Ana María del Río

"De pronto, ese miércoles, Francisco había desaparecido.
Sacudió a su esposa, y en pleno jardín aún a riesgo de ser ahogado por la acequia de lágrimas avanzando a través de los tranquilizantes que la rodeaban, le dijo que había que hacer las cosas con lógica, que nada se sacaba con ponerse a gritar en un jardín, sobre todo en un jardín posterior. Su esposa lo miró y esta vez no se calló la palabra monstruo y se la gritó en tres idiomas. El hombre se sacudió de encima los insultos y pisoteando los pensamientos salió del jardín, convencido que la empresa ahora le correspondía por completo; debía encontrar él solo a Francisco.
En las postas le tocó examinar a cuerpos jóvenes, no identificados, tan parecidos a su hijo, que se estremeció por primera vez en todos esos años: el mismo pelo de mechones, los párpados confiados, el sueño de niño, los hombros carnosos, aptos para camisetas de colores. Salió tambaleante de la sección de identificaciones y no muy seguro de que alguno de esos no fuera Francisco.
En la Vicaría, le tuvieron más consideración. Sentado en una silla, tuvo a una muchacha y a un hombre dedicados a pedirle datos sobre su hijo y su trayectoria: no, no estaba en comisarías, ni en hospitales; no, claro que no se había ido de viaje, no tenía dinero, además, no se iría sin… quedó en silencio.
Se fijó que el abogado y la muchacha hablaban en notas pequeñísimas y las traspasaban a una libreta; afiló el oído y los cuchicheos subieron por su espina dorsal llenándolo de un horror extranjero, como si estuviera entrando a Fantasilandia por primera vez: Lonquén no; Tres Álamos, hay que mandar al padre Uribe, pero primero vas tú a presentar el recurso de amparo. Hay que moverse rápido, no vaya a ser uno de los del mitin.
-¿Qué mitin salta el hombre y su pensamiento se desboca, qué mitin, motín a bordo, los rebeldes serán despedazados, los grupos serán batidos hasta que la masa sea blanda y perfecta y se hornee a impulsos del progreso. Dónde diablos había oído eso, no, a su hijo no, pero algo había dicho de un mitin, no un motín, no sé cómo era, salía en los papeles que llevaba, ah, si los hubiera leído, sino hubiera preferido los noticiarios sedantes."

Ana María del Río
Absorto



"Las feministas de antes trabajamos desde el silencio."

Ana María del Río



"Las huellas de la violencia política ejercida por una dictadura quedan en dos áreas: por una parte en el código, en la Constitución, en las leyes, estamentos, normas y diversas disposiciones legales. Pero, por sobre todo quedan en un reducto personal.

Como los canguros, el ser humano tiene una bolsa para guardar los duelos. Y estos quedan, desgraciadamente. No se borran. Pueden sobrellevarse, pero no desaparecen. No se van achicando. Se estancan ahí y salen a veces, en épocas de soledad, de distanciamiento, de incertidumbre o en períodos nuevamente violentos.

El duelo personal no erosiona. La herida en carne viva de un desaparecido, de un muerto que fue querido hace un hoyo insalvable en las personas."

Ana María del Río



"Los chilenos tendemos a olvidar la situación represiva con demasiada frecuencia."

Ana María del Río



“Me habría gustado ser libre como el viento, y nica.”

Ana María del Río



"Vivir o nada, eso es: vive o te vas a la mierda."

Ana María del Río


























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