6 de abril
No duermes sólo con este hombre, sino con toda su vida,
y a veces ella te despierta y le arranca de tus brazos.
Pues, ya ves, a menudo la guerra viene y se tiende entre vosotros como un niño
temeroso de quedarse solo en la oscuridad.
La guerra, dice él, implica muchos números, veamos:
dos familiares equivalen a un saco de huesos,
mil trescientos noventa y cinco días de asedio,
tres paquetes de ayuda humanitaria: mantequilla, alimentos enlatados,
leche en polvo, tres pastillas de jabón.
Cuatro hombres armados vienen a buscarte,
te muestran sus órdenes y luego te escoltan hacia la noche.
Durante el paseo por la ciudad
oyes misiles que vuelan sobre tu cabeza, dos veces.
…Cinco veces te sacan de los barracones
hasta una fosa donde cuarenta y tres yacen pudriéndose
y siempre piensas: esta vez voy a morir
y le diré a Dios que era un mal chiste.
Pero te tiran boca abajo contra la tierra
y se toman su tiempo presionando una pistola contra tu cabeza.
Desde entonces, dice él, no me gusta soñar,
esta clase de recuerdos no son apropiados para un hombre.
Corres por el bosque, te disparan por la espalda,
una bala alcanza tu muslo pero sólo sientes la tierra en tu rostro.
Es entonces cuando crece un árbol desnudo de dolor
en tu pecho, palpitando.
Y yo no respondo porque qué puedes decir ante aquello
Sigo limpiando de tierra su rostro, una y otra vez,
incluso mientras duermes,
incluso mientras no estás.
Kateryna Kalytko
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