Ferdinand Prat

"La profecía se cumplió al pie de la letra; quienquiera que recorra hoy la explanada, donde la mezquita de Omar reemplazó el templo de Herodes, puede constatarlo con sus propios ojos. De los más famosos templos de Egipto, de Grecia y de Roma subsisten ruinas imponentes; allí, hasta las ruinas perecieron. Todo se conjuró para destruirlas. Cuando un soldado de Tito, movido por una mano invisible, lanzó una antorcha encendida sobre los paneles de madera sagrados, el fuego prendió con tanta celeridad y violencia que resultó imposible apagarlo. Adriano, para sustituir el altar del verdadero Dios por un santuario dedicado a Júpiter Capitolino, continuó la destrucción, que fue consumada por Juliano el Apóstata. Deseoso de desmentir las profecías de Cristo, Juliano permitió a los judíos volver a levantar su Templo, y tomó a cargo los gastos de la empresa; pero, cuando se hubo demolido todo lo que quedaba para reconstruirlo, torbellinos de llamas saliendo de los cimientos hicieron insostenible la posición de los obreros, varios de los cuales resultaron quemados vivos. Hubo que detener las obras, que no se retomaron nunca. Tal es lo que cuentan no solo los padres de la Iglesia y los historiadores cristianos contemporáneos, sino también un testigo irrefutable (Amiano Marcelino), fiel al paganismo, quien vivía en Antioquía en la corte del emperador, el mismo año (363) en que ocurrieron los acontecimientos que relata."

Ferdinand Prat
Tomada del libro Dios-la-ciencia-las-pruebas-el-albor-de-una-revolucion de Michel-Yves Bolloré y Olivier Bonnassies, página 383




"Si alguien, después de su paso por la Tierra, nunca hubiera debido hacer hablar de él es justamente ese modesto artesano de Nazaret que jamás tuvo espada ni pluma y que no ejerció ninguna función en su país. Ese carpintero sin fortuna, sin mujer, sin hijos ni relaciones se creyó el Mesías, pero en pocos meses las autoridades de su país lo pusieron en su sitio y la mayoría de sus seguidores lo abandonó cuando fue condenado a una muerte infamante, pero habitual en la época. ¡Su nombre debería haber caído en el olvido! Y, sin embargo, ¡muy pronto ocupa el primer puesto en la historia del mundo! ¿Será simplemente el nombre de un artesano de una oscura aldea de Galilea? ¡Si hay algo inexplicable, es justamente eso!"

Ferdinand Prat
Tomada del libro Dios-la-ciencia-las-pruebas-el-albor-de-una-revolucion de Michel-Yves Bolloré y Olivier Bonnassies, página 336











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