Horacio Benavides

CAMINA con la ingravidez del bailarí­n
por la estrecha franja
entre temor y confianza 

La cabeza en alto
coronada por el maderamen 

La cuerda vibrante de su lomo
tocada por el arco del viento 

Desaparece al sentir que respiramos
y nos deja la onda oscilante del aire

Horacio Benavides



Deseo de viejo 

Levantando la cabeza
y estirando el belfo
respira profundo 

Ha percibido ese olor
que le renueva la sangre 

Envalentonado
rengueando un poco
se acerca a la yegua
que lo recibe con una patada amorosa 

El caballo viejo
pronto se olvida
y vuelve en paz
a su hierba

Horacio Benavides



El arroz 

Es como el bajo
en la orquesta
blancura propicia
a la melodí­a
hermosura blanca 

El arroz anda
con pies de paloma

Horacio Benavides




“El ciudadano siempre se ha creído superior al campesino. Por mi experiencia, creo que los campesinos tienen una gran tradición, con una cultura alta que se ha negado. Al nacer en el sur del Cauca, nací en el camino indígena, incaico, que aún se conserva: viene de Perú y Ecuador y sube por Nariño, pasa por el Cauca y llega a Huila. Por ahí entraron los españoles, con Belalcázar y su gente, que llegaron con un español arcaico que se quedó acá. El ‘haiga’ es una palabra de la que se han reído mucho, dicen que está mal dicha, cuando viene de ese pasado. Nosotros hablábamos quechua y otras lenguas indígenas, con una cantidad de palabras que seguimos utilizando gracias a las vertientes indígenas y europeas.”

Horacio Benavides



El reloj 

El reloj
es un pájaro
disecado vivo 

Un pájaro
que picotea
y picotea
el tiempo
sin romperlo 

El reloj
es un dios caí­do
y torturado

Horacio Benavides



“En la muerte hay algo que destella con hermosura.”

Horacio Benavides




LLEGABA volando
desde el corazón del bosque
y tropezando aquí­ y allá
como si la luz le fuera contraria
terminaba posándose en el muro 

El negro de sus alas
sobre la blancura de la cal 

La gente la hací­a mensajera
de funestos presagios
así­ que la miraba con cierta aprensión
y me cuidaba de espantarla 

Pasado el tiempo
ha vuelto a volar en mi mente 

su sombra aletea sobre la página

Horacio Benavides



“Los animales estuvieron muy presentes en mi infancia, además con cosas muy extrañas. Mi papá tenía dos machos, como le llamamos en muchas partes de Colombia, sobre todo en el campo, al mulo. A la mula se le dice mula, pero al macho se le dice macho. Tenía dos machos mi papá, uno negro y otro blanco pecoso. Que sea uno blanco y el otro negro, y que el blanco sea pacífico, tan tranquilo, y el negro un poco arisco, rebelde, que yo no me podía acercar porque me podía dar una patada. El otro, una dulzura de animal. Eso es muy extraño que aparezca, es un regalo grandísimo. También hice observaciones de niño. Teníamos cerdos, unos pocos, sin pocilga ni nada, en un espacio cerca de la casa. Cuando se escuchaban los truenos y parecía que venía la lluvia, los cerdos empezaban una especie de danza, como para celebrar que venía el agua. Eso es impresionante, cómo un animal celebra la naturaleza porque viene el agua. Todo eso fue muy importante para mí, y romper con eso fue muy doloroso. Cuando fui a la escuela, en el pueblo, y me separaron del campo, fue una ruptura muy dolorosa dejar los animales. Eso nos pasa a todos los que nacimos en el campo y nos ha tocado irnos.”

Horacio Benavides



“Yo no he podido despegar del lugar donde nací; vivo dando vueltas. Es importante para mí, y creo que para todo ser humano, el momento en que uno abre los ojos y ve por primera vez y escucha. Eso queda impreso, y ahí están, en mis primeras experiencias: los animales, el amor, el descubrimiento del amor, la muerte y el descubrimiento de la muerte.”

Horacio Benavides










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