Pancracio Celdrán

"Apodos y motes comparten variedad y riqueza. Su importancia es tal que supera en el uso a los apellidos. García o Martínez no dice mucho, pero el apodo lo dice todo, y ello es así hasta el punto de que en muchos lugares la gente desconoce el apellido de sus vecinos, a los que se dirige siempre mediante el apodo personal o el mote familiar. Ejemplo de ello es la excelente serie televisiva "Cuéntame" donde el protagonista es un "Parriba", y la protagonista es "la Seca". Y no es cosa de hoy. En el siglo XVI solía ponerse junto al apelativo una referencia sobre la procedencia del individuo, o sobre el lugar donde se vive, concretándose calle o plaza y a veces la casa misma. También dieron juego los defectos físicos y psíquicos. También los insultos tuvieron que ver con este mundo."

Pancracio Celdran Gomariz



“Con el lenguaje, pocas bromas.”

Pancracio Celdrán
Hablar con corrección, 2006





"El ámbito de la blasfemia está mucho más extendido en el mundo católico que en el protestante, por ejemplo. Las demás religiones son muy respetuosas con la divinidad. Sería castigado con la muerte el blasfemo en el islam. El judaísmo es el más tolerante. En el mundo oriental no se entiende que el hombre se ponga a despotricar contra Dios. Es algo inaudito. En las civilizaciones antiguas, una actitud así era muy perseguida en Grecia y Roma;a nadie se le ocurriría maldecir a los dioses sin que tuviera graves consecuencias."

Pancracio Celdran Gomariz



"El insulto internético se parece al que propinamos al volante. En estos casos triviales no insultamos realmente a la persona, ya que no la conocemos. El conocimiento de la persona es condición imprescindible para el insulto. Es probable que alguien que políticamente se comporta como un asno, como amigo, marido o esposa o vecino sea una persona estupenda."

Pancracio Celdran Gomariz





"Existe un sistema propio en cada lengua para la formación de estos adjetivos alusivos al origen familiar, al linaje y procedencia de la persona. Es herencia y práctica latina que el castellano utiliza derivando sufijos o morfemas propios, siendo los más frecuentes:
 
-anus, el sufijo más usual en las lenguas romances, agregado a términos acabados en vocal: valenciano.
-ensis, sufijo latino que dio -ense: castellonense; la forma -es es variante de la misma: leonés. Es forma muy utilizada.
-atus, sufijo latino que dio -ato: vallesato, en alusión a los naturales del Valle de los Pedroches.
-ineus: -eño, una de las terminaciones de gentilicio más comunes en España: guadalajareño, motrileño.
-arius: -ero, muy común en Canarias y Levante.
-iego, sufijo de origen ibérico: cabraliego.
-inus, sufijo latino que en castellano da -ino.
-osus, que en castellano da -oso."

Pancracio Celdran Gomariz




"Hay que tener en cuenta que los apodos son a menudo coincidentes, se repiten de unos pueblos a otros porque en el fondo aluden a circunstancias comunes si se trata de defectos físicos, oficios, lugares de procedencia, o incluso etnias; por ejemplo, y sólo en la provincia de Guadalajara, motejan de judíos a los naturales de Uceda, Alovera, Balconete, Cifuentes, Mondéjar, Motos, Taracena, Torija, La Torre. Este mismo mote sirve para referirse a los vecinos de más de cien pueblos españoles. En el caso de que la persona en cuestión no esté contento con el mote que le tocó, la tendencia es a tomárselo a guasa. Dice la copla:

En el cielo hay un librito
donde escriben los amores:
donde pondrán nuestros nombres:
Currita con su Currito."

Pancracio Celdran Gomariz



"Me reafirmo en que el insulto es un logro social antiquísimo, un tubo de escape para liberarse, el poder lidiar con la pesadumbre que nos proporciona esa turbamulta de pesados, idiotas, cabrones que ponen cerco a la fortaleza de nuestro corazón y de nuestro pensamiento con estupideces y ruindades constantes."

Pancracio Celdran Gomariz



"No es cuestión de aceptarlo, o no: el apodo como el mote es ya una seña de identidad de la criatura que ha de sobrellevarlo, unas veces con pena, y otras con gloria. El pueblo decide que a fulano le llamen "el renco", y renco se quedará, aunque el renco lo hubiere sido su abuelo. De hecho, renco o cojo, como tuerto o malaje, son apodos frecuentes en Castilla y Andalucía. Se ha dado el caso de llamar "malhecho" a gente que está muy lejos de ser un adefesio. Pero manda la memoria colectiva, manda la historia: por un perro que mató, mataperros lo llamaron, y quedaron mataperros los hijos, los nietos y los hermanos. A cierto panadero burgalés que metió un gato en el horno porque el felino se había comido su cena, lo tildaron de "malasangre" a finales del siglo XIX: todavía sufren ese baldón sus descendientes. Otros sin embargo recibieron el mote de los "guapitos", convirtiéndose en motivo de risa cuando los herederos del apodo dieron en ser más feos que Picio. Lo que en su día cuadraba a la criatura de quien se predicó o se dijo, pasado el tiempo pierde verosimilitud y vigencia. A cierta dama de la aristocracia valenciana pusieron en el siglo XIX el sobrenombre de "la llecha" (la fea), y en efecto parece que lo era de manera muy clara?, pero no lo fue su nieta, que dada su belleza fue fallera mayor en los años 1950, con lo que ante la obviedad de que la muchacha no merecía tal apodo, todos lo tuvieron a gala: no ofende lo que no tiene visos de verdad."

