Clara Schoenborn

Entre el vaso y el agua 

Para servir un vaso con agua,
se necesita primero andar el universo,
entender los huecos negros y sus diluvios,
mirar bien al interior de una mirada húmeda,
tocar el punto más temible de su tristeza,
descifrar la lágrima, su alfabeto astringente. 

Para llenar un vaso se requiere
comprender el agua desde su atarraya oscura,
saber nadar hasta ahogarse
y haber salvado a otros náufragos. 

Se llena un vaso con agua
y eso significa vislumbrar el casi-amor
de un par de átomos de hidrógeno con otro de oxí­geno,
su estrategia para invadir planetas,
preñarlos y enloquecerlos. 

Servir un vaso con agua
es también saber de barcos y marinos,
de los túneles donde se dan citas a ciegas
para cantar salmos de vino y madera. 

Mucho llega con el agua hacia su vaso. 

Se necesita más que nada,
el regreso de un guerrero seco,
sin siquiera su cadáver. 

Un simple vaso con agua
es resumir todo el misterio
y para que nazca con su sacramento,
basta un deseo incontenible
y arriesgarse.

Clara Schoenborn




Entre líneas

Recuerdo el día en que
me enseñaron la línea recta.
Su inaplazable forma.
Su único camino.

Miré en sus ojos y
tenía aire a poema sordomudo,
paralizaba mis neuronas
y caí arrodillada.

Desde entonces,
me asustan las líneas rectas,
las desprecio con el soterrado odio
con que se venera y se teme a un dios.

Luego conocí las líneas curvas,
su exaltado planeta.

Clara Schoenborn




Escribo acerca de una mano 

Escribo acerca de una mano. 

Sí­, de una mano sencilla, sus huesos como flores, su palma plena de agua de mar -la que escribiendo sopla el vidrio- o de una mano plantada en el lodo, como un cangrejo herido, sus tentáculos obscenos muriendo en varias carnes. 

Es la mano que piensa, la que padece sismos, la mano lunar, la bailarina. 

Siento el estruendo de sus nervios, algo así­ como la vida rasgándose, una crisis eléctrica dentro de sí­ la hace vibrar como piraña.

Ordeña un vino de otra mano y luego se convierte en boca,
en vida destilando leche. Es una mano preñada por un pez.

Clara Schoenborn




Padre

Para Kurt Schoenborn

Ahora que estás deshecho
en esquirlas flotantes
tan parecidas a la libertad,

quiero que sepas
que he aprendido
a traspasar
el más allá,

he aprendido a trocarme en onda,
en murmullo magnético,

y a morirme un instante a cada rato
para estar allá en la muerte,
……………………………..contigo.

Ruta de viaje

No temas a la distancia.

Es la que nos une.

Entre más lejanos nos encontremos
más hondo tiene que ser nuestro sueño.

Entonces,
no dejemos nunca de soñar.

Soñemos hasta la última frontera,

porque nuestra distancia es infinita.

Clara Schoenborn



Tiempo al vapor

Todo cae del cielo
Mi cuerpo
Esos ángeles
La taza de café

Todo llega desde una nebulosa
y con un toque del más allá

El día cero con su latido imbatible
La caricia que me salvó de ser huérfana
Un huracán que pasó y
……toqué con mi mano

Todo llega desde el misterio
con una marca incomprensible
Casi todo está sin nombrar
Solo unas pocas cosas
para delimitar un espacio
echar a correr el tiempo
………………………………..ser.

Clara Schoenborn



Una mañana sin dí­a 

Amanecí­ convencida de que he vivido mucho,
quién sabe si fueron segundos o milenios,
el caso es que ha sido demasiado. 

Este silencio que nunca cambia ha sido el tiempo,
los ejércitos y las manos ambulantes fueron el tiempo,
tiempo fue la especie y su monstruosidad congénita. 

Amanecí­ y la tierra se me hizo tan larga como lo vivido
y también yo me volví­ extensa hasta el dolor. 

En verdad,
este planeta es más insalubre que el Universo
y yo tan pequeña y antigua junto a la ceniza. 

He vivido demasiado y sin un sólo descanso. 

Sin olvidar,
sin hacer,
sin dejarme matar. 

Hecha sólo de carne. 

Se vive en zanjas y de todas partes cae algo débil,
hay leche para los cachorros, pero luego es olvidada,
algunos se convierten en presas,
otros imponen alguna doctrina.

No sé por qué he vivido tanto,
no me alcanza dormir para estar despierta.
La vida no transcurre, se acumula en sí­ misma.
Un paso sobre otro es caminar en caminar. 

Me siento infinitamente esparcida sobre el mundo,
tan alargada que ya no importan mis fronteras.

Clara Schoenborn













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