Cántico generacional
Queríamos tomar
la vida por la fuerza,
caminar sobre los adoquines
como quien espera el alba,
abrazar la juventud
entre sonrisas y banderas
entre consignas y pupitres.
Éramos los hijos del cometa Halley,
aquellos nacidos en mitad de los ochenta
con el habla cansada
y la infancia recién desleída.
Nada más bello ardía
que un contenedor
o una oficina de banqueros
los taxímetros las mecanógrafas
y el llanto de dios sobre nuestros hombros.
Aprendimos la vida,
¡a fuerza de traición!,
en tratados de Bakunin
y manuales de Althusser:
aquellas ediciones de los setenta,
la huelga de los tranvías las manifestaciones
y un lejano hedor
una extraña sensación entre tinta y sudor
hacinaba nuestra memoria
en la barra de los bares.
Queda lejos ya la vida,
tan cerca todavía,
cuando hurgamos entre los afiches
entre los besos y las caricias
olvidadas en cualquier cajón.
No conozco esos rostros
no conozco esos muertos
que ahora ocupan
un lugar en las secretarías
un lugar en los consejos de administración
y organizaciones sindicales
no conozco esos rostros
no conozco esos muertos
rendidos al exilio
rendidos al desempleo.
Y puede que,
a fin de cuentas,
la vida y sus plusvalías
nos empujara a los callejones más oscuros,
que aquellas jornadas
de carreras y zapatos rotos,
sin saberlo siquiera,
–o bella ciao, bella ciao! ciao! ciao!–
no fueran más que una estrategia,
un ajedrez asolado
donde nos reinventó el capital.
Manuel Valero Gómez
"Los poetas somos un horizonte perdido entre la niebla."
Manuel Valero Gómez
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