Yanina Audisio

EL ABRAZO REPLICA LA OSCURIDAD, sustancia mayor del universo. Permanecer allí necesita un gesto mínimo como el de la lengua sobre los labios. Situar un pájaro en los ojos. Conocer los rincones de la fiesta. Catástrofes reveladoras, nombres parecidos al viento sur. Lágrimas que caigan aprendiendo a dibujar sobre la tierra. Manchar la obligación de la alegría. Ir a la terraza a defender el cielo.
……Salir de allí necesita un idioma estrecho. Dos palabras como dos partes del mundo. Dos zarpas de metal como dos amores rotos. La tensión de la tanza ganando en el agua cuando el pez se equivoca. Dos manchones de luz cansina como una noche extraviada.
……Pero el animal se sacude dominado por la memoria. Por hacer algo con el cuerpo, merodea el sostén y la captura. El abrazo replica la oscuridad, lecho de todo planeta. Hundiremos el barco en la bahía. Dejaremos que huya del sol aquello que arde.

Yanina Audisio




El pozo

el escondite predilecto 
de mi padre cuando era niño
desde allí el viento podía verse
una gran mano blanca
que despeinaba al ganado
el que sería mi padre 
recibía el escalofrío 
entre los dientes destrozaba
junto con las semillas esas palabras
que las vacas no dirían nunca
el escondite descubierto por accidente
una caída en medio del llano
cuando corría solo con el cuerpo
mi padre un nudo más del aire 
la raíz y ese vacío de tierra
que había debajo
de donde crecerían 
los piensos efímeros
blandos repetidos
como una siesta y otra
el escondite habitado por descarte
una caída como la del ternero
al salir del útero
partiendo de ese orificio
los ojos apenas asomando
el ganado se veía definitivo
repetido absoluto 
como un tendal de estrellas
que no estuvieran muertas
no aún no todavía
el escondite tenía un cielo
pequeño del celeste al blanco
masticado por la raíz
que lo circundaría
y acaso un sol que cegaba
al niño que sería mi padre
él usaría los párpados
como un capote
jugaba a la distancia con la res
que no jugaría nunca
el escondite sería entonces
la soledad un amasijo 
de palabras mirando
cómo el animal
aparece y desaparece
por artificio del ojo
el escondite donde las cosas
se verían con la distancia justa
bajo el abrazo cenagoso
la quietud revelaría
la soledad de la res
manipulada por hambre de imagen
el escondite también me contiene
desde entonces desde antes 
la soledad del pienso
hace su música entre las uñas
del que no aprendería a llorar 
del que sería mi padre 
el escondite da a conocer ahora
la soledad por desplazamiento
cómo sería el fin del mundo
el ojo desaparecido
entre una y otra reverberación 
de la cosa.

Yanina Audisio




La boca y su testigo 

Un espejito tachado
Oculto entre la ropa
Replica la carne
Como si fuera posible
Una pulgada se libera
De la tiraní­a del tamaño
Detrás de las cruces
Un espejo abre la boca
Otra vez
El pecho desacomoda
Su movimiento
En el espejo recorta
La huida otra cruz
Acentúa el derramamiento
Cuando se parte
Entre la ropa
El espejito qué importa
Si tachado
Si con carne
Bajo el abrazo que llega
Accidental
Inoportuno
El abrigo aparece
Destemplado
Como un paraguas roto.

Yanina Audisio




LA MADRE SE HA DETENIDO como un río a punto de escarcha. La madre calla un río congelado sobre el que corre el viento.
……La pequeña no llora. Se regodea en el orden de la ausencia. Abandono del nombre, abandono de la forma, abandono de todo lo que reúne su cuerpo de pájaro herido al nacer.
……Se ha detenido la agitación del músculo. La mirada calla aunque haya luz, y hay, aunque haya encandilamiento, y hay. El temblor no se produce.
……Algo allí se torna, por obra y gracia de la quietud, hacia el orden del excedente. Por la lengua las palabras astilladas proliferan. El vocablo se extiende al vocablo, una cadena hecha de hojas secas, una canción de piedras al caer.
……La pequeña ha desatado el aguacero. Astilla palabras como quien se apodera de una manera de enfermar. Conoce así de la madre su gran arma.
……La pequeña ejercita la lengua, como un río congelado sobre el que ha comenzado a llover.

Yanina Audisio



SERÁ QUE ESTOY ARENOSA, irremediable, desde siempre anclada en la costa del río aquel: pesado, se aferra a los tobillos con apetencia de grillete.
……Por contagio, la demora de un agua turbia contra la resaca minúscula de lo que en otra era fueron piedras.
……Nací cuando ya se había desgastado todo atisbo de grandeza.
……Será que nunca acabaré por desenterrar los pies de los pastos, de la sustancia que pegotea sin refrescar.
……Allí con constancia vegetal, alterada estacionalmente, casi ¿florecida?, casi muerta. En todo caso encharcada, excedida de mica, resplandor molido.
……Poca agua en la orilla. Poca agua en el agua.
……Será que morir también ocurrirá allí. El viento todavía sin renovar nada, sin traer noticia de algo que se eleve: la persistencia son los gorriones y sus pobres alas.
……Acaso nada fuera de ese paisaje que oprime como un cuerpo.
……Será que siempre estaré arrepentida de no haber encontrado en el azar un mejor sitio para nacer.
……Quizás la hora. No habitar con soltura el resplandor, su caída inminente, el vencimiento de lo que fue promesa.
……Estar detenida en la víspera de ser árbol.
……Será llegar y quedarse cada vez dentro del vientre animal y amarillo.
……Río, maleza, fiebre alta: nacer todas las veces en un verano difícil.

Yanina Audisio



Y después 

Todo se equivoca
Despacio entre la desolación
La furia
Un lejano deseo de lámpara
Erige en una mancha un cuerpo
Y después
Que nadie diga dónde
Que nadie nazca de repente
En ese espacio esa fatiga
Conduce la falta
El cuerpo hace su molestia
De animal desorientado
Postbélico
Abraza un ángulo
Ciego de una tormenta reciente
Que lo devora
La parte tenue parpadea
Como si gritáramos tristeza
En una noche de faroles
Todo se equivoca
Y después
Otro modo de la sombra
Salpica la arquitectura difusa
De una ciudad universal
Será la tierra que nos separa
Será la tierra
Que nadie diga
Los mundos son paralelos
Duelen por este y el otro costado
Que nadie nazca de repente
Ya pronto
Otro cielo será
Roto.

Yanina Audisio








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