Rossy Evelin Lima

Mi herencia

Mi herencia es el dolor del mundo,
un fuego encendido y combatiente
dentro de costillas incisivas, como las lenguas
que en su desarrollo evolutivo
se convirtieron en alas.
.
Cansado de mirar al suelo, digo, al cielo,
me precipito descarriado y agónico, pero sonrío.
.
No es nada la pena si entre la bruma
ahondo con dos manos esta sonrisa,
esta sonrisa que mata soledad,
esta sonrisa que mata pasado,
que hace salvable esta vida tunca y tullida,
.
esta herencia mía, la cargo sin pena,
los viejos dicen que la vida terminará por acabarme,
que mi herencia me hará una joroba grande,
montañosa. Ya quiero que pase, sembrar en mi joroba
tres árboles de limón, un poquito de ruda,
que mi perro se canse de escarbar en mi espalda
y de enterrar huesos que no encuentre nunca,
.
esta sonrisa mata suerte,
rescata almas inundadas de estaño.
Ya siento mi joroba, haciéndose camino,
llenándome el pecho, estirándome el cuero
para hacer más amplia esta sonrisa,
esta sonrisa que mata.

Rossy Evelin Lima



No nos querían

“No nos querían” me dijo.
A las doce de la noche
lo despertaron los aullidos del perro
que agonizaba, un can pinto que los seguía
todos los días de camino a la milpa.
A las once él y sus hermanos se habían ido a dormir
con hambre, con el dolor de un hueco
que pesaba más que el machete
en sus manos de niño de ocho años.
A las nueve les habían traído un plato con comida,
 “Tamalitos para los cubanitos” y cerraron la puerta.
Su mamá le dio todo al perro.
A las doce se habían despertado,
los más chicos apretaban fuerte otras manos,
los más grandes hundían los ojos
en el perro que se desdoblaba.
Su mamá les jaló la nariz a los seis
y los mandó a dormir.
“Así te estarías retorciendo”
le dijo su hermano Flavio.
Mi abuelo se imaginó de cuatro patas
y soltando alaridos,
“A lo mejor sí,
pero sin hambre.”

Rossy Evelin Lima




Tanto he perdido 

Aquí­ está mi acento de lata
trastabillando piedra con piedra,
tintineando en la calle vací­a
               del entendimiento. 

¿Por qué no has perdido tu acento?
pregunta una voz ramosa,
yo sigo hablando con mi lengua
de nido fresco
               con mis labios toscos
masticando un idioma
sin tragarlo.

¿Por qué no he perdido el acento?
                            Tanto he perdido.
Perdí­ el camino que me trajo,
el viento que me dio la espalda.
                            I’ve lost so much
digo en un idioma
que voy rumiando
por más de una década. 

He perdido la libertad
de cruzar fronteras
al compás de las mariposas,
entumida habito y me habitan. 

He perdido el aullido
y el hilo que me zurcí­a el pecho,
dejando expuesto el corazón. 

He perdido el cepillo
que me desenredaba la voluntad,
estoy enmarañada
con el yo que fui
y el yo que resisto. 

He perdido el llanto,
me queda solamente
una masa caduca en el centro,
un chillido de grillo,
un océano de lacrimosas decisiones. 

Con ojos perdidos voy perpetuamente,
tatuándome a tientas
las leyes que no dan consuelo,
tatuándome el Do not enter
de este lugar que me subleva.

¿Por qué no he perdido mi acento?
                            Porque tanto he perdido.
En cada anciano busco
la sonrisa de mi abuelo,
que me espera justo detrás
de esta muralla
impenetrable,
guardando de mí­ sólo la memoria
de una niña que ya no encuentro.
               Porque tanto he perdido
es que dejo a mi boca
desembarcarse a su antojo,
leñar las palabras sin tregua,
entrar por puertas
que resguardan cuartos de silencio.
Le permito a mi acento tener la libertad
                            que yo he perdido.

Rossy Evelin Lima



Una promesa

Mar, si suelto la fuerza
prometes tragarme en un todo,
en un suspiro descarnado,
abrazarme con rombos corsarios
que me envuelvan en mi viaje hasta tu penumbra,

prometes lavarme primero los pies y los ojos
regresarme el asolado recuerdo de mis padres
y quitarme el temblor de estas compuertas
cerradas para siempre,

Mar, si mis manos no salen al combate de la vida
prometes sumergirme en el túnel desgastado del golfo
hasta encontrar el camarón de oro
que iré a ofrendarle a la Virgen de los Lagos,

prometes, mar, quedarte envuelto en esta caja
como una encarecida ofrenda, si decido no volver,
.
si decido que mi cuerpo descansará en tierra
y no en el nácar ensortijado de tu pecho.

Lancha
La pinté de azul para que entrara en sintonía con el río,
que los peces construyeran sus casas en ella.

Creyendo que soy su guía,
escriben historias con sus pequeños tridentes,
me avisan cuando se acerca
el diablo del mar para cambiar el agua
de mi cantimplora
por sal.

Rossy Evelin Lima





Verbum 

            Cada palabra articulada
lleva el peso de las lenguas del mundo,
marejadas de imágenes,
caracolas que aún no encuentran
                                        su forma perfecta. 

Cada palabra, fonema absoluto,
nos da de beber en sus manos
la idea de un pasado
que creemos para siempre. 

La palabra,
            la unidad mí­nima
de expresión ardiente,
la base de la experiencia diaria,
los ecos y el barro
que se amoldan a nuestra apariencia. 

Cada palabra articulada
va formando nuestra segunda piel,
nos llena el paladar
            con susurros alocromáticos. 

Cada palabra articulada
es la arena de nuestro mar,
no existe ola que pueda llevarse el arenal
                        de nuestra orilla,
no hay sal que derrita o evapore
el grano edificado por la palabra dicha.

Sin importar la voz
ni el temblor de la garganta
la palabra siempre cae a nuestros pies
convirtiéndose en piedra o en camino.

Rossy Evelin Lima























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