El camino blanco
Contigo atravesé la tarde minuciosa
me diste tu mano, la vida aparentaba
ser difícil de fijar
por encima del muro alto
las hojas se estremecían
al invisible peso más fuerte
Podía morir por una sola de esas cosas
que traemos sin que puedan ser dichas:
los astros se cruzan en una velocidad que aterra
al fin los inamovibles glaciares se desplazan
y en la única forma que tiene para acompañarte
mi corazón late
José Tolentino Mendonça
La infancia de Herberto Helder
En un principio fue la isla
aunque se diga
que el Espíritu de Dios
abrazaba las aguas
En ese tiempo
me tumbaba en la tierra
para mirar las estrellas
y no pensaba
que esos cuerpos de fuego
pudieran ser peligrosos
En ese tiempo
marcaba la latitud de las estrellas
ordenando canicas
sobre el césped
No sabía que un poema
es un tumulto
que puede sacudir
el orden del universo ahora
lo creo
Yo era casi un ángel
y escribía informes
precisos
acerca del silencio
En ese tiempo
aún era posible
hallar a Dios
en los baldíos
Esto fue antes
de aprender álgebra
José Tolentino Mendonça
La mirada al descubierto
Dime si
en el agua percibes el murmullo
adormecido de las caracolas
Dime si el otoño tiene
que ver con las algas
con la incertidumbre del follaje
y si hay un sentido oculto
en el transcurrir de las estaciones
Dime si
toda imagen es burla
o hija abandonada
del fuego
Dime si es cierto
que el tiempo
es una mirada única
prolongada en los días
si la vida es el revés de la vida
y si hay muerte
José Tolentino Mendonça
Un pequeño temblor
Su muerte no fue sino un pequeño temblor
las furias gritaban
pero a lo lejos
en las cámaras donde esos gritos
de araña no se escuchan
Su grandeza era casi una indiferencia
a los desastres
En lo alto de sí mismo
sostenía objetos improbables
caminaba por el fuego
sin descuido
sin desear otro paso
en él una forma de pudor era
la bonanza
sin que lo supiera las palabras
se deslizaban a un lugar sin peligros
pero también sin palabras
José Tolentino Mendonça
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