A. ¿Quién vive aquí? C. Un pobre peregrino.		
A. ¿Pues peregrino con hogar y casa?		
C. ¿No la veis toda ya desierta y rasa,		
que sólo esté sobrado quedó en pino?		
    A. ¿Quién os trajo a tal lugar? C. Mi sino.
A. ¿Quién sois? C. Soy viento que no vuelve y pasa:		
tuve favor del mundo, tuve el asa;		
pasó el buen tiempo, y el adverso vino.		
   A. ¿Qué hacéis aquí? C. Un cesto, una canasta,		
tal vez de mimbre, tal de seco esparto,
con que gano el sustento que me basta.		
   Y no me vi (os prometo) jamás harto		
de pretensiones militares hasta		
que el desengaño me alquiló este cuarto.
Andrés Rey de Artieda
A las pretensiones
   Cuando en el aire torres edifico		
sirviéndome de artífice el deseo,		
veo que su gran fábrica y rodeo		
requieren gasto de señor mas rico.		
   Así que, mis deseos, yo os suplico
que me dejéis en paz, pues ya no creo		
de estos castillos más de lo que veo		
que se consume y llega a ser tantico.		
   ¿Lo queréis ver? Mirad el fundamento		
y del cordón corred hasta la almena,
que ello con los demás veréis que es viento.		
   Pues en cosa que en tanto es mala o buena,		
en cuanto la fabrica el pensamiento,		
¿será bueno que funde gloria o pena?		
Andrés Rey de Artieda
   Como a su parecer la bruja vuela,		
y untada se encarama y precipita,		
así un soldado dentro una garita,		
esto pensaba, haciendo centinela:		
   No me falta manopla ni escarcela,
mañana soy alférez, ¿quién lo quita?		
y sirviendo a Felipe y Margarita,		
embrazo, y tengo paje de rodela;		
   vengo a ser general, corro la costa,		
a Chipre gano, príncipe me nombro
y por Rey me corono en Famagrosta;		
   reconozco al de España, al turco asombro...		
Con esto se acabó de hacer la posta,		
y hallóse en cuerpo con la pica al hombro.
Andrés Rey de Artieda
De Los amantes
Acto I - Escena III - Atambores
   Aunque tarde a servir el Conde empieza		
por lo que la tardanza le remuerde,		
y espera en breve hacer, sale de verde,		
esmaltada su dama en la cabeza;		
   do el que sus flacos ojos endereza
porque si bien lo hiciere, o mal, se acuerde		
de su arnés perderá, si acaso pierde,		
o al Conde ganará la mejor pieza.		
   Lo mismo al caballero que se atreve,		
alabar otra dama se publica,
pues no hace en su presencia lo que debe,		
   a más de que dará una prenda rica		
al que mejor emplee y mejor cebe		
en el arnés contrario espada y pica.		
Acto II - Escena II - Marcilla
   César después que la cabeza mira		
que el Rey de Egipto le mandó en presente,		
para encubrir valor tan evidente,		
según escrito está, llora y suspira;		
   y Aníbal, cuando ya se le retira
su fortuna, y la falta de ella siente,		
ríese entre afligida y triste gente,		
sólo por encubrirles su gran ira.		
   Sucede, pues, que cada cual procura		
una pasión con un cierto desvío
de la vista encubrir, clara o oscura;		
   así que si esta vez yo canto o río,		
hágolo por ser esta más segura		
manera de encubrir el dolor mío.		
Acto III - Escena I - Preafán
   Si porque Sophonisba te lo manda,		
contra Scipión resuelves, Masinisa,		
siguiendo las bandera y divisa		
de Aníbal, que apretando al Cónsul anda.		
   ¿Por qué, di, si Cartago se desmanda
contra Scipión después, le das tal prisa,		
que apenas Sophonisba el suelo pisa		
segura, cuando Roma la demanda?		
   Prometióme esa dama casamiento,		
y por que la dio a Siface Cartago,
me le muestro tan áspero y sangriento,		
   y si lo que me escribe Scipión hago,		
la falta de ella, y mi desabrimiento,		
ni merece, ni pide menor pago.		
Andrés Rey de Artieda
Zameis
   Pasmado queda el pueblo del engaño		
en que tan dulcemente le has traído,		
con mi nombre y mi rostro y mi vestido		
en mil guerras un año y otro año.		
   Y alegre del presente desengaño
cada cual de los dos reconocido,		
con general aplauso y alarido		
te alaba nuestro pueblo y el extraño.		
   Y yo así mismo loo tu grandeza		
y encarezco tu espíritu elevado,
y admiro tu prudencia y fortaleza.		
   Y ser tu hijo y ser de ti estimado,		
tengo por mayor suerte y más riqueza		
que si del alto Amón fuera engendrado.
Andrés Rey de Artieda
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