Diego Ramírez Pagan

A Montemayor

   Nuestro montemayor, ¿do fue nacido?
En la ciudad del hijo de Laerte
¿Y qué parte en la humana instable suerte?
-Cortesano, discreto y entendido.

   ¿Su trato cómo fue, y de qué ha vivido?
-Sirviendo, y no acertó, ni hay quien acierte.
¿Quién tan presto le dio tan cruda muerte?
-Imbidia, y Marte, y Venus lo han movido.

   ¿Sus huesos dónde están? -En Piamonte.
¿Por qué? -Por no los dar a patria ingrata.
¿Qué le debe su patria? Inmortal nombre.

   ¿De qué? -De larga vena, dulce y grata.
¿Y en qué pago le dan? -Talar el monte
¿Y habrá quien lo cultive? -No hay tal hombre.

Diego Ramírez Pagan



Buena suerte de día

   Las noches sin dormir paso, esperando
que se levante la hermosa aurora,
venido el día, se me antoja un hora
que vuela sin saber el cómo o cuándo.

   Al sol que se detenga estoy rogando,
y a la luz que camine a paso ahora,
pues esta de mis ojos ya no mora
conmigo, si la tuya va cesando.

   Oh vista bella, quien de tus razones
gozar siempre pudiese la dulzura,
mas aviéneme a mí como al dormido.

   Que si sueña tesoro, son carbones,
si ardiente sol, tiniebla es muy oscura
y el alegría, llanto entristecido.

Diego Ramírez Pagan




Dicen que la cabeza de Medusa
de tanta crueldad siempre se arrea,
que vuelve en piedra al hombre que la vea
que grande ni pequeño no se excusa.

   Aquí vive una ninfa que esto usa,
aunque en mirar sus ojos poco emplea;
mas si una vez los abre, así pelea,
que de envidia la muerte está confusa.

   No sé si en piedra yo soy convertido,
que en verla ya no oyó, veo ni siento,
y si siento, lo callo más que piedra.

   Marfira ha vuelto en piedra mi sentido,
tomen de mí los hombres escarmiento,
y no la mire nadie, pues no medra.

Diego Ramírez Pagan




Los ojos bellos, la amorosa frente,
los brazos, manos, pies, el claro viso,
que me han hecho de mí mismo diviso,
y en todo singular de la otra gente;

   los crespados cabellos de oro ardiente,
el cuerdo resonar del dulce riso,
que en tierra hacer solía un paraíso,
ya es un poco de polvo que no siente.

   Y yo, en dolor y desdeñado, vivo
a oscuras, sin la lumbre que amé tanto
como sin remos barco en mar esquivo.

   Fenezca aquí mi enamorado canto,
seca es la vena del ingenio vivo
y la cítara mía vuelta en llanto.

Diego Ramírez Pagan




Soneto de penitencia

   El cuerpo está de vicios abrevado,
en el profundo el paso detenido,
las aguas de mis culpas han crecido
y hasta el alma mía se han entrado.

   Si a pie pruebo a salir, no hallo vado,
si a vuelo, se han las alas derretido,
y queda en mi deshonra mi apellido,
como de Ícaro el golfo señalado.

   Si quiero bracear soy ignorante
en el nadar, y pues a todo falto
bonanza de los tristes que navegan.

   Tu mano poderosa de lo alto
envíala señor, y en un instante
me libra de estas aguas que me anegan.

Diego Ramírez Pagan










No hay comentarios: