Claudia Rankine

Al término de una breve conversación telefónica, le dices al encargado con el que has estado hablando que te pasarás por su oficina para firmar el formulario. Al llegar y presentarte, suelta de sopetón ¡no sabía que eras negra!

No quería decir eso, dice acto seguido.

En voz alta, dices.

¿Qué?, pregunta.

No querías decirlo en voz alta.

A partir de ahí la conversación va como la seda.

Claudia Rankine




"Hubo una época en la que podía decir que ninguna persona que yo conociera bien se había muerto. Aunque no quiero sugerir que nadie moría. Mi madre quedó embarazada cuando yo tenía ocho años. Fue al hospital a dar a luz y volvió sin el bebé. ¿Dónde está el bebé? preguntamos. ¿Se encogió de hombros? Era el tipo de mujer a la que le gustaba encogerse de hombros; en lo más profundo de sí misma había un eterno encogimiento de hombros. Eso no se parecía a la muerte. Los años pasaron y las personas solo se morían en televisión —si no eran Negras, se vestían de negro o tenían una enfermedad terminal. Entonces volví del colegio un día y vi a mi padre sentado en los escalones de nuestra casa. Tenía una mirada extraña; tan inundada, con goteras. Subí los escalones lo más lejos de él que pude. Estaba rompiéndose o roto. O, para ser más precisa, parecía una persona entendiendo que está sola. La soledad. Su madre había muerto. Nunca la conocí. Para él representó un viaje de regreso a casa. Al volver, no habló ni del avión ni del funeral.    

Cada una de las películas que vi cuando estaba en tercero de primaria me hacía preguntar, ¿él está muerto? ¿ella está muerta? Como los personajes suelen salir vivos en contra de toda probabilidad, la mortalidad de los actores era la que me preocupaba. Si se trataba de una película vieja, en blanco y negro, quien sea que estuviera cerca me respondía que sí. Meses después el actor aparecía como invitado en un programa de entrevistas para promocionar sus últimos esfuerzos. Me giraba para decir —uno siempre se gira para decir— Tú me dijiste que estaba muerto. Y el desinformado alegaba, Yo nunca dije que había muerto. Sí, lo hiciste. No, no lo dije. Inevitablemente nos hacemos mayores; dice quien sea que sigue con nosotros, Deja de preguntarme eso.    

O uno empieza a hacerse la misma pregunta de otra forma. ¿Estoy muerta? Aunque esta pregunta nunca se traduzca explícitamente como Debería estar muerta, uno finalmente llama a la línea de atención gratuita de suicidios. Como siempre, estás viendo televisión, la película de las ocho de la noche, cuando un número se alumbra en la pantalla: 1-800-SUICIDIO. Marcas el número. ¿Sientes que quieres acabar con tu vida?, pregunta el hombre al otro lado de la línea. Le dices, Siento que ya estoy muerta. Cuando no responde añades, Estoy en la posición de la muerte. Finalmente dice, No creas en lo que estás pensando y sintiendo. Después pregunta, ¿Dónde vives? 

Quince minutos más tarde suena el timbre. Le explicas al auxiliar de la ambulancia que tuviste un lapsus momentáneo de felizmente. El sustantivo, felicidad, es el estado estático de un ideal platónico que no te conviene perseguir. Tu proceso modificador experimentó felizmente o infelizmente una pausa momentánea. Este tipo de cosas pasa, quizá sigue pasando. Él se encoge de hombros y comienza a explicarte que debes acompañarlo en silencio o tendrá que sujetarte. Si se ve forzado a sujetarte deberá informar que se vio forzado a sujetarte. Es así de simple: poner resistencia solo complicará la situación. Cualquier resistencia solo empeorará la situación. La ley me exige detenerla. Su tono sugiere que deberías tratar de entender el aprieto en el que se halla. Esto es incluso más desconcertante. ¡Estoy bien! ¡No puede ver! Te subes a la ambulancia sin asistencia.    

