Luis Enríquez de Navarra y Marín

Soneto

   En cristalinos páramos desiertos,
tropa de navegantes afligidos,
de la sed horrorosa comprimidos,
se consideran Tántalos más ciertos.

   De Atropos despojos nada inciertos
se crecen ya, y en fúnebres gemidos,
los acentos que forman doloridos,
ecos repiten lánguidos, y yertos.

   En tan grave conflicto, en pena tanta,
nuevo Moisés Javier, al daño atento,
el remedio previno, y en su planta

   dulzuras, dando al salobre elemento,
vara fue, que arrojada al lago espanta,
la amargura, al dolor el sentimiento.

Luis Enríquez de Navarra y Marín



Soneto

   En turbulento mar, de horrores lleno,
y enmudecidas olas irritado,
Javier Sacro Neptuno venerado,
a su crespa cerviz impone freno.

   Arroja el Celestial Tridente al seno
del ímpetu soberbio alborotado,
y al contacto de numen tan Sagrado,
su inquieto orgullo sosegó sereno.

   Su prenda amada suspiró perdida,
Javier sobre la arena en el reposo,
cuando (o maravilla nunca oída).

   El Carnero del Zodíaco espumoso,
epiciclo se ve del Sol de vida,
y Ballena de Jonás más glorioso.

Luis Enríquez de Navarra y Marín



Soneto

   Es en cítara dulce, que templada
con otra está, sonora simpatía,
resonar con acorde melodía
las dos cuando ve una propulsada.

   No es la distancia embargo a la acordada,
correspondiente unión de su armonía
antes si con sonora alegoría
es su unívoca voz acentuada.

   Así tu corazón Javier amante,
concorde al eco del divino acento,
cuando en Indias herido su discante.

   De pena esquiva, y de mayor tormento,
su dolor en Navarra aunque distante,
resuena en Cristo, con sudor sangriento.

Luis Enríquez de Navarra y Marín



Soneto

   Hecho de amor Sagrado Mongibelo,
el pecho casto de Javier glorioso,
arde en llamas de fuego generoso,
y exhala en luces su cordial anhelo.

   Rompe en el labio, el humo de su celo,
elevado a favor tan portentoso,
y con acento humilde, y fervoroso,
remite pone al celestial consuelo.

   No sí a las penas, basta, les repite,
cuando las reconoce más crueles,
antes con más afectos las admite.

   Su corazón, por compañeras fieles,
que aunque un, basta, sus méritos limite,
un más, le multiplica los laureles.

Luis Enríquez de Navarra y Marín












No hay comentarios: