Ana Martínez Castillo

EL TITIRITERO

No se puede ir por ahí
garabateando tuercas
de juguetes improbables
en las pupilas
de los desconocidos.
Sé que llevo
el minué del feriante
en el bolsillo
y que destila
caída de párpados
a los mil alambres
del funambulista cojo.
Soy consciente
de que cada palabra
que digo
es un batir de alas
más viejo que el silencio.
Pero a veces
hay que darle cuerda
a la muerte y que no chirríe,
como si fuera cajita de música
o ardilla mecánica.

Ana Martínez Castillo




"La escritura nos salva y nos destruye, de igual manera que la luz no se concibe sin la sombra. Al final la escritura es un choque de trenes."

Ana Martínez Castillo




LA MUERTE,
ese momento inoportuno.
Efectivamente
puede sucederme a mí.

Ana Martínez Castillo




"Literaria y estéticamente hablando, hay belleza en toda caída, en toda degeneración, en toda muerte... Encuentro hermosura en lo que se aparta, en lo que se envenena, en lo que habita marginal aislado de la luz. Me parece preciosísima la ruina y el derrumbe."

Ana Martínez Castillo



MADRUGADA

Con la profundidad de un dedal en los ojos
recuerdo aún tu sombra andando de puntillas
sobre los tejados, en esa mañana
en que el frío hacía invisibles los cristales
y el día llegaba desatando su luz.
Con la oscuridad de un cántaro en los ojos
recuerdo todavía los pasos del invierno
sobre la alfombra, las mejillas quebradizas
como pétalos, la ventana tan blanca.
No son campanas lo que se oye a lo lejos,
es sólo esta vida, que bosteza.

Ana Martínez Castillo



MILONGA

Por cada vez que vomito
ando pisando en el aire.
José Larralde

Qué quieres que le haga
si mis ojos son tristes,
si se arrugan mis sueños,
si en el fondo
nada sé de la vida
y en los días pares dejo
chorrear mis bocas
como caminos o rizos.
Qué quieres que le haga
si vengo de las paredes,
si hace noches
que me silba la tierra,
si solo me queda pisarle
los dedos al silencio,
desordenar sin querer
el vuelo de los pájaros.

Ana Martínez Castillo





SIESTA

La vida
es un lento parpadeo
bajo la sombra del tejado
donde desmadejamos el tiempo
poco a poco, ovillo tras ovillo,
sin prisas,
con la memoria alrededor
de geranios y ventanas
quietas, inmóviles,
por las que entran las moscas
y vuelven a salir
una vez convencidas
de que todos duermen
arropados por el tenue
transcurrir de las horas.

Ana Martínez Castillo




TE DIGO que la noche.
Que la noche racimo.
La noche derramando
sus caderas de cera.
El roce de la noche
en mis pupilas
si por torpeza paso
a través de la pared,
si por descuido
me beso con las moscas
en las esquinas.
Te digo que la noche,
la música arañazo,
la música indiferente
que no hace preguntas,
la música
y el momento
de caminar por los tejados,
niña de ojos cerrados
como puertas cerradas,
niña descalza
en las noches sin peines.

Ana Martínez Castillo



Y YO QUE CREÍA tener
hormigas en los ojos
y resulta
que no era más
que esa canción triste,
que no era más
que el humo,
la lluvia que me adorna
las mejillas,
el viento metálico
rozándome los guantes.

Ana Martínez Castillo


























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