O digamos que los ojos están descansando cuando timbra el teléfono y lo que esta amiga quiere decirte es que en cinco años va a estar muerta. Dice simplemente, Tengo cáncer de seno. Después, en el mismo tono incrédulo que usa para referirse al comportamiento extraño de sus novios y colegas del trabajo, añade: ¿Lo crees? ¿Puedes creerlo? ¿Puedes? 

Hace un año habían diagnosticando el tumor erróneamente. ¿Podemos decir que seguiría viva si el doctor no hubiera metido la pata? Si sí —¿cuándo ocurre en realidad su muerte? 

Durante la mastectomía le extraen masa muscular y algo de grasa del área abdominal para usar en la reconstrucción de su seno izquierdo. El cirujano plástico sostuvo que los resultados serían mucho mejores con tejidos naturales en lugar de artificiales. Le añadió un día más a su estadía en el hospital. 

Después de la mastectomí­a, la quimioterapia, la radiación y la espera, nos enteramos de que el cáncer está en los huesos de mi amiga y que se ha fijado ahí­. La visito dos meses antes de su muerte. Su piel ya revela el esqueleto. Para los ojos es fácil no observarla fijamente, es fácil aceptar el hecho de que el cáncer ha sido reemplazado por la proximidad de la muerte. Es fácil aceptar que su personalidad se ha visto opacada por su condición, que su condición, su muerte, la ha marcado. No es necesario mirar dos veces. 

El cáncer se asentó lentamente en su cuerpo y lo consumió hasta que él, su cuerpo, se volvió inútil para sí mismo. ¡Vaya manera de perder peso!, me dice cuando entro en su habitación y recibo la mirada que se convierte en la marca inolvidable. Vemos mucha televisión los cuatro días que paso junto a su cama. Hablamos. Se cansa. Entristece. Se cansa. La da rabia. Se cansa. Va aceptando. Se cansa. Se cansa. 

Mientras observo la habitación atestada de cosas, se mudó hace unos meses a casa de su madre, mi interés fluctuante por cualquier cosa o prenda de vestir se ve interrumpido— 

Ella me explica que el letrero de “No-reanimar”, “Do-not-resucitate” (DNR), solo quiere decir que no se le administrará reanimación cardiopulmonar (CPR). Aunque supiera cómo, no tendría permiso para hacer compresiones cardíacas, insertar una vía respiratoria artificial, administrar drogas para la reanimación, aplicar la desfibrilación, la cardioversión, o iniciar el monitoreo cardiaco. No. No. No. No. No. Ella ha decidido. Se ha cansado. Está acabada. Pese a la voluntad de vida de quien permanezca junto a su cama, su muerte es segura.    

Una noche tenemos una larga discusión acerca de las películas Boogie Nights y Magnolia. El consenso es que ambas están motivadas por el tema de la decepcionante figura paternal. En ambas películas hombres tan mayores como para ser el padre de cualquier persona les hacen cosas malas a personas más jóvenes, a personas que podrían ser sus hijos e hijas, a personas que lo son; personas que habrían podido admirar a estas figuras paternales, por razones mínimas, si éstas se hubieran comportado mejor. Tom Cruise es convincente como el hijo decepcionado en Magnolia. Otro personaje que se llama como yo también está amargamente decepcionada. Aunque el tema del cáncer no surgió en nuestra conversación nocturna sobre las dos películas, si lo hizo para él, para el personaje de Tom Cruise en Magnolia.    

¿Por qué se echan a perder las personas? El hecho de que el cáncer describa una masa de tejido maligno que elimina todos los nutrientes del cuerpo sorprende al cuerpo primero, después al dueño del cuerpo y finalmente a aquellos que lo miran. O como señala Gertrude Stein, quien murió de cáncer de estómago, “si nadie muriera, la tierra estaría atiborrada y yo, yo como yo, no hubiera podido llegar a ser y a tratar con todo mi empeño de no ser yo, sin embargo, eso me disgustaría mucho, más que nada, entonces por qué no morir, y sin embargo y otra vez no hay una cosa, una cosa que agrade, ni una sola cosa”."

