José Antonio Cedrón

Carta a casa
               
Ayer te pensé o soñé que estabas en casa
y te pensé o soñé como eras hace mucho
bajo un cielo que era también como hace mucho
esas cosas de hombre de niño que uno tiene
te soñé como eras cuando yo no era éste
y te pensé después
y anduviste girando en mi cabeza
durante todo el día.
Esta mesa es tan chica
acá se desayunan con su ruido los jarros
las mínimas tormentas
acá llueve seguido y las noches largas
se llenan de tazas negras
a veces alguien canta para desocuparse
de las lágrimas
y a veces hay un miedo de final que me roba
las pocas herramientas que reuní de a poco
esa pequeña historia asomada en desorden
al reloj de la casa
los gajos que juntabas por los alrededores
donde ha subido el polvo.
Injusto es este otoño obligado a cubrirnos
con las hojas que  caen en esta miseria
que se pone a crecer
como el tiempo en las fotos amarillas
como las uñas

José Antonio Cedrón




Cuerpo

Te hicieron enemigo del que llevas.
Dos siglos de enseñanzas contra tu voluntad
la mía. Dos mil años.
Ese extraño, mi cuerpo, era la sombra intrusa
que castigan los dioses del cielo y de la tierra.
El otro, oculto.
Nos ha llevado tiempo conocernos
separar del silencio la voluntad que niega
para darnos palabras de un idioma
en constante peligro de extinción.
En esta independencia inseparable
seamos vos y yo.
El día que oscurezca no haremos despedida
me dices, compañero
nos rendiremos juntos.

José Antonio Cedrón




Entre los jeroglíficos...

Entre los jeroglíficos hallados en tu almohada
enfrentarás la mueca de los días.
La distancia idealiza.
El sueño solamente demora esa costumbre.
Las miradas de entonces no quieren saber nada.
La mano que aún extrañas acostumbró su piel
al paso de tu ausencia.

José Antonio Cedrón




Esos fantasmas
               
Esos fantasmas llegan a casa
recogen en la puerta la soledad y pasan
pasan dentro de mí como esos trenes
contra barreras bajas
esos fantasmas pasan van sin rumbo.
Esos fantasmas llegan
se instalan en la silla y en la mesa
y sin que pida nada ellos hablan
esos fantasmas hablan con mi sombra
recorren la distancia amarrada a mis sueños
cantan mi compañía
esos fantasmas hacen mi morada.
Esos fantasmas andan tras mi rastro
esos fantasmas que llegan sin tregua
destruyen las hogueras del reposo
esos fantasmas son estos temblores
sobre puertos que fueron arrasados
esos fantasmas llegan
con sus labios de vidrio
con sus copas de vino
esos fantasmas son los que me invitan
esos fantasmas son y todavía viven.

José Antonio Cedrón




Fue de noche, tan frí­o, entre columnas anchas
después de habernos dado en la boca en los dientes
como un temblor nos vimos,
habí­a tanto y poco como en este presente
pasado sin saber.
Recogimos vestido para el viaje,
resistente vitualla, zapatos que duraran
la pasión del camino, dí­as y noches semejantes.
Nos llevamos las cartas, los planos, embarcamos
y nunca imaginamos que aquellas pertenencias
fundarí­an ciudades, darí­an hijos, vientos,
estaciones de lluvia.

Aquello que era apenas una ilusión formada
a orillas de tu cama –donde pasan los ríos de un país–
crearí­a un delirio jamás domesticado.
Nunca pensé que fueras un espesor de sombras
que turbara los ojos,
el matiz de una ausencia que no puede escribirse.
Pasamos turbulencias, el azar intrigaba
yo tení­a gitanas en mis manos
cruzaban por sus lí­neas
y eran como el olvido
que vení­a a buscarnos
y nunca supo nada de nosotros.

José Antonio Cedrón















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