José Luis Morales

Los viajes

He buscado en tu abrazo la promesa
que una tarde con lluvia y luz de Praga
escribieron tus labios en mi boca
y rubricamos luego en la pènumbra
de aquel cuarto de hotel en Caletná. 

Fue notario un espejo con empaque
imperial, y testigos
–desde el ónice oscuro de la cómoda–
mi diccionario checo y tu paraguas.

Hoy tu abrazo me dice que los años
viajados son efímeros, apenas
la postal de un ocaso desde el Il Forte
del Belvedere, el Arno, el Mall ardiendo
de sed, Prospect Street
o el Potomac sin barcos… Lejanías,
miradas desde el eco –luces, huellas
en el viejo nitrato de plata– del deseo.

Estuvimos allí
y también nos besábamos.

Pero no era el amor,
no la humilde viñeta de los días
compartidos aquí, bajo estos cielorrasos
ya casi desconchados y con manchas
de humedad, territorio de caza del hastío,
nidal del desencanto, crematorio
de las quimeras, casa.

Y, sin embargo, aún
compruebo en este abrazo tardío que la vida
–sin salir de estas cuatro
paredes– sigue hablando
en futuro plural sobre nosotros
y el tiempo es nuestro cómplice:
porque algunas arrugas embellecen
–no llores, no seas tonta– la ternura,
cada día más dulce de tu boca. 

José Luis Morales









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