisión de toda explicación sobre (a) la razón por la cual un informe anterior del NORAD, según el cual la FAA notificó a los militares el desvío del vuelo UA175 a las 8h43, se considera ahora como falso y (b) cómo fue que ese informe, si era falso, pudo ser publicado y se mantuvo como válido durante cerca de 3 años (182).

71. Afirmación según la cual la FAA no estableció la teleconferencia sino a partir de las 9h20 de aquella mañana (183).

72. Omisión del hecho que un memo de Laura Brown, de la FAA, afirma que la teleconferencia se estableció sobre las 8h50 y que trató precisamente sobre el desvío del vuelo UA175 (183-84, 186).

73. Afirmación según la cual la teleconferencia del NMCC, (Centro de Mando Militar o National Military Command Center) no comenzó antes de las 9h29 (186-88).

74. Omisión, en la afirmación de la Comisión de que el vuelo AA77 no se desvió de su trayectoria antes de las 8h45, del hecho que la hora mencionada en informes anteriores fue las 8h46 (189-90).

75. Fracaso en mencionar que el anuncio de la caída de un jet en Kentucky, poco después del momento en que el vuelo AA77 desapareciera del radar de la FAA, fue tomada lo bastante en serio por los responsables de la FAA y de la unidad antiterrorista del FBI como para que estos la enviaran a la Casa Blanca (190).

76. Afirmación según la cual el vuelo AA77 voló durante cerca de 40 minutos por el espacio aéreo estadounidense en dirección a Washington sin ser detectado por los radares militares (191-92).

77. Fracaso en explicar, si el anterior informe del NORAD según el cual se le informó a este -a las 9h24- que la trayectoria del vuelo AA77 era «incorrecta», cómo fue que ese informe erróneo pudo salir a la luz, o sea que se trata de saber si los responsables del NORAD mintieron o si fueron «embaucados» durante cerca de tres años (192-93).

78. Afirmación según la cual los aviones de combate de Langley, que según dijera primeramente el NORAD fueron enviados a interceptar el vuelo AA77, fueron realmente desplegados como respuesta a un informe erróneo de un controlador (no identificado) de la FAA de las 9h21 de que el vuelo AA11 se encontraba aún en vuelo y que se dirigía hacia Washington (193-99).

79. Afirmación según la cual los militares no fueron contactados por la FAA sobre el probable secuestro del vuelo AA77 antes del impacto contra al Pentágono (204-12).

80. Afirmación de que Jane Garvey no se sumó a la videoconferencia de Richard Clarke hasta las 9h40, o sea después del impacto contra el Pentágono (210).

81. Afirmación de que ninguna de las teleconferencias logró coordinar la FAA y las respuestas de los militares a los secuestros porque «ninguna [de las mismas] incluía a los responsables adecuados en el seno de la FAA y del Departamento de Defensa «, aunque Richard Clarke dice que su propia videoconferencia incluía a la directora de la FAA Jane Garvey, al secretario de Defensa Donald Rumsfeld y al general Richards Myers, jefe interino de las Fuerzas Armadas (211).

82. Afirmación de la Comisión según la cual esta no sabía qué miembros del Departamento de Defensa participaron en la videoconferencia con Richard Clarke cuando el propio Clarke afirma en su libro que se trataba de Donald Rumsfeld y del general Myers (211-212).

83. Aprobación de la afirmación del general Myers de que él se encontraba en el Capitolio durante los ataques sin mencionar el informe contradictorio de Richard Clarke, según el cual Myers estaba en el Pentágono y participó en la videoconferencia con Clarke (213-17).

84. Fracaso al mencionar la contradicción entre el testimonio de Clarke sobre los movimientos de Rumsfeld de aquella mañana y las declaraciones del propio Rumsfeld (217-19).

85. Omisión del testimonio del secretario de Transporte Norman Mineta ante la propia Comisión, testimonio según el cual el vicepresidente Cheney y las demás [personas presentes] en el refugio subterráneo habían sido advertidas a las 9h26 de que un avión se acercaba al Pentágono (220).

86. Afirmación según la cual los responsables del Pentágono no sabían que un avión se estuviera acercando a ellos antes de las 9h32, las 9h34 o las 9h36, o sea sólo minutos antes que el edificio fuera impactado (223).

87. Aceptación de dos versiones que se contradicen entre sí sobre el aparato que impactó el Pentágono: una que describe la ejecución de una espiral de 330 grados hacia abajo (un «picado a gran velocidad«) y otra en la que no se menciona esa maniobra (222-23).

88. Afirmación según la cual los cazas provenientes de Langley, que supuestamente recibieron la orden de despegar rápidamente para proteger Washington del «vuelo fantasma AA11» no estaban en lo absoluto cerca de Washington porque fueron enviados hacia el océano por error (223-24).

89. Omisión de todas las pruebas que sugieren que lo que impactó el Pentágono no fue el vuelo AA77 (224-25).

90. Afirmación según la cual la FAA no informó a los militares sobre el desvío del vuelo UA93 antes de que este se estrellara (227-29, 232, 253).

91. Doble afirmación de que el NMCC no monitoreó la conferencia iniciada por la FAA y no pudo por consiguiente conectar a la FAA con la teleconferencia iniciada por el NMCC (230-31).

92. Omisión del hecho que el Servicio Secreto dispone de medios que le permiten tener conocimiento de todo lo que hace la FAA (233).

93. Omisión de toda investigación sobre las razones que llevaron al NMCC a comenzar su propia teleconferencia si, como dijo Laura Brown -de la FAA-, eso no forma parte del protocolo standard (234).

94. Omisión de toda investigación sobre por qué el general Montague Winfield no solamente fue reemplazado por un «bisoño» (a rookie), el capitán Leidig, como director de operaciones del NMCC sino que abandonó además el mando cuando estaba claro que el Pentágono se encontraba ante una crisis sin precedente (235-36).

