Denisse Vega

Concierto del ángel 

Busqué a mi ángel.  Lo encontré
en las arenas de una rendida memoria.
No me reconoció.  Todo hallazgo fue entredicho,
lí­nea a lí­nea fui borrándome hasta el primer asombro.
Es el precio del ángel, me lo advertiste,
en cuanto te vea habrá de calcinarte,
y toda destreza aprendida contra insalvables poderes te traicionará.
Por eso guarda lo que mejor de ti hayas traí­do para la ofrenda inútil,
será escarcha en sus ojos glaucos.
Aprende a destilar olivo en la chirriante música,
a distinguir tenues grafí­as en uniones cada vez más dudosas.
No es belleza lo que tus ojos admiran
y tus labios fácilmente pronuncian.
Busqué a mi ángel y lo perdí­,
lo recuperé cuando afirmé que no era mí­o.
Su lengua de cedro me dibujó en el paralelo arco de los dí­as,
su evocación que no llama a nadie,
rápido olvida y renombra impasiblemente las cosas.
Nuevos rostros antiguos fueron sucediéndose
y el ángel fue alimento de mi carne.
Todas las voces llegaron tensadas al final
de la garganta oscura.

Denisse Vega



Enclave 

El poema está listo.
Eleva casas, puentes, barcas hundidas,
aves de diversa estación migratoria, vidas
que hacia todos lados se desplazan.
Hace realidad lo que no se toca
y simple fábula lo palpado todos los dí­as.
El poema está listo.  Yo estoy en otra parte.
El que estuvo escribiéndolo al pie del aserradero,
ha desaparecido.
Desde el vidrio del poema
veo su último retrato, enjambre en vilo.
El poema está aquí­, tiene forma humana, animal,
de mesa, calle, estrella.  Ocupa mi espacio,
que ya no es propio.  Respira por mí­, habla por mí­,
en una olvidada lengua por nuestro cansancio.
El poema está listo.  Le es entendible
el trémolo final de la tierra.
Roer no es necesario.

Denisse Vega



Poema 

A lo mejor hay una lí­nea que sobrevuela la muerte y respira en el poema.
De pie ante un destino que muge, los trémulos ojos de extranjero
detenidos en el recibidor.  La espiral de insignias y sellos
que nada dicen de nuestro nombre apenas entrevisto.
Cuando de pronto, sin consultarnos, se nos echa de la vida
con la casa a medio hacer
o la pavesa de lo nunca sido entre los dedos.
Soñando con sujetar lo que veloz y fugazmente bate
en la opacidad del verano
nos confiamos al metal que cede en la hoja,
ligamento de una otredad que libremente gesticula,
agua llevándonos rí­o abajo a una inviolada memoria.
Negados astros resbalan de nuestro í­ndice
–poder incierto de las gloriosas aguas,
satélite ebrio de días siempre inaugurales– 
y es nuevamente pura la confusión de los ojos.

Denisse Vega



Poema de la luna 

La luna se ha ocultado en sus ijares
dejándonos apenas un trémulo relente
para no tropezar en lo oscuro.
En el lugar que me ha tocado me desplazo sobre la estepa
un animal de torpes movimientos
mientras el resto de la manada sabe cómo esconderse
y no dejarse guiar por las extrañas voces
que agitan los follajes
o las sombras que fácilmente agigantan
las inocentes inquietudes de la mañana.
Acometido por la arena que rastrilla mi piel
para convertirme en estela indescifrable
un anillo más de mis desleí­dos antepasados
que apenas me dejaron un soplo helado detrás de las orejas
me pregunto inútilmente:
¿y si fuera de escamas?
¿inalcanzable metal como la luna?
¿generosas branquias, ágiles aletas,
ojo violeta de torbellino leonado
y penetrase las aguas allá donde tus pies infantiles
se aseaban de la carcoma del mundo?
¿corriente inalterable al fin, impasible anguila,
soberana en los recintos de lo inexpugnable
en los que las lenguas y lo que se palpa
han sido superados por el solo goce de moverse?
Consecuente con mi naturaleza
me hundo en las arenas
y mientras alcanzo el ópalo total de la memoria
pienso que habitaré el lecho de algún secreto mar
donde aún se escuchen tus zarpazos.

Denisse Vega












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