EN EL UMBRAL DE LA VIDA
Ahora que la lluvia lamina el blanco camino,
que se deshacen las rosas contra las piedras del sueño,
que el ruiseñor de los bosques ya no conoce las flores,
y en el breviario de lodo renacen antiguas palabras;
ahora que ya se borra la margen de los caminos,
bajo el sol negro que brilla al otro lado del mundo,
por donde el fúnebre canto de las aves oscuras
socava un hielo de sombras con sus mil picos de hierro;
la aurora ya se colora de un redoble de campanas,
para las bocas del fuego se aprestan pulidos huesos;
tu lecho junto a los muros es un preludio sin notas,
tu vida sembró promesas cuando llegaba el invierno.
Parece que fuera ayer, eran los núbiles días;
la sangre de los rosales latía entre los espinos,
el viento traía lejano un eco de campanarios,
rodaban los almanaques bajo la luz del misterio.
Pronto irrumpieron los vélites entre las grietas del muro,
embistieron los caballos contra el bastión de la aurora,
sobre un gran patio de armas se alineaban los siglos,
y se adornaban cimeras con el plumaje del cielo.
Cayeron confusos sueños al frente de la muralla,
cedieron los apetitos frente a la incierta esperanza,
al redoblar de tambores ya retumbaban los valles,
el lema de los blasones era Esperar olvidando.
Ahora que cae la lluvia como un fulgor de otros días,
que se propaga la noche sobre un sendero sin luna,
que alrededor de tu cama te añoran antiguas sombras,
pueblan tu corazón sereno nuevos ríos de esperanza.
David Monteira
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