95. Afirmación según la cual la FAA notificó (de forma errónea) al Servicio Secreto, entre las 10h10 y las 10h15, que el vuelo UA93 se encontraba todavía en vuelo y se dirigía hacia Washington (237).

96. Afirmación según la cual el vicepresidente Cheney no dio la autorización para disparar hasta las 10h10 (varios minutos después de la caída del vuelo UA93) y que esa autorización no fue transmitida a la fuerza aérea hasta las 10h31 (237-41).

97. Omisión de todas las pruebas que indican que el vuelo UA93 fue derribado por un avión militar (238-39, 252-53).

98. Afirmación según la cual [el zar del contraterrorismo] Richard Clarke no recibió el pedido de autorización de fuego hasta las 10h25 (240).

99. Omisión del testimonio del propio Clarke, que sugiere que este recibió el pedido de autorización de fuego hacia las 9h50 (240).

100. Afirmación según la cual Cheney no bajó al refugio subterráneo del PEOC [o CPOU (siglas correspondientes a Centro Presidencial de Operaciones de Urgencia]) hasta las 9h58 (241-44).

101. Omisión de los múltiples testimonios, entre ellos los de Norman Mineta [secretario de Transporte] ante la propia Comisión, testimonios según los cuales el [vicepresidente] Cheney se encontraba en el CPOU antes de las 9h20 (241-44).

102. Afirmación según la cual la autorización para derribar un avión civil tenía que ser otorgada por el presidente (245).

103. Omisión de informes según los cuales el coronel Marr ordenó derribar el vuelo UA93 y el general Winfield indicó que él mismo y otros [oficiales] esperaban en el NMCC que un caza alcanzara el vuelo UA93 (252).

104. Omisión de informes que indican que había dos aviones de caza en el aire a varios kilómetros de New York y tres a sólo 320 kilómetros de Washington (251).

105. Omisión del hecho que había por lo menos 6 bases militares con cazas en estado de alerta en la región noreste de Estados Unidos (257-58).

106. Aprobación de la afirmación del general Myers de que el NORAD había definido su misión solamente en términos de defensa contra amenazas dirigidas [hacia Estados Unidos] desde el extranjero (258-62).

107. Aprobación de la afirmación del general Myers de que el NORAD no había previsto la posibilidad de que un grupo de terroristas pudiera utilizar aviones de pasajeros secuestrados como misiles (262-63).

108. Fracaso en poner en perspectiva la significación del hecho, presentado en el propio Informe, o en mencionar otros hechos que prueban que el NORAD sí había efectivamente previsto la amenaza que podía representar la posible utilización de aviones de pasajeros secuestrados como misiles (264-67).

109. Fracaso en explorar la implicaciones de la cuestión de saber cómo pudieron influir la maniobras militares («war games») programadas para aquel día en el fracaso de los militares en los intentos por interceptar los aviones de pasajeros secuestrados (268-69).

110. Fracaso en discutir la posibilidad que el desarrollo de la Operación Northwoods haya favorecido los ataques del 11 de septiembre (269-71).

111. Afirmación (presentada para explicar por qué los militares no recibieron la información sobre los aviones secuestrados con tiempo suficiente para lograr interceptarlos) según la cual el personal de la FAA falló inexplicablemente unas 16 veces en la aplicación de los procedimientos normales (155-56, 157, 179, 180, 181, 190, 191, 193, 194, 200, 202-03, 227, 237, 272-75).

112. Fracaso en mencionar que la proclamada independencia de la Comisión se vio fatalmente comprometida por el hecho que su director ejecutivo, Philip Zelikow, era prácticamente miembro de la administración Bush (7-9, 11-12, 282-84). (ndt: era colaborador cercano de Condoleeza Rice)

113. Fracaso en mencionar que la Casa Blanca trató primeramente de impedir la creación de la Comisión [Oficial de Investigación sobre los Ataques Terroristas del 11 de Septiembre] y que obstaculizó después el trabajo de esta, como lo hizo al asignarle un presupuesto extremadamente restringido (283-85). (ndt: Presupuesto estimado en 15 millones de dólares cuando el film de ficción «Vuelo 93» de Paul Greengrass costó 18 millones y «World Trade Centre» de Oliver Stone costó CUATRO VECES MÁS, o sea 60 millones de dólares. En lo tocante al primer punto, la creación de la Comisión no se produjo hasta después de 441 días de los ataques y el presidente Bush propuso que fuera presidida por Henry Kissinger… para luego retractarse ante las violentas críticas de la opinión pública contra esa proposición.)

114. Fracaso en mencionar que el presidente de la Comisión, la mayoría de los demás miembros de la Comisión, y por lo menos la mitad del personal de la misma tenía serios conflictos de intereses (285-90, 292-95).

115. Fracaso de la Comisión, la cual se vanagloriaba de que la presentación de su informe final había tenido lugar «sin disensión», en mencionar que esto fue posible únicamente porque Max Cleland, el miembro de la Comisión más crítico en cuanto a la actuación de la Casa Blanca -juró incluso «que no sería cómplice de un tratamiento parcializado de las informaciones«-, tuvo que renunciar a su puesto dentro de la Comisión para poder aceptar un cargo en el Banco Export-Import y que la Casa Blanca dio a conocer su nominación para ese cargo únicamente después que las críticas emitidas por Cleland se hicieron especialmente directas (290-291).

Terminaré precisando que concluí mi estudio del texto que he dado en llamar «el informe Kean-Zelikow» escribiendo lo siguiente: Finalmente, el Informe de la Comisión Investigadora sobre el 11 de septiembre, lejos de evacuar mis dudas en cuanto a una complicidad oficial, no hizo más que confirmarlas. ¿Qué podría llevar a los responsables encargados de la redacción de ese informe final a montar una superchería de tanta envergadura si no el intento de enmascarar enormes crímenes? (291).

David Ray Griffin
Las cifras que aparecen entre paréntesis se refieren a las páginas de la edición original estadounidense de ese libro.