Pancracio Celdran Gomariz





"Nos atraen las situaciones en las que alguien recibe un roción de insultos. Los insultos de los políticos suelen ser portada en los periódicos; los elogios, nunca. Y esa condición sorprendente fue cosa que como amante de la lengua me atrajo sobremanera. También la metamorfosis de estas palabras. Algunos pasan a ser palabras cariñosas. Muchos se saludan diciendo: «Eh, maricón...»; o halagan la sagacidad: «Qué hijo de puta»...

Nos acordamos de las palabras que nos regalaban los padres cuando nos portábamos mal.

Avefría es insulto simpático que decía mi abuela a alguien demasiado calmoso o tardo a la hora de hacer lo que se le manda. También se dice ave tonta o ave zonza."

Pancracio Celdran Gomariz



"Uno del siglo XIX que hoy encontraría bastantes destinatarios en la vida social, camasquince. Se decía del individuo entrometido y bullicioso que se mete en lo que no le importa y va donde nadie lo llama. En el Tarot equivale a la lujuria, número del macho cabrío o el demonio. Debido a esto, también se dijo del hombre que se recrea aireando asuntos privados de otros sin reparar en el daño que reporta a los demás. Y añado otro: menflis. Nació en Madrid en el siglo XIX para llamar tonto o persona insignificante."

Pancracio Celdran Gomariz




"Se está perdiendo el uso de motejar a la gente, a las familias o a los pueblos. Son cosas que en la conciencia colectiva se sienten como asunto de otro tiempo. Todavía en los años 50 del pasado siglo el cartero repartía el correo en los pueblos pequeños poniendo al lado del nombre del destinatario de los envíos, junto al nombre de la persona, el mote por el que eran conocidos; la gente estaba mucho más familiarizada con motes que con apellidos. Sin esta prevención se daban casos de devolución de cartas por desconocerse al destinatario, según el jefe de correos local. Otras veces bastaba con poner algún detalle propio del destinatario para que la carta llegara sin problemas. Cuenta Ramón del Valle-Inclán, cuyo odio al premio Nóbel José Echegaray era conocido, lo siguiente: "Los carteros de Madrid son inteligentes; yo tengo un amigo que vive en la calle de Echegaray y he puesto en el sobre: "Calle del Viejo Idiota número dieciséis, y ha llegado"."

Pancracio Celdran Gomariz





"Vivir en un pueblo implica la necesidad de conocerse y relacionarse con los vecinos, a diferencia de la anonimia que impera en la ciudad. Los apodos son elementos de familiaridad y cercanía, estrechan lazos y llegan a formar parte del patrimonio etnográfico. En buena medida son necesarios, ya que en los pueblos suele darse cierta endogamia y son numerosos los individuos que comparten nombre y apellido, por lo cual el apodo concreta la naturaleza de la persona y llega a convertirse en elemento señalador importante hasta el punto de convertirse en referencia de clan, de ahí su importancia. García o Martínez no dice nada, pero el apodo lo dice todo. Y no es cosa de hoy. De hecho los apodos dieron lugar a los apellidos a finales de la edad media, así como los gentilicios: la gente se llamaba zapatero, herrero, pastor, pescador, carnicero, etc. referido a la ocupación que tenían o habían tenido sus abuelos; de la misma manara aparecieron apellidos como Valenciano, Toledano, Sevillano, Murciano, Aragonés, Vizcaíno, etc. debido a la procedencia de las personas. Otro tanto cabe decir de los apellidos de localización, como De la Calle, De la fuente, De la cuesta, Del monte. Primero fueron los apodos y luego los apellidos, En el siglo XVI era frecuente poner junto al apelativo una referencia sobre la procedencia o lugar donde se vive, e incluso del sitio, calle o plaza donde se reside. Asimismo dieron juego los trabajos y oficios; los defectos físicos o psíquicos. También los insultos tuvieron que ver en este mundo. No todos aceptan el apodo o el mote, considerándolo un insulto: si el abuelo fue muy bajito y le llamaron patascortas, el nieto puede ser un mocetón de dos metros."

Pancracio Celdran Gomariz









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