Claudia Rankine
No me dejes sola
Una lí­rica americana 




… porque los hombres blancos no son capaces
de controlar su imaginación
los negros mueren…

Claudia Rankine




Un amigo te cuenta que ha visto una foto tuya en internet y quiere saber por qué sales tan enfadada. Tú y el fotógrafo elegisteis la fotografía que menciona tras decidir ambos que era en la que salías más relajada. ¿Pareces enfadada? No se te hubiera ocurrido. Es evidente que esa imagen tuya sin sonrisa le hace sentir incómodo, y necesita que se lo justifiques.

Si aparecieras sonriendo, ¿qué despertaría en su imaginación, qué le diría tu manera de estar?

Claudia Rankine




VI

Supe que todo lo que estaba ante mí estaba sucediendo y luego el vehículo de la policía hizo un estrepitoso alto frente a mí como si estuvieran armando una barricada. En todas partes había destellos, una sirena sonando y un largo rugido se extendió. Tírate al suelo. Tírate al suelo ahora. Entonces lo supe.
Y no eres el tipo y aún así te ajustas a la descripción, porque sólo hay un tipo que siempre es el tipo que se ajusta a la descripción.
Dejé la casa de mi cliente sabiendo que me detendrían. Yo lo sabía. Simplemente lo sabía. Abrí mi maletín en el asiento del pasajero, para que pudieran ver. Sí oficial, rodó de mi lengua, que surgió de una campana que nunca podría sonar porque su emergencia es un peaje destinado a tragar.
En un paisaje sacado del fondo del océano, no puedes manejarte con cordura -tanta rabia que te saltan las lágrimas. No puedes manejarte con cordura. Todo es tan agotador. Todo esto te está desgastando y sigues sin ser ese tipo.

Entonces los destellos, la sirena, el largo rugido que se extiende -y no eres el tipo y aún así te ajustas a la descripción, porque sólo hay un tipo que siempre es el tipo que se ajusta a la descripción.
Tírate al suelo. Tírate al suelo ahora. Seguro iba a exceso de velocidad. No, no iba a exceso de velocidad. ¿No iba a exceso de velocidad? Usted no hizo nada malo. ¿Entonces por qué me detienen? ¿Por qué estoy detenido? Coloque sus manos donde pueda verlas. Levante sus manos al aire. Levante las manos.
Entonces eres estirado en el capó. Entonces te esposan. Tírate al suelo ahora.

Siempre empieza de la misma manera, nunca empieza de la misma manera, cada vez que empieza es lo mismo. Destellos, una sirena, el largo rugido que se extiende.
Tal vez porque el hogar era una capucha que el oficial no podía permitirse, no es que necesitara una razón, fui sacado de mi vehículo a una cuadra de mi puerta, esposado y empujado al asiento trasero del vehículo policial, la rodilla del oficial presionando mi clavícula. El cálido aliento del oficial saliendo de un hueco rostro arrugado, de la sonrisa de su propia broma privada.
Siempre empieza de la misma manera, nunca empieza de la misma manera, cada vez que empieza es lo mismo.
Adelante golpéame hijo de puta salió de mis labios y el oficial no necesitaba golpearme, el oficial no necesitó nada de mí excepto la expresión de mi cara durante el trayecto a través de la ciudad. No puedes manejarte con cordura. No estás loco. Todo esto te está desgastando. No eres el tipo.

Así es la cosa. Sabes que está mal. Así no es la cosa. Deberías callarte. Esto está mal. Necesitas cerrar la boca ahora. Así es la cosa. ¿Por qué estas hablando si no has hecho nada malo?
Y no eres el tipo y aún así te ajustas a la descripción, porque sólo hay un tipo que siempre es el tipo que se ajusta a la descripción.