"El 11-S es la más grande y fatídica conspiración. Sus consecuencias hasta ahora amenazan nuestra existencia."

David Ray Griffin




"He estado tratando de averiguar si el Estado Islámico es lo que parece ser o ha sido financiado para aumentar la islamofobia. No he encontrado evidencia que así lo indique. Sin embargo, no queda duda de que Estados Unidos es responsable de su formación por la desestabilización que generó en Iraq y Libia."

David Ray Griffin




"La principal y única forma de convencer a la gente es remontarse a los hechos. El punto más importante y convincente es el hecho de que la historia oficial del 11-S está basada en “historias milagrosas”. Son historias que implican eventos que no podrían haber pasado a menos que tuvieran una asistencia sobrenatural.

Por ejemplo, una estructura hecha de acero que se viene abajo sin utilizar explosivos. 

Yo solo defiendo el argumento de que lo que se ha contado sobre el 11-S es una gran mentira. También he revelado evidencia que muestra que los atentados fueron supervisados por Dick Cheney [vicepresidente en el gobierno de George W. Bush]."

David Ray Griffin




"La verdadera pregunta debería ser: ¿Qué golpeó al Pentágono? Es una pregunta que ha sido debatida incluso dentro de los movimientos por la verdad del 11-S. La mayoría de nosotros apunta a la evidencia que indica que ninguna gran nave impactó al Pentágono. Sin embargo, hay un grupo pequeño pero enérgico de investigadores que argumenta que, por el contrario, se trató de una gran aeronave. Pero todos coincidimos en algo: el vuelo 77 de American Airlines bajo el control de Hani Hanjour –o cualquier otro miembro de Al Qaeda– no impactó al Pentágono. Por ende, la versión oficial es nuevamente falsa, sin importar qué fue lo que en realidad chocó."

David Ray Griffin




"Mi investigación sobre el 11-S está basada –casi por completo– en material público. La verdad está allá afuera, disponible para quien quiera revisar la evidencia."

David Ray Griffin




"Tanto Mohamed Atta como los otros señalados como secuestradores fueron expuestos para que de esa forma se pudiera culpar a hombres musulmanes de ser los autores. Pero no hubo secuestradores porque no hubo secuestro. Los hombres que presentaron como los secuestradores del avión eran de todo menos musulmanes: el supuesto Atta bebía alcohol, consumía drogas y fornicaba. Además, el actor era mucho más alto que el verdadero Mohamed Atta, un verdadero musulmán que nunca habría bebido o le habría dado siquiera un apretón de manos a una mujer."

David Ray Griffin




Un nuevo enfoque sobre el 11 de septiembre


He titulado mi conferencia «Un nuevo enfoque sobre el 11 de septiembre». Al sugerir que es hora ya de ver aquellos hechos con nuevos ojos, estoy pensando sobre todo en los que decidieron, desde hace mucho tiempo, que los atentados del 11 de septiembre se desarrollaron de la manera en que los describe la administración Bush-Cheney, y como se afirmó en los informes oficiales; estoy pensando en los que creen que el Movimiento por la Verdad sobre el 11 de septiembre, que pone en duda aquella versión de los hechos, se compone de adeptos de la teoría de la conspiración, desprovistos de toda capacidad de juicio objetivo. Esas personas, en su mayoría periodistas, que se han forjado su opinión desde hace tiempo, son impermeables a cualquier argumento que presente nuestro Movimiento. Se conforman con levantar los ojos al cielo y continuar su camino.

Pero nuestro Movimiento, al igual que los elementos con los que contamos, ha evolucionado considerablemente en estos tres últimos años. Rechazar de entrada nuestros argumentos, sin tomarse el tiempo necesario para examinarlos, no es un acto racional. Hoy más que nunca resulta inconcebible el levantar los ojos al cielo sin demostrar la naturaleza irracional de aquellos a los que se trata de desacreditar llamándolos «adeptos de la teoría de la conspiración».

Mi conferencia se dirige también, aunque indirectamente, a mis amigos, miembros del Movimiento por la Verdad. Algunos de ellos estiman, efectivamente, que como Bush y Cheney ya no están en funciones y como la administración Obama ha revocado algunas de las políticas basadas en los hechos del 11 de septiembre, ya no es tan importante que se sepa la verdad. Otros, al ver que la administración Obama sigue partiendo del principio que fue al-Qaeda quien atacó los Estados Unidos el 11 de septiembre, han llegado a la conclusión que no hay esperanza alguna de que se sepa la verdad y que lo mejor que podemos hacer es rendirnos.
Quiero decirles a todos ellos que la búsqueda de la verdad es ahora más importante que nunca, ya que muchas políticas, empezando por la guerra en Afganistán, no han sido modificadas. Además, la actual coyuntura, en la que los cambios políticos vienen a agregarse a la evolución de nuestro Movimiento, nos ofrece actualmente, por vez primera, una posibilidad razonable de obtener una verdadera investigación.

Entraré ahora en el tema de mi conferencia. ¿Por qué los adeptos de la teoría oficial de la conspiración tendrían que aceptar echar una nueva mirada al 11 de septiembre. Y estoy utilizando con toda intención el término «adeptos de la teoría oficial de la conspiración». Muy a menudo, la gente que cree en la teoría oficial sobre el 11 de septiembre llama desdeñosamente a los miembros del Movimiento por la Verdad «adeptos de la teoría de la conspiración», lo cual no es racional. Se habla de conspiración cuando varias personas conspiran en secreto para cometer un acto ilegal, como un asalto contra un banco o cualquier tipo de estafa.

Creer en una teoría de la conspiración, cuando se trata de un hecho, significa simplemente creer que ese hecho es resultado de una conspiración. Según la interpretación del 11 de septiembre que hizo el tándem Bush-Cheney, y que se convirtió en versión oficial, los atentados fueron resultado de una conspiración entre Osama Ben Laden y 19 miembros de al-Qaeda. Esa versión oficial es, por consiguiente, una teoría de conspiración.

