Canción de soledad e indignación
El ser humano vive entre el cielo y la tierra.
Sus huesos y sus orificios son todos semejantes.
Sin embargo, hay riqueza y pobreza, altura y bajeza,
hay justicia y fealdad, ¿cómo puede ser esto?
He oído que el creador es imparcial,
pero ahora comprendo que estas son palabras vacías.
Los tigres tienes garras, pero les hacen faltan alas.
El toro tiene cuernos, pero le hacen falta los colmillos.
Qué ágiles son la mosca y el zancudo,
ambos pican y revolotean.
El cuello de la grulla es largo y el del pato demasiado corto.[1]
Las aves solo tienen dos patas, y las bestias tienen cuatro.
Los peces son raudos en el agua pero torpes en la tierra.
Una nutria es ágil en ambos.
El dragón, la serpiente, la tortuga y la grulla viven miles de años.
La libélula nacida al amanecer debe morir en el ocaso.
Todos devenimos sobre esta tierra.
¿Cómo explicar las decenas de miles de diferencias?
No sabemos cómo, pero así es.
He averiguado al cielo de arriba,
He interrogado a la tierra de abajo.
Pero el mundo entero guarda silencio.
¿Con quién voy a discutir este asunto?
En mi pecho se hincha la indignación.
Días largos y meses eternos me roen el esqueleto.
La noche se difumina tan lentamente, ¿cuándo verá el amanecer?
No importa con qué frecuencia escriba, mi llanto no tiene fin.
[1] Tratar de forzar la naturaleza. Esta metáfora la encontramos en el libro de Zhuangzi en el capítulo de los "Dedos de los Pies Palmeados” (駢拇). “Las extremidades de los patos son cortas pero si pretendes alargarlas, será con dolor. Las patas de las grullas son largas pero si las acortas, será también con dolor. Así lo que naturalmente es largo no necesita acortarse y lo que naturalmente es corto no necesita alargarse. De esta manera no será preciso quitar penas. Querer regular todo es vulnerar la naturaleza”.
Hyesim
El estanque
Al lado del bambú se hunde el estanque.
Su espejo asiduamente abierto.
Invertidos, mil tallos de jade verde.
El cielo sin límites hundido en un charco.
Hyesim
Pequeño estanque
Sin brisa ni ondulaciones que lo turben,
su superficie refleja una arboleda de imágenes.
¿Qué necesidad tienes de tantas palabras?
Si nuestra mirada mutua es suficiente.
Hyesim
Un plátano
Un plátano como una vela verde de cera que no humea.
Sus hojas son las mangas danzantes de una túnica azul.
Esto es lo que el poeta avista con mirada ebria.
Yo solo quiero la imagen de la mata de plátano de vuelta.
Hyesim
Un verso por encargo para el jardinero
Escuché de un monje que golpeó un terrón de tierra,
y al instante pulverizó los tres mil universos.
Como de seguro puedes agarrar un azadón,
así de fácil alcanzaras la iluminación.
Hyesim
Una magnolia
Por el brote de sus hojas dirías que es un árbol caqui,
pero al ver sus flores, pensarías que es un loto.
Su inconstancia es asombrosa.
No caigas en ninguno de los géneros.
***
木蓮
見葉初疑柿
看花又是蓮
可憐無定相
不落兩頭邊
Hyesim
Una respuesta a nombre del cielo y de la tierra
La miríada y las miles de diferencias,[1]
todas nacen en el pensamiento del engaño.
Si puedes abandonar estas distinciones,
no hay una sola criatura que no sea idéntica.
[1] En español se emplea "miríada" tan sólo con el significado de "muchísimos". En chino la miríada (10000) se denomina wan (萬/万) y es un término anclado a la cosmogonía taoísta, budista y confuciana.
Hyesim
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