En un paisaje sacado del fondo del océano, no puedes manejarte con cordura -tanta rabia que no puedes manejarte con cordura.
La multa que el oficial decidió darte fue exceso de velocidad. Me pidieron, luego de tomarme las huellas, que me desnudara. Me desnudé. Entonces me dijeron que me vista, que me vaya, que camine todas esas millas de vuelta a casa.
Y sigues sin ser el tipo y aún así te ajustas a la descripción porque sólo hay un tipo que siempre es el tipo que se ajusta a la descripción.

Claudia Rankine



Y si

¿Qué significa querer
que un antiquísimo
llamado al cambio
no cambie 

y al mismo tiempo,
sentirse amenazado
por el llamado al cambio? 

¿Cómo se le dice vergüenza a un llamado al cambio,
cómo se le dice penitencia, cómo se le dice castigo? 

¿Cómo decimos 

y si 

sin reproche? La raíz 

de castigo es purificar.
Esa imposibilidad: ¿es eso lo que
que repele y no 

el llamado al cambio?

II

No hay resignación en mi voz cuando digo que me siento
más lenta, calculando como una máquina
los niveles de mi respuesta. Por dentro,
siento tanto dolor que pienso que no hay otra salida que soltarlo 

entonces hago preguntas como sé hacer
en la soledad de mi interrogatorio.
Lo que está quieto es verdadero; no hay siquiera un temblor
cuando una está tan borrada de la historia. 

Podría construir un contenedor para transportar este ser,
un contenedor para agarrarlo todo, pero nosotros nunca tuvimos
que ver con lo completo; nunca íbamos a estar enteros. 

Entonces, en tus considerados pensamientos, permanezco rota,
desconocida, prolongando
una oración: aquí, estoy aquí.
Como te he conocido, como nunca te conoceré, 

Estoy aquí. Sea lo que sea
que se exprese, y si,
aquí estoy a la espera, esperándote 

en el y si, en las preguntas,
en los condicionales
en los imperativos: y si.

III

¿Y si durante el té, y si durante nuestras caminatas, y si
en el largo bostezo de la niebla, y si en el largo centro
de la espera, y si en el pasaje, en el y si
que nos lleva cada dia hacia las estaciones, y si
en la renovada resiliencia, y si en la perpetuidad,
y si en una vida de conversaciones, y si
en la claridad de la consciencia, y si nada cambia? 

IV

¿Y si eres responsable más de salvar que de cambiar? 

¿Y si eres la destrucción corriendo bajo
tu lenguaje de salvador? Eso, ¿no es también algo jodido? 

Dices, si otras personas blancas no hubieran… o si hubiera parecido
no suficiente… yo habría… 

Y si --el repetitivo llamado de y si-- es solo considerado repetitivo
cuando el y si deja mis labios, cuando y si es pronunciado
por aquellos a quien nadie escucha, y si 

y si es el cemento de la insistencia
cuando insistes con y si
esto es 

V

Qué es lo que queremos mantener consciente, que permanezca conocido, incluso como decimos, cada uno a nuestro modo, yo amo yo sé yo me contraigo yo recibo preguntas yo también yo reacciono yo huelo yo siento yo pienso me han dicho que recuerdo yo veo yo no veía yo pensé yo sentí yo me equivoqué yo sospecho yo estaba haciendo yo estoy segura yo leo yo debía yo no habría yo había yo debería haber yo sentí yo podría haber yo nunca yo estoy segura yo pregunto…. 

Tú dices y yo digo pero ¿qué
es lo que estamos diciendo, sobre qué 

estamos queriendo saber aquí?

VI

Y si lo que quiero de ti es nuevo, recién hecho
una nueva frase en respuesta a todas mis preguntas, 

un viraje en nuestra relación y las palabras que nos llevan
el cuidado que se sostiene. Estoy aquí sin ningún gesto de desdén,
intentando entender cómo lo que quiero
y lo que quiero de ti corren paralelamente… 

justicia y las aperturas para solo nosotros.

Claudia Rankine




























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