Eso quiere decir que cada cual defiende su propia teoría de la conspiración sobre el 11 de septiembre. El debate sobre el 11 de septiembre no es, por consiguiente, un debate entre adeptos y antiadeptos de la teoría de la conspiración. Se trata simplemente de un debate entre quienes aceptan la teoría de la conspiración de la administración Bush-Cheney y los que se inclinan por una teoría alternativa, según la cual el 11 de septiembre fue producto de una conspiración en el seno de esa administración.

Los defensores de la teoría oficial de la conspiración no pueden por tanto, de manera racional, rechazar la teoría alternativa simplemente porque se trate de una teoría de la conspiración. La única interrogante racional que hay que plantearse es la siguiente: ¿Cuál es la teoría que mejor se sostiene en base a elementos probatorios?

Quiero precisar que cuando utilizo el término «teoría oficial de la conspiración» no lo hago de forma peyorativa. No hay nada de malo en el hecho de creer en esa teoría. Yo mismo la acepté, al principio. El problema es saber si usted cree en ella verdaderamente, si usted está tan convencido de la teoría oficial que eso le impide ver de manera objetiva los elementos que puedan contradecirla.

Razones para ver con escepticismo la teoría de la conspiración de Bush-Cheney
Hoy más que nunca resulta irracional seguir creyendo en la teoría oficial de la conspiración, ya que disponemos de muchos elementos nuevos en comparación con el momento en que se grabó esa teoría en las mentes.
No sabíamos en aquel entonces, por ejemplo, que la administración nos iba a contar mentiras enormes, que provocarían a su vez millones de víctimas, entre ellas miles de americanos. Y mucho antes de mentir sobre las armas de destrucción masiva en Irak, la Casa Blanca había ordenado a la Agencia de Protección del Medio Ambiente, justo después del 11 de septiembre, que mintiera sobre la calidad del aire en el lugar donde se encontraba el World Trade Center.

El resultado es que alrededor del 60% de las personas que participaron en las operaciones de salvamento o de limpieza de los escombros hoy en día están enfermas, cuando no están muertas, y que la cantidad que va a morir como consecuencia de diversas enfermedades va a ser probablemente superior al número de víctimas que dejaron los propios hechos del 11 de septiembre. Ante tales hechos, sería difícil afirmar que la administración Bush-Cheney no estaba moralmente implicada en la organización del 11 de septiembre y en la disimulación de estos.

Tenemos también otras razones, poco conocidas en aquel entonces, que nos llevan a ser escépticos en cuanto a los informes oficiales.
La mayoría de la gente creyó que la Comisión Investigadora sobre el 11 de septiembre se encontraba bajo la dirección de sus dos copresidentes: Thomas Kean, ex gobernador republicano, y Lee Hamilton, ex miembro demócrata del Congreso. Por consiguiente, aquella Comisión Investigadora parecía independiente, y no partidista. Pero la Comisión estuvo en realidad bajo la dirección de Philip Zelikow.

Fue Zelikow quien dirigió el equipo de 85 personas y quien se encargó de elaborar el Informe de la Comisión Investigadora sobre el 11/9. Y Zelikow era ante todo un miembro de la administración Bush-Cheney, cercano en particular a Condoleezza Rice, con quien coescribió un libro. Gracias a un libro de Philip Shenon, periodista del New York Times, sobre la Comisión Investigadora, ahora sabemos que Zelikow se mantenía en contacto con Rice, al igual que con Karl Rove, por aquel entonces secretario adjunto de la Casa Blanca. Shenon revela que, incluso antes de que el equipo comenzara su trabajo, Zelikow ya tenía trazadas las grandes líneas del Informe, y hasta había escrito los «títulos y subtítulos de los capítulos y títulos de secciones». Shenon nos dice también que Kean y Hamilton se habían puesto de acuerdo con Zelikow para que el equipo no conociera la existencia de aquel plan preestablecido.

En el libro que escribieron juntos sobre la Comisión Investigadora, Kean y Hamilton acusan a los «partidarios de la teoría de la conspiración» de que no basan sus teorías en los hechos sino que parten de sus teorías para buscar hechos que las corroboren. Kean y Hamilton afirman que, por el contrario, la Comisión Investigadora se basó en hechos probatorios y no en una conclusión: «Estábamos allí para oponer una teoría o una interpretación del 11 de septiembre a otra», escribieron. Admitieron, sin embargo que Zelikow atribuyó «el tema de al-Qaeda a [uno de los miembros del equipo]», a quien se le pidió «contar la historia de la más lograda operación de al-Qaeda: los atentados del 11 de septiembre». Si eso no es partir de una teoría, ¿de qué otra forma se le pueda llamar?

Si la Comisión Investigadora no fue independiente de la administración Bush-Cheney, ¿qué se puede decir entonces del NIST (el Instituto Nacional de Normas y Tecnologías), que redactó los informes oficiales sobre la destrucción del World Trade Center? El NIST es una agencia del ministerio americano de Comercio. Era, por consiguiente, una agencia que dependía, en aquel entonces, de la administración Bush-Cheney y se encontraba bajo la dirección de una persona nombrada por aquella administración.

Un ex empleado del NIST reveló recientemente que este organismo fue «ampliamente desviado del campo científico hacia el campo político». Los científicos que trabajaban para el NIST, afirma esa persona, «perdieron [su] independencia científica, y no eran más que ‘ejecutantes’». Y agrega: «Todo lo que producían los ejecutantes pasaba por el filtro de la dirección, y se evaluaba según criterios políticos, antes de la publicación.»

Además, según esa persona, los informes del NIST sobre el World Trade Center también tuvieron que ser sometidos a la aprobación de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y del Buró de Administración y Presupuesto –«brazo del Buró Ejecutivo del presidente»–, quien a su vez «había delegado especialmente a una persona para que supervisara nuestro trabajo.

