Arte poética
Las hojas caen del borde de los tejados
y entran de golpe a casa de los poetas.
Sin preguntar, se instalan en las paredes,
cuestionan el silencio,
respiran sobre la pesadez de las manos,
buscan el instante en la palabra.
De golpe, el vuelo de un pájaro revienta
en el papel.
La noche entonces despierta.
Laura Castillo
Augurio
Las mujeres suelen medir
la proximidad de la lluvia
en la ondulación
que proyectan sus pañolones.
Cuando llega el momento,
sus caderas se abisman por la ranura de las puertas,
y como eco en el fondo de un cántaro
resuena en los oídos de los niños
el vocablo extenso de las madres.
Laura Castillo
Ausencia
Para nombrar la ausencia,
puedo concentrarme
en la palabra que espera la abuela al despertar
o en la presencia de un ave negra
sobre el portón de la vieja casa
varios años atrás.
En definitiva, puedo situarme en aquel instante
en que el suelo se transforma en ceniza
y el gallo canta por última vez
la sombra del abuelo.
Laura Castillo
Desplazamiento
A las tejedoras de Mampuján
Tras el golpe de omisión
en el vientre de la tarde
Mampuján anochece
con un terco afán de dormir.
No hay tiempo,
susurran doce cuerpos en los labios,
hay que cargar hamacas y vasijas,
hay que dejar que la hierba seca
sea el huésped que habite en casa,
hay que silenciar.
Lejos,
en lo profundo de una habitación,
una mujer peregrina aguarda
entre hilos y retazos que convergen en sus manos.
Tejer es su forma de nombrar
la ausencia de arraigo
en la punta de los dedos.
Laura Castillo
Mestizaje
Una mujer negra aproxima sus caderas
como si en su vientre recogiera un golpe de origen.
Observa el borde del camino,
con esos ojos que derrumban memoria,
con el letargo de su boca
mordiendo palabras como agujas del tiempo.
Basta ver su rostro para entender
que la luz situada en sus manos
poco a poco se adormece.
El viento lo sabe:
no hay lugar que cobije su historia
ni que sostenga tanto silencio amontonado.
Laura Castillo
Posconflicto
“El cuerpo pesa tres veces su muerte”,
me digo, apretando las vértebras de mi espalda
contra el suelo. Palpitan los silencios de la guerra.
Laura Castillo
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