Los informes del NIST, que afirman que las Torres Gemelas y el edificio 7 se derrumbaron sin ayuda de explosivos, son más informes políticos que científicos –lo cual confirma cualquier examen serio. No se concibe que los autores, personas que ostentan diplomas de física y de ingeniería, pudieran creer realmente lo que allí escribieron.

EL NUEVO ROSTRO DEL MOVIMIENTO POR LA VERDAD
Si el disponer de nuevos elementos sobre la administración Bush-Cheney y sobre los informes oficiales que acreditan su teoría de la conspiración nos conduce a un nuevo enfoque de lo sucedido el 11 de septiembre, lo mismo sucede con la evolución del Movimiento por la Verdad. Al principio, la imagen que se daba de ese Movimiento era la de «una banda de chiquillos en Internet». Posteriormente, yo me uní al Movimiento con la publicación de mi libro El nuevo Pearl Harbor, y la imagen se convirtió en «una banda de chiquillos en Internet, más un teólogo menopáusico». En el Guardian, George Monbiot los llama «brutos» e «idiotas».

En Counterpunch y The Nation, Alexander Cockburn los designa como «conspiracionistas dementes» (término que se edulcoró al llevarlo al francés, en Le Monde diplomatique, mediante la expresión «adeptes de la conspiration») [Esta última expresión es la que hemos traducido aquí al español como “adeptos de la teoría de la conspiración”. Nota de la Red Voltaire.] que nada saben del «mundo real», y menos aún de la historia militar. Carentes de «toda comprensión de las pruebas», agrega, representan «el predominio de la magia sobre el sentido común [y] la razón».

Si algunos de nuestros detractores me han descrito como el jefe de este Movimiento (…) –Monbiot me designó como su «sumo sacerdote» , otro como su «gurú»– es el objetivo era presentarlo al gran público como un movimiento religioso (o incluso una especie de secta), que se componía de gente que no sabe nada del mundo real. Uno de esos críticos expresó: «Como teólogo, Griffin no está calificado para hablar de otra cosa que de mitos y fábulas». A lo cual respondí yo que, en ese caso, yo estaba perfectamente calificado para hablar de la teoría oficial de la conspiración. Sin embargo, el Movimiento padece aún de esa imagen ante el gran público, y todavía se le describe como una agrupación dirigida por gente que no tienen ninguna capacidad en los sectores que tienen que ver con este asunto.

Aunque, como cualquier caricatura, esta en particular haya tenido algo de cierto, esa imagen es hoy totalmente errónea. El liderazgo intelectual del Movimiento está ahora en manos de los científicos y profesionales que indudablemente conocen el mundo real. Muchos de esos profesionales se han reagrupado en asociaciones, dedicadas a la investigación de la verdad sobre el 11 de septiembre.

Varios científicos crearon, hace algunos años, el Panel Científico por una Investigación sobre el 11/9. Más recientemente, principalmente físicos y químicos crearon los Universitarios por la Verdad y la Justicia sobre el 11/9. A raíz de esto nuestros detractores declararon que si nuestras afirmaciones sobre el World Trade Center resultaban ser justificadas, serían objeto de publicaciones en revistas científicas con la aprobación de colegas. Durante el año concluido, científicos afiliados a los Universitarios por la Verdad y la Justicia publicaron 3 artículos en revistas de ese tipo (que cuentan con un comité de lectura).

El principal autor del más reciente de esos artículos, publicado en el Open Chemical Physics Journal, es Niels Harrit, profesor de química en la Universidad de Copenhague. Esos científicos encontraron en el polvo del World Trade Center elementos químicos que no deberían estar allí, de ser cierta la teoría oficial según la cual los edificios se derrumbaron únicamente debido a la acción de los incendios y de la gravedad.

Cuando físicos y químicos se unieron al Movimiento, algunos críticos dijeron: «En realidad, ellos no determinan nada. Las razones del derrumbe de las torres del WTC son cosa de ingenieros, y no hay ninguno en ese Movimiento.» Así era en 2005. Al año siguiente, el arquitecto Richard Gage creó la asociación «Arquitectos e Ingenieros por la Verdad sobre el 11/9», y ahora más de 600 de esos especialistas han firmado su petición, llamando a la apertura de una nueva investigación. Son personas que conocen bien los grandes edificios de estructura de acero del mundo real, y que saben que la teoría oficial del derrumbe de las Torres Gemelas y del edificio 7 sobre sí mismos, prácticamente a la velocidad de caída libre, simplemente no puede ser cierta.

Por ejemplo, Jack Keller, profesor emérito de ingeniería civil en la Universidad de UTA, que obtuvo el reconocimiento especial de la revista Scientific American, declaró, refiriéndose al derrumbe del edificio 7: «Es claramente el resultado de una demolición controlada.» Similar juicio emitieron dos profesores eméritos de ingeniería estructural del Instituto Fédéral Suizo de Tecnología, al igual que cientos de ingenieros y arquitectos.

Los bomberos disponen conocimientos a nivel de expertos sobre lo sucedido el 11 de septiembre en Nueva York. El año pasado crearon la asociación de Bomberos por la Verdad sobre el 11/9. Y demuestran por qué no son creíbles los informes del NIST sobre el World Trade Center.

Además, existe ahora una asociación de Veteranos por la Verdad, a la que pertenecen varios ex oficiales [de las fuerzas armadas]. Y me imagino que sepan mucho más que Alexander Cockburn sobre el mundo militar real.
Otra asociación, en otro sector vinculado [a lo sucedido el 11 de septiembre], cuenta entre sus miembros a numerosos ex pilotos de líneas aéreas y [ex pilotos] militares. Para ellos, la versión oficial, que explica por qué los aviones de pasajeros no fueron interceptados el 11 de septiembre, resulta inverosímil. Ellos concentraron su atención en lo sucedido en el Pentágono y señalaron numerosas razones por las cuales la versión oficial sobre ese hecho no resulta creíble.

La más reciente de esas asociaciones de profesionales reagrupa a los oficiales de inteligencia. Uno de los primeros en unirse a ella fue William Christison, ex cuadro de la CIA. (…) Veamos lo que escribió en 2006:

«Durante cuatro años y medio me negué categóricamente a prestar atención seriamente a las teorías de la conspiración alrededor del 11 de septiembre… Pero, durante los seis últimos meses, y luego de muchas dudas, cambié de opinión. … En este momento, pienso que existen pruebas convincentes de que esos atentados no se desarrollaron de la manera en que la administración y la Comisión Investigadora quisieron hacérnoslo creer.»

La espina dorsal del Movimiento por la Verdad la conforman actualmente asociaciones de científicos, de arquitectos, de ingenieros, de bomberos, de pilotos, de oficiales militares y de inteligencia. Y existen otras más. El año pasado se crearon asociaciones de Profesionales de la Salud, de Abogados, de Responsables Religiosos y, muy recientemente, la asociación de Responsables Políticos por la Verdad sobre el 11/9. Esta última cuenta en sus filas con ex miembros y miembros en funciones del Parlamento Europeo, de los parlamentos de Japón, Italia, Reino Unido, Nueva Zelanda y Suecia, así como un ex gobernador estadounidense. Parece que los que piensan que el Movimiento se compone de dementes, idiotas o gente bruta van tener que revisar esa opinión, si quieren que su opinión se corresponda con el mundo real.

La situación actual es la siguiente (y si tienen ustedes que recordar una sola frase de esta conferencia, esa frase es la que sigue): Entre los expertos de los sectores vinculados que han estudiado el asunto, el peso de la opinión científica y profesional inclina actualmente la balanza del lado del Movimiento por la Verdad sobre el 11/9. Más de mil se han expresado públicamente sobre la teoría oficial, y prácticamente ningún científico o profesional de los sectores vinculados ha apoyado abiertamente esa teoría –con excepción de los que no son independientes y cuya carrera se vería amenazada si se negaran a hacerlo. Este último punto es importante ya que, como señaló Sinclair Lewis: «Es difícil hacerle comprender algo a alguien cuando su salario lo obliga a no comprender.» Con excepción de esas personas, prácticamente todos los expertos de los sectores vinculados que han estudiado cuidadosamente la cuestión rechazan la teoría oficial de la conspiración. Por consiguiente, es hora de que los periodistas, y todos en general, echen una nueva mirada sobre el 11 de septiembre.

NUEVOS ELEMENTOS
Los periodistas dicen a menudo que no pueden trabajar con «historia antigua». Necesitan nuevos elementos. El caso es que la cantidad de nuevos elementos justifica ampliamente un nuevo enfoque sobre el 11 de septiembre. Son tantos que solamente puedo mencionar algunos.

Sorprendentemente, algunos de esos elementos han sido proporcionados por el FBI. Aunque inicialmente fue la principal agencia encargada de crear y defender la versión oficial, recientes revelaciones que hacen planear la duda sobre esa versión se deben precisamente al FBI.

Un ejemplo de ello tiene que ver con uno de los pilares centrales de la teoría oficial de la conspiración: la afirmación de que los atentados se realizaron por orden de Osama Ben Laden. Esa afirmación se utiliza aún para justificar la acción militar americana en Afganistán, acción para la cual el presidente Obama pidió el apoyo sin reservas de los europeos. Pero si ustedes visitan el sitio [Most Wanted Terrorists] dedicado a Osama Ben Laden, descubrirán que los atentados del 11 de septiembre no aparecen entre los hechos por los cuales se busca a este hombre. Un miembro del Movimiento por la Verdad se puso en contacto con el Cuartel General del FBI para pedirle una explicación. Un responsable de relaciones públicas le respondió: «No disponemos de ninguna prueba formal que permita vincular a Ben Laden con el 11 de septiembre».

Otro ejemplo tiene que ver con las llamadas telefónicas desde los aviones, que permitieron que se supiera en tierra que los aviones habían sido secuestrados. Alrededor de quince personas declararon que sus familiares las habían llamado desde sus teléfonos celulares (o móviles). Desde el vuelo UA93 –que parecía haberse estrellado en Pensilvania– se realizaron una docena de llamadas con teléfonos celulares. Deena Burnett declaró haber recibido 3 o 4 llamadas de su marido, Tom Burnett. Ella sabía que él estaba utilizando su móvil porque, según declaró al FBI, reconoció el número que se veía en la pantalla de su propio teléfono.

La mayor parte de esas llamadas se realizaron, supuestamente, mientras que los aviones a 10 000, incluso a 12 000 metros de altitud.
Los pilotos y los científicos del Movimiento señalan, sin embargo, que, teniendo en cuenta la tecnología telefónica disponible en el año 2001, era imposible poder realizar una llamada desde un avión en vuelo a gran altitud. Los defensores de la versión oficial, como Popular Mechanics, afirmaron lo contrario. Pero el propio FBI les opuso un serio desmentido.

En 2006, durante el juicio contra Zacarias Moussaoui, el supuesto 20º pirata, se le solicitó al FBI que presentara pruebas sobre las llamadas [telefónicas] realizadas desde los 4 aviones de pasajeros. Su informe indica que de las 37 llamadas provenientes del vuelo UA93, sólo 2 se hicieron desde un móvil, en momentos en que el avión –a punto de estrellarse– se encontraba a muy baja altitud. En otras palabras, el FBI apoyo de forma implícita la tesis del Movimiento por la Verdad, según la cual era imposible realizar llamadas con teléfonos celulares desde un avión a gran altitud. Un duro golpe para Popular Mechanics.

Lo importante, sin embargo, es que el FBI afirma actualmente que Deena Burnett y todos los que decían haber recibido llamadas desde teléfonos celulares se equivocaron. Pero, ¿cómo pudo Deena Burnett equivocarse si reconoció varias veces el número de Tom que se veía en la pantalla de su propio teléfono? El FBI, que había recogido su testimonio sin discutirlo, no responde a esa pregunta. La única explicación posible parece ser, sin embargo, que las llamadas que recibió Deena eran falsas. La tecnología que permite falsear las llamadas ya existía en aquel entonces. Algunos aparatos permiten falsificar cualquier número. Sin contar que la tecnología de transformación de la voz estaba lo bastante adelantada como para engañar incluso a la esposa del individuo que supuestamente estaba realizando la llamada. Al poner en duda el origen de esas llamadas telefónicas, el FBI admitió implícitamente que estas podían haber sido falsificadas. Y si las llamadas desde teléfonos celulares fueron falsificadas, se puede suponer que todas lo fueron igualmente.

El informe del FBI sobre las llamadas provenientes del vuelo AA77 contradice más seriamente aún la versión oficial. Las más importantes de todas las «llamadas desde los aviones» fueron las de Barbara Olson, una presentadora de la CNN muy conocida y esposa de Ted Olson, fiscal general del ministerio de Justicia. Fue Ted Olson quien representó a Bush y Cheney ante la Corte Suprema, en el litigio sobre los resultados del escrutinio en La Florida, cuando la elección presidencial del 2000. El 11 de septiembre, Ted Olson declaró a la CNN y al FBI que su esposa Barbara, quien se encontraba a bordo del vuelo AA77 –el que supuestamente se había estrellado contra el Pentágono–, lo había llamado dos veces afirmando que piratas que los piratas, armados de cuchillos y de cuchillas para cortar papel o cartón, habían secuestrado el avión.

Esas llamadas fueron muy importantes porque eso implicaba que el vuelo AA77 estaba todavía en vuelo –en vez de haberse estrellado en Ohio, o en un Estado vecino, como pensaban algunos. Eso significaba también que podía tratarse del avión que iba a estrellarse contra el Pentágono. Y, sobre todo, la idea de que musulmanes hubieran asesinado a Barbara Olson sería manipulada como argumento a favor de la supuesta guerra contra el terrorismo.

Pero, durante el juicio contra Moussaoui, el FBI no confirmó las declaraciones de Ted Olson sobre aquellas llamadas. Su informe sobre las llamadas del vuelo AA77 no mencionan las de Barbara Olson. El informe dice que ella «trató» de hacer una llamada, que «no tuvo éxito», y que, de hecho, [la llamada] duró «0 segundos». Esa historia resulta increíble. El FBI forma parte del ministerio de Justicia. El informe del FBI fechado en 2006 señala, sin embargo, que las dos llamadas mencionados por el ex fiscal general de ese mismo misterio nunca existieron. Eso nos deja solamente dos posibilidades: O Ted Olson inventó esa historia, o fue engañado, al igual que Deena Burnett y otras personas. En ambos casos, uno de los elementos que sirven de fundamento a la teoría oficial de la conspiración se basa en esas mentiras.

¿Cuántas personas creerían aún la versión oficial si supieran que el FBI la contradice de varias maneras? Seguramente serían pocas. Esto ilustra lo que intento demostrar: la mayoría de los que siguen creyendo en la teoría oficial de la conspiración, la versión Bush-Cheney, ignoran decenas de hechos que la contradicen.

EL EDIFICIO 7 DEL WORLD TRADE CENTER
Voy ilustrar este punto, para terminar, referiéndome al derrumbe del edificio 7 del WTC. El movimiento considera desde hace mucho tiempo que este es el talón de Aquiles de la teoría oficial de la conspiración, por varias razones: ningún avión se estrelló contra el edificio 7; los incendios afectaron solamente algunos pisos; y se derrumbó sobre sí mismo, prácticamente a la velocidad de una caída libre, exactamente como en un tipo de demolición controlada que se conoce con el nombre de implosión, en la cual el edificio se retrae sobre sí mismo y termina convertido en un compacto montón de escombros. Está claro que los defensores de la versión oficial no quieren que alguien se interese por el derrumbe de ese inmueble. El Informe de la Comisión Investigadora ni siquiera lo menciona. Ese derrumbe raramente apareció en televisión antes del año 2008, cuando el NIST por fin publicó un informe sobre él, informe que había rechazado año tras año publicándolo sólo cuando la administración Bush-Cheney se preparaba para partir.

El informe del NIST sobre el edificio 7 será el tema de mi próximo libro. Ese informe revela, involuntariamente, que no es posible defender la teoría oficial, según la cual ese inmueble se derrumbó solamente por causa de los incendios. Para lograr lo imposible, el NIST tuvo que ignorar diferentes tipos de pruebas físicas [halladas] en el polvo del WTC, como la presencia de partículas que solamente pudieron formarse a muy altas temperaturas –en varias veces superiores a las provocadas por un incendio. Ese polvo también contiene elementos que no pueden ser otra cosa que residuos de nadotermita, clasificada como altamente explosiva. Contiene incluso una sustancia termítica activa, descubierta por el físico Steven Jones, que no es otra cosa nanotermita [unreacted].

Esa es la conclusión del nuevo artículo al que me referí anteriormente, cuyo principal autor, Niels Harrit, es experto en nanoquímica.

Cuando se le preguntó al NIST si se había realizado la búsqueda de rastros de explosivos en el polvo del WTC, la respuesta fue negativa. Al ser interrogado sobre las razones de que no se realizara esa búsqueda, Michael Newman, vocero del NIST, respondió: «Porque no había prueba alguna.» Ante tan oscura respuesta, el periodista preguntó: «Pero, ¿cómo saben ustedes que no hay pruebas si no las buscan?» Nueva respuesta, tan oscura como la anterior: «Si se busca algo que no está, se despercia el tiempo… y el dinero de los contribuyentes».

El NIST también ignoró, o deformó, los testimonios en los que se hablaba de explosiones en el edificio 7. El más importante era el de Barry Jennings, del Buró de Vivienda de la ciudad de Nueva York. En el momento del impacto contra la torre norte, a la 8h46, Jennings corrió, naturalmente, hacia su oficina, en el piso 23 del edificio 7, donde también se encontraba el Buró de Manejo de Situaciones de Urgencia del alcalde Giuliani. Pero cuando Jennings y Michael Hess, el consejero de negocios de Giuliani, llegaron allí, cerca de las 9h, ya todo el mundo se había ido. Llamaron para saber lo que tenían que hacer, y les dijeron que salieran del edificio inmediatamente. Como no funcionaba el ascensor, los dos corrieron hacia abajo por las escaleras. Al llegar al piso 6, una enorme explosión levantó el piso bajo sus pies. Al subir de nuevo al piso 8, Jennigs romper un cristal para pedir auxilio, y en ese momento pudo ver las Torres Gemelas, aún en pie.

Sin embargo, cuando Giuliani contó lo que su amigo Michael Hess había vivido aquel día, escribió que la enorme cosa que Hess y Jennings llamaron una explosión no era sino el efecto producido por los escombros del derrumbe de la torre norte, que no se derrumbó hasta las 10h28. Así que Giuliani sitúa ese episodio por lo menos una hora más tarde que Jennings. La versión de Giuliani se convirtió en la versión oficial. El NIST la defendió en su informe del año 2005 sobre las Torres Gemelas, al igual que en 2008 en un reportaje de la BBC sobre el edificio 7.

Jennings contó su historia en una entrevista concedida a los realizadores de Loose Change Final Cut. Pero, antes de la difusión del film, pidió que se retirara la entrevista, por miedo a perder su empleo. Más tarde, sin embargo, volvió a contarla en una entrevista concedida a la BBC. Pero la BBC reinsertó su testimonio en la cronología oficial, haciendo creer así que la enorme explosión que describía Jennings se debía en realidad a los «escombros de un rascacielos que se derrumba». La BBC incluso hace creer que Jennings estaba solo, aunque éste último dice varias veces «nosotros», al hablar de sí mismo y de Hess.

El programa de la BBC se transmitió en julio de 2008. El NIST, cuya cronología sigue la BBC, publicó al mes siguiente la primera versión de su informe sobre el edificio 7. Sólo 2 días antes de la publicación, Barry Jennings, que tenía 53 años, murió de forma misteriosa. Los que trataron de obtener más información no lograron saber nada más, aparte de que su muerte se produjo en el hospital.

Sea cual sea la causa de su fallecimiento, lo cierto es que se produjo en el momento preciso. Cuando el NIST publicó su informe, ya Jennings no estaba presente para hablar del asunto. Y la BBC pudo transmitir una segunda versión de su documental, esta vez con el testimonio de Michael Hess, vicepresidente (desde 2002) de la firma de consultoría del ex alcalde Giuliani. De forma nada sorprendente, Hess apoya la cronología que defienden Giuliani, el NIST y la BBC, así como sus afirmaciones de que no hubo ninguna explosión en el edificio 7.

La entrevista de Barry Jennings a los realizadores de Loose Change Final Cut, en la que contradice esa cronología, está disponible en Internet (ver Testimonio de Barry Jennings). El caso de Jennings ilustra perfectamente la amenaza que la verdad sobre el edificio 7 representa para la teoría oficial de la conspiración.

Como quiera que sea, existen otras razones por las cuales el edificio 7 constituye efectivamente el talón de Aquiles de esa teoría.
Dije, hace un momento, que el edificio 7 se había derrumbado prácticamente a la velocidad de una caída libre. En la primera versión de su informe, publicado en 2008, el NIST afirmaba que el derrumbe había durado mucho más tiempo que si se hubiera producido a la velocidad de una caída libre. Y también explicaba por qué, según su teoría del «derrumbe progresivo», la caída libre absoluta habría sido imposible. Pero David Chandler, un profesor de física, hizo un video que muestra el inmueble derrumbándose en caída libre absoluta durante más de 2 segundos. Chandler confrontó al NIST exponiéndole su trabajo durante un debate público, que se transmitió en vivo.

Sorprendentemente, en su informe final publicado en noviembre, el NIST admite que el edificio 7 se derrumbó en caída libre durante más de 2 segundos. Pero no por ello modificó su teoría. En su informe final, el NIST admite entonces la caída libre como un hecho empírico, a la vez que elabora una teoría que simplemente no concuerda con la caída libre.
Esa contradicción constituye la más importante autodestrucción de la teoría oficial de la conspiración, según la cual un grupo de terroristas musulmanes ocasionó el derrumbe de 3 inmuebles del WTC estrellando aviones de pasajeros contra 2 de ellos.

CONCLUSIÓN

Concluiré dirigiéndome a los miembros del Movimiento por la Verdad sobre el 11 de septiembre –tanto a los viejos como a los nuevos.
Yo les diría que hoy más que nunca es necesario redoblar nuestros esfuerzos por lograr que se sepa la verdad. Tenemos un nuevo presidente en la Casa Blanca. Sugiero que nos dirijamos principalmente a él. Él prometió que basará su política en la ciencia y en la inteligencia. Es un político, pero también es abogado y un hombre de fe, y tiene que saber que son muy numerosas las asociaciones de profesionales que les están pidiendo que autorice una nueva investigación.

Además de proseguir nuestras actividades, tenemos también que hacer todo lo posible conseguir que más científicos, abogados, militares, oficiales de los órganos de inteligencia y, sobre todo, más responsables políticos se unan a nosotros, porque es eso lo que necesitamos: ganarnos el apoyo de responsables políticos a través del mundo para que nos ayuden a obtener una nueva investigación, realmente independiente, y que se revele la verdad sobre el 11 de septiembre, para que las políticas basadas en la teoría del complot desarrollada por la administración Bush-Cheney sean definitivamente abolidas.

David Ray Griffin
Conferencia





























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